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Fabio Castelli es un hombre que goza de la diversión, de estar con mujeres bellas y luego de seguir adelante como si nada de lo que pasa en su cama fuera verdad… bueno, en la cama del hotel, porque a su cama no ha metido a nadie. Y es que está convencido de que eso no pasará jamás, porque en cuanto ocurra, estará atado para siempre.

Javiera Russo es la hija menor de un hombre cariñoso, dedicado a su familia y eso es lo que quiere para ella, pero eso no le impide querer probar lo que es la atracción física, ella quiere divertirse y si es con un hombre pues mucho mejor.

El problema es que, cuando se decide a hacerlo, alguien se interpondrá en su camino, será su sombra y, como nueva modelo de Cavalcanti Moda, eso se pondrá mucho más intenso, porque quien espantará todas sus posibilidades es su jefe, el cuñado de su hermana y, nada más ni nada menos, que el hombre que siempre amó.

¿Podrá Fabio domar el carácter de Javiera y traer de regreso a la niña dulce que conoció?

 

Capítulo 1

Ya no es una niña

 

 

Vamos con mis padres al departamento de mi hermano Alex, quien hace unos días ha tenido a su primer hijo. Mi padre no deja de quejarse porque le ha puesto el nombre de su otro abuelo, mientras mi madre sólo rueda los ojos porque no deja de decir lo mismo cada vez que tiene que nombrar a mi sobrino.

—Me niego rotundamente a llamarlo así, es que no es justo.

—Alex, ya deja de quejarte, nuestro hijo lo hizo como una manera de perpetuar el nombre de su suegro, para demostrarle cariño y porque él no se portó como un cavernícola cuando supo que andaba con su hija.

—No es normal, lo odio… me está quitando a mi hijo.

Mi madre apoya su cabeza en su mano, mientras yo estoy atento a mi teléfono, una chica me ha pedido mi número para hablar de vez en cuando y es muy linda, aunque no le he dicho nada a mis padres o me matarían si saben que ando en los mismos pasos de mi hermano Lorenzo.

Al llegar al departamento, mi padre ha recuperado la emoción por ver a su nieto, así que va con una sonrisa enorme. La que se vuelve a desaparecer cuando ve que es el suegro de Alex quien abre la puerta.

—Russo —le dice en un tono que se me hace gracioso.

—Castelli, bienvenido al hogar de nuestros hijos —le dice un poco más relajado que mi padre y nos permite la entrada.

Yo me voy directo a ver a mi cuñada, Aurora es muy linda, inteligente, valiente y sobre todo muy amable conmigo. Puedo decir que la quiero mucho y me encanta que sea parte de nuestra familia. Le doy un abrazo fuerte, porque siento que con ella tengo una conexión, es raro, aunque supongo que es porque es la esposa de mi hermano favorito.

Me quedo mirando a mi sobrino que está precioso entre sus brazos, pero un movimiento en el sofá me lleva a fijar la vista en una pequeña, es la hija del señor Russo y no puedo evitar acercarme a ella.

Es… es raro, me parece una niña hermosa, con su cabello negro y unos ojos… son lindos, a su estilo.

—Pero ¿quién es esta lindura que está por aquí? —me siento a su lado y la pequeña sin miedo se sienta sobre mis piernas para mostrarme un juguete. Normalmente los niños no se dan con extraños y yo a ella la he visto sólo un par de veces, pero no dudo en seguirle la corriente—. Oh, pero que lindo es.

Sin pensárselo dos veces, la pequeña me abraza, yo me quedo quieto por la sorpresa, porque ese gesto no me lo esperaba de una niña tan pequeña. Sin embargo, cuando caigo en cuenta, no dudo en abrazarla de regreso. Se siente tan bien, como si mi corazón estuviese sintiendo un calorcito delicioso.

—Eres la niña más linda —le digo con una sonrisa, porque no puedo sentir otra cosa que no sea una necesidad enorme de estar con ella así e incluso, hasta de protegerla.

El resto de mis hermanos se acerca para saludar a Aurora, pero yo me quedo allí, atendiendo a la pequeña Javiera, que está muy entretenida con su juguete y conmigo.

Todos se van instalando para comer, pero yo decido sentarme al lado de la mesa de centro, que es donde el señor Russo le dará la comida a Javiera. Ella come feliz, aplaude de vez en cuando y me doy cuenta de que no tengo idea de lo que están hablando los adultos porque estoy más entretenido con ella.

Luego de un rato, tanto mi padre como el señor Russo se van a cambiar a mi sobrino, mientras que yo me quedo con Javiera, la ayudo a comer, ella sonríe y aplaude cada vez que le doy un poco de su papilla.

Los demás comienzan a hablar de lo que será la vida de mis hermanos ahora, nuestros padres cuidarán de Marco para que ellos puedan estudiar tranquilos y yo sólo quiero reírme, porque estos abuelos son muy graciosos.

Luego de pasarlo tan bien, nos vamos a casa y me quedo pensando en la pequeña Javiera, quien al parecer es muy amigable. Pienso que con un padre tan genial como el de ella, será una niña inteligente y que le gustará hacer muchas cosas.

Mi teléfono vibra y veo que es la chica con la cual estoy hablando a escondidas. Sonrío y continúo la conversación desde donde la dejamos anoche…

 

***

 

Dieciocho años después…

 

Estoy en un bar con un amigo de fiestas, dejo que la música me aleje un poco de mi realidad, el trabajo ha estado intenso, pero no me quejo. Me gusta, soy bueno en lo que hago y ahora me merezco un buen relajo.

—Mira allá —me dice mi amigo mostrando un grupo de chicas que están solas, un par de ellas de espalda y precisamente la que está más cubierta es la que me llama la atención.

—Podríamos enviarles algo de beber, eso siempre funciona —le digo con una sonrisa descarada y él asiente.

Le digo al chico de la barra que les envíe unos tragos a las muchachas, la morena que me gustó se pone de pie justo antes de que lleguen las bebidas y la veo ir al baño.

No sé qué bicho me pica, pero la sigo, estoy loco, lo sé. Pero por alguna razón las mujeres de cabello como el azabache me vuelven loco, es como si ejercieran sobre mí un magnetismo que no puedo controlar.

La chica llega a la zona de los sanitarios, me quedo allí esperando y avalado por una luz que no funciona, me mantengo casi en la penumbra. La puerta se abre y abordo a la chica como suelo hacerlo siempre, difícilmente las mujeres se me resisten.

—Hola, te vi sentada con tus amigas y quisiera saber si quieres bailar un rato —no distingo bien su rostro, pero se me hace conocida.

—Eres increíble —me dice como si estuviera molesta por algo y trata de dar dos pasos, pero la detengo.

—Espera, ¿hice algo que no te gustó?

—¿En verdad no sabes lo que pasa? Sabía que eres un idiota, pero no creí que tanto —me sorprendo de sus palabras, tal vez es una chica con la cual antes ya tuve algo y no la recuerdo—. Mira, no quiero nada contigo, ni siquiera respirar el mismo aire, así que deja que me vaya.

—Disculpa, tengo muy mala memoria, ¿ya nos conocemos entonces?

—Pues claro que sí, aunque dudo que me recuerdes, hace años que no me ves. Ahora, deja que me vaya.

La chica se aleja de mí, dejándome un mal sabor de boca. La sigo porque no me resigno a que no quiera nada conmigo. Normalmente cuando una chica me dice que no, lo respeto, no soy ningún acosador ni nada por el estilo, pero ella… no sé por qué tengo que seguirla.

Veo que un hombre más bajo que yo se le acerca y le hace la misma propuesta, a la que ella acepta sin asco alguno. Me quedo con los ojos y la boca abiertos, no me lo creo. Esa chica me ha dado tremendo frentazo.

Llego a la barra con mi amigo y este se ríe de mí.

—Tal parece que la chica no te quiso, ¿eh?

—Viejo, es que al parecer nos conocimos años atrás, pero te juro que no la recuerdo y menos con la luz mala del pasillo.

—¿No le viste la cara?

—No muy bien —bebo un poco de mi botella sin dejar de observar cómo se mueve con aquel hombre. Sus movimientos son descarados, es que la música ni siquiera es para eso, por lo que no puedo evitar ponerme de pie y acercarme a ellos.

Bailo solo, no soy el único, pero con tal de saber quién es la chica a la que todavía no puedo verle el rostro, lo que sea. Me acerco un poco más, ella se sigue moviendo con esa sensualidad que me despierta todo, hasta que veo que el tipo la toma por las nalgas y la acerca a él con brusquedad.

—Oye, no es necesaria la brutalidad —le dice ella algo seria, pero sin dejar de moverse.

—Creí que las mujeres como tú lo prefieren así.

—Pues fíjate que no —le dice ella molesta—. Una cosa es que baile como se me da la gana y otra muy distinta que creas que soy una pvta por eso —trata de alejarse del tipo, pero este la pega más a él—. ¡Suéltame!

—No, cariño, tú y yo lo vamos a pasar muy bien, ya verás.

—Que me sueltes… —y de pronto el tipo se encoge sobre sí mismo. Es obvio que la chica sabe defenderse—. Si digo que no, es no. Un baile no dice qué tipo de persona soy, si fuera por eso entonces tú eres un pésimo espécimen en la cama, idiota.

Se gira rápidamente y choca conmigo, allí me pierdo en su mirada unos segundos porque ahora sé quién es.

—Javiera… —balbuceo, ella sólo sonríe con satisfacción y me da unos golpecitos en el hombro como si fuera un niño bueno.

—Que bueno verte de nuevo, Fabio.

Pasa por mi lado dejándome aún más encendido, la veo perderse entre la gente y trato de seguirla cuando al fin reacciono, pero ya es tarde, porque la veo salir al frío de la noche y coger un taxi.

Mi amigo se acerca a mí, sé que me habla, pero no reacciono a sus palabras hasta que hamaquea un poco.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? ¿Te hizo algo la chica ninja?

—Sí —le digo perdido—. Me vio a los ojos.

—Y no me digas que te enamoró.

—No, peor… ella sabe perfectamente quién soy, hermano… esa chica sabe todo de mí.

En mi mente se actualiza la imagen de aquella niña que solía correr por el patio de la casa de mis padres con trenzas, vestidos largos, o con coletas altas y jugando fútbol.

Ahora es toda una mujer… y una parte de mí quiere saber qué tan experimentada es.

 

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