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MUJER PROHIBIDA II
Continuación de Mujer prohibida
SINOPSIS

Él perdió la esperanza de encontrar el amor de su vida. A la única mujer que
amó fue a la novia de su gemelo que ahora era su esposa, a Camilla, sin
embargo, la perdió porque a pesar de que ella lo amó primero, él desdeñó su
amor e hizo burla de ella despreciándola y fue solo cuando su hermano decidió
conquistarla que se dio cuenta de su error, pero fue demasiado tarde.
Siempre chisteaba con su hermano cuando tenía veinte años y en los años
sucesivos, que tal vez la mujer de su vida no había nacido o aún era muy joven
y debía esperar muchos años más para conocerla, sin embargo, nunca se
imaginó que la vida tomaría sus palabras al pie de la letra y le había hecho
semejante jugada. 
Ahora,  a sus treinta nueve años estaba completamente enamorado de una
chiquilla de veinte, quien para colmo era la hija de su mejor amiga y de un ex
policía de las fuerzas especiales italianas y como si eso no era suficiente, todos
lo veían como si él fuese un tío. En verdad no comprendía quien había echado
una maldición en su vida para que nunca fuese feliz ¿Será que podía ir en
contra de todos por el amor o simplemente no había nacido para ser feliz?
©Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la
presente obra por cualquier medio o su adaptación sin la autorización expresa
de la autora.  Registrado en Safecreative bajo el número 2009215402478.  

Esta novela es producto de mi imaginación, por lo cual es ficción, no está
basado en hechos ni personas reales, si encuentra alguna similitud con un
caso de la vida real es pura coincidencia. Los conflictos de los protagonistas o
su forma de resolverlos no me definen ni implica que yo avale sus métodos de
solucionarlos. 

Esta novela contendrá sexo explicito, lenguaje subido de tono y tocará tema de
las relaciones de diferencia de edad, si no puede soportar situaciones o
escenas de este tipo, entonces le sugiero buscar otra historia y abstenerse de
continuar con esta.  

CAPÍTULO 1. LA BRISA DEL MAR

Taddeo Ferrari
Tenía las pruebas en mis manos, los había leído, pero me negaba a creer esos
resultados, en vez de darles respuestas a todos quienes me miraban a la
expectativa, deshice mis pasos y entré a la oficina de la persona que me había
dado los resultados y me paré frente a ellos.
—¿Por qué falsificaste estos resultados? —Exigí imperativamente, la persona
se quedó viéndome nerviosa.
—Lo siento está equivocado, no he falsificado nada, esos son los resultados
arrojados por la prueba odontológica forense —expresó la persona, pero en su
semblante había algo, eso me decía que estaba mintiendo.
—Por tú bien espero así sea, porque si descubro que estás haciendo esto con
conocimiento de causa, no habrá un lugar donde puedas esconderte —espeté
molesto.
Justo cuando iba a girarme, encontré a mi sobrina, a sus amigas y a mi padre,
exigiendo respuestas. Sin embargo, me tenía desconcertado era la
desesperación vista en Camil por la supuesta muerte de Camillo y no me
dejaba de preguntarme ¿Por qué razón? No obstante, no pude seguir
pensando en ello. Porque mi papá me exigió le diera respuesta.
—Taddeo ¿Qué arrojaron esos resultados? —Preguntó con inquietud, mientras
yo me quedaba pensando en unas palabras adecuadas para responderle sin
desatar el sufrimiento en él.
En ese momento mi sobrina me haló el papel y se quedó leyendo mientras su
rostro era una máscara de completa frialdad y otra vez las preguntas
comenzaron a revolotearme en el interior.


Camil Rocco
La zozobra me estaba enloqueciendo, poco me importaba, si mi actitud hiciera
sospechar a mi tío, él salió hacia el lugar donde había ido a buscar los
resultados, lo seguimos y lo vimos entrando en una oficina, esperamos por un
par de minutos, pero definitivamente la desesperación estaba haciendo
estragos en todos nosotros, por eso nos paramos detrás de él y cuando se giró
nos vio con un semblante de preocupación.

Inmediatamente el señor Sebastián le exigió respuesta, mas mi tío Taddeo se
quedó como pensativo, no pude aguantar más y aunque sabía eso no estaba
del todo bien, le arrebaté los resultados y al leerlos estuve a punto de
desvanecerme. Me sostuve de Briggitte mientras las lágrimas comenzaron a
correr por mis mejillas.
—¡Esto no es cierto! Por favor tío ¿Dime que esto es mentira? Estos resultados
no pueden ser verdad —dije mientras movía de manera frenética el papel en la
mano. Sentía el corazón rompérseme en cientos de pedazos, la opresión en el
pecho me imposibilitaba respirar.
El señor Sebastián tomó el papel de mi mano y leyó en voz alta.
—Coincidencia—. Por un momento se quedó callado, aparentemente
procesando lo que estaba leyendo—, esto quiere decir, que si era mi hijo quien
estaba en el auto al momento de la explosión. ¡Dios! Esto no es posible
—expresó devastado, comenzó a llorar como un niño —¡Mi Camillo! ¡Mi hijo!
¿Cómo podremos vivir sin ti? Esta estocada para mí es mortal
—inmediatamente se tomó la mano en el pecho, se puso pálido, comenzó a
sudar para segundos después desvanecerse.
Mi tío lo tomó de inmediato y sacando una fuerza descomunal lo cargó, como
estábamos en las instalaciones de un cuerpo policial, una ambulancia estaba a
la mano, me dio las llaves de su auto mientras él se iba con su padre al hospital
más cercano, donde los seguimos.
Yo no pude conducir, dejé a Briggitte conducir, el silencio reinaba entre
nosotras, ninguna dijo nada. Llegamos al hospital y aguardamos en la sala de
espera, media hora después llegó la señora Bella, mi tía y Sebastián Junior,
todos con sus semblantes llenos de angustia, se veía habían estado llorando.
Sentí las uñas de mi amiga clavárseme en el brazo, giré la vista hacia ella para
descubrir lo que pasaba y la vi demasiado pálida por un momento pensé se
caería desplomada desmayada.
Aunque mi corazón estaba sufriendo, ver a mi amiga en esa situación causó
más angustia en mí.
—¿Qué pasó nena? ¿Por qué te has puesto de esa manera? ¿Por qué estás
temblando?
Mi amiga me miró con una expresión de tristeza, nunca antes le había visto así,
aunque igual me respondió.
—No es nada especial Camil. Es solo un fuerte dolor de cabeza. Tomaré un
taxi e iré a la casa de Camillo —pronunció y salió como alma que lleva el
diablo.
Fruncí el ceño contrariada. De hecho Val iba a acompañarla, pero la detuvo.
—Por favor quédate con Camil, ella te necesita más.

Transcurrió un momento más, enseguida salió el médico y comenzó a darnos
información del señor Sebastián.
—Lo lamento, pero el señor ha sufrido un infarto del miocardio. Le realizamos
un electrocardiograma y pudimos determinar el diagnóstico.
» En estos momentos lo estamos preparando para hacerle un procedimiento
quirúrgico, una angioplastia. No se preocupen, todo estará bien.
Después de informarnos el médico se fue, extendí la vista a la señora Anabella
y tenía los ojos completamente rojos, me le acerqué y estuve acompañándola
hasta ver llegar a Gálata, la única hija de la familia, estaba como todos, su
rostro hinchado de tanto llorar. Su madre estaba calmada, más cuando la vio
así comenzó a llorar nuevamente y mi tío Taddeo la reprendió, estaba muy
irritado y malhumorado, nunca había visto esa versión de él.
—Si no te sientes suficientemente fuerte para estar aquí Gálata, entonces ve a
otro lado, mamá necesita estar calmada y tú en vez de ser parte de la solución
estás siendo parte del problema —habló con una expresión dura en su rostro.
Sebastián Junior manifestó también molesto.
—¿Por qué no podemos llorar? Es el marido de mi madre y nuestro padre
quien está allí luchando entre la vida y la muerte y es nuestro hermano quien
perdió la vida, ¿Acaso piensas eso no nos tiene que causar dolor y producir
tristeza? Todos no somos como tú Taddeo —expresó molesto.
—No vengas a dártela de más sensible. A ninguno de ustedes le dolería más la
muerte de Camillo de ser cierta, tanto como a mí, porque vinimos juntos a este
mundo y siempre hemos sido inseparables. No vengas a estar hablando de
insensibilidad, porque estoy completamente seguro, mi hermano no está
muerto, algo está pasando aquí y voy a averiguarlo. Necesito se calmen ¿o
quieren a mi mamá también enferma? ¿Será mucho pedir que puedan
controlarse? —indicó con frialdad.
Luego extendió su mirada hacia mí y caminó a donde yo estaba. Se sentó junto
a mí y me dijo con una expresión neutra.
—Tú y yo tenemos algo de lo cual hablar, no me creo estés desesperada
llorando solo por haber pasado una semana con Camillo. Quiero una
explicación y me la vas a dar ya.
En ese momento mi tía Camila lo llamó y yo aproveché a levantarme, debía
salir de allí porque me estaba ahogando, aún tenía las llaves de la camioneta
del señor Sebastián y sin detenerme me fui donde estaba estacionado, caminé
con premura, no esperé ni a Val, me subí en el auto y comencé a conducir sin
rumbo fijo. Sin percatarme llegué al pueblo costero de Sperlonga, una ciudad
pintoresca con calles estrechas, las cuales se elevan colina arriba desde el
mar.

Dejé el auto en un estacionamiento y me puse a caminar a orilla de la playa, el
mar era mi lugar del mundo preferido, porque me hacía sentir una profunda
paz, tal vez sería porque cuando mi padre regresó junto a nosotros hubo una
época en la cual vivimos en su isla. Para mí tenía efectos curativos y no solo
físicos, sino espirituales, respiré profundo, impregnando mis pulmones de la
suave brisa marina, la sentía como una pomada en las heridas del alma.
De repente tuve la sensación de estar siendo seguida, miré a los lados y hacia
atrás y había personas, sin embargo, no estaban pendiente de mí, pensé solo
era una paranoica. Seguí caminando y me alejé mucho de las personas, pero
no me importó, terminé sentándome en unas rocas a observar las fuertes olas
golpearla.
Estaba sumida en mis pensamientos cuando sentí que alguien me sostuvo por
detrás y me cubrió la boca, comencé a luchar para defenderme, hasta sentir
me taparon la nariz con un paño y la densa oscuridad me cubrió, llevándome a
la inconsciencia.

“Allí donde está el peligro está también lo que salva.” Johann Ch. F.
Hölderlin.

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