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Sebastián Cooper, es el prestigioso, codiciado y malhumorado CEO de Enterprise Rent-Cars, un hombre ambicioso que no se detiene ante nada y ante nadie para conseguir lo que quiere y su principal objetivo es hacerse con la mitad de las acciones de Enterprise Airplane. Y si para eso debe aceptar una boda con la hija mayor de los Campbell, está más que dispuesto a sacrificar su libertad.

Oliver Campbell, es un chico de veinte años, con deseos de librarse del yugo de su padre ¿El precio? Trabajar un año bajo las órdenes de su cuñado ¿El problema? Oliver no lo conoce y tampoco está interesado en conocerlo, pero él desea ser libre y termina aceptando la oferta de su padre.

¿Qué sucederá cuando ellos se conozcan? ¿Puede un hombre heterosexual sentirse atraído por otro hombre? ¿Podrán evitar la tentación de caer en el placer de lo Ilícito?

Prefacio

Sebastián Cooper observó con semblante serio al hombre sentado frente a él, lo estudió por un breve momento para luego esbozar una ligera sonrisa.

—Entonces… ¿Lo que tú quieres es una boda para asegurar el negocio? —preguntó con tal calma, que el hombre pareció sorprenderse por su reacción.

—Enterprise Airplane, ha sido el negocio de mi familia por décadas, desafortunadamente confié en la persona equivocada una vez y pagué muy caro las consecuencias, no quiero cometer el error dos veces. Solo venderé el cincuenta por ciento de las acciones al hombre que acepte el contrato matrimonial con mi hija mayor —dijo nuevamente.

Sebastián era un hombre ambicioso y nunca involucraba su vida privada en los negocios y mucho menos en uno de los contratos, pero esta vez podía ser la excepción, esta era la oportunidad que tanto había deseado para extender su negocio y no iba a desaprovecharlo, menos  por un simple requisito que era nada comparado con lo que estaba a punto de ganar, convertirse en el señor de los cielos, su flota de aviones privados solo esperaba tener los permisos y que mejor si iba de la mano de Airplane, una empresa de prestigio e historia.

—Tendría que leer el contrato que me ofreces, un matrimonio no es garantía de nada señor Campbell y tú lo sabes muy bien —dijo mirándolo fijamente.

—Aquí lo tienes, puedes hacerlo revisar por tus abogados, no tengo ningún problema con eso, todo está claro, sin ninguna segunda intención Sebastián. Lo único que quiero es que te hagas cargo de la empresa, siendo el esposo de mi hija, tendrás un poder absoluto, no tendrás que pedir opinión o permiso para quitar oponer lo que deseas y que seas el encargado de enseñarle a mi hijo menor el negocio.

—Quieres bastantes cosas por el cincuenta por ciento de las acciones, teniendo en cuenta que voy a pagarte el precio redondo de su valor, ¿crees que una esposa es lo que busco? ¿O que quieras complicarme la vida con un pupilo? —expresó levantándose de su silla.

—¿No estás interesado? —preguntó desconcertado Allan Campbell. La actitud de Sebastián le desconcertaba, sobre todo por su interés mostrado en Airplane.

—Estoy interesado muy interesado a tal punto que no estoy regateando el precio, pero quiero negociar el resto, ser esposo y mentor no es fácil, quiero el sesenta y cinco por ciento de tus acciones, pero solo te pagaré el valor exacto del cincuenta, el resto considéralo un pago en especies —dijo esperando la reacción del hombre mayor.

—¡Eso es una locura! ¡Un atropello! —exclamó indignado.

—No es distinto de lo que tu pretendes al pedirme tomar a tu hija como esposa, no mezclo mi vida personal con los negocios, pero por tratarse de ti, estoy haciendo una excepción. Ahora todo depende de que tomes una decisión, puedes pensarlo unos minutos, está en tus manos tomarlo o dejarlo. Solo recuerda que en el mismo instante que salgas por esa puerta —dijo señalando la puerta de la oficina. —No habrá vuelta de hoja, no estaré negociando una segunda vez por lo mismo —añadió tajante.

—Está bien, se hará como tú lo deseas —aceptó y Sebastián sonrió como todo un tiburón sabiéndose vencedor.

Los divorcios existían y su matrimonio solo sería una transacción comercial y nada más. Hablaría con Maya Campbell y le dejaría claro las reglas del juego antes de empezar. Si aun así ella estaba de acuerdo, en breve se convertiría en el dueño de Enterprise Airplane y también en un hombre casado.

Lo que Sebastián no esperaba era la respuesta de Maya, la mujer no tenía ningún interés sentimental en él; por un momento se sintió desconcertado por su actitud, pero viéndolo desde el punto de vista financiero, todo estaba en su lugar, las cosas estaban claras y no debía preocuparse de allí en adelante. Ellos serían un matrimonio de puertas hacia afuera, de cara al público y nada más.

Capítulo uno. ¡Es un idiota!

—Lo siento joven, pero su tarjeta ha sido rechazada, ¿quizás tenga otra con la que podamos probar? —preguntó amablemente la dependiente de la tienda.

Oliver frunció el ceño, era imposible que la tarjeta no tuviera fondos, se había asegurado y verificado más de una vez que tuviese crédito antes de salir aquella tarde.

—¿Podría intentarlo una vez más? —pidió sintiéndose un tanto nervioso y molesto a la vez.

—Claro, quizás sea solo un error de sistema —dijo la joven, mientras lo intentaba nuevamente, lamentablemente había tenido el mismo resultado.

—Lo lamento, pero el sistema ha vuelto a rechazarla —dijo con cierta pena.

—Pagaré en efectivo, no se preocupe —dijo sacando la billetera y pagando con el único efectivo que tenía en la bolsa. Cogió sus compras y volvió a su piso. Desde hacía dos años vivía en Italia, alejado de su país de origen y de su familia. Él tenía muchos secretos y solo la distancia entre ellos podía ayudarle a seguir guardándolos.

—¿Qué sucede príncipe? ¿Por qué esa cara? —preguntó Victoria apenas lo miró entrar por la puerta.

—Mi tarjeta fue rechazada y estoy seguro que no me he gastado más que unos cuantos euros —dijo lanzando la bolsa sobre el fino sillón de piel y sentándose sin ceremonia.

Oliver Campbell tenía solo veinte años de edad, pero buscaba independizarse de sus padres desde que tenía dieciocho y le fue imposible, hasta que fue enviado a Italia, pero tal parecía que su padre había cambiado de opinión y estaba buscando la manera de atraerlo a los Estados Unidos nuevamente.

—¿Tu padre? —preguntó la joven sentándose a su lado entregándole un vaso de agua fría para ayudarlo a serenarse.

—Es lo más probable, no quiero volver Victoria, no quiero vivir con miedo, no soy el hombre que él cree que soy y difícilmente voy a seguir bajo su yugo. Tengo que encontrar una manera de librarme de él —dijo bebiendo un sorbo de agua.

—Puedes conseguir un trabajo, rentar un pequeño departamento…

—Lo sé, pero no voy a irme sin la parte que me pertenece de la empresa, mi abuelo me heredó el veinticinco por ciento al morir y mi padre no se quedará con lo que es mío —dijo con determinación.

—¿Y qué piensas hacer?

—Volveré a los Estados Unidos y exigiré la parte de mis acciones o en su defecto el dinero que me corresponde y entonces volveré a Italia y no volveré a marcharme jamás —aseguró con un tono decidido.

—Las cosas pueden no ser tan fáciles como las piensas Oliver. Por lo que me has contado de tu padre, no te dejará marchar como si nada —dijo la joven con preocupación.

—Lo sé y es por eso que no me iré solo, tú vendrás conmigo —dijo viéndola con intensidad.

—¿Yo? —preguntó señalándose con el dedo.

—Sí, necesito que estés a mi lado, no sobreviviré si no tengo con quien hablar, sabes que…

—Lo sé, no tienes que decirme nada cariño, estoy preparando las maletas. ¿Cuándo quieres volver? —interrumpió la joven rubia.

—Tenlas preparadas, estoy seguro que mi padre no demora en llamar —dijo con una ligera sonrisa y no estuvo equivocado. Esa misma noche recibió la llamada de su padre.

«Es indispensable que vuelvas Oliver»

—¿Qué es lo que pretendes esta vez, volverás a intentar usarme como moneda de cambio? —preguntó recordando lo que su padre quiso hacer apenas él cumplió los dieciocho años.

«No quiero sostener esta conversación por teléfono Oliver, te sugiero que cojas el primer avión con rumbo a San Francisco, ya se ha dado instrucciones para que uno de nuestros transportes espere por ti en el aeropuerto de Milán-Malpensa, te estaremos esperando»

Oliver gruñó al escuchar las palabras de su padre, pero él ya no pudo escucharlo porque había terminado la llamada, asumiendo que él obedecería ciegamente su orden. Y lo haría solo para conseguir lo que por derecho le pertenecía.

A primeras horas de la mañana estaba abordando uno de los aviones de Enterprise Airplane, en compañía de Victoria y pese a algunas objeciones que puso el piloto de turno había logrado salirse con la suya, Victoria viajaba sí o sí.

—Me temo que ganaré unos cuantos enemigos gratis en San Francisco —dijo Victoria abrochándose el cinturón cuando se les ordenó por el altavoz.

—¿Tienes problemas con esto?

—En realidad no, me gusta ver el mundo arder —respondió guiñándole un ojo al joven.

Oliver cerró los ojos, el viaje sería un vuelo directo, no habría escala en ningún otro país, y eso reducía el tiempo de viaje. Eso era lo que convertía a Enterprise en una de las más importantes aerolíneas privadas del país.

Por supuesto ese éxito no podía acreditárselo a su padre, si no a su cuñado. Un hombre que ni siquiera conocía, pero que se había convertido en el esposo de su hermana el año pasado.

El viaje fue demasiado rápido para su gusto, Oliver habría deseado prolongar más el tiempo y reunirse con su familia cuando tuviese veintiuno y fuera legalmente mayor de edad para cobrar su herencia.

Pero nunca jamás las cosas salían como él quería y debería estar acostumbrado a eso; era momento de enfrentar a su padre y empezar una nueva vida lejos de su familia.

—¿Estás bien? —preguntó Victoria al verlo serio y tenso.

—No, no lo estaré hasta que sea libre de mi padre, no puedo continuar de esa manera Victoria, quiero emprender mi propio camino, abrirme paso por mi cuenta, pero no lo haré si dependo económicamente de él como hasta ahora —dijo con frustración.

—Puedes conseguirte un trabajo, te lo he dicho antes Oliver, pero te has empeñado en hacerte con el dinero de tu herencia, también estás siendo culpable de la dependencia que tienes con él y que siga manipulándote a su antojo. Para muestra un botón, saliste corriendo apenas te dijo que debían hablar.

Oliver no respondió, porque no podía negar que Victoria tenía mucha razón. Estuvo bien recibiendo el dinero de manera mensual, mientras los gastos de la tarjeta lo cubrían la empresa, pero es que él tenía derecho a tener ese dinero ¡No era un crimen esperarlo! Pensó.

—Ese dinero es mío —dijo con obstinación.

—Y ese es tu jodido problema Oliver. Eres necio e insistes en tener lo que te pertenece y está bien, jodidamente bien. Pero deberías pensar en realizarte por tu cuenta. Hacer como que ese dinero no existe y ser más como el resto de los mortales, eso si quieres tener independencia de lo contrario sigue como hasta ahora —dijo con molestia.

Victoria no era una mujer que se fuera por las ramas. Amaba a Oliver, pero su amor no la cegaba, siempre que podía le hacía ver sus errores y el precio que algunos errores podrían costarle.

—Cuándo te pones en ese maldito plan, pareces más mi enemiga que mi amiga —se quejó haciendo un puchero.

—Soy tu amiga y te amo, pero no por eso voy a dejar de decirte lo que pienso, sino te gusta puedo volver en este mismo avión a Italia. Y tú —dijo señalándolo con el dedo —. Te quedarás solo —añadió cruzándose de brazos.

Oliver suspiró, pero no dijo nada, por el contrario, luchó para que la serenidad se adueñara de su cuerpo y la razón no escapara apenas pisara la casa de sus padres.

—Lo siento, quizás tengas razón, pero no puedo dejar que mi padre termine con todo lo que mi abuelo construyó, prácticamente le ha entregado Airplane a Sebastián junto a mi hermana. No sé porque demonios Maya aceptó ese absurdo trato, ella no puede estar enamorada de ese hombre arrogante ¡Es un idiota! —gruñó con enfado.

Victoria elevó una ceja y batió sus pestañas para tratar de aclarar sus pensamientos.

—Ni siquiera lo conoces, ¿Cómo sabes que es un idiota? —preguntó mirándolo con ojos curiosos.

—Se ha quedado con el sesenta y cinco por ciento de la empresa, el veinticinco me pertenece, lo que deja a mi padre solo con el diez por ciento de las acciones, sin voz ni voto dentro de la empresa, aunque él diga que no es verdad y que lo tiene todo fríamente calculado.

—Si es de esa manera, de idiota no tiene ni un pelo. Es un hombre bastante inteligente y sabe lo que quiere. Y tiene a tu padre justo donde lo necesita. Solo espero que tu necedad no te lleve por caminos errados Oliver, de cualquier manera, estaré aquí para ti —le aseguró Victoria con una sonrisa sincera.

—Lo sé y te lo agradezco, no sé qué haría sin ti —confesó dándole un corto beso en los labios.

—Yo tampoco sé.

—¿Qué no sabes? —le interrumpió.

—Lo que harías sin mí.

—Idiota.

—Me amas —respondió Victoria muy segura de sí misma.

El trayecto a la mansión Campbell se hizo corto y en menos de lo que esperaba Oliver estaba parado frente a la casa de sus padres, el lugar donde se había criado por dieciocho años y que había abandonado hacía dos años.

—¿Estás seguro de esto?, aún podemos escapar y volver a Italia —dijo Victoria al verlo dudar.

—Estoy listo, papá no volverá a amedrentarme —aseguró caminando hacia la puerta, respiró antes de llamar un par de veces.

La puerta se abrió y Oliver tuvo que luchar para no salir corriendo, se aferró a sus maletas y caminó con paso seguro al interior de su antigua residencia.

Oliver miró a su madre primero, ella corrió para abrazarlo y darle un par de besos en la mejilla.

—Cariño, te eche tanto de menos —susurró a su oído para no ser escuchada por su padre.

—Yo también mamá, espero que todo esté bien —dijo devolviéndole el abrazo y dos besos.

—Te espero en el despacho Oliver —dijo su padre en tono seco.

—No debiste volver cariño, tu padre no ha cambiado —le susurró.

—Tenía que volver. Me han cancelado las tarjetas, vivir en Italia sería imposible —dijo serio.

—¿Qué? —preguntó su madre asombrada.

—Ninguna tarjeta ha pasado y la mensualidad no fue depositada, no me ha caído ningún registro al móvil —dijo mientras miraba el lugar por donde su padre se había marchado.

—No te dará respuestas hijo, más bien creo que te dará problemas —dijo bajito.

—Pues no pienso ceder, esta vez voy a enfrentarme a él y tomaré lo que me corresponde por derecho y te llevaré conmigo —le aseguró.

—Tu hermana no pudo negarse a sus caprichos, lleva un año casada con Sebastián y dudo mucho que sea feliz —le confesó.

—Déjame hablar con él y entonces sabré a qué atenerme—dijo liberándose de los brazos de su madre y caminando hacía el despacho de su padre.

Oliver observó a Allan Campbell con resentimiento, eso era todo lo que había entre ellos, nunca se habían llevado bien y con los años las cosas no mejoraron y no mejorarían jamás.

—Y entonces… ¿Por qué cancelaste mis tarjetas de crédito? —preguntó sin más.

—No fui yo, no tengo nada que ver con eso; debió ser Sebastián.

—¿Y esperas que me crea eso? Ya no soy un niño papá, seguramente tú le has pedido que lo haga, pero no voy a discutirlo, quiero las acciones que el abuelo me heredó y entonces no volverás a verme, viviré por mi cuenta —dijo muy seguro de sí.

—Imaginé que ese era el motivo por el cual aceptaste venir a San Francisco. Te haré entrega de tus acciones solo si trabajas con Sebastián Cooper por un año.

—¡¿Quéeee?! ¡Estás completamente loco, ni siquiera lo conozco! —gritó.

—Ya lo conocerás y es lo único que te pido a cambio de darte la libertad que deseas, incluso estoy dispuesto a pagarte en efectivo el valor de tus acciones, pero para ser libre, tienes que trabajar un año con Cooper de lo contrario no te daré un solo centavo y estarás atado a mí hasta que cumplas los veinticinco años para tener acceso a tu herencia, tal como lo establece el testamento de mi padre. Lo tomas o lo dejas, es tu decisión Oliver.

Oliver sintió la ira arder en su interior, no esperaba un último juego de su padre.

«Sí crees que voy a salir corriendo entonces… te has equivocado esta vez papá», pensó con una sonrisa en los labios.

Capítulo dos. ¡Maldito arrogante!

—¡¿Estás loco?! No te comprendo Oliver, en serio que no logro entender qué es lo que pasa por tu cabeza —Victoria se sentó en el sillón con más enfado del que jamás había sentido.

—No voy a dejarlo ganar Victoria, ¿Qué tan malo puede ser trabajar un año con ese idiota? —preguntó de manera tan confiada que solo aumentó el enojo de Victoria.

—¿No te estás dando cuenta? Tu padre te tiene justo donde quería, estás de nuevo bajo sus garras, ¡pensé que eras más listo Oliver! ¿Qué tan malo puede ser trabajar un año con ese idiota? —repitió la pregunta de su amigo. —Ni siquiera lo conoces, no sabes nada de él; estás cometiendo un error Oliver, volvamos a Italia —le pidió.

—¡No! ¡No, no voy a volver! Voy a demostrarle a mi padre que cometió un terrible error vendiendo Airplane a un desconocido y todo por no confiar en mí —Oliver estaba resentido con su padre por la venta de la empresa familiar y por otras tantas cosas más.

—Estás actuando desde el coraje y el resentimiento, ¿Crees que puedas sacar algo bueno de eso? —preguntó y antes de dejar a Oliver responder, añadió: —No, mejor será que no me respondas ahora, ve y haz tu mejor esfuerzo Oliver, estaré aquí para ti, aunque no me guste nada este asunto —Victoria salió de la habitación de su mejor amigo y volvió a la suya.

Como amiga se sentía impotente de ver como el padre de Oliver jugaba con él de esa manera, pero era cierto que Oliver no era un niño y podía tomar sus propias decisiones, y sabía muy bien lo que era bueno y malo. Únicamente esperaba que no sufriera en el proceso.

A la mañana siguiente Oliver llegó a las oficinas de Airplane en compañía de su padre, él conocía perfectamente las instalaciones, pero no dijo nada mientras su padre le iba explicando y presentando como su hijo a cada uno de los colaboradores.

—Bienvenido señor Allan, el señor Cooper lo espera en su oficina —anunció la secretaria en tono amable.

Oliver le devolvió la sonrisa inevitablemente cuando la chica le sonrió con timidez.

Sebastián Cooper miró a su suegro y su cuñado entrar a su oficina, hacía tiempo que no había tenido el placer de ver a Allan Campbell y a su cuñado no tenía el disgusto de conocerlo, más que por la boca de Maya.

Y si era completamente sincero, no tenía ningún interés en conocerlo, si no fuera por el estúpido acuerdo firmado entre ellos que lo obligaba. Pero él era un hombre de palabra y no se echaba atrás únicamente porque los Campbell querían cogerlo de niñero. El niño que seguramente estaba acostumbrado a derrochar el dinero a manos llenas, pero que jamás en su vida había trabajado un solo día.

—Sebastián ¿Cuánto tiempo sin vernos? —dijo Allan extendiendo la mano para saludar a su yerno.

—No hay necesidad de vernos Allan, tu dinero siempre está de punta en tu cuenta bancaria —dijo con sequedad mientras los invitaba a sentarse y miraba sin interés al rubio que lo acompañaba.

—Siempre tan cálido y directo —Allan se tragó el enojo y su orgullo.

Sebastián era un hombre arrogante, pero muy inteligente y desde que era el presidente de Airplane los ingresos habían incrementado casi en un cincuenta por ciento. Únicamente por eso soportaba su maldita arrogancia.

—Nos conocemos lo suficiente Allan. Los dos sabemos que, si no fuera porque esta sociedad nos convino a los dos desde un inicio, no estaríamos aquí ahora.

—Tienes razón. Entonces… te presentó a mi hijo, ha llegado de Italia y estará bajo tus órdenes de acuerdo al pacto que existe entre nosotros.

—¿Y… tiene nombre? —preguntó mirándolo fijamente con una ligera sonrisa que fue más una expresión burlesca.

—Oliver, mi hijo menor…

—Y dueño del veinticinco por ciento de las acciones de esta empresa —respondió el chico con cierto enojo en su voz al notar la superioridad con la que le hablaba a su padre y no es que le importaba como le hablara. Pero era más que evidente que a él no lo trataría mejor.

Sebastián dibujó una ligera y cruel sonrisa en los labios antes de hablar.

—¿Y crees que el veinticinco por ciento te da derechos en la empresa? —preguntó poniéndose de pie. Provocando un ligero escalofrío en la columna vertebral de Oliver.

La mirada de Sebastián Cooper, le recordaba a la mirada de un tigre en cautiverio. Parecía que odiaba a todo el mundo, o… ¿Solo era con él?

—Quizás no los mismos derechos que tú con un sesenta y cinco por ciento, pero sigo siendo tan dueño como tú, así mis acciones fueran solo diez —rebatió Oliver y el muy cretino se rio en su cara.

—Tienes razón, pero la diferencia entre tú y yo es clara O-li-ver —deletreó su nombre y Oliver se maldijo al sentir que sus piernas temblaron y no sabía si era por la manera de pronunciar su nombre o por la manera en que lo estaba mirando.

»Soy el único que dispone sobre quién está y quién no. Y por el momento, estoy muy tentado en no aceptar ser tu tutor.

—¿De qué tienes miedo Sebastián Cooper? ¿Temes enamorarte de mí? —le provocó.

—¡Oliver! —gritó su padre rojo de la furia y es que a Oliver se le había olvidado que su padre estaba presente.

—¿Qué? ¿No lo estás escuchando? —exclamó Oliver indignado.

—Lo que sucede O-li-ver, es que dudo mucho que tengas la capacidad para ocupar un puesto importante dentro de esta empresa, seamos sinceros, has pasado los últimos dos años en Italia, viviendo de tus ganancias. Respóndeme ¿Has trabajado alguna vez?

Oliver apretó las manos en dos puños dentro de sus bolsillos, ese hombre ni siquiera lo conocía y parecía que disfrutaba tratando de humillarlo y de hacerlo sentir menos.

—¿No puedes responder? Lo imaginaba. ¿Qué sabes hacer aparte de gastar el dinero a manos llenas? —preguntó con una sonrisa. —Déjame adivinar el motivo por el que estás aquí. ¿Tu fuente mágica de dinero se agotó? —se burló, porque había sido él quien había dado la orden de cancelar todas las tarjetas de crédito que estaban a su nombre.

—Eres despreciable, no tenías ningún derecho a cancelar mis tarjetas de crédito, además te equivocas, nunca sobrepasé el límite de la tarjeta.

—Eso no importa Oliver. La primera lección que debes aprender: es que no solo se trata de ser el dueño de un porcentaje de acciones para tener derechos, también existen las obligaciones, las responsabilidades que conlleva ser el dueño de una empresa y el sacrificio que conlleva sacar un negocio a flote.

—Y por eso estoy aquí, quiero aprender a manejar el negocio y recuperar las acciones que mi padre te vendió —dijo muy seguro de sí.

—Tu padre no pudo hacerlo, ¿Qué te hace pensar que tú lo lograrás? —preguntó mirándolo fijamente, tenía un parecido impresionante con Maya, pero había algo más que le hacía querer atacar, solamente para ver cómo se ponía rojo del enojo.

—¿Y qué te hace pensar que no puedo lograrlo? —atacó Oliver.

—Bien, vamos a ver de qué estás hecho Oliver Campbell, empiezas mañana como mi asistente personal, si no te gusta la idea, no vuelvas a pisar esta oficina —sentenció saliendo de la habitación dejando en el corazón de Oliver un vacío que amenazó con tragárselo.

«Su asistente personal. ¡Maldito arrogante!», pensó.

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