No me importa perder mi orgullo. Si con eso me gano tu corazón…
Sophia Rinaldi Santoro era la mujer más feliz de la tierra, una mujer que lo tenía todo: Una familia amorosa, un novio a quien amaba con todo el corazón y con quien planeaba casarse, hasta que el día de la boda le envió una nota rompiendo con ella.
Leonardo Giordano había estado enamorado de Sophia desde que era niño, pero se hizo a un lado cuando ella se hizo novia de su hermano gemelo Leandro.
Pero Leandro la deja plantada a unas horas de su boda y él con todo el amor que por ella siente se ofrece a ser su novio sustituto. ¿Podrá el amor surgir entre ellos? ¿Podrá Sophia amar a Leonardo sin pensar en Leandro?
CAPÍTULOS 1-3
Prefacio.
—¡Por Dios, quita esa cara! —gritó Marco dándole un golpe en el brazo para llamar su atención.
Leonardo lo miró con molestia, pero no dijo nada. Volvió su mirada hacía donde Leandro se encontraba bebiendo con una mujer que no era Sophia, pero que le resultaba ligeramente conocida, o bien solo eran ideas suyas.
—No la merece —gruñó enfadado.
—Pero ella lo eligió a él, no puedes hacer nada Leonardo.
Leonardo lo sabía. Sabía que no debía entrometerse, que no debía importarle lo que su hermano hiciera con su vida, sino fuera Sophia la mujer que amaba y quien más sufrirá de enterarse de la traición de Leandro.
La amaba tanto que se sentía un hombre ruin y miserable por desearla como mujer cuando debía verla como la novia de su hermano. Pero por mucho que había luchado contra sus sentimientos, no había podido borrar el amor que sentía por ella. No sabía exactamente cómo y cuándo sucedió, simplemente la amó, sin importar nada.
Habían sido amigos desde siempre, Luke y él, eran mayores por cinco años, pero la recibieron con los brazos abiertos desde que vino de Italia a vivir con sus abuelos, la habían cuidado y protegido siempre, él más que Leandro, pero el corazón de Sophia se había inclinado por su hermano y no podía hacer nada contra eso, por mucho que le doliera, podía aceptarlo solo sí ella era feliz, pero esto escapaba de sus manos.
—Será mejor marcharnos.
Marco no sabía qué hacer, Leonardo se veía terriblemente furioso, conocía de primera mano el carácter de sus primos, los gemelos no eran hombres que se iban por las ramas, era por eso que también le sorprendía la actitud de Leandro hacía Sophia.
—¡Es un canalla! Ella lo ama desde que tiene uso de razón y él solo juega con ella ¡¿Por qué no la deja libre?! —exclamó —. ¿Por qué le hace esto?
Leonardo realmente no entendía a su hermano. Leandro no era hombre que aceptará un compromiso por obligación. No había razones para sentirse obligado a aceptar el amor de Sophia, si no sentía amor por ella. Pero fuera lo que fuera, no tenía derecho a herirla y mucho menos a engañarla a horas de la boda.
—Es mejor salir ahora Leonardo, si lo enfrentas provocarás una escena y seguramente Sophia terminará por enterarse.
Leonardo terminó su bebida y se puso de pie. Quería enfrentarlo allí mismo, pero Marco tenía razón, su posición económica les daba poca privacidad y sus padres tampoco estarían felices con un escándalo a un día de celebrarse la boda entre Leandro y Sophia.
Salió del Antro con la rabia bullendo en su interior, ya tendría oportunidad de hablar con su hermano y entonces le diría unas cuantas verdades.
Mientras tanto Sophia terminaba su bebida, su madre le había preparado una fiesta sorpresa para su despedida de soltera reuniendo a todas las mujeres del clan Santoro, de Rossi y Giordano.
—¡Por tu felicidad! —exclamó Victoria feliz por su hija Sophia.
—¡Salud! —dijeron las mujeres elevando sus copas para brindar.
Sophia era la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, había estado enamorada de Leandro desde que era una niña y ahora con veinte años se convertiría en su esposa y sería suya para siempre.
Su corazón estaba rebosante de felicidad, tanto que aún le era difícil creer que Leandro correspondiera sus sentimientos, cuando ella le había confesado esperaba todo menos que él le pidiera ser su novia y desde entonces estuvieron juntos, para felicidad de sus familias.
—No sabes lo feliz que me siento, Leandro es un hombre afortunado por tenerte como esposa —dijo Allegra con lágrimas en sus ojos. Estaba feliz, porque la familia de Rossi y Santoro se habían convertido en su familia. Habían aceptado a Alessia y a ella sin ningún problema, tener a Sophia ahora como hija, era más de lo que podía pedir.
—También me siento afortunada de tenerlo como esposo ¡Estoy tan enamorada! —exclamó con una sonrisa de oreja a oreja.
La celebración se prolongó unas horas más en las que Sophia espero la llegada de su mejor amiga, pero Isabelle sencillamente no llegó a su despedida de soltera.
—¿Sucede algo cariño? —la pregunta de su abuela le hizo girarse sobre sus pies para verla con una ligera sonrisa en los labios.
—No es nada abuela, solamente creí que Isabelle vendría, ¡es mi dama de honor! —dijo haciendo un ligero puchero.
—Recuerda que tu prima por sus estudios tiene que viajar para poder estar contigo —la calmó su abuela.
Isabelle era dos años menor a ella, pero al ser las más jóvenes de la familia, también se convirtieron en las consentidas por todos.
—Tienes razón abuela, esperaré a mañana a que llegue —sonrió bebiendo nuevamente de su copa.
Las mujeres se retiraron a sus respectivas habitaciones, la boda se llevaría a cabo en uno de los hoteles de la familia Giordano en Antigua Guatemala y fue cerrado para el público por ese motivo.
Sophia sonrió al ver su vestido de novia en el maniquí, era el vestido perfecto de una princesa. Suspiró y envió un corto mensaje a su novio.
«Te amo, ten una hermosa noche»
El celular vibró, pero Leandro no prestó atención perdido entre los pliegues de aquella hermosa mujer que lo había embrujado…
CÁSATE CONMIGO.
—¡¡¡Nooo!!!
Sophia sintió su corazón romperse en mil pedazos, casi podía jurar que escuchó cada pedacito caer al piso, sus lágrimas se desbordaron por sus mejillas mientras sostenía con manos temblorosas la nota y la solitaria rosa que le había llegado.
—¿Qué sucede? —preguntó Victoria al escuchar el gritó de Sophia.
—No puede ser mamá, dime que esto no es verdad ¡Dime que estoy soñando! —gritó con el corazón desgarrado por el dolor que invadía cada fibra de su cuerpo y rompían su alma en cientos de pedazos.
—No sé lo que ocurre cariño, pero por favor tranquilízate, no puedes llorar tus ojos se irritarán —dijo Victoria tratando de tranquilizar a Sophia.
—No habrá boda mamá, ¡No habrá boda! —gritó desesperada.
Sophia cayó sobre sus rodillas y se dobló de dolor sobre el frío piso, su cuerpo entero se había enfriado al leer la nota que Leandro le había hecho llegar.
—¿Cómo que no habrá boda?
Victoria observó la nota en las manos de su hija, su corazón se enfrió de miedo al imaginarse lo que ocurría, con cuidado le quitó la nota y su corazón casi se detuvo. No podía ser, parecía ser que la historia en su familia volvía a repetirse.
«Querida Sophia:
Lamento profundamente el dolor que estoy causándote, pero sería mucho peor casarme contigo, después de pasar la noche con otra mujer, una mujer que se robó mi corazón desde hace algún tiempo. Perdóname por ser cobarde y no darte la cara, pero siento que no tengo el coraje para verte a los ojos y para verla a ella, espero puedas perdonarme. Te quiero Sophia, pero no te amo lo suficiente para casarme contigo.
Atte.
Leandro Giordano».
—¡Es un cobarde! —gritó Victoria furiosa.
Sophia cerró los ojos ante el gritó de su madre, pero tenía razón, Leandro había jugado con ella, y había sido terriblemente cruel esperar al día de la boda para dejarla, «¿por qué no lo había hecho antes?» se preguntó.
—Será mejor que le digas a papá, para cancelarlo todo, no quiero ver a nadie —dijo Sophia con dolor.
Victoria tenía el corazón destrozado al ver a su hija sufrir por amor, no comprendía la decisión de Leandro, si él amaba a otra mujer ¿Por qué no fue claro desde un principio?, muchas preguntas rondaban su cabeza y ninguna respuesta había que pudiera solucionar esta debacle que estaban sufriendo.
Salió con pasos temblorosos de la habitación, la nota continuaba en sus manos sin saber que hacer al respecto. Cancelar una boda anunciada a bombo y platillo no era el mayor problema de todos, sino lo era Sophia ¿Cómo podría ayudar a su hija en esta ocasión?
Victoria no supo cómo había llegado a la sala donde la familia aguardaba la hora para la boda, los miró a todos sin verlos, su mirada estaba perdida, su corazón martillaba fuerte dentro de su pecho que por momentos creía se le saldría.
—¿Qué sucede hija?
Verónica fue la primera en ver a Victoria bajar de las escaleras, tenía el rostro pálido, como si acabara de ver un fantasma y las manos le temblaban.
—No habrá boda —susurró
—¿Qué?
—¡Que no habrá boda mamá! —gritó llamando la atención de todos los presentes, quienes se pusieron de pie al mismo tiempo.
—¿Cómo es eso posible? Victoria no bromees con algo así —regaño su padre.
—Ninguna broma papá, lee esto.
Victoria le entregó la nota a Sandro. Su padre cambió de color al leer el contenido del papel, cambiando de un color a otro, que por un momento creyeron se infartaría allí mismo.
—¡¿Qué significa esto?! —gritó rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó Lucca entrando a la habitación acompañado de Allegra y su hijo Leonardo.
—Eso es exactamente lo que quiero saber Giordano —Sandro lanzó la nota al pecho de Lucca, quien no tenía idea de lo que ocurría.
Lucca miró a Sandro con enfado y a los presentes en la habitación sin entender nada.
—Calma cariño, exaltarte puede hacerte daño —habló Verónica tratando de calmarlo, le preocupaba su corazón.
—¡No me pidas eso, Verónica! —exclamó —. No me pidas que me calme cuando Leandro ha decidido dejar plantada a mi nieta ¡No voy a permitirlo! —gritó alejándose de Lucca y su familia.
Leonardo se agachó para tomar el trozo de papel y su corazón casi salió de su pecho al leer las palabras escritas por el puño y letra de su hermano.
—Papá —susurró entregando la nota.
Lucca leyó la nota y su rostro palideció por un momento antes de tornarse de un rojo intenso. El florero más cercano a Lucca terminó estrellándose contra la pared.
—¡Dios! ¡¿Qué es lo que sucede?! —gritó Salvatore el padre de Sophia.
Lucca leyó la nota en voz alta, dejando a los presentes sorprendidos e indignados ante el acto de cobardía de Leandro.
Leonardo se sentía furioso ante cada palabra escrita por su hermano, quería buscarlo y golpearlo hasta sentir que Sophia había sido vengada, pero no sabía nada de él desde la noche de ayer. Quizá había sido su culpa, quizá debió enfrentarlo allí mismo, quizá. Pero de nada servía lamentarse ahora, Leandro se había marchado dejando a Sophia atrás.
—¿Dónde está Sophia? —preguntó con premura.
—En su habitación, la pobre no ha dejado de llorar —susurró Victoria, quien fue abrazada por su esposo.
—¿Puedo verla? —preguntó temiendo que le fuera prohibido acercarse a ella.
—No creo que sea lo mejor Leonardo…
—Por favor Victoria, te lo pido —suplicó.
—Ve, pero no le hables de Leandro, no quiero que ese nombre vuelva a ser mencionado en mi presencia —dijo Victoria viéndolo con seriedad, pero con lágrimas en los ojos.
Leonardo asintió y subió las escaleras de dos en dos, se detuvo frente a la habitación de Sophia. No tenía idea de que podía decirle para consolarla, no sabía si ella lo recibiría, solo sabía que necesitaba estar con ella y abrazarla.
Abrió la puerta y su corazón se rompió al verla llorando sobre el piso.
—Sophia —susurró tan bajito que por un momento creyó que ella no lo había escuchado.
—¿Leandro? —preguntó ilusionada.
Leonardo tragó el nudo que se formó en su garganta y negó con un movimiento de cabeza, podía engañar y hacerse pasar por su hermano, pero no era capaz de hacerlo, no viviría la vida de Leandro.
—Soy Leonardo —dijo y Sophia volvió a llorar desconsoladamente.
Leonardo era su mejor amigo, quien siempre estuvo para ella excepto el día que cayó a la piscina, ese día había sido Leandro quien le había salvado la vida.
—Vete Leonardo, por favor, verte me hace daño —sollozó
Leonardo apretó la mano en un puño con furia, Leandro y él compartían el mismo rostro, eran dos gotas de agua y nada podía hacer contra eso.
—No llores más Sophia —dijo acercándose a ella.
—¡Me ha dejado Leonardo! ¡Me ha dejado porque no me ama lo suficiente! —gritó Sophia fuera de sí.
Leonardo se agachó hasta llegar a su altura y la atrapó entre sus brazos, lágrimas se desbordaron por sus mejillas, al ver lo mucho que ella estaba sufriendo. Él daría todo por verla sonreír y feliz, la amaba tanto que sentía su dolor como propio.
—¿Por qué me ha hecho esto? —preguntó Sophia aferrándose al cuerpo de Leonardo.
—No lo sé, bonita, pero no vale la pena que sufras por él —dijo ahogando el sollozó que le provocaba verla sufrir.
—¡He sido una idiota! —gritó —. ¡Creí que me amaba, creí que sentía lo mismo por mí! pero solo se ha burlado de mis sentimientos y de mi amor, no significo nada para él, Leonardo, dime ¿Cómo arrancó de mi pecho este dolor que me carcome el alma?
—No lo sé Sophia —dijo con sinceridad.
—¿Qué voy hacer Leonardo? ¿Cómo me pararé frente a los invitados y decirles que no habrá boda?
El silencio se hizo entre ellos, únicamente los sollozos de Sophia irrumpían en la habitación. Su dolor desgarraba el corazón de Leonardo de una manera que jamás creyó podía ser posible. —Cásate conmigo Sophia, seré tu novio Sustituto…