SINOPSIS
Rodrigo se preparó toda su vida para ser un exitoso hombre de negocios, hasta el día que conoce a Carolina una joven hermosa, capaz de despertar el deseo en cualquier hombre, con quien inicia una relación, sin embargo, tiempo después se ve obligado a casarse con ella y el resentimiento e indiferencia crecen en él, por eso su vida cae en una monotonía, hasta que un acontecimiento inesperado cambia el rumbo de sus vidas y allí se da cuenta de sus verdaderos sentimientos, aunque quizás sea demasiado tarde ¿Podrá Rodrigo y Carolina vivir una verdadera historia de amor o quizás cada uno deba escoger un camino diferente?
PREFACIO
Carolina se encontraba de pié frente al gran ventanal de la que hasta ese día había sido su recinto familiar, con un vestido rojo ceñido a cada una de sus curvas, descubierto en los hombros y hasta las rodillas, con un maquillaje sencillo pero hermoso y un cabello castaño con reflejos rojizos que caía como cascada, ojos verdes que estaban casi nublados por lágrimas traicioneras que amenazaba con escapar, rememoró en su mente los acontecimientos nocturnos del día anterior.
“Había tenido una noche pesada, preocupada porque Rodrigo, su amado esposo, no llegó a dormir, apareció hasta altas horas de la madrugada, acción que se había repetido en las últimas semanas. Cuando por fin, él se asomó a su habitación, estaba desaliñado y con evidentes estragos de haber bebido alcohol.
Ella se le acercó, con evidente pesar y tristeza, pero con un halo dulce que aún emanaba de ella.
—¿Estás bien? —le preguntó, se estaba acercando para tocarlo, pero una respuesta frenó sus deseos.
—¡Déjame dormir! —pronunció con tono seco, autoritario, mientras asintió a la interrogante, se desvistió y se acostó en su lecho matrimonial.
Un dolor agudo en su corazón se instaló en su ser, como filudas cuchillas que perforaban su alma, se acostó tras su esposo y se quedó dormida.
La vibración insistente del celular de su acompañante, hizo que éste cayera de la mesa de noche. Carolina se acercó para recogerlo y observó un mensaje que la dejó paralizada. Su cuerpo se tensó, sintió su cabeza dar vueltas, su corazón se destrozó en miles de pedazos y por poco desfalleció, tuvo que sujetarse del mueble más cercano para no caer.
Giro su cabeza y miró con dolor al que consideró el amor de mi vida, su esposo y padre de su hijo de tres años. Se metió a la ducha y decidió iniciar unos cambios en su vida”
Volviendo de esos momentos tan hirientes, respiró profundo tratando controlarse, no podía permitir la viera así. Sus pensamientos de dirigieron a sus años universitarios, esos en los que no se quedó callada, que se enfrentaba a quién sea por expresarse y dar firmemente su opinión, algo que olvidó desde su matrimonio. Tenía miedo por un nuevo comienzo, pero, aun así, estaba decidida. No puedo evitar evocar en sus recuerdos a su pequeño.
“Hace seis meses le detectaron a Nicolas, Hipoacusia bilateral y estos meses estuvo de un lado a otro e investigando sobre las terapias, opciones adicionales de tratamiento, estudiando cursos del diagnóstico y lenguaje de señas. Quería que Rodrigo sea participe activo, su hijo lo adoraba, sin embargo, el día que le comentó de sus planes para prepararse juntos, no estaba lista para lo que escuchó
—No tengo tiempo, tú ya sabes, encárgate sola con rostro inexpresivo —pronunció su compañero de vida.”
Ahora entendía ese no tengo tiempo, esas salidas nocturnas, empuño las manos mientras escuchó pasos provenientes de la escalera.
—Buenos días —dijo Rodrigo mientras bajaba las escaleras con aparente tranquilidad y unos ojos chocolate que con disimulo recorrieron a la mujer que tenía en frente —¿Dónde está Nicolás? — preguntó, tocando con una mano la cabeza, le dolía terriblemente.
—Lo llevó mi hermano a casa de mis padres —respondió ella con una mirada penetrante y chispeante de ira.
—Bueno, esperaba pasar el día con él —dijo mientras se dirigía a la cocina por agua, le parecía extraño verla vestida así, cuando normalmente usaba camisetas y jeans, y el cabello amarrado en una desordenada coleta.
—Ya hablaremos de eso, y fijaremos los días de visita —soltó Carolina, mientras el pelinegro la observó con confusión.
—¿Qué estás diciendo? —la inquirió con el ceño fruncido.
—Llamó Verónica insistentemente y como no respondiste, te dejó un mensaje, sus palabras textuales fueron: “Gracias por lo de anoche, estuviste increíble, fue el mejor placer de mi vida, si gustas podemos repetir. En mi departamento a las 9 esta noche. Te deseo con locura” —soltó su esposa con voz quebrada, pero pose firme, no era la oportunidad de manifestar su dolor consideró.
Lo mencionado tensó el cuerpo de Rodrigo, un frío recorrió su espina dorsal, intentó hablar, pero Carolina lo frenó con evidente furia y decepción. Mientras movía su dedo en forma acusatoria.
—Así que eso era las salidas y todos los desplantes —ella observó que otra vez intentó hablar, más lo detuvo y lo miró sin pestañear —Sé que no me amas, que te casaste conmigo presionado y por Nicolás –continuó.
» ¡Aguanté estos 3 años tus miradas, tus prioridades socio laborales, las noches que no llegaste, me tragué todo y ¿para qué?! —exclamó, sintió su rostro enrojecer del enojo, mientras se quitaba el anillo de bodas y lo dejó en la mesa.
» Toma aquí se acaba esto, te amé tanto que me cegué, pero no más, si ella es tu felicidad, ve, no me opondré — habló con evidente furia y decepción —por Nicolás no te preocupes, seguirá siendo tu hijo y lo verás cuando quieras, si tu agenda te lo permite. —¡Saldremos adelante sin ti! —se sostuvo y con paso firme empezó a caminar a la puerta principal, ocultando su dolor.
—Carolina, por favor, yo… —Rodrigo intentó justificarse, pero, ¿con qué derecho?, la observó detenidamente con un halo de tristeza, formándosele un nudo en la garganta, además de ser detenido nuevamente.
—No quiero saber más, adiós Rodrigo, no me interpondré más en tu vida —y así, con el corazón en la mano se retiró de esa casa vacía a la que consideró falsamente un hogar, cual castillo de hielo derritiéndose en brasas que arden y perforan su alma.
CAPITULO I. FIN DE SEMESTRE
Las luces del amanecer se asomaban por la ventana de la habitación de Carolina, normalmente despertaba muy temprano, pero la noche anterior no concilió el sueño hasta muy de madrugada, estaba nerviosa, ese día le darían los resultados de su examen final para obtener su bachillerato como Educadora Psicopedagoga. Un toque a la puerta la hizo estirar los brazos y abrir los ojos con evidente pereza, observó a su madre ingresar, cerrar la puerta y poner la silla del tocador junto a su cama, sentándose en ella.
—Buenos días mamá —decía Carolina mientras se sentaba en su cama y apartaba algunos mechones rebeldes de su rostro.
—Buenos días hija, ¿Cómo amaneciste?, ¿Estás lista para tu gran día? —preguntaba Angélica sin pausa y con evidente emoción, tal como era su estilo, con sus manos juntas a la altura del pecho en gesto esperanzado. Ella era una madre dedicada a su familia llevaba más de 25 años casada con su esposo, era amorosa, atenta y preocupada por el bienestar de los suyos.
—Bueno bien, aunque no te niego estoy muy nerviosa —respondía mientras jugaba con sus manos —sabes lo importante que es para mí el resultado, significa estar entre las mejores, graduarme con honores, tener más posibilidades para acceder a una plaza de prácticas remuneradas, es una manera de retribuirles y agradecerles todo lo que hicieron por mí —expresó con sus ojos nublados, por lágrimas que amenazaban con caer.
—Lo entiendo, pero no deberías sentirte tan preocupada, confió en ti, eres inteligente y dedicada, verás que todo estará bien, y por nosotros no te preocupes, eres nuestra hija y siempre estaremos para ti — le decía mientras la envolvía con sus brazos en un cálido abrazo.
» Ahora levántate, a tomar desayuno, e ir a la universidad por ese resultado —finalizó con buen humor, mientras se levantaba para salir de la habitación de su hija.
—Voy mamá, gracias —contestó mientras quitaba las frazadas que la cubrían y corría a darse una ducha.
Al terminar, secó su hermosa melena castaña, la peinó y la dejó suelta. Su maquillaje se basó en una simple aplicación de rímel, delineador que resaltaban sus ojos verdes brillantes, vistió polo rosa cuello V, jean azul y unas valerinas negras —la comodidad primero —se dijo así mismas mirando sus zapatos bajos.
Descendió las escaleras, casi corriendo, en el comedor, ya la esperaban sus padres y hermano mayor Leonardo, quien se encontraba tecleando el celular con el ceño fruncido. Rodeó la mesa fijando su mirada en él, “seguro está escribiéndole a antipática de Pamela”, pensó Caro, había algo en la novia de su hermano que no le gustaba.
—Buenos días a todos- —decía acercándose a cada uno para darles un beso en la mejilla, estirando sus brazos y envolviéndolo en su padre en un abrazo afectuoso —Hola papito, ¿dormiste bien?
—Muy bien princesa —expresó Estebán mirando a su hija con ternura.
Ella era su pequeña, su única hija, su mundo, sentía tanto orgullo por ella. Había ingresado becada a una Universidad Privada y se mantenía entre los primeros lugares, era una chica aplicada, obediente y cariñosa; tenía tanto miedo que algún día lo decepcionara. No imaginaba el día en que un chico venga le diga cosas bonitas, la enamore y lo peor que le cruzaba por la cabeza, la deje embarazada sin casarse. Esto último sería una completa decepción para él, que la más juiciosa de sus hijos cometiera ese acto que le significaba un craso error.
—Tomaré desayuno rápido y me voy corriendo a la Universidad, no puedo esperar para saber los resultados —expresó emocionada.
—Te llevo por ahí, justo voy en camino a ver a Iris —intervino su hermano.
—Sí princesa, anda con Leonardo y sobre tu examen verás que todo está perfecto—dijo su padre con optimismo evidente.
—Gracias a todos —concluyó sentándose a ser partícipe del desayuno familiar.
Momentos más tarde, llegó a la Universidad, caminó por las amplias aceras de su casa de estudios, donde se encontró con su mejor amiga Gabriela, una hermosa rubia de ojos azules, quien sin más nada se la llevó de la mano, casi a rastras al mural donde estaban publicado los dichosos resultados.
—Gaby me estás asustando, salúdame primero, no me digas que no lo logré —le decía Carolina mientras sentía que la sangre abandonaba su rostro.
—Caro hola, no exageres por favor, sólo quiero ver tu reacción y no puede esperar ni un minuto más —contestaba su amiga con una sonrisa sincera y voz emocionada. La quería mucho, se habían conocido desde el primer día de clases, hacían grupo de estudios, se contaban casi todo y casi todo se relacionó a que no la puso al tanto sobre todos los detalles de la relación con su ex novio, quien la había decepcionado.
Los resultados se encontraban en la pared, Carolina buscaba y no encontraba su nombre, enorme fue su sorpresa cuando, su amiga apuntó con su dedo índice al número uno en la lista, y allí con los ojos nublados por una alegría y satisfacción descomunal, abrazaba a quien era como su hermana, su confidente. Gaby se separó de ella sin evitar la sonrisa y mientras daban saltitos de alegría. Se había prometido convencer a su amiga para salir, ella casi no lo hacía, se concentró más en los estudios que en su vida social.
—Esta noche es nuestra Caro, así que nos vamos de fiesta y no hay pretextos, me encargaré de arreglarte y vas a ver que seremos la sensación —decía la chica ya visualizando su salida nocturna.
El rostro de Carolina palideció y forzó una sonrisa, no porque no deseara ir, sino por la “batalla campal” que tendría en su casa, con sus padres para solicitar el permiso. Tenía que aceptar que moría por ir, aunque no era de salidas nocturnas, ésta le interesaba, no sólo era porque estaba más que contenta, sino porque muy en el fondo de su ser, había algo que le decía que no podía faltar, que algo importante iba a ocurrir en esa dichosa fiesta.