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Prólogo

Cada vez que fuimos a la playa, cuando era pequeño, mi padre me contó la feliz infancia que tuvo, a pesar de haber sido tan sacrificada.

“-Nunca me molestó cuidar de tus tíos, ellos eran mi motivación y lo fueron hasta adulto. Me equivoqué por ellos, me arrepentí, pero conseguí encausar mi vida… y todo fue por amor.”

Amor.

Esa palabra que pensé sobrevalorada, un asunto innecesario para vivir y alcanzar mis objetivos. Cuando mi hermana se enamoró de Alex y decidió casarse, la admiré porque pudo encontrar ese equilibrio entre alcanzar sus sueños y vivir su amor verdadero.

Pero yo soy muy diferente, algo que deseo es continuar con la empresa de mi padre, expandirla, volverla un imperio en la publicidad y el diseño, de eso tengo mucho talento.

Aunque, hay un talento que nadie conoce y que siempre me ha gustado, escribir.

Cuentos cortos y poemas son mis favoritos de escribir.

Tengo cinco cuadernos con versos y prosa, pero nadie los ha leído, porque me da una vergüenza terrible que me vean escribiendo o que sepan que esa cursilería salió de mí.

Aún así, creo que si llegara ese amor verdadero del que tanto he escuchado el último tiempo, no dudaría en escribir todo para ella.

Pero no es sencillo, quiero muchas cosas en el corto y mediano plazo, pero una pareja no es una de mis prioridades.

Soy más alto que mi padre, tengo la misma apariencia trabajada y es por eso que nadie me cree que tengo veintidós años, una edad que para mí no es la indicada aún para enamorarme. Estoy terminando mi carrera de finanzas, como mi padre, pero además estoy tomando una especialización en Publicidad y Marketing, toda una joya.

Cuando llaman a la puerta de la oficina que tengo en la empresa familiar, entra la secretaria de hace años de mi padre, la única mujer ajena a la familia que le permite mi madre se acerque y es porque la señora ya casi jubila, aunque mi padre tampoco es muy joven que digamos.

-Disculpe, joven, pero hay una periodista que quiere hablar con usted.

-Dígale que pase, señora Jiménez. Gracias.

Ella sale y pronto entra una mujer muy atractiva, eso sí puedo verlo, pero demasiado escotada, segura de sí misma y que dice “acuéstate conmigo después de la entrevista” con la mirada.

Me pongo de pie y la invito a sentarse algo alejada de mí, porque no me gusta mucho el contacto con las mujeres, en especial si son como ellas, que usan su cuerpo para hacerse notar. Crecí con dos mujeres sumamente inteligentes y mi hermana pequeña va por el mismo camino, no necesitan de su cuerpo para llamar la atención.

-Buenas tardes, señor Russo… – me dice extendiendo su mano -.

-Solo César, el señor Russo es mi padre – le corrijo con brusquedad, no por el error, si no por la manera tan desagradable de batir las pestañas -.

-Disculpe… vine para hacerle algunas preguntas, se ha vuelto usted muy popular entre los empresarios que atiene su compañía, en especial por la edad y la responsabilidad que muestra.

-Sí, algo así… puedo darle solo quince minutos, espero que comprenda, no pidió cita.

-Sí, es algo que me pidieron esta mañana y no quise perder tiempo para conocerlo.

-Soy todo oídos – me arreglo la chaqueta del traje y coloco mi peor cara -.

Todo es aburrido, respondo por cortesía y con respuestas cortas, porque quiero que se vaya. La primera impresión lo es todo para mí, por supuesto que con ella no me equivoqué, porque al terminar, se levanta y se acerca a mí de manera sugerente.

-Ha sido un verdadero placer… ¿le gustaría ir a cenar conmigo?

-Dejemos algo claro, señorita, yo no salgo con mujeres mayores.

-¡Eso es una grosería! – me dice espantada y yo quiero reír -.

-Entonces, ¿es menor que yo? – levanto una ceja y ella se pone roja del enojo -. Ahora, por favor, hágame el favor de retirarse, tengo mucho trabajo, el tiempo que le facilité para que hiciera su trabajo ya expiró.

Camino hasta la puerta con agilidad, la abro y ella pasa por mi lado sin siquiera despedirse, antes de cerrar entra mi padre muerto de la risa y se sienta en el lugar donde estaba la mujer.

-Parece que te ganaste a otra enemiga.

-¿Me creerás que me invitó a cenar? – le digo espantado -. Es evidente que pasa de los treinta y le dio lo mismo que sea mucho menor a ella -.

-Supongo que no se lo dijiste.

-No… de esa manera – le digo un poco sorprendido -.

-Jajaja, metiste la pata… hijo – se pone de pie y pone una mano en mi hombro, siempre me voy a sentir más pequeño que él, aunque yo sea más alto -. Es increíble que con tres mujeres en tu vida, no sepas abordar a las demás.

-Es porque las demás no me interesan.

-Ya te veré cuando llegue la indicada. Te va a mover el piso… qué piso, ¡el mundo entero! Te va a faltar el aliento, cada vez que la veas se te van a parar hasta los pensamientos – abro los ojos y se ríe de mí -. Te lo prometo, sea ahora, en dos meses o en diez años más, la mujer que elija tu corazón, te va a traer con correa.

-¿Cómo a ti?

-Como a mí… – confirma con una sonrisa -. Ahora, vámonos, tu mamá nos espera para cenar.

Salimos de la oficina y nos vamos a la casa, para cenar con dos de las mujeres que nos ponen el mundo de cabeza.

———-

Llego a Chile otra vez, porque por petición de mi madre, apoyaré a Agustín con la nueva campaña de Cavalcanti Moda, pero además apoyaré a mi hermano con el marketing para la empresa de los Manterola.

Aunque Ángello se ha hecho cargo de manera eficiente el último año, José se encarga de la vicepresidencia, y gracias a eso ambos han hecho un trabajo excelente.

Yo, por mi parte, me quedé a cargo de la empresa que era de mi padre, me alejé de la familia por largo tiempo para poder hacerlo, estudié en el extranjero y creí que nunca me arrepentiría de ir tras mis sueños.

Pero lo hice, aquel día que me llamaron para decirme que mi padre había muerto.

Desde entonces, Gianfranco me ayuda a llevar la empresa y vengo tres meses al año, para pasar tiempo con la familia, apoyar con las empresas familiares y para recordar a mi padre.

Tal vez por la historia de la familia y en especial por la de mi madre, decidí que no quería ser una mujer de familia. Al menos, solo limitarme a madre, hermanos, sobrinos, tíos, primos… que de esos tengo muchos.

Mis propios primos se han encargado de expandir la familia, no van a sufrir porque yo no lo haga, no es que a los Castelli Manterola les haga falta un heredero.

Esta vez mi proyección es quedarme por seis meses, para cumplir con la petición de mi madre.

Tuve que dejar muchas cosas organizadas en Florencia para poder darme medio año, pero al final es algo que puedo hacer.

El auto me lleva directo a la mansión familiar, donde José vive con su prometida, al fin se casará con Valeria, aún en contra de todo lo que mi hermano, Alex, dijo sobre la familia de la familia.

Valeria es magnífica, tiene un carácter de los mil demonios con todo el mundo, excepto para mi hermano y mi madre. Ella le pidió a mi madre el poder irse a la casa con ella, para que no estuviera sola.

Alex pensó que para amarrar más a mi hermano, pero esa chica no necesita amarrar a nadie, tiene su propio negocio de ilustraciones a pedido y le va excelente, como es algo que puede hacer desde cualquier parte, entonces estar en casa no le significó dejar de lado sus actividades.

Ahora se expandió al extranjero, mi madre le prepara café y ella se sienta a su lado a beberse un té, mientras la ve crear entre medio de las risas y el sombro de su suegra, porque algunas ilustraciones son bastante sugerentes.

Cuando entramos a los terrenos puedo ver que hay una jovialidad que no se ha ido, en verdad esa chica ha sido una inyección de amor, algo que no puedo hacer yo durante el año, pero entrego por mil mientras estoy aquí.

En la entrada, mi madre me espera con los brazos abiertos y por supuesto que corro hacia ella, pero me pone el dedo índice de advertencia, así que me quito los tacones para que no se vea tan pequeña.

Me quedé en una estatura intermedia, mi padre media 1.90, mi madre 1.60… así me la naturaleza me dejó diez centímetros más alta, lo suficiente para que mi madre no me deje pararme a su lado con tacones.

-Hija mía, mi niña hermosa – me llena de esos besos que extraño durante nueve meses al año -. ¿Vienes cansada?

-Un poco – recojo mis zapatos y al entrar, ella me indica un zapatero donde dejarlos, a cambio, puedo sacar una pantuflas -. Pero creo que puedo resistir un poquito más.

-Por hoy te escapas del batallón, pero te advierto que estamos todos expectantes, Francesca tendrá a sus gemelas muy pronto.

-Gemelas… esta familia es tremenda – le digo tomando asiento en la sala -.

-Y sé que por eso no quieres tener hijos.

-Por eso no me quiero casar, ni tener hijos, ni me interesa tener novio…

-¿Segura que es eso y no es que no te gustan los chicos?

-¡Mamá! – pero ella se ríe -. Eres una traviesa, sabes que sí me gustan… tener uno que otro amante por ahí no está de más, pero no puedo formalizar, no quiero.

-Ojalá que te mantengas firme en esa decisión, porque te aseguro que llegará un hombre algún día que te va a revolver el estómago con mariposas y te hará sentir en las nubes.

-¡Toco madera!

-Toca un bosque completo, si quieres, pero no conseguirás escapar al amor.

En eso se equivoca, si no quiero tener amor en mi vida, no lo tendré, lo juro.

Amo mi libertad y hacer lo que me apasiona, no me maté estudiando para eso para luego enamorarme, perder la cabeza con un hombre que seguro me va a demandar tiempo, atención.

No, que eso quede para el resto de las mujeres de la familia, yo viviré en plena libertad hasta el último de mis días.

Capítulo 1: Algo en mi interior.

Tal como me lo advirtió mi madre, el caos por un nuevo nacimiento en la familia no se hizo esperar.

Hace diez minutos han llamado para avisar que Francesca entró en labor de parto, mi madre quiere ir, pero es mejor esperar un poco, porque los partos se pueden demorar.

-Yo quiero estar allá cuando los pasen a la habitación – me reclama -.

-Mamita, en cuanto Pía me avise que ya van a nacer, nos vamos, te lo prometo. Pero no te voy a llevar ahora, porque no estás para esos trotes.

-¡No te atrevas a decirme vieja!

-No te digo que estés vieja, solo digo que debes cuidar tu salud – me acerco a ella y le beso la frente -.

-Esta vez estoy de acuerdo con Alejandra, suegrita – dice Valeria sin apartar la vista de la pantalla -.

-En lugar de estar de acuerdo con ella, mejor dime cuándo tú y mi hijo van a casarse, a darme nietos.

-Los nietos van a llegar cuando quieran – dice con una sonrisa -. El matrimonio, puede que para el próximo año.

-Eso espero, porque nadie en esta familia se ha saltado la sagrada institución del matrimonio y no será un hijo mío que lo haga.

Nos miramos entres las tres y nos ponemos a reír.

Mi madre no es de las que piensan así, solo quiere que se casen pronto para verlos casarse, porque sabe que la vida se puede ir en cualquier momento.

Paso varias horas pegada al teléfono, hasta que mi cuñadita llama.

-¡Ya vienen, mis nietas ya vienen!

-¡Nos vamos ahora! – le grito y le corto la llamada -.

Esta es la primera vez que estaré en un acontecimiento como este, así que tomo mis cosas y saco a mi madre casi volando de la casa para irnos al hospital.

Me da curiosidad saber cómo se ven los niños al nacer.

Llegamos al estacionamiento, veo que varios llegan junto a nosotros y entramos a donde todos esperan. Cuando me ven llegar, Lorenzo me abraza con cariño.

-Prima… supongo que desde el lunes te veremos en la oficina – le dice con su sonrisa de niño feliz -.

-Por supuesto que sí – le dice ella, emocionada -. Cada día, así que se van a terminar los juegos.

-¿Cuáles juegos?

-Oye, no creas que desconozco el hecho de que juegan en línea con sus teléfonos – Lorenzo mira a José y este solo se ríe, precisamente fue mi hermano quién me contó de eso -.

Seguimos hablando de muchas cosas, hasta que, unos minutos después, Pía se acerca a nosotros con lágrimas en los ojos y nos anuncia que las gemelas ya nacieron. Todos aplaudimos emocionados por el acontecimiento y una doctora sale para hacernos callar.

-Llévame con ellos, hija – me dice mi madre y le devuelvo la sonrisa -.

Se engancha a mi brazo y caminamos hasta la sección donde se encuentran las habitaciones, unos minutos después, todos se nos han unido y cuando nos permiten pasar a ver a Francesca, mi madre y yo somos las primeras en entrar.

Veo a su lado a su esposo, un hombre que la hizo sufrir por años, primero con sus malos tratos y luego por estar lejos de ellos, pero mi madre me ha contado el acto de amor entre ellos, de amarse y perdonarse por sobre todo.

Yo lo habría denunciado a la primera agresión, me habría divorciado y no le habría dado la cara jamás.

Por eso mismo, sigo sola.

-Alejandra…

Me acerco a ella, le doy un beso en la mejilla y luego veo a ese par de hermosuras.

Son realmente bellas, completamente fuera de este mundo.

Un rato después, no aguanto más y me acerco para tomar a una de las bebés.

-¿Puedo cargar a una?

-Sí – me dice Francesca y me entrega a la que ella sostiene -. Ella es Adalet.

-No sé… cómo las distingues, supongo que un don de madre.

-No siempre se consigue, Alex y Lorenzo se lo hicieron muchas veces a mamá.

-Ángel y Gabriel me lo me lo hacen constantemente – dice Pía, mi prima -.

-Es de lo más entretenido, volver locas a nuestras madres… pero lo que sucede cuando te descubren, no es muy entretenido – Lorenzo se tapa las orejas, al igual que Alex y todos los reímos de eso -.

Miro a esa pequeña niña, con la nariz perfilada, labios pequeños, piel citrina y cabello oscuro. De pronto, abre sus ojos y veo que son tan azules como los de mi prima.

Y me enamoro.

Esta niña es una belleza, una ternura, me llama a cuidarla, a darle mucho amor y sé que eso no me corresponde a mí, al menos no del todo.

Y por muy tonto que parezca, siento una necesidad enorme de ser madre.

-¿Dan mucho trabajo? – le pregunto a Francesca, mientras muevo suavemente a la pequeña Adalet -.

-Sí, ese cuento de que después que nacen descansas de los dolores de espalda o de las noches de insomnio, es pura mentira. Fabián jr. me dio trabajo hasta los dos años, pero creo que estas pequeñas me los darán toda la vida.

-Más a mí que a ti, que me va a tocar espantar pretendientes – nos dice Fabián y nos reímos bajito, para no despertar a las preciosuras -.

Un rato después y a regañadientes, dejo a la princesa con su padre, me despido de ellos y salgo de la habitación, acompañada por mi madre. Hacemos el camino al auto en silencio, pero cuando subimos a él, mi madre suspira.

-A veces extraño esa época en que ustedes eran pequeños.

-No te creo, José y yo éramos tremendos.

-Aunque no lo creas, cuando los hijos crecen esas cosas se extrañan y ya se recuerdan como una anécdota. Pero eso es algo que tú no sabrás, porque no quieres tener hijos.

-Lamento si eso te decepciona, pero mis prioridades están en otro lado.

-Lo sé y lo respeto. Siempre respeté las decisiones de mis hijos, desde que cumplieron su mayoría de edad. A mí quisieron imponerme cosas desde joven y terminé haciendo todo lo contrario, mi hermano sufrió por muchos años, buscando él mismo el amor, por eso me prometí que a mis hijos los iba a apoyar en todo lo que decidieran.

-Gracias, mami, porque siempre has estado ahí para mí.

De más está decir que al llegar a casa, mi madre se va directo a su habitación, mientras que yo hago el recorrido a la cocina, siempre hay algún postre o golosinas que podemos sacar sin restricciones.

Al abrir el refrigerador, me encuentro un rico pudín de chocolate con nueces, me encantan las nueces, el chocolate… y el pudín. Está porcionado en pequeños pocillos, pero uno no es ninguno, así que pongo en una bandeja tres, me sirvo un gran vaso de leche y me voy al despacho.

Me siento en el escritorio que siempre usó tanto mamá como papá.

Busco un libro en la sección de diversión de mi madre y me encuentro uno que me llama la atención, Gitana por Amor, de Jeda Clavo. Veo la primera hoja y es un regalo de la señora Russo, recuerdo que ella es una gran fanática de esa autora, si hasta viajó a visitarla.

Me gusta la portada y la sinopsis, así que me decido por ella. Me instalo en la silla donde veía a mis padres trabajar, pongo la bandeja muy cerca de mí, comienzo a leer mientras me como aquel delicioso postre.

-No te pases… ese Nico es un desagradable machista…

-¿Hablándole al libro? – veo a mi hermano parado en la puerta, con las manos en los bolsillos y sonriendo -. Extrañaba eso de mi melliza, me trajo recuerdos de cuando estudiábamos.

-¿Todavía conservas la cicatriz por culpa de La Ilíada? – levanta el codo y me muestra una pequeña mancha -. Ese día mamá prohibió leer en la habitación.

-Ajá… – se acerca y me quita uno de los postres -. ¿Tiene nueces?

-Sí – lo regresa a la bandeja, a José no le gustan, prefiere las almendras -.

-¿Cómo va tu alergia al maní?

-Bastante bien, considerando que vivo sola y que yo me compro los víveres, así que nada contiene maní, me fijo que no se procesen en fábricas compartidas y eso es más que agotador, pero creo que mi vida lo vale – termino el segundo pocillo y tomo el tercero -. ¿Cómo va lo de los hijos?

-Cada vez peor. Frente a mamá Valeria se hace la desentendida y hasta la esquiva, pero lo cierto es que llevamos más de un año intentando.

-¿Ya fueron al doctor?

-No quiere, tiene miedo que le digan que ella es la del problema, pero estoy casi seguro que soy yo.

-¿En serio piensas eso? – le digo divertida -. ¿Sí recuerdas de qué familia salimos?

-Es mi manera de calmar a mi mujer y convencerla. Hemos probado de todo, hasta los trucos de las viejitas, ya sabes, que se quede con las piernas arriba después de…

-Para ahí, no quiero saber – él se ríe y yo me quedo pensando -. ¿Tú si quieres tener hijos?

-Por supuesto, aunque sea uno. Es como… tener una extensión del amor que siento por Valeria, es la clara muestra del amor que nos tenemos. Aunque ahora está de moda no tenerlos, porque las parejas quieren hacer miles de cosas, porque tienen proyectos y todo lo que se te ocurra.

-¿Me estás tratando de decir algo?

-No… yo respeto lo que tú quieres. Es tu vida, pero en la mía, no me veo solo a los sesenta con mi esposa.

-¿Y qué pasa si no consiguen tener uno?

-Adoptaremos, ella quiere, yo quiero… si no sale de mis testículos, buscaremos uno que necesite amor y hogar.

-Que tierno – se ríe de mi cara de espanto y hago lo mismo -. Oye, ¿qué crees que pasaría si, por ejemplo, yo fuera madre soltera? ¿Crees que mamá se espante?

-Si eso pasara, no se enojaría, tal vez se pondría triste, ya sabes, por lo que vivió con Alex. ¿Pensando en cambiar de opinión?

-¡Ni de chiste! Amo mi libertad, si yo ni hombre quiero tener a mi lado – pongo cara de asco y él se carcajea -. Salgo cuando quiera, voy a donde quiera, tengo amigos y amigas sin que me los critiquen, no tengo que preocuparme por fechas especiales más que los cumpleaños de ustedes tres… el paraíso para alguien como yo.

-Supongo que todos tenemos el paraíso que queremos – se pone de pie, me da un beso en la frente y camina a la salida -. Te prometo que a mis hijos les enseñaré a amar a su tía soltera y loca, para que cuando seas viejita, ellos te cuiden y alimenten tus gatos cuando te vayas de crucero.

-Ja. Ja. Gracioso… – le sigo con sarcasmo, pero luego le sonrío y le lanzo un beso -. Por eso eres el mejor, buenas noches.

-Buenas noches, hermanita, deja vivo a Nico. Yo me iré a practicar a ese bebé.

-¡Eso, así se hace…! – abro los ojos porque me doy cuenta de lo que dijo y grito espantada -. ¡Puerco!

Escucho su risa por el pasillo y vuelvo a mi postre, que ya se ha terminado.

Apoyo mi cabeza en la silla y miro el techo. Comienzo a pensar en mí, con un bebé entre mis brazos, que sea mío, solo mío. Porque no puedo negar que esas pequeñas conmovieron mi corazón y ya no me parece tan mala idea ser madre, aunque si no hay padre sería mucho mejor.

-No, mejor quédate así, Alejandra. Hasta ahora tu vida va de maravillas, no cambies los planes por los ojitos de esas nenas tan preciosas.

Dejo el libro en su lugar y me voy con la bandeja a la cocina, luego me voy a mi habitación, me lavo los dientes y por una extraña tontera que se me cruza en la cabeza, cojo una de las toallas limpias, la enrollo y la meto bajo mi pijama, simulando una panza.

Me quedo mirando el reflejo que me ofrece el espejo y no me lo puedo creer.

-Estás loca, Alejandra, demasiado loca.

Capítulo 2: A los leones.

Salgo de la universidad para irme a la oficina, conduzco con precaución, porque a esta hora el tráfico es bastante complicado. Suena mi celular, aprieto el manos libres y la voz de mi madre llena el auto.

-Hijo mío, ¿dónde estás?

-Voy de camino a la oficina, ¿necesitas algo, madre?

-Sí, no tengo con quién dejar a Javiera, sabes que no me gusta dejarla con las niñas del servicio.

-¿Vas a salir? – le pregunto por preguntar, porque es obvio -.

-Iré a la casa de Francesca, quiero darle una vuelta a esas preciosuras. Pasaré a dejarla a la oficina, si es muy urgente lo que debes hacer allá.

-Claro, te espero, tengo que preparar una oferta y papá quiere verme urgente, antes de salir a una reunión con una clienta.

-¿Clienta? – casi puedo ver la vena celosa de mi madre a punto de reventar -.

-Sí, la que irá con su esposo… qué celosa eres.

-Cuando tengas mujer, vas a entender el sentimiento – me dice con un bufido -.

-Precisamente por eso no quiero tener mujer, son demasiado complicadas.

-¿Y mis nietos, César?

-Estoy seguro que Aurora y Javiera te darán.

-Mira, Aurora tiene otros planes y Javiera está pequeña.

-Mamá, ahora mismo soy joven, no quiero distracciones, seguro que en unos años cambiaré de prioridades.

-Eso espero, César Russo, porque no te vas a sentir a gusto a los cuarenta y sin nadie que te mime.

-Te tendré a ti todavía, lo sé.

-Eres un manipulador… nos vemos.

Ella me dice manipulador a mí, cuando con su sonrisa convence a mi padre de cualquier cosa, o con sus puños. Esa mujer es tremenda y ya me veo en unos años con una mujer así, solo de masoquista.

Aunque si me pongo a pensar, quisiera una mujer dulce, con carácter, con metas claras, más que belleza. Una mujer inteligente, pero que sepa el valor de la familia, del amor.

Yo no me voy a ir a medias, cuando me entrego a algo, lo hago por completo y en el amor no será de otra manera.

Las mujeres ahora no son así, se comprometen a medias en las relaciones, porque la otra mitad es para sus sueños, trabajo, carreras, amigas… no me molestaría que mi futura mujer tenga todo eso, pero yo sé que puedo entregarme por entero a ella, sin dejar de lado mi trabajo.

¿Por qué ella no podría hacer lo mismo?

De todas maneras, eso es algo de lo que no me voy a preocupar ahora.

Cuando llego a la oficina, mi padre tiene la puerta de su despacho abierta y me hace un gesto para que vaya con él, entro a la oficina, me hace un gesto para que la cierre, lo hago y me siento frente a él.

-Lo sé, Jimena, pero entiende esto, es de último minuto – lo veo rodar los ojos y sonrío, debe estar muy molesto -. Déjame ver qué hago, porque mago no soy. ¡Sí, pero eso no quiere decir que vaya a improvisar! Sabes que debes preparar datos, estadísticas, una presentación decente. Es el nombre de mi empresa la que quedará en la retina de los asistentes.

Cuelga luego de despedirse, lanza un bufido y se bebe el vaso de agua que tiene a su lado.

-¿Qué pasa?

-Era Jimena Brown – me da una hoja, veo que es una invitación digital que imprimió y abro la boca, para luego mirarlo a la cara -. Sí, exacto. Quieren que Alvorece Publicidad exponga sobre innovaciones en la publicidad, ¡en una semana!

-Tranquilo, no es tan terrible.

-César, esto no es como la universidad…

-Lo sé, porque el nombre de tu empresa quedará en la retina de los asistentes, así que en lugar de pelear y quejarte, es mejor que te pongas a hacer la presentación.

-Oh no, querido hijo, acabas de darme una excelente idea – se frota la manos y yo comienzo a negar -. Oh sí que sí, tú lo harás. En especial porque prestarán más atención a tu apariencia que a la presentación.

-Eso no es justo…

-Es lo mismo que decían las mujeres bellas en mi época de veinteañero – se ríe y yo suspiro, porque esa risa no tiene nada de divertida, es maquiavélica -.

Tal como dice mi madre, se le sale el Marco Russo cabrón desde lo más profundo y te deja sin palabras.

-Supongo que empiezo ahora, ¿no? – le digo de mala gana -.

-Aprovecha, porque es eso o mandarte a negociar con Eliana.

-¡Nooooo! Esa señora lo único que quiere es casarme con la loca fea de su hija.

-Oye, la muchacha no es fea…

-Habla mal de todo el mundo para hacerse la interesante, a sus amigas las trata de esclavas y en la universidad no ha dejado chico con el que no se ha besado, ¡es horrible!

-Ah, bueno, desde ese punto de vista… Entonces, no quieres ir con ellos.

-Nop, para nada – me pongo de pie y abro la puerta, justo en el momento en que las puertas del ascensor se abren y Javiera corre a nosotros -.

-¡Hermanote! – según ella ese nombre me lo gané porque me veo grandote, así que unió las dos palabras -. Me quedaré contigo, ¿necesitas ayuda?

-Mmm… creo que sí – la tomo en brazos, mi padre le da un beso en la frente, hago lo mismo con mi madre y me la llevo a mi oficina -. ¿Me dejas hacerte preguntas?

-Claro, las que quieras.

Nos encerramos a trabajar, ella en sus deberes del colegio y yo en la presentación, es que ni siquiera tengo tareas pendientes, así que ese hombre ya tenía todo medio planeado.

Le hago las preguntas a Javiera, si distraerla mucho de sus deberes, avanzo en el esquema de la presentación y en las ideas centrales que quiero presentar, que es básicamente el éxito de la empresa.

Veo la hora y me doy cuenta que Javiera no debería estar aquí. Así que guardo todo, apago el computador, ayudo a mi hermana a guardar sus cosas y salimos de allí. Como casi siempre pasan este tipo de cosas, mantengo una silla para ella en el auto.

Pasamos por una pizza, a su elección, y la cajera no deja de sonreír por todo lo que ella pide extra. Cuando salimos de nuevo al auto, ella corre para abrir la puerta, se sube y se abrocha sola el cinturón, para que yo me encargue de dejar las pizzas en el asiento del copiloto.

A medio camino, me pide que ponga música, de la que le gusta a ella.

-Serás un buen papá – me dice de la nada Javiera y yo la miro con los ojos abiertos por el espejo -.

-¿Por qué me dices eso? – le digo con la voz afectada -.

-Porque es la verdad – me responde encogiéndose de hombros -. Como hermano me tienes paciencia, me ayudas con mis deberes aunque tengas mucho trabajo y me compras lo que yo quiera cuando se debe, no todo el tiempo.

-Pero… eso es lo que hace un hermano mayor, ¿no?

-Sí, pero ahora llegaremos a la casa, me darás de cenar, esperarás por mí fuera del baño mientras tomo una ducha, me sacarás el cabello, me contarás un cuento y luego encenderás mi espanta cuco.

-Por supuesto, como siempre que me quedo contigo.

-Pues, a mi amiga Ana su hermano le hala el cabello y esa bestia tiene quince años, ¿ves la diferencia? – sonrío y sé a dónde quiere llegar mi hermana -. Tú eres un gran hermano y serás un papá genial, tanto como el nuestro.

-Gracias, supongo que lo sabremos cuando tenga mis propios hijos – le digo con una sonrisa -.

-Y eso pasará solo si tienes novia.

-¿Por qué todos están tan preocupados porque tenga novia?

-Porque estás viejo y no te hemos conocido ninguna.

-Bueno, es fácil de explicar, ahora no tengo tiempo, entre los estudios y la empresa, ni siquiera puedo hacer lo que me gusta.

-Aaahhh, sí, escribir poemas – freno de golpe y ella me pone mala cara -.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque me metí a tu habitación para buscar pilas recargables para mi espanta cuco y encontré tus cuadernos… me gustaron muchísimo, pero no le dije a nadie ni lo diré, si estaban bajo tu cama, debe ser un secreto.

-Así es, nadie puede saberlo.

-Ponte un nombre raro y publícalos, aprovecha que tenemos imprenta.

Se ríe y sé que me está tomando el pelo, pero al menos es discreta, a papá le guardó un secreto por meses sobre un regalo para mamá y cuando finalmente se lo dio, ella confesó que lo sabía.

Perfectamente podría ser detective de grande y sería la mejor.

Llegamos a casa, cenamos y hacemos todo lo que ella dijo que haríamos. Cuando se duerme, salgo de su habitación y me voy a la mía, me ducho, me coloco solo un pantalón de algodón, me tiro a la cama y me quedo mirando el techo.

Pensando que nada de lo que haga ahora es suficiente para ser tan exitoso como mi padre. Aunque no me niego al amor si aparece, yo no soy quien lo busca. Me giro para abrazar la almohada y me dejo ir en un sueño tranquilo.

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