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Lauren tiene veintiocho años, carga con muchas cosas a cuestas de su pasado, pero las esconde con su risa, genialidad e independencia. Para todos, ella no cree en el amor y mucho menos se va a dejar engatusar por un hombre cualquiera, aunque por dentro sueña con ese príncipe azul, como la mayoría de las mujeres que conoce.

Abraham es un hombre viudo de cincuenta años, lleno de energía, que se dedicó a cuidar de su hijo y su empresa, pero ahora los dos han tomado rumbo propio y ese vacío en su corazón se está haciendo más grande cada día. Hasta que sus ojos se cruzan con una chiquilla que lo vuelve loco de inmediato, con sus comentarios directos y sin reservas.

¿Qué pasará con ellos cuando cupido los enfrente para ayudar a otra persona? ¿Podrán amarse sin miedo o la diferencia de edad los separará?

Prefacio

Siempre fui la chica inteligente, entre las dos hijas de la familia Byrnes, la que se llevó los honores siempre fui yo, Lauren Byrnes. Pero ahora mismo, eso importa un pepino, porque la inteligencia al parecer se me fue por el drenaje, por culpa del amor.

Nada de lo que he vivido en mis veinte años, me preparó para lo que hoy me toca vivir. Todo esto que estoy viviendo es demasiado doloroso y no creo soportarlo.

-Luke, por favor… – me lanzo al suelo, aferrándome a sus piernas, llorando desconsoladamente y con la voz desgarrada por la tristeza -. ¡No me dejes, ahora te necesito más que nunca!

-Tú lo que quieres es mi dinero – me dice con una mueca de asco, con la voz seca -, con esto seguro crees que estaré atado a ti por el resto de mi vida, pero lo cierto es que contigo solo me estaba divirtiendo – se zafa de mi agarre, golpeando con su rodilla mi pómulo derecho -. Mi futura esposa será una dama con clase, no una fácil como tú.

-¡Yo también vengo de una familia importante! – le grito histérica y abrazándome, tratando de protegerme de sus palabras, no puedo creer que me enamoré de un hombre así -. ¡Yo era esa dama de clase!

-Pero la mujer de la cual hablo, me llevará a la política, si quiero ser senador, no puedo llegar con una mujer como tú, con pensamiento propio, que demuestre inteligencia e iniciativa. Terminarías opacándome y yo solo necesito una estatua a mi lado – me mira con lascivia y agrega para terminar de matarme -. Aunque en la cama no me puedo quejar, siempre fuiste muy buena, pero ese crío ya se terminó la diversión.

Termina de vestirse, mientras que yo sigo desnuda, luego de nuestro encuentro.

Pensé que luego de la intimidad, se pondría feliz al darle la noticia, que al fin lograría que se comprometiera conmigo. En verdad creí que luego de hoy, sería la futura esposa de Luke McConnor, pero solo me convertí en la mujerzuela que le sirvió para quitarse las ganas, mientras esperaba a otra.

Mi corazón se rompe en mil pedazos, el pecho me arde por este desprecio y todo lo que puedo hacer es pensar en que me quiero morir, al ver cómo el hombre al que le entregué todo por dos años se va, sin dejar de mirarme con desprecio.

Me quedo tirada en el suelo, medio aturdida por la decepción y por el golpe que me llegó en el rostro. No sé cuánto tiempo pasa, hasta que mi compañera de departamento llega y me ayuda a ponerme de pie.

Al contarle todo lo que me ha pasado, me ve con lástima y eso me hace sentir peor.

Me ayuda a llegar al baño para que me bañe, las náuseas me atacan una vez más, termino por botar todo, mientras las lágrimas caen por mis ojos. No puedo creer que esto me esté pasando justo ahora.

Después de ser la mejor estudiante de administración, ahora solo soy una más a la que dejaron clavada con un hijo, sola, vapuleada y sin dignidad.

Capítulo 1

Los días van pasando y necesito urgente el calor de mi familia, a mi madre acariciando mi cabello, diciéndome que todo estará bien, a mi padre jurándome que esto no se quedará así.

Luego de que mi cuerpo y mi corazón medio se recuperan, decido que ir a casa en este momento es lo mejor, los exámenes han terminado y ya casi nada queda por hacer aquí. Lo mejor de todo esto es que mis padres están al tanto de mi relación con Luke, incluso pasó la última navidad con nosotros.

Llego a casa sin avisar, para darles la sorpresa. Aunque lo que debo decirles, seguro los sorprenderá más que verme aquí.

Mi madre me da un fuerte abrazo y me lleva con mi padre, que hoy llegó temprano para pasar una velada con ella. Veo que hay tanto amor en ellos, que quisiera tener lo mismo para mí, si es que merezco que alguien me ame luego de los errores que he cometido.

Cenamos tranquilos, hablando de lo bien que me fue en los exámenes, pero mi madre me toma la mano con la que enrollo la servilleta y me mira con ternura.

-Dinos lo que sucede, hija.

-Estoy embarazada – les digo sin suavizar nada, porque nunca fui así -. Y Luke me rechazó en cuanto lo supo.

-¡¿Quéeeeee?! – veo que mi padre se pone de pie y se acerca a mí -. ¡Eres una puta! ¡¿Cómo te atreves a venir a esta casa?! – me grita mi padre, enterrando sus dedos en mis brazos -. ¡Desde ahora, te desconozco como mi hija y heredera!

-¡Papá, por favor,  no me dejes sola! – le suplico, porque estoy muerta de miedo y sin entender que no me deje explicar nada, aunque un embarazo no es algo que requiera de muchas explicaciones -.

-Eso debiste pensarlo antes de abrirle las piernas al hijo de McConnor, pero ahora mismo, tu engendro no es mi problema. Si Luke no se quiso hacer cargo, yo menos lo haré.

-¡Mamá, por favor…! – me suelto del agarre de mi padre y me lanzo a sus piernas -. No me dejes sola, mamita, te lo suplico…

-Lo siento, Lauren – veo que sus labios tiemblan, pero sé que no irá en contra de su esposo -. Si tu padre dice que no te ayudaremos, entonces así será – dice ella mirando a otro lado -.

 Si creí que Luke había sido despiadado conmigo, la verdad es que se quedó corto comparado a mis padres. Lo que jamás esperé, el rechazo de mis propios progenitores.

Esto es como una película de terror, una pesadilla, un terrible sueño del que no puedo despertar.

Estoy sola.

Soy una de tantas mujeres que son abandonadas por sus familias y no hay nada que pueda hacer.

Mi padre me suelta con fuerza y caigo al piso, me quedo allí, mirando la alfombra humedecerse con mis lágrimas. Con miles de pensamientos en mi cabeza, mi padre se para frente a mí, lo miro a la cara y veo el enfado en su rostro.

-Ahora, quiero que te largues, no vuelvas nunca. Has de cuenta que hoy tus padres se murieron, que a tu hermana la abdujeron los marcianos – si esto no fuera tan doloroso, hasta me reiría de sus palabras -. Pero aquí, ya no tienes más apoyo.

“Desde hoy, dejas de ser la heredera de las empresas Byrnes – camina a la salida, toma a mi madre del brazo y esta vez, en lugar de que ella me vea con lástima, lo hago yo -. Me costaste una sociedad enorme con McConnor… tal vez tu hermana me sirva para algo.

Me pongo de pie, tomo mi bolso, reviso el contenido y sin pensarlo subo a mi habitación. Allí tengo suficiente efectivo que llevo guardando por años. Lo tomo rápidamente, dejo mi teléfono, mi ropa y todo lo que ellos pudieron darme.

Si desde ahora soy una huérfana, pues lo seré con todas las de la ley.

Capítulo 2

Salgo de allí, antes de encontrarme a mis padres y camino hasta la entrada, con una pose de dignidad que no tengo idea de dónde sale, mis manos en el vientre y decidida a hacer por última vez lo que mi padre me ha ordenado.

Por última vez, seré la hija obediente.

Sin mirar atrás me alejo de allí, camino unas cuadras más, hasta que aparece un taxi y le pido que me lleve a la estación de autobuses.

Si en algún momento piensan arrepentirse y buscarme, no se las dejaré tan fácil. Pago al taxista, me meto en la estación y me voy directo al baño. Allí me escondo en un cubículo, cuento el dinero y es más que suficiente… ese dinero era para mi boda, esa que soñé desde muy niña.

Quince mil dólares en efectivo es más que suficiente para empezar. Oculto un poco en un bolsillo secreto de mi bolso, me lavo las manos y salgo de allí con dirección a la taquilla.

Cinco minutos después, tengo el ticket con rumbo a Nueva York, allí iniciaré mi vida, me buscaré algo provisorio, trabajaré como burra para mí y para mi hijo, nadie jamás podrá decir que soy una mala madre y desde ahora me juro que tendrá mi apoyo incondicional.

Subo al autobús, tomo asiento con las manos en mi vientre y toda esa desolación que sentí, se va quedando atrás a medida que avanzamos.

Pero lo que nadie me dijo, es que esa caída en casa de mi padre me traería consecuencias.

Al llegar a Nueva York, siento un dolor en mi vientre y lo asocio a que no he comido en casi veinticuatro horas, pero este se hace cada vez más intenso.

Trato de entrar a un restaurante, pero caigo antes de hacerlo. Una señora de edad y una jovencita me miran asustadas, pero no dudan en ayudarme. Siento algo húmedo en mi pantalón, al verlo pierdo el color.

Sangre.

-No te preocupes – me dice la chiquilla, mientras la mujer mayor llama una ambulancia -. No te dejaremos sola.

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