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SINOPSIS

Mauricio Altamirano es un hombre exitoso en todo, menos en el amor, tras la pérdida de su esposa, su vida se ha centrado en hacer prosperar su empresa y cuidar de su hija con autismo, pero circunstancias lo harán recuperar la ilusión de amar cuando conoce a Juliana Ortiz, una neuropediatra con una brillante carrera en el extranjero, aunque no con la misma suerte en el amor, a su regreso logra descubrir que el único recuerdo que tenía de su hermana está viva.

 

Decidida a conocerla, descubre que su sobrina tiene una discapacidad y que ella puede hacer la diferencia para cambiar su vida, lo que no sabe es la fuerte atracción que sentirá por Mauricio ¿Podrá abrir su Corazón para darle una oportunidad al amor?

 

PREFACIO

 

La mujer se encontraba trabajando en su pulcra oficina, entre pergaminos, apuntes, datos, cada trazo era sinónimo de arte, decidió tomar un pequeño descanso para almorzar, acariciando su prominente vientre de casi ocho meses.

 

Era gracioso, las pataditas que su bebé le daba sincronizadas con la hora de la comida, como un recordatorio especial que tenía hambre. Esperaba ansiosa por la llamada de su esposo, si lograba conseguir ese tan esperado proyecto, sería un gran paso para la ampliación de su empresa y no tendrían que preocuparse por el dinero al menos en los próximos cinco años.

 

Se disponía a abrir su bien distribuido fiambre, cuando un ruido en las afueras llamó su atención, algo extraño con la poca gente que había en la edificadora por tratarse de la hora del almuerzo.

 

Tomó su teléfono y marcó a recepción sin respuesta, con pesar decidió asomarse cautelosamente. Pasos suaves y pesados sincronizados con el frío que le corría por cada vértebra de su curvilínea espalda.

 

—¿Hay alguien ahí? —preguntó entre el miedo y la curiosidad.

 

Abrió con cuidado cada puerta, sin respuestas o visualización de alguna figura conocida, siguió caminado hasta donde estaban las escaleras, todo estaba en una calma que en verdad se podría decir que lo había imaginado todo.

 

—¿Hay alguien ahí? —repitió la pregunta con el corazón a punto de salirse, su bebé sintió su angustia al empezar a moverse hasta arrancarle un ligero grito de dolor.

 

—Tranquilo mi bebé —pronunció acariciando su redonda pancita.

 

Se giró con la intención de regresar a su oficina, sin embargo, su plan a salvo no fue como se lo esperó, alguien le tapó la boca con tanta fuerza, que sintió su cuerpo a punto de desfallecer, con la poca energía que le quedaba se removió para intentar librarse de tan cruel ataque, cuando pudo lograrlo, el impacto hizo caer el gorro y los lentes de aquella persona que se encondía tras su negro disfraz.

 

—¿Tú?, —¿Por qué haces esto? — interrogó en medio del dolor y la incredulidad.

 

Fue lo último que vio y pronunció, la persona corrió hacia ella y la empujó con toda la rabia guardada en su ser, aprovechó lo vacío del edificio para presenciar el éxito de sus planes, por fin Julia no sería un estorbo.

 

 

***

 

Un cielo tormentoso, nubes grises y pesadas gotas que resonaban en caer, hacían referencia a los sentimientos mejor guardados de su corazón, Mauricio Altamirano, un próspero arquitecto que hace unas horas había experimentado la mega felicidad ganando su primer proyecto arquitectónico, ahora se encontraba caminando de un lado a otro, en los pasillos de un Hospital, pasos pesados, un dolor agudo en el pecho, y las ganas de estar a punto de desfallecer en cualquier momento.

 

Todo era incertidumbre, su esposa, su primer y gran amor luchando por su vida y la de su bebé por nacer, luego de una lamentable caída por las escaleras con tal solo treinta y cuatro semanas de gestación, un momento mágico e inolvidable, el que se suponía debería ser el día más feliz, convertido en uno angustiante hasta trágico.

 

La conoció hace doce meses, ella era una turista colombiana y estudiante de intercambio, precisamente en la universidad donde él cursaba sus estudios, estuvo tan agradecido aquel día en que ese ascensor del pabellón de construcción falló y se quedó encerrado con ella por horas, entre presentaciones, risas y conversaciones interesantes supieron que eran el uno para el otro.

 

A los dos meses se casaron en una ceremonia sencilla, la familia de ella no pudo asistir, sus padres no habían estado de acuerdo con la prisa del compromiso y su hermana menor, se encontraba fuera del continente en el mismo programa de intercambio que ella.

 

Habían planeado tantas cosas juntos, ella como Ingeniera de Construcción y él como Arquitecto, decidieron formar su propia Edificadora “Altamirano Ortiz”, Julia era una mujer apasionada, enamorada de lo que hacía, una gran profesional y amorosa esposa, meses después se sorprendieron con una noticia totalmente inesperada, estaba embarazada.

 

Un balde de agua fría para ambos que estaban creciendo laboralmente, a pesar de estar cuidándose, quedaba demostrado que el único método cien por ciento efectivo era la abstinencia, más decidieron continuar con su pequeña bendición, porque eso era el bebé formándose, todo tendría que estar bien, al menos era lo que habían estado añorando.

 

Mauricio levantó la vista y observó al médico acercándose a él, con un semblante extraño y una nubla de tristeza en los ojos, temía lo peor, el corazón se paralizó al momento que el hombre bajó la mascarilla para hablar.

 

—Señor Altamirano, tiene que ser fuerte, lo sentimos no pudimos hacer nada por su esposa —pronunció el galeno agachando la cabeza.

 

—¡No!, ¡Julia mi amor!, ¡Tú no por favor! —exclamó cayendo al suelo explotando en un mar de lágrimas, sumido en el más profundo dolor, perder a su familia, todo lo que amaba en un instante.

 

—Es doloroso, pero tiene que salir adelante por su bebé, aunque su niña hizo sufrimiento fetal, pudimos estabilizarla, está en la incubadora, pues aún es pequeña, está conectada a un aparato que la ayudará a respirar por el momento, fue complicado, sin embargo, se comportó como toda una gran guerrera —explicó dando un pequeño toque en el hombro de Mauricio en señal de apoyo.

 

—Fue una niña —susurró mientras intentaba levantarse, su esposa se había ido, pero le había dejado el más grande regalo, su sueño hecho realidad, traer al mundo una princesa—¿Puedo verla? — preguntó con voz quebrada, y aún con lágrimas en los ojos.

 

—Claro, unos minutos —asintió el médico mientras lo guio a una sala especializada, con todas las medidas de bioseguridad.

 

Se vistió según lo indicado, siguió la rutina de limpieza y desinfección y se acercó a la pequeña caja de cristal, dentro de ella su recién nacida, su milagro de amor, su rayito de luz en esa tarde de tinieblas, le dolió el pecho verla conectada a mangueras, cosas electrónicas que daban señal de la lucha de su pequeña princesa, pasó sus dedos con delicadeza por eso muro transparente que los separaba, aunque se sentía desfallecer verla le dio aliento, tenía que seguir de pie por ella, por el recuerdo de la mujer que batalló y ofreció su vida con la esperanza que su bebé vea la luz.

 

—Bienvenida al mundo mi Esperanza — pronunció con una amarga sonrisa, el día más feliz ensombrecido con la pérdida y la tragedia, se obligó a ser fuerte, a partir de ese día serían él y su hija contra el mundo.

 

*****

 

A miles de kilómetros una mujer ingresaba al departamento que compartía con su novio español, feliz por el resultado de su entrevista, su esfuerzo, las horas de estudio y dedicación estaban dando resultado.

 

Salió temprano, sonrió con la idea de darle la sorpresa, era el momento para poner el toque de emoción a su relación, sentía que las responsabilidades y la monotonía se estaban volviendo constantes y quería hacer algo diferente esta vez, empezó a buscar la llave en su bolso más se percató que la puerta estaba entre abierta.

 

Frunció el ceño, y tocó su corazón, se obligó a hiperventilar para darse valor y caminó a paso silencioso, con cuidado tomó y apretó el bate de beisbol que su pareja dejaba con recelo en la salita cuando unos jadeos le llamaron la atención.

 

Miles de preguntas se formaron en su cabeza, le sorprendió el camino de prendas delineando los pasos que se dirigían al dormitorio principal.

 

Tomó el pomo de la puerta  girándolo lentamente, sus ojos se abrieron como redondas canicas a punto de salirse de sus cavidades, sus mejillas enrojecieron, sintió toda la sangre acumularse en su cabeza, con fuertes punzadas y un latido perceptible al lado izquierdo de su lóbulo frontal, abrió la boca para tomar aire, su pecho a punto de cerrarse producto de la asfixiante repulsión que le provocaba la escena ante sus ojos, su novio y su mejor amiga revolcándose como fieras ansiosas y salvajes en su propia cama, acabando con toda su confianza, alegría y poca cordura que quedaba en ella.

 

Se tapó la boca con la mano libre para no gritar, llorar, pero si tenía derecho a rabiar; apretó con fuerza el objeto que tenía en las manos y se acercó a la ventana con pasos pesados, rostro enrojecido y un corazón a punto de salirse de su pecho, lo estampó contra el grueso cristal provocando la salida de varios vidrios rotos y un sonido resonando en la habitación que levantó a la pareja del susto.

 

—¿Les gustó mi celebración?, o ¿Preferían que me una a su relación clandestina? —preguntó fijando la vista en ellos dispuesta a demostrar toda su entereza, sin pestañear, con el párpado superior y las cejas levantadas del coraje.

 

—Juliana mi vida, puedo explicarlo —intentó encontrar justificación, con el rostro totalmente pálido no sabía si de la sorpresa o el miedo.

 

—¿Qué me vas a explicar Máximo?, no soy ciega ni tonta, me basta lo que vi —declaró con toda la elegancia permitida, erguida sin quebrarse, empuñando sus manos y con gesto peligroso se dirigió a su supuesta amiga — Y tu Mariana no eres más que una traidora, me duele más tu accionar que la de él.

 

—Tú eres la culpable, lo tenías desatendido, no todo es trabajo y estudios, ellos también tienen necesidades, no es posible que hasta para el sexo le crees un horario — manifestó aferrándose al brazo del hombre, mostrándose desnuda, como el mayor de sus orgullos.

 

—No puedo creerlo …

 

—Ella tiene razón soy hombre y tengo necesidades, si no fuera porque ayudabas a pagar el departamento hace mucho hubiera dejado a una frígida como tú — dijo con toda la intención de humillarla, pero esa mujer no era capaz de doblegarse, al menos no frente a ellos.

 

—Bien, pues ahora ambos se van, es mi departamento, pues yo di la cuota inicial, ¡Les doy cinco minutos! — exclamó sin titubeos con el ceño fruncido y una mirada penetrante a modo de rayos láser.

 

—No es tiempo suficiente para recoger mis cosas —desafió él pensando tratarse de una tonta advertencia, no la creía capaz de tanto.

 

—¿Quieres probarme? —preguntó ella mostrando el objeto de madera que todavía tenía entre las manos, sus dientes rechinaron, a la vez que el color de su rostro se tornaba de un escarlata mucho más intenso.

 

Ambos traidores corrieron, agarrando como pudieron la ropa esparcida en el suelo, Juliana podría haber sido pacífica si no la provocaban, pero una fiera y decidida si la retaban. Y su rostro era el fiel reflejo de que no estaba jugando.

 

Luego que ese par se retiraba, comenzó de tirar las pertenencias de Máximo por la ventana, quemó las fotos y recuerdos de su amorío con él, una lágrima escapó de sus hermosos ojos grises, la limpió con premura no queriendo demostrar algún signo de debilidad, así estuviera sola entre cuatro paredes, si no hubiera sido porque su entrevista de trabajo había terminado antes de lo estimado, nunca se hubiera enterado que no era más que una ficha de ajedrez en el tablero de esos descarados. Una línea más al tigre de su triste historial amoroso.

 

—Prometo nunca más confiar en un hombre, todos son unos traidores y rastreros. Aquí renace la nueva Juliana Ortiz decidida a comerse cada camino y hacer frente a su destino.

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