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Un corazón roto y fragmentado en mil pedazos…

Una pequeña y frágil alma deseada por un ser vil, despiadado.

Una historia de deseo, odio y rencor… donde el amor pugna por vivir, lucha por renacer y la inocencia termina siendo aplastada por el dolor…

CAPÍTULOS 1-3

  1. Samantha

¡No puedo ir! ¡No voy a poder hacerlo!

Me repito al ver las cajas en la pequeña sala del apartamento que comparto con mi amiga Jimena, no puedo alejarme de ella, no puedo abandonarla y no quiero mudarme sola a esa casa que no conozco y que no la siento como mía. No es como si me fuera de vacaciones. Es que no quiero ir.

— ¡No Mena, no lo haré!

Le expreso a mi amiga con voz temblorosa y ella se encuentra cruzada de brazos en el rellano.

— ¡Pues lo harás Samantha Gordon, créeme que lo harás!

Niego y me cruzo de brazos mentalmente, como si fuera muy valiente. < Como si lo fuera > pienso, como si no me dieran miedo los extraños y como si no temiera salir a la superficie como los topos de su madriguera.

— ¡Por favor Mena, por favor no me obligues!

Gimoteo y restriego mis ojos deshaciéndome de las lágrimas, Jimena es mi tutora, lo ha sido desde que mis padres murieron en un grave accidente en Dakota del Sur, hace diez años. Solo he estado con ella. Desde que llegó el correo hace una semana, me siento más ansiosa que nunca, si antes mi concentración era de bajo nivel, ahora es casi nula.

La amo con locura, es mi madre, amiga y compañera. No entiende el hecho de que me encuentre encerrada todo el día trabajando en una biblioteca, pero no lo menciona, bueno, tal vez no tanto. Resoplo ante sus palabras y le dedico una mirada de cachorro hambriento a lo que ella responde negando con la cabeza.

— Es tu destino cielo, además, nunca te dejaré sola. Yo me voy a integrar cuando liquide esta pocilga – hace un mohín — Tu solo espera unos días y yo apareceré.

Su sonrisa no me conforta, es más bien una pequeña despedida y por si fuera poco ¡sola, con personas desconocidas y una casa desconocida! ¿Qué estoy aterrada? ¡estoy más que eso!

— ¡Bien, pero no tardes por favor! – Sollozo — ¡Te extraño!

Ella pone los ojos en blanco, pero termina dándome una mirada dulce y tierna, el timbre suena y mi cuerpo se tensa por completo ¡llegó la hora!

— Abre la puerta Sam, seguro es el caballero que viene por ti – sonríe y yo gimo.

— ¡Eres mala conmigo!

Tomo el pomo de la puerta y lo giro para acto seguido abrir la puerta y encontrarme con un sujeto trajeado, con gafas oscuras, una expresión de seriedad que me enchina la piel y un temblor me recorre el cuerpo, recreando una escena mortal de “hombres de negro” solo que sin Will Smith.

— ¿Srta. Gordon? – Trago saliva — Mi nombre es Alex Murphy y soy su guardaespaldas y chófer – se presenta amable.

¡Joder es gigante! Y sigue siendo un extraño, no me gustan los extraños. Levanta una ceja interrogante.

— ¡Hola cielo, pasa adelante y… encantada de conocerte! – Saluda Mena y él solo asiente con la cabeza — Sam ¿quieres apartarte para que Alex entre por favor? – la observo con los ojos muy abiertos.

El extraño raro que no es muy hablador toma dos cajas y las coloca sobre una sola, luego las levanta como si nada, Mena lo sigue mirándole el… ¡oh por Dios es una acosadora! Me abanico y los sigo rodando la maleta tras de mí y al llegar al ascensor ya con las puertas abiertas él se detiene para darme paso y yo me quedo inmóvil frente al aparato.

— ¡Primero usted Srta. Gordon! – me refiere.

¡No puedo moverme!

— ¡Dale un minuto Alex, es complicado para ella! – explica mi amiga.

Al cabo de cinco o seis minutos me resigno y obligo a mis pies a andar, ingreso y el temblor de mi cuerpo me delata, soy un manojo de nervios porque no me gustan los lugares cerrados, no me gustan los extraños y no me gusta que me vean.

El hombre de negro gigante abre el cofre del auto suntuosamente lujoso e ingresa las tres cajas, mi maleta y el bolso.

— Si lo desea puede esperarme aquí para que no se incomode – menciona amable.

Su seguridad y condescendencia me aplastan como a una cucaracha, asiento sin saber por qué y él hace un ademán con la cabeza. Me quedo al lado del auto, haciendo como que no estoy incómoda por estar sola al lado de un auto extraño, viendo pasar personas que no conozco y que me miran, en lo que veo la hora y a lo que me ha parecido una eternidad mis ojos se desorbitan, han pasado solo nueve minutos cuando regresa con las últimas tres cajas mi bolso de mano y la jaula con Max, mi perro, un hermoso Cocker Spaniel Americano de un tono dorado, que rescaté de un refugio, tiene un año y al verme ladra feliz, en mi rostro se dibuja una sonrisa radiante.

— ¡Gracias! – digo sin siquiera mirarlo.

Tomo a Max y le hablo con dulzura y amor, ladra y gime con malcriadez y aunque está acostumbrado a su hogar, desea que lo saque a pasear. El “hombre de negro” llamado Alex sonríe de manera sonora ante mi derroche de ternura.

— ¡Sam, toma tu sándwich de merienda y tú Alex un jugo de fresas! – Ambos decimos gracias y Mena sonríe — ¿Llevas todo lo necesario Nena? ¿Tus notas y carné de alergias? ¿Te sientes bien cielo? – asiento con los ojos anegados y el labio inferior tembloroso.

Tengo miedo, no me gusta estar sola y menos entre personas desconocidas, en una casa desconocida, ellos no son mi familia, ellos murieron hace muchos años y no me agradan los extraños, mis pensamientos comienzan a desvariar, lo que veo son ya borrones de lo que sucede a mi alrededor, siento unas manos fuertes que me zarandean y trato sin conseguirlo de liberarme. Mis oídos zumban y la cabeza me da vueltas, me siento mal, muy mal. Un calambre se apodera de mis piernas, sube por la columna hasta llegar a mi cabeza y entonces todo se vuelve negro.

Despierto en mi cama con un olor delicioso a manzanas y jarabe de arce, mi cuerpo entumecido me hace caer en cuenta que tuve una crisis. Hacía mucho que no me sucedía, pero en vista de los acontecimientos, mi ansiedad se multiplica.

— Fue solo un desmayo Jefe, todo está bien – escucho al “hombre de negro” hablar por teléfono — ¡Si se lo aseguro Sr. Wilson, todo está bien! – Levanta la vista hacia mí — Solo hay que darle tiempo – escucha atentamente — ¡Por supuesto Sr. Wilson, le daré el que necesite no se preocupe!

¿En serio ese extraño es amable? Los chicos de la universidad no lo eran y este “hombre de negro”, parece bueno.

— ¡Cariño! – Brinco asustada y Mena me observa desencajada — ¿Te encuentras bien?

Trae un plato con tortitas de manzana y jarabe de arce con un vaso de limonada, ladeo la cabeza para encontrar los ojos grises del “hombre de negro” mirándome. Trago saliva. Está sentado a la mesa con un plato repleto de lo mismo que voy a comer yo, pero lo mira con perspicacia, como si nunca las hubiese comido o como si no estuviese acostumbrado a tan baja calidad de alimentación.

— Estoy mejor, gracias – acepto el plato de buena gana — ¿Comemos en la mesa con el extraño? – pregunto y Mena asiente.

Después de la cena me encuentro abrazada a Jimena llorando como una chiquilla porque no deseo irme y aunque me ha prometido tres veces que no pasara de una semana sé que miente, porque debe dejar su trabajo y no es tan sencillo encontrar otra maestra de jardín tan buena como ella. Miro al hombre trajeado y le sonrío débilmente, él me devuelve una sonrisa bonita y cálida, me insta a entrar y al ver a Max, lo hago con gusto.

Salimos de South Bronx en el sureste de Manhattan, atravesando toda la ciudad hasta una de las zonas más exclusivas, Uppert East Side situado en el distrito metropolitano de la Gran Manzana. La mejor zona de Nueva York, donde viven los ricos y famosos. No me gustan los ricos porque son extraños, ellos no son mi familia, solo son desconocidos y no me agradan.

El auto se detiene en el Centro y al observar por la ventanilla, quedo con la boca abierta porque la propiedad es una Mansión ridículamente lujosa de cinco pisos, casi de cuento de hadas, opulenta, suntuosa y con unas vistas fantásticas  eso se nota, pero sigue siendo desconocida y no me agrada para nada. 

— ¡Srta. Gordon, hemos llegado! – informa el hombre de negro.

La puerta del auto está abierta, me siento como un ratoncito. No quiero estar aquí, un ruido me sobresalta y es la verja que se cierra. Cierro los puños y las lágrimas recorren mis mejillas ¡ya está hecho!

— ¿Me podría dar un minuto por favor? – Digo en un sollozo y él asiente amable — ¡Gra…gracias!

Mi temblor es evidente y lloro en silencio tengo miedo…

  • Jonathan.

La lluvia cae y mis pensamientos vuelan al momento en que divisé su rostro entre las personas que iban a visitar el orfanato, según él, fue amor a primera vista cuando hace veinte años me sonrió y yo corrí hacia él. No lo conocía, sin saber quién era me aferré a la chaqueta de su traje a medida negro humo, llevaba una corbata roja y los gemelos más brillantes que nunca vi.

 Un excelente padre, un gran sujeto y mi mejor amigo. Un lobo para los negocios y la persona más inteligente que he conocido ¡y vaya que he conocido gente en mi vida! Me preparó para esto, para ser su sucesor, para que la empresa tuviese una cara, para que todo funcionara y engranara correctamente.

 < Un rostro joven llama más la atención y genera la confianza desde abajo > decía… y cuánta razón tenía.

Me preparaste para llevar las riendas de todo y yo lo aprendí palmo a palmo.

¡Pero no me preparaste para vivir sin ti, viejo zorro!

¡Te extraño tanto!

Hoy es tu entierro y yo ni siquiera quiero salir de mi habitación, porque tal vez si me quedo aquí, nada sea real y te vea de nuevo presidiendo la cabecera de la mesa con tu desayuno favorito.

 Mala jugada viejo, me dejaste solo y prometiste que no lo harías.

Me siento igual que, cuando hace dieciocho meses exactos, nos encontrábamos en esta misma situación con mi hermano, tú sufriste un horror, los demás lo lloramos y yo aún no supero la muerte de mi hermano, la tuya es… el rompimiento de mi corazón y la lucha entre la cordura de seguir adelante y la locura de abandonar todo…

Dieciocho meses antes…

— ¡Prométemelo Jonathan, por favor! – mis lágrimas bajaban calientes por la piel de mi rostro.

Aarón luchaba aún contra un cáncer de pulmón y pedía a gritos que lo perdonara una Rebecca que nunca dejó de amar. Me habló de una hija que tuvieron y prometí que la buscaría para traerla de vuelta con su familia. Me dio una dirección y ni siquiera sabía si era cierta o se trataba de alucinaciones porque ya su pobre cuerpo no resistía más el dolor, mi padre en una esquina de la habitación lloraba con tristeza al segundo de sus hijos… resignado.

— ¡Te lo prometo hermano, ella estará con nosotros! – no pude terminar la frase porque mi voz salió tan rota que ni siquiera se escuchó.

— ¡Papá, papá, ayúdame por favor… duele, duele! – mi padre lo tomó en brazos.

— ¡Aquí estoy Galán, no me he ido a ninguna parte! – los sollozos de mis dos hermanos se escuchaban romper las sombras.

— ¡Haz que pare, haz que pare papá no resisto más, no lo quiero más!

La asfixia llegó tal como el médico lo dijo, después del dolor y su espalda se arqueó en los brazos de Frederick Wilson que lloraba como un niño aferrado al cuerpo sin vida del segundo de sus hijos.

Aarón Wilson fue llevado al Panteón de la familia, sepultado junto a los abuelos y Eleanor, los gritos de mi padre se escuchaban ensordecedores, dolorosos, humillados ante la maldita muerte que se llevó a su segundo hijo.

— ¡Dios mío, los padres no deberían enterrar a sus hijos, esa no es la ley! – gritaba de rodillas frente al féretro de Aarón…

 Me encuentro fuera del Panteón, no quiero entrar ya que la tristeza puede llevarse mi razón y es lo último que deseo en este momento tan cruel, tan brutal para mí.

— ¡Deberías estar dentro del Panteón para despedir a tu padre! – miro a Agatha y no puedo evitar apretar la mandíbula hasta que crujen mis dientes.

< ¡Maldita alimaña, ella debería estar en su lugar!> Pienso.

— ¡Y tu deberías estar llorando por él, postrada ante su ataúd en este momento! – me observa levantando una perfecta ceja.

— ¡Debería, pero no me da la gana! – aprieto los puños víctima de un enojo que no controlo.

— ¡Jonathan! – una voz dulce y sedosa pronuncia mi nombre y cierro los ojos.

— ¡Gianna! – susurro esbozando una sonrisa sutil, casi imperceptible.

Giro a su encuentro y sus ojos me atrapan como siempre, ofreciéndome consuelo, calmando mis explosivos sentimientos. Sonríe con su boca tentadora y corre abrazándome con furia deseosa de calmar mi ansiedad y mis temores, eso es Gianna, un torbellino de sensaciones entre lujuriosas y amorosas, exóticas y terrenales. Que le dan color a mi vida y la pasión que necesitan mis días.

— ¡Pensé que no llegaría a tiempo! – dice en un resoplido sin dejar mi cuello y posando sus labios en los míos.

— ¡Y yo pensé en ti todo el tiempo! – Respondo al beso con ímpetu — ¡Te amo! – y ella solo sonríe.

La ceremonia aunque corta, fue muy conmovedora y más de uno soltó unas lágrimas sinceras por el gran hombre que partió antes de tiempo. Elena y Gianna se escondieron el pequeño salón de té, Andrew y yo, atentos a las personas que nos acompañaban, aceptando todas las condolencias de aquellas que no pudieron asistir a la ceremonia. Los meseros repartieron el champagne y los entremeses mientras yo solo pensaba en lo duro que iba a ser vivir de ahora en adelante sin el hombre que me dio la vida porque Frederick Wilson hizo que volviera a vivir cuando me sacó de aquel infierno y me moldeó a fuego a su imagen, tal como él lo necesitaba. La conmemoración se extendió hasta altas horas de la noche y al cumplirse las diez y cuarenta, subí a mi habitación en busca de la mujer que me hace feliz.

— ¡Hola, pensé que me habías olvidado! – dice coqueta.

— ¡Hola, eso jamás ocurriría! – digo sincero.

De rodillas en la cama estira los brazos y yo con todo el gusto la recibo para estrecharla y disfrutar una vez más de cada centímetro de su morena piel que en contraste con la palidez de la mía parece una obra de arte precolombina. Entro a la cama apoderándome de esa boca que no deja de tentarme y la degusto a mi antojo, su piel desnuda enciende la mía aun cubierta y dejo que me desnude sintiendo cada fibra de mi ser estremecerse ante su roce,  me dispongo presuroso a provocarle el mayor placer entre jadeos y gritos descontrolados, mis labios contra su sexo y mis dedos entre su piel hacen que aflore el éxtasis profundo de la pasión que sentimos el uno por el otro. Enloquecida suplica porque la haga mía y risueño se lo concedo, adentrándome en su delicioso mar de placer y lujuria que desde el momento en que nos vimos estalló en nuestros rostros, y… plácidamente encontramos la cima del más absoluto goce terrenal en una entrega única y sincera.

Me estiro en la cama y Gianna no está. Mi cuerpo agotado corrobora que no fue un sueño además, no es tan tarde. Escucho el agua de la ducha caer y cuando intento salir de la cama ella aparece por la puerta del baño, ladeo la cabeza al ver que está vestida cuando usualmente es una perezosa.

— ¿Sucede algo cariño? – pregunto con el ceño fruncido.

— Tenemos que hablar.

Y entonces lo hizo…

Me rompió el corazón.

Se fue de mi lado esa noche, dejándome el mal sabor de la traición en la boca y el aroma de su piel grabado en la mía.

Con el dolor de haber perdido a mi hermano, a mi padre y al amor de mi vida, me senté en el estudio centrándome en encontrar a la hija de mi hermano. Puedo decir que… removí cielo y tierra, hice temblar cada uno de los hogares de adopción para que me dieran pista, hasta que al fin la encontré. A exactamente tres años de la muerte de Aarón, en un lugar pestilente y lúgubre donde la violencia y el horror se vive a diario, no se de quien se trata, no estoy seguro que clase de persona sea, pero se lo prometí a mi hermano y cumplí.

— Alex, te mando la dirección por mensaje, tráela a casa por favor…

  • Elena.

¡Qué emoción! La hija de mi hermano por fin estará aquí con nosotros, espero que sea alguien bueno y especial, después de todo el dolor que hemos pasado, solo quiero tranquilidad en nuestras vidas y algo dentro de mí asegura que nuestra sobrina será esa lucecita que necesitamos.

— ¡Jonathan, viniste! – Lo abrazo disfrutando de su aroma — ¿Almuerzas conmigo? – me observa y hago un puchero. Sonríe.

— ¡Te propongo algo mejor, te llevo a almorzar! – Mis ojos se humedecen, quiero a mi hermano de vuelta — ¿Te parece bien? – lo abrazo de nuevo como si tuviese dieciséis.

— ¿Y yo que voy a comer? – pregunta Agatha ponzoñosa.

Jonathan gira y sonríe perverso, sé que va a decirle algo feo.

— ¿Qué tal si comes…?

 Tapo su boca y le lanzo una advertencia. Respiro profundo y pongo mi mejor cara, repitiéndome que es la viuda de mi padre y merece respeto aunque sea una víbora.

— La Sra. Mara te preparará algo, solo tienes que pedírselo – hablo con educación y en voz baja enseñando a mi hermanito.

— Ya sé estúpida ¿y ustedes por qué se van a almorzar? – interroga.

— ¡Pues, veras querida madre, nos da la gana y tú puedes irte a la mierda! Pero solo si quieres.

Jonathan me saca por un brazo de la casa y le ordena a Santiago abrir la puerta de la Limusina para que ingrese de inmediato, su molestia es palpable considerando lo apretada que tiene la mandíbula.

— Ya puedes soltarme hermanito, prometo que no escaparé.

Mira su mano y luego mi brazo levantado casi a su altura – y es bastante comparado con mi metro cincuenta y nueve – veo la expresión de arrepentimiento y rozo su mejilla con los dedos. Suelta mi extremidad sutilmente y al entrar al auto se recuesta a mi regazo buscando más de mis caricias.  

— ¡Perdón!

Resoplo una sonrisa y niego con la cabeza. Ahora quiero golpearlo, pero al verlo hecho un ovillo y abrazado a mi cintura, ya sentados en el asiento trasero del auto, recuerdo aquel chiquillo asustado que trajo papá a casa con un traje a medida azul marino, con camisa celeste y corbata roja, diciendo que era nuestro hermano menor, sus preciosos ojos azules y ese cabello negro azabache le daban una personalidad regia, salvaje, y solo tenía siete años para entonces. Lo amé en ese momento. Y ya no he podido dejar de hacerlo. 

— No era necesario ser tan grosero Jonny. Pudiste quedarte callado – lo regañé mientras acariciaba su sedoso cabello.

— ¡Te pedí perdón por lo de tu brazo Ella, no por lo que le dije a esa perra! – miro ese par de piedras preciosas ahora oscuras y las cejas unidas lastimando la belleza de su rostro.

— Esa perra era la mujer que tu padre adoraba – bufa enojado — es casi tu madre – me mira escandalizado.

— No te equivoques Ella, mi madre se llamaba Eleanor Wilson – advierte en voz baja — fueron los seis años más felices de mi vida, no te permito ultrajarlos.

Mi madre era una mujer excepcional, dulce, amorosa y con el don más precioso del mundo, la compasión; un alma piadosa y misericordiosa con todo aquel que fuese a ella. Jonathan no fue la excepción, ella solo tuvo que verlo para saber que lo amaría toda su vida.

— ¡Lo sé, solo te pinchaba tonto! – río por lo bajo mientras observo como se incorpora en el asiento.

— ¡Loca! – empuja mi hombro.

— Idiota – digo con toda la intención.

— ¡Hey, eso es ofensivo! – tuerzo los labios hacia abajo para no reír.

— ¡Lo sé y me gusta! – Se cruza de brazos como un pequeño — ¿Sales con alguien?

No responde, solo niega con la cabeza, en una clara advertencia de que no desea hablar de ello, odio a Gianna, ella lo rompió, lo dañó.

— No es sencillo Ella, fueron cinco años de jurarnos amor, por lo menos de mi parte – su tono es tan bajo que me cuesta escucharlo.

— Pero ha pasado más de año y medio, debes recuperar tu vida Jonny ¡no es justo que te encierres! – digo para sacarle de donde sea que este y me mire.

— ¡No lo sé, nadie me parece buena y no confío! – se encoge de hombros.

Por lo menos hoy es un poco más comunicativo, la cosa es más grave de lo que creí.

— ¡Llama a Andrew por favor! – me observa con el ceño fruncido,

— ¿Qué, no tienes teléfono? – idiota.

— ¡Pues claro que tengo teléfono! Pero no pude coger mis cosas porque un animal de granja me arrastró hasta un auto como si fuera una cría – pone los ojos en blanco y luego esa sonrisa insolente que debe usar para hacer caer las bragas de las mujeres a quien se las dedica.

Marca el número y espera paciente.

— ¿Hermanito?

Andrew.

— ¡Savannah, necesito que revises la cuenta Colt Society por favor! – pido asomando la cabeza a su cubículo.

¡Tiene unas piernas increíbles! No entiendo cómo puede mi hermano trabajar con ellas, a menos que se acueste con todas. Bueno no debería dudarlo aunque, con el humor negro que tiene desde hace año y medio que terminó con Gianna, me permito hacerlo.

— ¡De inmediato Jefe! ¿Alguna anomalía en los cálculos Sr. Wilson? – pregunta pragmática.

— ¡No realmente Srta. Portman! Solo he hecho unas correcciones de índole opcional en cuanto a mercado se refiere – sus ojos brillan, los cálculos los ha realizado ella, tal y como lo pensaba.

Mi hermanito es toda una caja de sorpresas, piensa ascenderla a Ejecutiva Junior, pero no me queda claro si es por sus piernas o por sus… cálculos. Sacudo ese pensamiento cayendo en cuenta de que no es de mi incumbencia, aparte ya esta chica debe estar pensando que soy una especie de pervertido por todo el rato que llevo mirándola de manera casi descarada.

— ¿Lo necesita para que hora Jefe? – su naturalidad me envuelve.

— En dos horas, es para la reunión de las once… gracias – giro sobre mis talones y siento su mirada en la espalda.

Los ejecutivos concretaron una nueva cita. Las cifras fueron un éxito y la perspectiva frente a los balances es infinita, solo se eligió el sitio y la hora porque todo lo demás se daba por hecho ya que Jonathan Wilson dejó todo preparado y este servidor solamente fue el medio por el cual se hizo.

Salgo de la sala de juntas para entregar los últimos folios a Sandra y sus hermosos ojos me entretienen, es una belleza, clásica y muy sensual; su cabello oscuro le da un toque algo sombrío, como si fuese alguien que tiene doble vida. Un cuerpo de infarto y ese andar que vuelve loco a cualquiera.

¡Joder, esta mujer es una diva!

Mi teléfono repica y lo saco para contestarlo sin mirar, no quiero perderme ni un detalle de esta mujer que tiene toda mi atención desde la primera vez que la vi hace más o menos cuatro años 

— ¡Caramba, el dios Wilson llamando a los pobres mortales! – sonrío sin dejar de mirar a Sandra Parker y ella me señala su cubículo, asiento y me carcajeo al escuchar lo que dice mi hermanito.

—… además, con las tres bellezas que se encuentran a tu lado en presidencia ¿quieres venir con tu familia? ¡Eso es patético! – Escucho el jadeo de Elena y unos golpes — ¡Hey, eso sí que es violencia! Apresúrate o me matará a golpes y luego tendrás que encargarte tú – grita.

— ¡Jesús, María y José… voy saliendo! – escucho las protestas de mi hermana y las carcajadas de Jonny. Pasaremos un rato diferente y eso… no tiene precio.

Le indico a las chicas que saldré a comer y ellas aceptan sin problemas, Sandra me hace un guiño y Savannah junto a Milena levantan la mano diciendo adiós. Llamo a Landon para que me lleve hasta la bahía de Upper New York, ahí me esperan mis hermanos en el restaurante The King, uno de los más lujoso y ostentosos del Puerto de Manhattan. Famoso por el caviar y el salmón agridulce… entre otras cosas.

— ¡Pero miren quien nos honra con su presencia! – Elena ríe encantada por el desparpajo de nuestro hermano — ¡El Rey de Industrias Wilson’s y Asociados! – es un idiota.

Se levanta y me da un abrazo caluroso, afectuoso y lleno de necesidad a la vez. Hoy se cumplen treinta y seis meses de la muerte de Aarón y eso… no lo maneja muy bien Jonny, además de que mi padre cumple en unos días dieciocho. Deposita un beso en mi cabeza y toma asiento, es un gigante y con todo el ejercicio que hace parece una bestia. Beso la mejilla de mi hermana que es particularmente pequeña y sonrío ante su dulzura espontánea.

— ¡Bien hermanito, ya estoy aquí así que divirtámonos un poco! – Elena no deja de reír.

Entre chistes malos y cuentos Chinos pasamos dos horas de nuestro almuerzo riendo y brindando por el amor que nos tenemos, y por ese mismo amor que le damos a los que aun guardamos en el corazón aunque no se encuentren entre nosotros. También sale a la luz la presencia de nuestra sobrina que hasta hoy conozco su nombre, Samantha Gordon es la hija ilegítima de nuestro hermano muerto el que hizo prometer a Jonathan que la traería a casa; de lo cual se está encargando su mano derecha Alex Murphy.

Luego del almuerzo nos dirigimos a la empresa para la culminación de los pormenores de la compra de la firma Colt y de ese modo llegar a tiempo a la casa para recibir a la chica.

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