Elizabeth Bosch es una de las empresarias más importantes de New York, famosa por su belleza, su talento para los negocios, pero también por sus gustos extravagantes en la intimidad y su forma de tratar a los hombres… a la raza humana en general. La única persona que aplaca su carácter es su hermana menor, Angelina. Pero un hombre enfrentará a estas hermanas, donde cada una deberá tomar elecciones sobre el amor, algo que Elizabeth no conoce.
Capítulo 1
Me bajo del auto, caminando igual que siempre, con paso decidido, demostrando que con mis tacones podría pisotear el mundo si se me diera la gana. Pero por ahora necesito peones que trabajen para mí, así que me guardo las ganas de desaparecerlos y me desahogo en mis sesiones de s3xo duro con mi amante de turno.
Tres metros antes de llegar a la puerta, esta ya está abierta y despejada, en el hall principal de mi edificio nadie pasa por delante y, aunque todo el mundo me saluda sin mirarme a los ojos, yo no respondo ni un solo saludo, no tengo por qué hacerlo.
Knox ha llamado al ascensor y mantiene las puertas abiertas para mí.
-Buenos días, señorita Bosch – ingresa al ascensor conmigo y saca su agenda -. Hoy tiene confirmada la cita con el grupo Portman, para las tres de la tarde. Por la mañana tenemos la reunión con el directorio, para analizar las posibilidades de aceptar una oferta de William Portman…
-No me interesa. Yo soy la CEO de esta empresa, lo que diga el directorio me tiene sin cuidado – le digo levantando una ceja a través de mis lentes de sol -.
-Lo sé, pero ellos se sienten con el deber de señalarle lo que debe hacer, como si usted lo necesitara.
-Por eso me gustas, porque sabes lo que me gusta oír – detengo el ascensor y acorralo a mi asistente contra una de las esquinas -.
James Knox tiene veintiocho años, de cabello castaño, un metro setenta y cinco y bien formado, es un maldito dios en la cama, me deja hacerle lo que se me pega la gana y está bien equipado, por eso ha durado tanto bajo de mi cuerpo.
Pero también es un chico inteligente, si ha visto alguna conspiración en mi contra, la elimina de raíz, yo solo me entero cuando ha ejecutado la sentencia, lo que me agrada más aún, porque así solo me dedico a hacer crecer mi imperio.
Cualquiera que no me conozca podría pensar que estoy enamorada de él y por eso le dejo tanta libertad, pero lo que no saben es que, si mete la pata, me lo cobro caro.
-Se-señorita Bosch – me dice cuando meto mi mano en su pantalón -. Recuerde que mandó instalar una cámara en el ascensor…
-Me importa una mi3rda si me ven haciendo lo que tengo en mente ahora – lo tomo de la nuca con la mano libre y lo beso con violencia -.
Me da acceso a su boca, mi lengua lo invade sin piedad, muerdo su labio inferior y lanza un gemido cuando mi mano aprieta su mi3mbro.
-Eres mío, hasta que me canse de ti. Si quiero foll4rte en medio del pasillo de presidencia, lo hago… si alguien se quiere quedar mirando, es su problema, no el mío… ¿Tú tienes algún problema con eso?
-N-no, claro que no – me dice moviendo sus caderas, mientras lo masturbo -.
-Hoy en la noche, te quiero en mi departamento. Vamos a terminar allí lo que empecé aquí – le dejo un beso rápido y sonoro -. Has sido un buen chico, prepara tu mejor cara de combate, irás conmigo a esa junta de directorio.
-No diré nada sobre eso – dice arreglándose la ropa y acomodando su bulto para que no se note, pero eso es imposible -. Si quiere que esté allí, lo haré.
Se para erguido, como si el huracán Elizabeth no lo hubiese atacado. Deja la agenda a la altura de su bragueta, pero lo miro quitándome las gafas.
-No te avergüences de él, si los hombres se ríen es por envidia, si las chicas se quedan con la boca abierta es porque sueñan con tenerlo dentro de ellas… – salgo del ascensor caminando directo a mi oficina -. Pero por ahora, es solo para mí, y yo no comparto.
-Sí, señorita.
Me sigue hasta la oficina, mueve la silla para que tome asiento y abre una carpeta con documentos que debo firmar. Sale para tomar su lugar en el cubículo frente a mi oficina y, a través de la puerta de cristal lo veo enterrar la cabeza en el ordenador, escribir como loco y contestar el teléfono a la vez.
Me olvido de mi asistente y comienzo a revisar cada documento.
Luego paso a una carpeta con los nombres de los nuevos aspirantes para las distintas áreas. Me llama la atención el nombre de una de las chicas, es la única que no tiene fotografía, llamo a James y se para de inmediato.
-Esta chica, no tiene fotografía, pide a Recursos Humanos una fotografía o queda fuera, aunque sea la pasante ideal para el departamento de diseño tecnológico.
-Ya estoy en ello – me dice marcando desde su celular al departamento -.
Sale de la oficina, porque sabe que no me gusta oír cómo hace su trabajo, continúo con lo mío y unos minutos después, ya vuelve con una respuesta.
-Bien, no tienen una fotografía. Pero me dijeron que pueden llamarla para pedirla.
-No, esto se soluciona fácil – busco el expediente y marco el número de la chica -.
A veces, prefiero hacer las cosas a mi manera. En cuanto voy anotando los números, me aparece un nombre que conozco muy bien.
-¡Maldición! – llamo y al tercer timbrazo me responde -. Con la señorita… ¿Dalia Jackman?
-Ay, por Dios… no es lo que piensas…
-No me mientas, es justo lo que es. Si querías hacer la pasantía aquí, solo debías decirme.
-Para ser honesta, postulé a otras cuatro empresas. No creí que pasaría el filtro de tus sabuesos.
-¿Cómo lo hiciste? Aquí todos saben que eres mi hermana.
-Lo mandé por correo.
-Angelina, que sea la última vez que me ocultas algo así…
-Elizabeth – suspira cansada -, eres mi hermana mayor, agradezco todo lo que has hecho por mí, pero debo tener mis propias alas para volar.
-No hables de esa manera, sabes que lo detesto.
-Bien, ya estoy grande y debo cuidarme sola.
-Sabiendo que eres tú, te quedas con el puesto.
-¿Solo por eso?
-Bueno, venía tu expediente en la lista de seleccionados para los cargos solicitados. Yo soy quien termina de dar la última palabra, sin conocerte ya te quería aquí, así que Recursos Humanos se pondrá en contacto contigo para decirte cuando empiezas. Adiós.
-Adiós, hermana querida, nos vemos.
James se ha quedado parado allí, escribiendo miles de esas cosas que solo él escribe. Lo miro fijamente y se va. Así es, escuchando conversaciones ajenas y trabajando a medias, pero ya me las cobraré por la noche.
Sigo en lo mío, hasta que James me dice que ya todos esperan por mí en la sala de reuniones. Me pongo mis lentes de sol y camino con plena seguridad. James me abre la puerta y todos se ponen de pie, vuelve a tomar asiento cuando yo lo hago. James es quien rompe el silencio.
-Esta reunión extraordinaria es para opinar acerca de la propuesta de William Portman, quien desea invertir en Bosch Technology & Industries, a cambio del 20% de las acciones.
-Yo creo, señorita Elizabeth – dice Carlson, uno de los accionistas más antiguos -, que es una oportunidad excelente, Portman tiene ideas tecnológicas que podrían abrir el campo de visión de nuestra empresa.
-Sí – dice Angie Bowman -. La verdad es que él es un hombre muy inteligente, realmente capaz de hacer grandes cosas por esta empresa, si se le abrieran las puertas.
-Perfecto – les digo, sin ganas de querer escuchar a nadie más -. Entonces, me imagino que entre ustedes le darán ese 20%, porque de mi 51% no saldrá – todos se me quedan viendo y miran la mesa -. Eso pensé. El asunto aquí es que, yo no quiero un nuevo accionista, para eso los tengo a ustedes y ha sido el peor error de mi vida dejarlos entrar – todos se me quedan viendo, algunos sorprendidos y otros con mala cara -. Entre mi hermana y yo, seguimos teniendo el 60% de la empresa, por lo que la decisión recae en nosotras, y ya que tengo un poder absoluto para decidir por ella, entonces digo que no.
-Pe-pero, ¿para qué es la reunión de hoy por la tarde?
-Para dejarle claro a William Portman que ni una sola acción de esta empresa está a la venta, a menos que alguno de ustedes quiera vender las suyas y dejarle el lugar a este tipo. Ahora, si me disculpan, me voy a trabajar, porque yo sí tengo mucho que hacer.
-Espere, deberíamos votar – dice Carlson -.
-Le recuerdo que las votaciones no son por mayoría, sino por la cantidad de acciones, sigo ganando. Si no les gusta el manejo que tengo sobre mi empresa, pueden venderme sus acciones, las que pagaré con gusto por el triple de lo que ustedes pagaron.
El silencio es absoluto, todos saben que irse de aquí es perder una renta fija bastante importante, sus lujosas casas en The Hampton o en Los Ángeles serían las primeras en desaparecer y tendrían que buscar algo similar, pero sería imposible.
Salgo de la sala, con paso decidido a mi oficina, James me sigue de cerca, veo la hora y siento que no me puedo aguantar hasta la noche, una sesión de s3xo exprés me vendría bien para eliminar tensiones.
-James, al cuarto de mi oficina.
-Sí, señorita.
Me abre la puerta, entra y aprieta el botón que polariza todo el cristal. Me voy a la habitación al lado de mi oficina, me quito el vestido y al girarme James ya está sin la ropa de arriba.
-Apresúrate, James, no tenemos todo el día. Esta vez te quiero sentado, en nuestro sillón especial.
-Sí, mi ama.
Me quedo con la lencería, un body de encaje con liguero y las medias, James se acomoda desnudo en sillón, listo para la acción.
-Así me gusta, James. Listo para darme placer.
Capítulo 2
-Tienes prohibido correrte sin mi permiso – le digo al oído, mientras me siento a horcajadas -.
-Sí, mi ama.
Le muerdo el lóbulo de la oreja y bajo por su cuello.
Si en el mundo de los negocios soy dominante, en la intimidad soy aún peor, no hay nadie en el mundo que sea capaz de decirme lo que debo hacer o no. Mi lengua juguetea con una de sus tetillas, mientras dirijo una mano para darme placer.
Presiono mi clítoris y trazo círculos que me llevan a gemir sobre la piel de James, cuando estoy lo suficientemente mojada, quito el broche que sujeta el body y me entierro en él de una sola vez.
Comienzo a moverme, con mis manos sobre el pecho de James, mirándolo fijamente, porque quiero que sepa que soy yo la que manda. Cierra los ojos cuando mis paredes aprietan su duro mi3mbro, pero le doy una bofetada y los vuelve abrir.
-¡Mírame!
-Perdón, mi ama.
Llevo sus manos a mis pechos, me muerdo el labio inferior cuando sus dedos hábiles aprietan sin piedad mis pezones.
-¡Ah! – sale de mi boca un gemido casi inocente, lo que provoca que su p3ne se endurezca más -. Te gustan así, ¿verdad? Que parezcan inocentes, pero que sean unas p3rras en la cama, como a todos.
-No, mi ama, solo me gusta usted.
-Siéntate – se incorpora un poco, ya que nuestro sillón especial no tiene espaldar -. Ahora, chupa.
Le pongo mis senos en frente y comienza a chupar y lamer, mientras yo me muevo como se me da la gana. James me mira directo a los ojos, mientras lleva sus manos a mis caderas, asiento para que sepa que tiene mi permiso de hacerlo y comienza a subirme y a bajarme sin piedad.
Mis gritos llenan la habitación, sus jadeos me enloquecen más, siento una corriente bajar hasta mi centro y aprieto su miembro, haciéndolo gemir.
-Solo porque has hecho bien tu trabajo hoy, te dejaré corr3rte conmigo.
-Gracias, mi ama.
Ataco su boca sin piedad, mientras nuestros movimientos se vuelven violentos, me aferro a su espalda y le entierro las uñas, el orgasmo es inminente… hasta que llega.
Grito cuanto se me da la maldita gana, porque esto ha sido delicioso. Hecho la cabeza atrás porque James no deja de moverse dentro de mí y termina, haciendo que mi orgasmo se prolongue aún más. Maldito chiquillo, que sabe lo que me gusta.
-Solo por eso, en la noche te dejaré que me lo hagas como te guste.
Le dejo un beso en la boca y me pongo de pie, termino de quitarme la ropa y me voy a la ducha. James llega conmigo, me da suaves masajes en los hombros mientras yo me limpio el sudor de nuestro encuentro.
-Le pedí el almuerzo para la terraza, en treinta minutos estará servido.
-Eso es demasiado tiempo.
-Pensé que querría peinarse y buscar un atuendo adecuado para atormentar a Portman.
-James, eres un genio.
A veces me da miedo de la manera en la que puede leer mi mente, pero no se lo dejo saber, porque eso sería reconocer que me conoce bien y ese es un lujo que no puedo dar.
Con eso, le daría poder para hacerme daño y nadie puede hacerme daño ya.
Salgo de la ducha, James cierra la llave y sale conmigo, me cubre con una toalla y luego se cubre él, sale a la habitación, seguramente para vestirse lo más rápido que puede. Yo me quedo para aplicarme crema, quiero que mi piel se vea suave, los encuentros con Portman siempre son para hacerlo perder la cordura.
Salgo a la habitación y james ya tiene puestos calcetines, bóxer y camisa, se coloca rápidamente el pantalón y los zapatos, sin perder tiempo.
-Si me permite hacerle una sugerencia de vestido – asiento y sigue -. El rojo la hace ver espectacular, el azul le da elegancia y sofisticación, cualquiera de los dos la haré ver maravillosa.
-Como hombre, ¿Cuál te enloquece más? – le digo sacando ropa interior de la comoda que allí tengo -.
-Por supuesto que el rojo, señorita.
-Que sea el rojo entonces.
Una vez que me coloca las bragas, James me entrega el vestido rojo. Es de escote cuello barco, se ajusta a mi cuerpo como una segunda piel y resalta mis curvas, llega hasta la casi la rodilla, pero al sentarme se sube más de la cuenta, así que me decido por unas medias ligas de color natural. Unos tacones del mismo color y ya está todo listo.
Me peino de manera que mi cabello caiga en ondas, repaso mi maquillaje, aplicando labial rojo intenso y aplicando sombra oscura, para resaltar mis ojos azules, una de las pocas herencias que tengo de mi madre y que comparto con mi hermana.
-La comida ya está servida, señorita Bosch.
-Perfecto.
Salgo de allí directo a la terraza, miro la ciudad de Nueva York a mis pies, imaginando que un día podré vengarme de aquel desgraciado que me arruinó… aunque si no fuera por él, no sería la mujer que soy ahora.
Dejo todos esos pensamientos de lado y me siento a comer, disfrutar de una buena comida luego de una sesión tan exquisita, es del mejor gusto que se pueda tener.
Al terminar, me voy al baño para lavarme los dientes, pensando en la cara que pondrá ese tonto cuando me vea. Repaso el labial y salgo a mi oficina, James está parado allí como si nunca hubiésemos tenido nada en la habitación de al lado.
-Señorita Portman, el señor William y su asistente vienen subiendo, ¿dónde desea recibirlos?
-Aquí, no pienso dar un paso más por ese hombre tan estúpido.
-¿Estúpido? Supongo que no te refieres a mí – dice William Portman, escoltado por su asistente, una chica castaña, más baja que yo y que evidentemente le teme a su jefe -.
-Portman, ¿hay algún hombre más estúpido que tú? – le digo tomando asiento en mi sillón ejecutivo, apoyo los codos en el escritorio, uniendo los dedos para dejar allí mi barbilla -.
-Supongo que creer en ti hace años, me hace un estúpido. Pero ya no lo soy, aprendí mi lección.
-Tal parece que no, vi en los sociales que te casarás con una chica bastante fea.
Su reacción me hace sonreír, pero oculto mis labios tras mis manos. Su mirada penetrante me hace recordar viejos tiempos, cuando la mirada que me dedicaba era diferente.
-James, lleva a la señorita… – me quedo mirando a la chica -.
-Montenegro – me responde nerviosa -.
-Lleva a la señorita Montenegro a la sala de reuniones, ofrécele un café o lo que sea que una dama de su categoría merezca, los adultos nos quedamos aquí, hablando asuntos importantes.
-Por supuesto, señorita – le indica la salida a la chica, pero ella se queda viendo con miedo a Portman -.
-Ve con él.
Su voz suena irritada, James cierra la puerta y Portman toma asiento en el sofá cercano a la entrada.
-Por favor, no seas tonto, ven aquí. No pienso moverme hasta allá ni gritar.
-Deberías ser más amable con sus invitados – dice de mala gana, poniéndose de pie y acercándose a la silla frente a mí -.
-Lo soy cuando se me da la gana, y justo ahora no quiero serlo.
Su ceño fruncido enmarca esos bellos ojos verdes que alguna vez me hicieron enloquecer, sonrío con satisfacción y me echo hacia atrás, apoyando mi espalda en el respaldo y suspirando, él me mira con desprecio y comienza a hablar.
-Vengo por la respuesta a la propuesta. Quiero saber cuándo podemos firmar ese acuerdo.
-Nunca – le digo sin miramientos ni consideraciones -.
-Sabes que mi ingreso a esta empresa puede ser de gran ayuda.
-No.
-Entonces como inversionista.
-Cuánto – voy directo al grano, porque no soy de las que se deja suavizar la oreja para no parecer descortés -.
-Diez millones.
-Tengo veinte veces más solo en una de mis cuentas, bien podría ser yo quien invierta en mi propia empresa, pero la verdad es que no lo necesita, las utilidades son suficientes para volver a reinvertir.
-Cincuenta.
-Ya te dije que no – echo atrás el sillón, cruzo mis piernas y me pongo de lado, dejando expuestas las ligas -. Así que me temo que esta conversación se terminó, llamaré a mi asistente para que traiga de regreso a esa chiquilla… ¿qué le pasó a la anterior?
-Mal elemento.
-Seguro no aguantó tu mal genio – giro la silla, manteniendo mis piernas cruzadas y posando las manos en los apoyos -. A los asistentes se les debe tratar bien.
-No me voy a enamorar de mis asistentes, como tú.
-Yo no me enamoro de mis asistentes – le digo con sorna -. Yo me los foll0, duro, y cuando me canso de ellos, se van.
-No entiendo qué pude ver en ti hace diez años – se para y comienza a caminar por la oficina -.
-Viste lo que fui, una mujer inocente, ingenua, débil.
-Jajaja, ¿tú ingenua, inocente? Por favor.
-Sí – le digo con tono seco -. Lo era, pero el hecho de que el hombre que amaba no me creyera, destruyó todo eso… así que te agradezco que me ayudaras a ser lo que soy ahora, una mujer poderosa, decidida y que no se deja amedrentar por nadie.
-Una p3rra, eso es lo que eres – dice lanzándose hacia mí, poniendo sus manos sobre las mías y acercando su boca a la mía como un depredador -.
-Que todavía te gusta, porque no has dejado de pensar en mí ni un solo día – le doy un beso corto y veo su reacción -.
Su respiración se acelera, con una mano me toma del cabello y me acerca a sus labios, me besa con una necesidad que yo no siento, porque lo único que me permito sentir es el placer cuando tengo s3xo e ira, cuando me desafían.
Lo dejo que se desahogue, reclino el sillón y con mis piernas lo rodeo por la cintura. Su pelvis se acerca a la mía y siento la dureza de su erección.
Todavía lo afecto, pero él a mí no.
Cuando se aleja de mí, lo hace con molestia.
-¡Maldita mujer! ¿Qué tienes que me haces caer así?
-El misterio de saber por qué algunos dicen que soy una diosa en la cama… el desgraciado de tu “amigo del alma” se te adelantó y nunca pudiste probarme, ahora deberás vivir con esa duda, de si es verdad lo que dicen de mí.
“Ahora, retírate, tengo que seguir trabajando.”
Me acomodo en mi lugar y me entierro en los nuevos diseños de drones, una de nuestras especialidades y por los cuales hemos sido objetivo de admiración. Escucho un bufido y luego el duro golpe de la puerta.
Dirijo la mirada hacia el cristal, veo que sale hecho una furia, mientras que su asistente corre tras él.
-No puedo creer que dejaras que ese desgraciado nos hiciera todo eso… peo ya no hay vuelta atrás, no para mí.
La verdad es que soy una fiel creyente de que las cosas suceden por algo y que es mejor seguir adelante, mirando a los ojos de tus enemigos, para que sepan quien le dio la estocada final antes de que se vayan al infierno.
-Te veré en el infierno, Jacob Sanders…
Capítulo 3
Luego de un día gratificante de trabajo y de sacar de quicio al tonto de mi exnovio, llego a mi departamento de soltera, donde hago todo lo que se me da la gana, como andar desnuda. Aquí solo viene mi esclavo de turno, nadie más tiene permitido subir.
Me voy al vestidor, dejo toda mi ropa doblada y salgo a recostarme en el sofá que da al enorme ventanal, las luces de Nueva York me encantan, no se apagan hasta el amanecer, mientras yo vivo mil placeres aquí, otros viven los suyos allá.
Escucho unos pasos que se dirigen al vestidor, minutos después aparece James completamente desnudo, con su amigo despierto y listo para la acción.
-Te demoraste un poco, pero eso sirvió para que me diera placer – me levanto y lo llevo a la cama -.
Se deja caer y comienza a moverse de tal manera que queda sentado, mientras yo gateo hasta él, miro su mi3mbro y me saboreo, sus ojos están oscuros por el deseo, lo tomo con ambas manos y comienzo a chupar como si fuera un rico helado en verano.
-Oohh… – gime él, sin apartar la mirada de la mía, porque sabe que me gusta ver a mis hombres a la cara -.
Dejo una mano subiendo y bajando su miembro, mientras la otra la llevo a mi intimidad, para darme placer. Cuando está lo suficientemente duro, termino de llegar a él y lo monto de una vez, dejando escapar unos gritos de placer de ambos. Me muevo como me gusta, sin piedad, mientras él se dedica a jugar con mis senos como se le da la gana.
Me corro en un orgasmo delicioso, me salgo de él y me pongo en cuatro, dejando expuesto mi trasero.
-Tu recompensa.
Me da un par de nalgadas, que me hacen gemir de satisfacción, se entierra en mí de una sola vez y comienza a moverse sin piedad, enterrando sus dedos como garras en mis caderas. Nuestros cuerpos chocando, uno contra el otro, nos lleva a un nivel de excitación conocido. De mi boca no dejan de salir gemidos y lamentos de placer, mientras que él no deja de jadear, parecemos un par de animales en celo, lo que me excita aún más.
-James…
Me da un par de nalgadas más, lo que me hace terminar y desplomar mi pecho en la cama, mientras él sigue embistiendo, hasta que se corre fuera de mí, dejándome bañada con su semilla.
-Eres un sucio – le digo volteándome y dándole una cachetada, él solo sonríe y me mira con deseo -. Lo hiciste apropósito, para bañarme y volver a f0llarme.
-He aprendido de la mejor, mi ama.
-Vamos.
Salimos de la cama y nos vamos a la ducha, comienzo a lavarme para quitarme su rastro, pero me voltea y me arrincona en la esquina.
-No quiero, James… – le digo con negación fingida -.
Nuestra relación en este lugar se trata todo de fingir roles, soy su ama, le he enseñado los límites que puede traspasar y en qué momento, pero en cuanto mi palabra es “no” a secas, sabe que debe parar.
Me abre las piernas, levanta una para apoyarla en su hombro y se pierde en mi intimidad…
Me saca dos orgasmos más en la ducha, me vuelve a ensuciar y luego se encarga de limpiarme, con dedicación.
-James, ¿sabes que esto se puede terminar? – se lo pregunto cada semana, solo para recordarle que yo solo disfruto de los cuerpos de los hombres, no entrego nada de mí -.
-Prefiero no pensar en eso, mi ama – me dice aclarando la espuma de mi cabeza -.
-No debes olvidarlo. Hasta ahora eres quien más ha durado en este papel, porque además eres mi asistente y lo haces bien.
-Lo sé, pero no pierdo la esperanza – me volteo y lo miro a la cara -.
-No las tengas. Conmigo nadie tiene esperanzas. Yo no tengo corazón, soy la maldita p3rra que querían que fuera y eso me satisface, porque tengo lo que quiero, cuando quiero y de quien sea. Tú no eres la excepción.
-Bueno, al menos me usa de una manera bastante conveniente para los dos – se encoge de hombros y cierra la llave -. Creo que debería llevarla a la habitación, para secarle el cabello.
-Puedo caminar sola, todavía no ha nacido el hombre que me lleve en brazos y viva para contarlo.
Salimos del baño y nos vamos a la habitación, donde James se dedica a mi cabello, ambos completamente desnudos. Luego de eso nos vestimos y cada uno toma rumbo a sus respectivos hogares.
…
Llego a la casa que comparto con mi hermana, ella aparece feliz de la vida y me abraza, es la única persona a la que le permito hacer eso.
-Beth… te esperaba para cenar – sus ojos muestran lo más puro de este mundo -.
-Vamos a comer, entonces – le digo sonriendo y caminando junto a ella -.
Mi hermana y yo quedamos huérfanas cuando yo tenía veinte años y ella doce. Me la quitaron y la llevaron a un orfanato, mientras yo me quedaba con la casa y las deudas de mis padres, me tocó dejar la universidad para asumir la presidencia que mi padre dejó en la empresa.
Era un desastre.
Me tocó aceptar accionistas, porque necesitaba capital para iniciar todo el proceso de invertir y para parar órdenes de embargo. Tres años después, había conseguido mantener a flote la empresa, pero mi vida personal estaba completamente destruida. Aun así, me levantaba cada día y me esforzaba por sacar a flote lo único que podía devolverme lo más importante que me quedaba: mi hermana.
Cuatro años después de que nos separaran, logré traerla conmigo de regreso, no fue sencillo, pero lo hice. Le di una buena educación y la oportunidad de elegir la carrera que quisiera, se quedó con el diseño tecnológico y la electrónica, es mi orgullo e intocable.
La mantengo vigilada las veinticuatro horas, porque cualquiera que quiera hacerme daño puede hacerlo a través de la empresa, pero eso está cubierto por mí, y también a través de ella.
He sobrevivido a toda clase de dolores y pérdidas, pero solo por ella me he repuesto. Si la pierdo, no me queda nada. Aunque sé que un día encontrará un hombre que la ame y la haga feliz, porque el hecho de que yo no confíe en los hombres, no quiere decir que ella no tenga una oportunidad.
Formará su familia, tendrá hijos que correrán por aquí y me llamarán tía, pero lo más importante es que serán los futuros dueños de la empresa que mi padre dejó casi en la quiebra para nosotras y que yo volví a levantar.
-Así que Dalia… no vuelvas a hacerlo. Eres mi hermana, si quieres un puesto en la empresa, puedo sacar al tonto de Fudge de la presidencia.
-¡Estás loca! Si manejar una empresa fuera lo mío, habría estudiado algo relacionado.
-Entonces puedo sacar al idiota del jefe de diseño – le digo muy tranquila -.
-¡No puedes! Deja que termine mi pasantía y defina si quiero ser parte de tu empresa…
-Nuestra empresa – dejo los cubiertos y le tomo las manos -. Entiende que eres la única persona que puede debatir conmigo y llevarme la contra en todo, pero tengo un límite, Angelina.
-Mira, eso lo tengo claro, pero entiende esto: me eligieron por mis capacidades, no por ser una de las dueñas. Quiero que ordenes que me traten como una pasante más, quiero aprender de verdad y si me tratan de manera especial, eso no será posible.
-No quiero.
-Entonces rechazo la oferta de trabajo – se encoge de hombros y sigue comiendo -.
-Me estás poniendo a prueba la paciencia – le digo en tono de advertencia -.
-Será que somos hermanas. Lo tomas o lo dejas.
-Eres una negociadora excelente.
-Aprendí de la mejor – me sonríe y eso me calma un poco -.
-Quédate solo con lo bueno, porque si aprendes lo malo que hay en mí, nadie te amará… y tú mereces ser amada, ¿entendido?
-¿Por qué siempre tus consejos me suenan más a una orden que a consejo?
Me encojo de hombros y no le respondo. La verdad es que en la medida que pueda manejar su vida, ella será feliz y nadie la lastimará como lo hicieron conmigo. Terminamos de comer y hablamos un poco más de cómo será su paso por la empresa, hasta que la veo bostezar. La mando a dormir, ella pone los ojos en blanco, pero me obedece.
Yo me voy a mi habitación, me cambio el vestido por ropa deportiva y me voy al gimnasio que tenemos en casa. Para el estilo de vida que llevo, debo mantenerme en forma. Así que cada día, mi rutina es de correr, pesas y mi amado saco de box.
Pero, particularmente, necesito quitarme las ganas de matar, así que me voy directo al saco. Me coloco los guantes y comienzo a darle fuerte, por todos lados, imaginando que ese infeliz.
-Nunca más… nunca más un hombre volverá a hacerme lo que tú, maldito.
Se me viene a la mente el recuerdo de Portman con su cara de decepción y luego de odio, la cara de satisfacción de Jacob cuando…
-¡Te juro que me las vas a pagar, maldito!
Le doy golpes certeros al saco y termino de tirarlo al suelo. Cae roto, desparramando su contenido, apoyo mis manos en mis rodillas, trato de recuperar el aliento porque he cometido el error de contener la respiración mientras asesinaba otro saco.
Decido irme a la ducha, para quitarme el sudor, pensando que esta vez podré dormir sin que los fantasmas del pasado lleguen a mí.
Pero otra vez no es suficiente pisotear al mundo, golpear un saco, f0llarme a mi asistente como se me dé la gana… hasta que no lo vea hundido, no podré dormir, porque cuando el sueño viene llegando, él llega también y los gritos inundan mi habitación.
Cerca de las cinco de la mañana decido que es mejor que me levante, para iniciar mi día lo antes posible. Me visto con un mono sin mangas ajustado a mi cuerpo de color blanco, maquillo mis ojos en tonos oscuros, para que resalte el color, me pongo unos tacones de trece centímetros color rojo y busco una chaqueta del mismo color. Me hago una coleta alta y bajo a desayunar.
-Señorita, buenos días – me dice Sandy, la ama de llaves de toda la vida -. Su desayuno ya está listo, ¿lo comerá aquí o en el comedor?
-Aquí, necesito salir temprano a la oficina – marco el teléfono de James, me responde al segundo tono -. En una hora estaré en la oficina.
-Ya voy saliendo de casa.
Le corto, porque no necesito más detalles. Estará allá para cuando yo llegue y eso lo que me importa. Me como todo lo que Sandy me sirve y me pongo de pie, indicándole que Angelina debe estar lista en una hora para que el chofer la lleve a la empresa.
Me lavo los dientes y salgo de la casa, con las mismas ganas de aplastar al mundo con mis tacones. Mi chofer me abre la puerta, entro colocándome las gafas de sol, con la certeza de que hoy volverá a ser un excelente día.
Sin saber que el diario que dejaban en la puerta de mi empresa ese día, me diría todo lo contrario y que lo de la televisión no sería más alentador.