Compartir en tus redes favoritas

Ellie fue aquella niña que creció con el concepto de que todo lo que una mujer necesitaba, era una familia que cuidar, y cuando la idea se hizo su sueño cumplido al casarse con Michael, ella pensó que su vida color de rosa, apenas estaba a punto de comenzar.

Sin embargo, su mundo se volvió oscuro desde la primera noche, desde la primera reacción y desde el momento en que cayó en ese abismo sin fondo que siempre temió encontrar. Michael estaba muy lejos de lo que era un marido perfecto, pues su carácter ególatra, frío, y muy superficial, hacía que la vida en casa fuera un suplicio para una Ellie, que intentaba aparentar lo contrario.

Pero como todo en la vida tiene un punto sin retorno, un negocio que esta próximo a firmarse que salvará a la compañía familiar, trae a un hombre parecido a una tempestad, que viene a devastar sus emociones y pondrá en cuerda floja sus sentimientos y la supuesta estabilidad familiar…

Un romance prohibido está a punto de estallar, uno, que ni siquiera la recatada y sumisa Elizabeth puede dejar pasar…

Prologo

—Elizabeth… mi vida… —todo el salón se quedó en silencio cuando Michael pidió a la orquesta que se detuviera para dar unas palabras.

Los invitados se sentaron en sus mesas mientras las sonrisas se gestaban en el rostro de todos los presentes. El lugar de la recepción era impresionante; con manteles en toldos y un jardín a su alrededor haciendo que todo se viera regio y refinado, eso, sumado a la iluminación opaca en algunos lugares y candente en otros.

La noche fue el momento perfecto para darle el toque final a la ceremonia espléndida que Ellie y Michael querían para su día especial, así que nada en el mundo podría opacar este momento que tenía el corazón de Ellie en un galope.

Elizabeth Morgan, o, mejor dicho, Elizabeth Hansen.

Porque ahora ella estaba oficialmente casada, con el amor de su vida.

Los ojos de la chica se iluminaron cuando Michael asomó su mano para invitarla a pasar al frente. Mojó sus labios, se levantó de la mesa donde anteriormente conversaba con su familia, y dio unos pasos mientras sus mejillas se ruborizaban. Todos tenían los ojos sobre ella ahora, y Michael sostenía en su mano un micrófono que había sido adaptado en cuestión de segundos para él.

—Quiero que la gente sepa lo mucho que te amo —Continuó Michael Hansen y ella se encogió de hombros—. Quiero agradecer al cielo por tu vida, Ellie querida, por nacer en este tiempo, y por estar aquí en el presente conmigo… por hacerme hoy el hombre más feliz de este mundo, y, sobre todo, por elegirme a mí como tu marido… y en el futuro… el padre de tus hijos…

Todos aplaudieron al unísono, entonces el hombre acortó la distancia y tomó el rostro de Ellie en sus manos dándole un beso cálido en los labios. Una lágrima se deslizó por la mejilla de ella, e intentó pasar el nudo que se le hizo en la garganta por la felicidad que no cabía en su pecho. Nada podía ser más perfecto y maravilloso que esto, y por nada del mundo quería que este instante extraordinario se desvaneciera.

La chica de 21 años enredó sus manos en las del novio, y reprimió los ojos mientras el hombre llevó su boca a su frente deteniéndose en otro beso. Los flashes se activaron en desmedida, y luego alguien vino a darles dos copas decoradas para que brindaran con sus familias y amigos, que ahora estaban delante de ellos mirándolos con felicidad.

Ellie tomó la copa entre sus manos y con la otra rodeó el cuerpo del que ahora era su esposo. Juntos alzaron la copa y todos chocaron los cristales enviándoles bendiciones con gran regocijo.

Más aplausos vinieron mientras que Elizabeth probó de su copa y tomó solo un sorbo, el alcohol no era de sus cosas favoritas, pero había hecho una excepción en este día. Llevó los ojos a la mesa donde estaba su familia, y no pudo dejar pasar la alegría que era muy notoria en el rostro de sus padres. Ahora mismo la miraban con los ojos brillosos mientras tenían abrazada a su pequeña hermana Emy, de 7 años, y su adolescente preferido, su hermano Eliot, que tenía 14 años.

Ella envió una sonrisa sincera y luego sintió un apretón en su cintura. Giró rápidamente en dirección del rostro de su esposo y recibió de su parte una gran sonrisa.

—Te amo… te amo y estaremos juntos en esta vida y en la otra —las palabras de Michael de alguna forma crearon un escalofrío en su cuerpo, uno que la hizo sentir que ahora pertenecía a esta persona, y de alguna forma le agradó.

—Y yo te amo a ti, Michael. Te amo para siempre —expresó la chica con sinceridad, y su esposo dio un asentimiento satisfecho para volver a besarla.

El festejo era todo un éxito, los invitados estaban siendo atendidos sin comparación alguna y la orquesta que estaba tocando en vivo, solo sumaba a que las personas se encendieran cada vez más en la fiesta.  Las mesas estaban separadas por familias y amigos, tanto los conocidos de Michael como de Ellie, y algunos, de ambas partes, ya que la pareja estaba unida no solo en una relación sentimental, sino en una alianza empresarial.

Aunque la celebración estaba en su pleno auge, el cuello y la espalda de Ellie comenzaron a pasarle factura.

Fueron meses de preparación, y eso aunado a que hace medio año había terminado su carrera en contaduría y finanzas.

Su carrera universitaria por supuesto que fue influenciada por su padre, Jarod; y aunque no se arrepentía, de alguna manera hubiese deseado estar un poco lejos de los negocios de su familia que ahora estaban pasando cuenta en su cuerpo.

Ella levantó a Emy de sus piernas y echó una mirada al salón; sus amigas estaban en una mesa riendo de forma desenfrenada, sus padres estaban en un círculo de empresarios y su esposo, bueno… él parecía muy divertido con sus amigos fuera en el jardín con varias botellas vacías a su alrededor.

Ellie le dijo a la pequeña que buscara a su hermano, estaba dispuesta a pedirle a Michael que se fueran del festejo, además, los novios acostumbraban a dejar la velada a la mitad, si bien estaba ansiosa por saber para dónde la llevaría Michael, ella deseaba tocar una cama suave y descansar todo el fin de semana.

Caminó dando sonrisas por donde pasaba hasta que llegó a la parte del jardín.

Parecía que decían algo muy secreto entre los cuatro amigos de su esposo, porque en cuanto la vieron de reojo aparecer, ellos hicieron silencio de inmediato, haciendo que su marido se girara rápidamente hacia ella.

Aunque la chica le asomó una sonrisa, él no se la devolvió, entonces decidió acercarse y tocar su hombro.

—Cariño… estoy cansada, es mejor que nos vayamos, yo…

De un momento a otro su mano fue quitada del hombro, y él parecía un poco incómodo con su aparición repentina.

—No será ahora Ellie, estoy disfrutando de la fiesta… Te avisaré cuando nos vayamos —refutó Michael, pero Ellie supo que estaba ebrio por su forma de hablar.

Así que ella volvió a intentarlo, era mejor que se lo llevara ahora a que siguiera bebiendo. Justo cuando él se giró para volver al grupo, ella tomó su brazo dócilmente e insistió.

—Michael, estás bebido… es mejor que nos vayamos, realmente estoy… —sus palabras se cortaron en su boca cuando Michael le envió una mirada furiosa.

El rostro del hombre estaba pálido ahora, y ella vio de soslayo como su labio inferior tembló.

—Elizabeth… —Michael deletreó la palabra junto con un apretón fuerte en su muñeca—. He dicho que nos iremos más tarde… ¿No lo puedes entender?

Ellie abrió sus ojos impactados y los deslizó por su muñeca magullada, el hombre la soltó de inmediato sin pedir una disculpa por su comportamiento y caminó en dirección de sus compañeros para decir: “Mujeres”, y luego proceder a una carcajada de burla que fue acompañada por sus amigos.

Ella tomó su muñeca y la apretó para quitar de alguna forma la sensación que había sentido segundos antes, aunque no podía creer lo que acababa de pasar, solo respiró y se dijo a sí misma que ese no había sido el Michael que ella conocía, la bebida debía estar haciéndole una mala jugada. Sin embargo, las lágrimas ya estaban en sus ojos.

Entró al cuarto de servicio y abrió la llave para mojar su nuca, el momento colocó su cuerpo en tensión y dejó sus manos sudorosas. Ellie trató de acompasar su respiración y luego se miró por un rato en el espejo.

—Solo es… él no es Michael, Ellie… está ebrio —cuando fue a limpiar sus lágrimas la puerta se abrió de golpe y una chica de su círculo de amigas, apareció asomando el rostro.

—Cariño, todas queremos hacer una sesión de fotos… ¿Por qué estás aquí?

La chica forjó una sonrisa y luego sacudió sus manos mojadas.

—Tengo calor, Kiara … Y estoy cansada… vine a refrescarme y…

—¿Estás bien? —su amiga preguntó entrando más al cuarto de servicio y frunciendo el ceño.

—Sí… por supuesto ¿Por qué lo preguntas?

—Mmm, porque estás aquí, sola, y eres la novia… ¿Está todo bien?

—Sí… vamos, solo me refrescaba…

Su amiga asintió y le envió una sonrisa. Se fueron juntas mientras Kiara le relataba que sus amigas estaban locas por su marido y por lo apuesto que se veía esta noche.

Ellie se sentó con todas sus amigas después de una larga sesión de fotos y extenuantes carcajadas por todo y por nada que ellas arrojaban en su estado, un poco subido de tono. El tiempo continuó, la fiesta prosiguió y después de unas horas más no tenía fuerza alguna para continuar.

Sintió una mano en su hombro cuando quiso cabecear y se giró de repente con un susto en su cuerpo.

—¿Ellie? ¿Dónde está Michael? ¿Cómo es que no se han ido?

Ella quiso excusar de alguna forma posible a su marido, pero vio que ya era tarde cuando las voces que se escuchaban en todo el salón abierto eran las de Michael y sus cuatro amigos inseparables.

Su padre no esperó un segundo y caminó apresurado hacia el jardín, Ellie se levantó de golpe y fue tras de él.

—Papá, espera…

Algunos invitados giraron en su dirección, y la familia de Michael se puso en tensión al ver que algo no estaba bien.

—¡Michael! —Jarod alzó el tono más de lo normal y el hombre se giró de golpe perdiendo un poco el equilibrio.

—Señor… —respondió un poco asombrado.

—¿Cómo es que sigues en la fiesta? Ellie está agotada, sabes bien que esta última semana fue de trabajo extremo en la empresa y…

—¿Ellie?  —intervino Michael tratando de parecer impactado—. Jarod, quise… yo le dije a Ellie, pero ella quiso pasar el tiempo con sus amigas, no quería imponerle nada… yo…

El padre de Ellie se giró hacia ella con el ceño fruncido tratando de entender por qué razón su hija quería quedarse. Sin embargo, ella no pudo gesticular una palabra, porque ahora sus ojos solo estaban encima de su marido preguntándose por qué había mentido y fingía de esta manera.

La chica sabía que, de cierta forma Michael respetaba a su padre, y en que técnicamente Jarod era su jefe directo.

—Papá… —ella envolvió la mano del hombre mayor y le pasó una sonrisa—. Es cierto, pero… ahora si me quiero ir, creo que sobrepasé mi límite, solo quería festejar un rato más.

Jarod suavizó sus gestos y puso la palma de la mano en el rostro de Elizabeth.

—Es mejor que se vayan, pediré un chofer —se dio la vuelta y observó nuevamente a Michael con dureza mientras él estaba mudo esperando una orden—. Tu marido creo que no es capaz ni de sostenerse a sí mismo, y eso es una vergüenza que suceda, justamente en tu matrimonio.

Después de la acalorada situación, Ellie estaba sentada atrás del vehículo que su padre asignó para ellos, mientras Michael enredaba los dedos con los suyos. Con ademanes comenzaron a despedirse, la gente fuera del auto lanzaba flores y arroz hacia ellos despidiéndolos de la fiesta.

El chofer anunció que solo serían 15 minutos de recorrido, y luego de eso Ellie sintió una punzada larga en su estómago. No había cruzado una sola palabra con su esposo después de haberle mentido en su propia cara, ahora lo que ocupaban sus pensamientos es que esta era su primera noche, o madrugada, o casi mañana en que compartiría íntimamente con alguien.

Aunque fuese un tabú para algunos, la familia de la chica tenía principios morales muy arraigados, y una de las frases que su padre le había repetido durante toda su vida era: “Debes guardarte para tu esposo Elizabeth, ese es el mejor regalo que le podrás dar a un hombre respetable”

Y sí, Elizabeth era virgen en todo el sentido de la palabra, y aunque Michael le insistió infinidades de veces durante su año de noviazgo, ella fue firme hasta el final, guardando la promesa que había hecho a su padre y a ella misma.

Sin embargo, ese orgullo ahora no le estaba sirviendo para nada, porque entendía que, en unos minutos, daría paso a una nueva experiencia en su vida y pasaría a ser la mujer del hombre que estaba a su lado, que aún no le dirigía la mirada.

En silencio llegaron a un hotel que era el lujo hecho realidad, a Elizabeth no le impresionaban esas cosas, pero ahora estaba realmente emocionada por todo lo que veía, mientas caminaba con la mano firme de Michael.

Ella lo vio de soslayo pensando que el regaño de Jarod definitivamente había espantado un poco su embriaguez.  Las personas de servicio los recibieron con todo el elogio posible, y fueron llevados a la parte más alta del edificio escoltados como si fueran una realeza.

La habitación fue abierta por un botones, y luego de unas felicitaciones, les invitó a que pasaran a su suite y cerró desapareciendo al instante.

Elizabeth soltó la mano de su marido y dio unos pasos gestando una sonrisa en su boca. Todo estaba bellamente decorado. Un jacuzzi incrustado en el suelo, que acababa en la enorme ventana de vidrio frente a una vista perfecta de la ciudad de Memphis. También había una barra con varios tipos de licor y una enorme bandeja de pasabocas, frutas y chocolates que hicieron agua la boca de Ellie a pesar de la hora. Luego se giró hacia una enorme cama, donde los pétalos de rosas cubrían todo su esplendor.

Estaba emocionada, y todo el mal momento se olvidó de su cabeza cuando giró hacia Michael.

—Esto es… maravilloso —acortó la distancia que los separaba y unió sus labios hacia él—. Gracias por esto, cariño, es…

—No es mi regalo —dijo Michael mientras comenzaba a ver sus hombros desnudos.

Ellie parpadeó dejando caer sus brazos.

—¿Cómo? No entiendo…

—Esto lo hizo tu padre, Ellie, él quería darte una noche perfecta… ya lo conoces… —Michael volvió a acercarla y llevó las manos a su cuello de forma torpe para besarla impacientemente.

—Espera… ¿Cómo debía hacer esto mi padre, Michael? Se suponía que eras tú…

—¡Ay Ellie!, ya es suficiente, ven…  —la interrumpió mientras la haló hacia la cama y tiró de ella hasta que cayó directo en la orilla.

Ellie retrocedió sumamente dolida dispuesta a quitarle las manos de encima, pero el hombre recostó su cuerpo en ella inmovilizándola por completo.

—Espera Michael, despacio… —dijo cuando vio que la estaba desvistiendo rápidamente y sin tener el cuidado que ella pensó que debía tenerse la primera vez.

Pero, nada hizo detenerlo. El hombre quitó su vestido rápidamente y junto con eso, él también se quitó la ropa sin decoro. Por primera vez ella vio a un hombre desnudo y sintió que su garganta se apretaba cuando su panti fue bajado de un tirón, Michael puso la mano en su pecho con aspereza dispuesto a entrar en ella, sin siquiera decirle una sola palabra.

Ella trataba de acoplarse a la forma ordinaria, ruda y sin previo aviso de su esposo, no estaba preparada, ni en su cuerpo ni en su mente, ni tampoco estaba excitada como para querer que el acto comenzara. Anteriormente ellos se besaron mucho, y ella estuvo a punto de rendirse queriendo que Michael se convirtiera en su hombre, sin embargo, ahora nada estaba sucediendo de la manera en que lo soñó.

Ese momento especial del que todas sus amigas hablaban en sus extensos cafés, no estaba presente a pocos minutos de unirse con su esposo, ese momento mágico del que todas hablaban, no estaba siendo sentido en su piel, porque ahora solo podía sentir unas manos rústicas que maltrataban su piel y una respiración olorosa a alcohol que provocaban un poco de repudio a su propio cuerpo.

Cuando ella sintió la intimidad de Michael cerca de la suya, dio un brincó llevando los hombros de su marido hacia abajo.

—¡Espera…! creo que no estoy lista, Michael, puede doler, lo he leído, ¡espera por favor! —suplicó agitada y asustada. Realmente estaba aterrada.

—No digas tonterías, no pasará nada… —las palabras del hombre salían entrecortadas, él ni siquiera la estaba mirando.

En cuestión de segundos Ellie fue invadida de un solo tirón, la presión, la irritación y un profundo dolor la dejó sin aliento, pero no pudo sino soltar un quejido más una lágrima que se asomó en la esquina de sus ojos.

—Así es Ellie, gime para mí… ¿Te gusta rudo no es así? —después de la pregunta Michael volvió a introducirse y esta vez más áspera, haciendo que Ellie lo tomara de los hombros y clavara sus uñas mientras sus lágrimas siguieron bajando por sus mejillas.

El sollozo se hizo más profundo, pero eso no fue suficiente para que su marido se detuviera, así que después de dos minutos de martirio, ella vio como Michael aceleró las embestidas que estaban quemando su piel y luego soltó un bufido para luego recostar todo su cuerpo encima de Elizabeth.

Sus respiraciones chocaban, la mirada de su esposo se conectó con ella y luego rodó en la cama y se puso una sábana encima, dándole toda la espalda y acompasando su respirar.

El cansancio y el sueño de Ellie ahora habían desaparecido, ella solo estaba mirando al techo con el corazón hecho una pasa pensando en cómo las cosas pasaron de esta manera. Desvió la mirada a la espalda de Michael mientras sus lágrimas fueron cayendo irremediablemente. Le dolía, sentía un escozor enorme entre sus piernas, pero la opresión más grande ahora estaba instalada en su pecho. Ella sentía que se comprimía en miles de pedazos, y solo cuando fue a mover su muslo, se dio cuenta de que estaba mojada.

Se sentó de golpe y se sorprendió en ver una mancha enorme como si tuviese el periodo. Trató de levantarse rápido, pero una punzada se prensó en su vientre haciéndole sacar un quejido de su boca.

Rápidamente se fue al baño para cambiarse y tratar de aliviar ese ardor que no se iba, como también tratar de entender cómo su primera vez había sucedido de esta manera tan paupérrima.

Sentada en la tina recostó su cabeza entre las piernas mientras trató de llorar todo lo que pudo, había escuchado tantas historias, pero supuso que la realidad era diferente. Su hombre perfecto dio otra cara en solo una noche, y ella solo estaba rezando en este momento porque todo esto se debiera a lo mucho que había bebido en la ceremonia.

Después de secarse y de sacar algo de su maleta, trató de colocar algunas sábanas limpias encima, sin molestar a su esposo que literalmente estaba profundo. Se sentó con mucho cuidado y luego recostó la cabeza en la almohada tratando de dejarse llevar por el cansancio y sus ojos irritados.

—Ojalá esto fuera una pesadilla —susurró para ella misma—. Ojalá lo fuera…

***

La insistencia en su brazo más unos susurros que no podía entender cerca de su oído, hicieron que Ellie parpadeara varias veces, al principio fue borroso, pero a medida que pasaron los segundos, ella divisó la amplia sonrisa que Michael estaba ofreciéndole en ese instante.

Entonces su corazón latió con fuerza.

—Buenos días, amor… ¿Cómo amaneció la princesa de mi vida?, la reina de mi corazón —Michael delineó su rostro con aparente ternura mientras le dio un beso cálido en la frente.

Sin embargo, Elizabeth solo podía estar asustada, una mezcla de sentimientos la envolvieron al ver que estaba frente a un hombre que definitivamente no conocía…

Capítulo 1

Con el lapicero en su boca, Ellie seguía con la mirada perdida. El día estaba en un tono gris oscuro, y con algunos relámpagos al final de la ciudad.

Un suspiro salió de su boca y luego comenzó a golpear su escritorio con el lapicero. Estaba tan aburrida, tan confusa, tan triste.

Deslizó la mirada a su pantalla, eran las 10 de la mañana, tenía un montón de trabajo por hacer, pero sus manos no respondían porque su mente solo estaba en la noche de ayer.

Se sentía miserable, literalmente eso era lo que su cuerpo insatisfecho le reclamaba ahora mismo, porque no podía dejar de recordar el momento en que Michael llegó a casa y tuvo sexo con ella, pero como todas las veces, nada daba resultado. Ella solo quiso pensar en una película que había visto, una que despertó algunas sensaciones en su cuerpo dormido días anteriores.

Así le llamaba Michael, cuerpo dormido y frígida, porque simplemente no podía sentir algún placer cuando estaban en la intimidad. Negó varias veces para colocar su palma en la frente que ya se estaban asomando algunas gotas de sudor, sus pensamientos estaban mal, y si seguía como seguía, ella debía ir a un psicólogo, porque tal vez tenía un problema muy serio.

Estuvo segura por un tiempo que, cuando sus amigas hablaron de esa película erótica, ella tendría mejores resultados. Preparó todo sabiendo que su esposo llegaría más temprano en la noche, y se colocó unas prendas que le parecieron bonitas de una tienda de lencería que era resonada ahora en Memphis.

Las escenas estaban en su cabeza, ella pondría de su parte para alcanzar la maravilla que sus chicas describían, y que hipócritamente les aseguraba experimentaba todo el tiempo con su marido. Pero la verdad es que Elizabeth Hansen, jamás en su vida había alcanzado un orgasmo.

Todo su trabajo se vino abajo cuando Michael le dio una mirada:

—¿Qué clase de mierda es ese atuendo? ¿Acaso eres una puta? —despotricó su esposo nada más entró a la habitación.

Ella se revisó rápidamente mientras sus piernas temblaban en anticipación. La mujer que le había vendido la lencería dijo que no era vulgar y que le quedaría bien a ella, prometiendo que su marido quedaría boquiabierto. Ellie no supo donde quería meterse y solo pudo gesticular una sola palabra.

—Lo siento…

Con un par de zancadas su marido llegó hasta ella y luego le atrapó el brazo con rudeza.

—¿Qué tienes en la cabeza, Elizabeth? ¡No quiero a una zorra como mujer!, compórtate como la mujer casada que eres…

—Yo… —Los labios de Ellie temblaron, su plan se había arruinado, y definitivamente olvidó la película por completo—. Solo quiero que ambos podamos sentirnos cómodos haciendo el amor, Michael…

—No es mi culpa, querida Ellie —Apretó sus palabras con un poco de rabia—. El problema eres tú, y con todo esto solo me alejas, a veces ni siquiera me apeteces…

Michael dio una mirada larga a su cuerpo y luego tensó la mandíbula, como si hubiese cambiado de opinión. Nadie en su sano juicio rechazaría una mujer como ella.

Sus manos comenzaron a tomar sus caderas y luego la empujó a la cama.

—Pero ya que estás tan urgida de sexo, pues no me queda de otra…

Elizabeth sabía que esto no los llevaría a nada, sin embargo, solo serían unos minutos, lo único que le preocupaba todo el tiempo, era que su intimidad quedaría resentida después del acto, porque ella ni siquiera alcanzaba a mojarse como era debido.

Definitivamente tengo un problema, se repitió en su mente mientras Michael entraba en ella varias veces y escondía la cabeza en su cuello. No se molestó en moverse o en abrazarlo, en algunas ocasiones lo intentó y él parecía fastidiarse con su intensión.

Entonces contó los minutos y como todo el tiempo, él se rodó sobre ella después de descargarse, y luego la besó para decirle que había estado genial.

Negó apretando los ojos y volviendo de su recuerdo. Toda su mierda estaba llegándole al cuello, y no sabía por cuanto tiempo podía soportar toda esta indiferencia.

Frente a la gente, Michael era el esposo que todas querían tener, atento, cariñoso, y comprensivo, sus amigas vivían botando la baba en cada charla, y su familia… esa era la peor parte; Ellie les mentía sobre su relación, porque si algo estaba fijado en su núcleo familiar, era que los matrimonios debían permanecer para siempre y que era lo más sagrado que uno podía tener. Por lo tanto, un divorcio era algo totalmente imposible, un tema intocable en las posibilidades de Ellie.

Y no solo eso, muchas cosas estaban en medio, sus familias prácticamente eran socias en todos sus negocios.

Michael y su familia poseían pequeñas empresas de comercialización de alimentos aquí en Memphis; él era el segundo hijo de los Hansen, junto con su hermano mayor, Adem. Sus padres Benjamín, y Margaret Hansen, comenzaron hace unos años el negocio, hasta que llegaron a contactarse con Jarod, el padre de Ellie, para que luego hicieran una alianza comercial.

Ambas familiar cayeron como anillo al dedo, la empresa de los Hansen constaba en importar y exportar productos alimenticios, y la familia de Ellie, los Morgan, la producían.

Jarod tenía miles de hectáreas dispersas por los Estados Unidos, pero principalmente, sus mayores ganados y espacios de producción, residían en Texas. Sostenía no solo la producción animal, sino también vegetal, y si se iba a la realidad, la producción alimentaria era una de las empresas más sostenibles que generaban grandes ganancias en los Estados Unidos, el comercio alimentario era sólido por el motivo de ser la necesidad número uno para el sostenimiento de la vida de una persona.

Si se colocaba en un punto de comparación, la riqueza de los Morgan sobrepasaba unas 10 veces a los Hansen, pero eso no importó mucho a Jarod cuando vio en Benjamín, la capacidad de trabajo y de emprendimiento en el hombre. Harían un buen equipo, y eso pudo verse reflejado durante todos estos años juntos, contando los 4 años de casados que cumpliría la pareja que selló y afianzó la alianza empresarial.

Sin embargo, en los últimos 5 meses, las cosas se estaban colocando complicadas, muchas comercializadoras estaban saliendo a flote con nuevos proyectos y mejores presentaciones, las cifras estaban cayendo notoriamente y esto estaba inundando de tensión las reuniones y los encuentros familiares. Eso sin contar que la parte financiera solo estaba en manos de Ellie Hansen.

Ni una firma, ni un papel, salía de esa empresa si no fuera por su autorización.

—Señora, Hansen, la reunión comenzará pronto —Lindsay, su secretaria personal, llegó a su escritorio tocándole el hombro para que ella despertara de su despiste.

Ellie asintió con una sonrisa y luego cerró su computadora portátil.

—¿Michael está allí? —preguntó a su secretaria, mientras tomaba algunas cosas para ir a la sala de juntas.

—No lo he visto, Señora Hansen, pero creo que está en la empresa.

Ellie asintió y luego le dio unas carpetas para que Lindsay archivara. La palabra señora aún no la pasaba completa, aunque realmente con sus 24 años, casi 25, ella se sentía como una vieja.

Amargada y aburrida.

El edificio donde estaban ubicados se encontraba en el centro de Memphis, no era un edificio costoso, ni lujoso; constaba de 5 plantas, amplias y espaciosas, todas debidamente organizadas por Elizabeth, para que el desarrollo de sus empresas funcionara al 100%.

Jarod, no era muy apegado a estar en una oficina, solo se hacía presente en momentos como este, en donde tendrían una reunión, una que tenía a Ellie de los nervios y con la mente confusa. El padre de Elizabeth se concentraba más en la acción, aunque su hija le había dicho en repetidas ocasiones que ya era muy viejo para esos trotes y que había gente a cargo que tenía esas responsabilidades.

Pero de cierta forma Ellie lo entendía, él había trabajado demasiado duro para levantar un negocio como este, uno que se estaba escurriendo de sus manos, y ella aún se preguntaba ¿Por qué?

Caminando hacia el salón, vio que todos ya estaban sentados en la mesa larga, y por supuesto su marido no estaba presente, así que , ella debía tener cualquier excusa pendeja hacia su padre, de nuevo.

Saludó al personal, allí estaban algunos gerentes de la empresa, abogados que estaban haciendo actos de presencia, su padre que estaba sentado en toda la punta de la mesa como feje principal, mientras que el padre de Michael, Benjamín, estaba a su lado izquierdo.

Todos se colocaron de pie, ella era la única mujer presente, pero estaba acostumbrada, Ellie pisó esta empresa desde que solo era una construcción vieja y ella tenía 10 años cuando eso.

—Padre… —Saludó Ellie llegando hasta el puesto de Jarod dándole un beso en la mejilla, para luego girar y hacer un ademán con la mano a los demás—. ¿Cómo están?

Elizabeth se volvió a su suegro y él le dio un abrazo efusivo, apreciaba a su suegro con sinceridad, algo que no podía decir de su suegra, porque la madre de Michael se había convertido para ella, como una piedra en el zapato. Jamás pudo tener armonía con esa mujer.

—¿Dónde está Michael? —la pregunta llegó a sus oídos una vez tomó asiento y alzó las cejas mientras su padre esperaba una respuesta.

—Creo que debe estar haciendo el recorrido.

Jarod dio un puño a la mesa y luego negó.

—Papá… —susurró Ellie tomándole del brazo.

—Estoy impaciente Ellie, la reunión debía comenzar hace 15 minutos, él debería estar aquí antes que yo…

Ella pasó un trago y luego desvió los ojos hacia Benjamín pensando que él podía excusar a su hijo, pero nada salía de su boca, el hombre parecía no importarle que Jarod dijera nada de Michael.

—Si quieres, puedo ir por él, no debe estar muy lejos…

—No, comencemos… ¡Ida…! —Jarod llamó a la asistente de Michael que estaba de pie en la puerta—. Cierra y que nadie entre, sea quien sea…

Elizabeth observó a su padre con los ojos abiertos, lo veía realmente enojado y frustrado y eso de cierta forma la incomodó. «¿Había pasado algo más que las cifras bajas?», Pensó de inmediato mientras su padre abría una carpeta gruesa y comenzó a pasar hojas para todos.

Ellie tomó el par de hojas que estaban unidas por una grapa y sus ojos se agrandaron cuando vio allí plasmado una escala devastadora para la empresa. «¿Qué significaba todo esto? ¿Qué eran esos despachos que se marcaban en rojo?»

Ella quiso preguntar enseguida, pero la voz de su padre se esparció por todo el salón dejándolos en silencio.

—Estamos en problemas serios…

Los ojos de la chica se alzaron y miraron fijamente a su padre.

—No recibiremos los pagos de los despachos de este mes —dijo Jarod sin mirar a nadie por un momento, y luego giró hacia su hija—. Por eso no has recibido los informes, y no sabes nada de esto, esas estadísticas nunca llegarán.

—¿De qué estás hablando? —Preguntó Elizabeth nerviosa.

Jarod giró hacia Benjamín, haciéndole una ceña y luego el hombre intervino.

—Ninguna distribución llegó a su punto, las ciudades principales como Los Ángeles y New York nunca recibieron los cargamentos.

La garganta de Ellie se apretó hasta el punto de la asfixia, eso solo significaba una ruina enorme, un desfalco incalculable.

—Pero yo hice un papeleo perfecto, todo el recorrido estuvo debidamente planeado, ¿Cómo sucedió algo como esto? —preguntó tan confundida que se sintió aplastada, ella estaba preparada para hablar sobre más cifras bajas, no una perdida millonaria.

—Aún no lo sabemos… —Agregó Benjamín soltando el aire.

—Sin embargo, se están haciendo las investigaciones pertinentes, más de la mitad de la mercancía estaba asegurada, y todo estaba en la debida regla para que las aseguradoras puedan responder a la perdida —esta vez el abogado de la empresa, Brendan Cold, intervino llamando la atención de la chica.

—Tengo todo guardado, con facturas y registro, no hay problema en lo que me pidas —respondió Ellie mientras el hombre asintió, luego volvió al lugar de su padre con la mirada—. ¿Hay alguna información de lo que pasó?

—Solo que no llegaron, la empresa transportadora está haciendo las investigaciones, solo debemos esperar —respondió Jarod fatigado con el rostro cansino.

Ellie llevó la mano al brazo de su padre y lo apretó.

—No te preocupes mucho, se resolverá… mientras… déjame pensar en algo… alguna estrategia que nos ayude a solventar esta situación… la transportadora deberá responder, hay choferes, familias de por medio, todo debe tener una solución.

—El hecho Ellie, es que no somos los únicos que están pasando por esto —agregó Benjamín con una calma que puso más nerviosa a la chica—. Hay una investigación, varias empresas transportadoras están padeciendo la misma situación, los cargamentos son violados, quitados y desaparecidos, parece una red que la policía está siguiendo.

—¿Tanto así? —expulsó Elizabeth agitada.

Su padre asintió.

—Ninguna ha sido remunerada, porque es como si los cargamentos desaparecieran de la tierra… —Jarod alzó la mirada y ella pudo ver que había un poco de desesperación en sus ojos—. Es muy probable que quedemos sin remuneración, ni seguro, o alguna compensación por el suceso… la aseguradora no puede reponer tantas perdidas…

El pecho de la chica se comprimió en un segundo, esto era devastador.

—No nos daremos por vencidos señores Morgan, haremos todo lo posible por buscar una manera —volvió a intervenir Brendan Cold.

Jarod levantó una mirada y les sonrió a todos asintiendo mientras apretaba la mano de Ellie.

Los gerentes y personas encargadas sacaron a flote algunas técnicas posibles para disuadir unas semanas a los bancos, algunas ideas eran asomadas, pero Jarod mantuvo el silencio durante toda la hora de reunión, hasta que al final el abogado lanzó las opciones que estaba a la mesa para seguir el asunto.

El corazón de Ellie estaba aplastado, su vida estaba lo suficiente dañada, y ahora se sumaba la tristeza de su padre, que no era para menos, ellos podían entrar en bancarrota, y la empresa se podía ir abajo si no conseguían el dinero suficiente para invertir capital y suavizar el impacto de ese desfalco.

Después de una hora, todos se levantaron de la mesa, el padre de Ellie la tomó de la mano y ella supo que tendría una charla privada con él.

Jarod se rascó los ojos y esperó que la puerta fuera cerrada nuevamente para darle una mirada seria a su hija.

—Ellie, necesito un informe detallado del capital general, no incluyas a nuestros socios, ni siquiera a la familia Hansen…

Ella arrugó el ceño haciéndole una pregunta con sus expresiones…

—¿Qué tienes en mente? —preguntó confusa.

—Tengo algunos contactos, después de ese informe, ambos escribiremos unos correos.

Elizabeth se recostó a la silla y luego apretó su cuello.

—Lo haré, pero… —ella pensó por un momento—. Dame un día, quiero pensar en algo, si vas a enviar una petición, al menos deberíamos tener una propuesta.

—No tengo nada en mente, solo pienso en sacar provecho de algunos favores que hice en el pasado —respondió Jarod pasando sus manos por el rostro.

—Papá —Ellie tomó su mano y la apretó—. Dame un día o dos, pensaré en algo. Sabes que no es lo mismo que te devuelvan un favor, a que alguien se interese porque vea potencial en nosotros… nuestra empresa es buena, la producción de Texas es de las mejores, son productos de calidad y lo sabes, no puedes pensar que todo se arruina porque si…

Su padre asintió y luego acarició su muñeca.

—A veces me arrepiento de consentir este matrimonio, Ellie —el cambio de tema tan profundo impresionó mucho a la chica.

—¿De qué hablas, padre? Michael y yo estamos bien, no te preocupes por eso… no le digas a mamá sobre lo que está ocurriendo, ni a los chicos ¿de acuerdo?, ve y descansa, yo me encargaré.

Él negó rápidamente.

—El que debería estar aquí preocupado, es tu marido, Elizabeth, tratando de resolver lo que tú vas a resolver, este es el oficio de un hombre, tú deberías ser su apoyo nada más, ¡él debería estar aquí!

Las palabras de su padre solo ayudaron a joder más su estabilidad. Lo amaba mucho, lo adoraba como a ninguna otra persona en el mundo, pero le jodía que fuese tan machista y tan cerrado a tantos temas que ella hubiese querido soltar con él. Tal vez si no tuviese ese pensamiento tan cuadrado, ella no lo hubiese dudado, le confesaría muchas cosas que estaban destruyendo su autoestima, que estaban matando su confianza y estaban reduciéndola a una nada, porque ahora, ni siquiera podía verse como una mujer bonita.

Su silencio se prolongó, esto era todo, no había nada más que decir del tema y en disimulo, ella tomó su carpeta y se levantó.

Estaban literalmente perdiendo su empresa, no podían estar discutiendo sobre su matrimonio ahora.

—Nos vemos papá, salúdame a mamá, y dile a Emy que iré el fin de semana.

Él asintió mirándola de reojo y Ellie salió definitivamente del salón de reuniones. Sin pensarlo dos veces fue a su oficina, cerró la puerta y pegó su espalda en la pared para soltar los sollozos que había reprimido durante una hora. Ahora todo estaba revuelto, la empresa, su familia y la relación tan flácida con su esposo. Soltó el aire mientras su cuerpo drenaba y las lágrimas rodaban en su mejilla.

Caminó al escritorio y sacó unos pañuelos de papel, pasando los mismos por su cara, tratando de mantenerse serena.

Una notificación sonó en su móvil y ella lo leyó rápidamente. Allí estaba el grupo de sus 5 amigas, “casadas y desatadas” se rio en ironía, ella era todo menos eso. Abrió el icono y al menos unos 100 mensajes estaban deslizándose por la pantalla, lo único que pudo ver rápidamente era que se iban a reunir a la hora de almorzar, porque parecía que había un chisme nuevo que las dejaría paralizadas a todas.

Negó mientras salió de la conversación, debía trabajar mucho, y luego se excusaría con ellas. Justo cuando abrió la pantalla de su computadora, la puerta fue abierta, sin que llamaran primero.

—Tu padre se fue de la empresa, no pude saludarlo —Michael entró para cerrar un poco eufórico—. Me enteré de la situación por mi padre, ¡esto es realmente preocupante!

Ellie alzó su rostro y cruzó los brazos para mirarlo fijamente.

—Y no estuviste en algo tan importante como eso…

—No sabía que se trataba de algo como esto, estaba haciendo mi trabajo.

—¿Con quién? —refutó su esposa sin medir la consecuencia—. ¿Con Carla la recepcionista, o con Andrea la de admisión?

El rostro de Michael cambió enviándole una mirada asesina, pero ahora mismo ella no tenía la fuerza para ser sumisa ante él.

—Elizabeth…

—No es tiempo de amenazar, Michael, mi empresa y la tuya se están viniendo abajo, así que es mejor que busquemos una solución… —Ellie se levantó del asiento, era mejor el chisme con sus amigas que quedarse en este lugar, recogió su bolso, tomó su celular y se puso la chaqueta enseguida.

—¿A dónde vas? —Michael la frenó cuando ella pasó por su lado para salir.

—Con mis amigas, a almorzar —ella lo miró retadora, con los labios rojos y los ojos rojos por la irritación—. Pero puedes enviar a alguien detrás de mí, como lo sueles hacer… no me importa porque ni siquiera soy capaz de tener un mal pensamiento en contra de ti —después de sus palabras el rostro de Michael se suavizó, pero eso encendió más su desgracia y la irritación se apoderó de ella—. Y me odio por eso… —agregó obteniendo nuevamente la atención de su marido—. Me gustaría ser como tú, que se mete en cualquier pierna y viene y me ve con esos ojos sin tener alguna culpabilidad en ellos.

El hombre transformó sus gestos, empujó a su esposa y alzó la palma queriendo abofetear su mejilla, su puño se cerró y luego apretó duramente el rostro de Ellie. La miró duramente por algunos segundos y luego le empujó la cara hacia a un lado, para salir sin decir una palabra.

Pero no era necesario, los hechos de Michael ya eran suficientes para ella.

Los sentidos de Ellie se agudizaron, y para cuando ella logró mantener el equilibrio, su esposo ya se había ido de su oficina…

Comentar con Facebook