En el pasar de los años, la soledad se fue tomando más terreno en la vida de Agatha Jones, una mujer que ha pasado a los treinta y sin encontrar el verdadero amor.
Dos decepciones amorosas la marcaron para siempre y le dejaron un miedo terrible arraigado en el corazón, haciéndola desistir a buscar el amor.
Pero cuando mereces ser amada, muchas veces el amor llega solo a tu puerta. Thomas Evans es quien está parado frente a ella, dispuesto a sanar su corazón y darle lo que nadie se atrevió por tanto tiempo.
CAPÍTULO 1
Camino en este momento a tomar un taxi, por esas cosas inexplicables no ha pasado ninguno fuera de casa. Es una mañana agradable, por lo que esto cuenta como ejercicio matutino sin problema.
Mi trabajo me lleva a trasladarme de lunes a viernes desde Carroll Gardens hasta la zona de Prospect Park, en donde tengo mi consulta psiquiátrica en el tercer piso de un discreto edificio. Mi sueño, luego de estudiar psiquiatría, era vivir en New York, la ciudad que considero necesita más ayuda en este país. Y aunque no pude instalarme en Manhattan, Brooklyn está bien de todas maneras.
La ironía de mi vida es que, siendo psiquiatra necesito más terapia que varios de mis pacientes. Cargo con una depresión desde los diecisiete años producto de una terrible relación amorosa y la traición de la que creí mi mejor amiga; luego se le sumó el mayor sacrificio que he hecho hasta ahora por amor.
A los treinta años soy una mujer solitaria, que se ha enterrado en el trabajo para olvidar las dos grandes decepciones del amor que me han atacado. ¿Qué otra cosa podía hacer?
La terapia en mi caso no es una opción, tener que dejar de trabajar para tratarme sería mi perdición y, aunque tengo una familia que gustosa me ayudaría con mi problema, no puedo ir en contra de lo que la sociedad espera de mí a esta edad: independencia absoluta tanto económica como emocional.
Mi historia ha sido un tanto increíble, pero la que ha marcado lo que soy ahora es la primera, no la creerán, pero así es como ocurrió.
Hace 13 años…
Mamá me despierta por tercera vez, en esta oportunidad me obligo a abrir los ojos porque sé que es mi última advertencia. Si tiene que entrar una cuarta no saldré vestida al colegio.
Escucho que le golpea la puerta del baño a mi hermano para que se apresure con la ducha, es mayor que yo por dos años, pero sigue pegado en la adolescencia… ya saben a lo que me refiero, chico de dieciocho años sin novia, mala combinación.
Busco la ropa que me pondré, afuera está nevando como suele ocurrir en diciembre en el estado de Washington. Un jumper grueso de lana, unas pantys afelpadas negras y mis botas serán suficientes para el interior. Para el exterior necesitaré mi abrigo impermeable, un gorro y mis trenzas. Escucho que mi hermano al fin sale y corro a prepararme para el colegio.
Una vez lista, bajo con mi mochila especial para este clima, de un material impermeable que evitará que mi ensayo, por el cual me desvelé anoche, se arruine.
-Agatha, te advertí que no te durmieras tarde – me dice mi madre sin dejar de revolver los huevos -. Se supone que estaba listo.
-Sí, pero le encontré detalles y tuve que corregirlos – le respondo mientras saco la leche y el cereal -.
-Lo que me lleva a pensar que lo hiciste de nuevo – dice mi padre bajando el diario para mirarme -.
-Lo siento, no volverá a suceder.
-No te disculpes, enana – dice Emmett, mi hermano -, en la universidad el dormir es un privilegio para los que se esfuerzan.
-Dormir es necesario para que tu cuerpo recupere energías, para descansar y para otros procesos biológicos – mi madre es doctora, cirujano para ser exacta y es muy estricta con los horarios -.
-Sí, mamá, lo sabemos. Tienes 18 años diciéndome lo mismo – Emmett no ha tenido buenas semanas en la universidad, por lo que su malhumor suele ser desde la mañana hasta la tarde -. Pero me sigo preguntando cómo pasaste tú la facultad. Seguro que no tuviste que hacer ensayos ni trabajos grupales.
-Emmett, tu madre preparó hasta una conferencia para cardiólogos – tanto mi hermano como yo miramos con los ojos desorbitados a mi madre, eso es algo que no nos había contado -. Pero esta mujer durmió sus ocho horas, sin dejar de preparar sus exámenes ni trabajos escritos.
-¿Cuál fue tu secreto, mami? – le pregunto con dulzura -.
-En mi tiempo no teníamos más distracciones que las fiestas y los novios. No había teléfonos con cámaras para registrar hasta la basura que botas y mucho menos videojuegos que te sacan de la realidad – esos han sido puntos en contra para mi hermano y para mí, así que vuelvo a mi cereal -. Y como mi novio estudiaba junto a mí, además de odiar las fiestas, no tenía distracciones.
-Creo que tendré en cuenta eso de las fiestas… – le digo distraída. Mi padre se carcajea porque yo no voy a fiestas -. No seas malo.
-Deja el teléfono a un lado por dos días y verás cuánto avanzas – me dice papá y luego mira a mi hermano -. Emmett, deja tu hora de relajo con ese juego y verás que tendrás una hora más de sueño.
-Pero la necesito.
-No, al menos no a diario. Si tu hora de relajo fueran dos solo el domingo, ganas 5 horas a la semana – dice mi madre -.
-Las que quieres que use para dormir – le contesta desafiante, me quedo en silencio viendo como si estuviera en un partido de tenis -. Eso no tiene sentido.
-Haz la prueba esta semana… – comienza a decir mi padre, pero mi madre lo interrumpe -.
-Hagamos algo. Haz lo que te proponemos por un mes y yo te compro un nuevo juego.
-¿Es enserio? – su cara de vicioso lo delata -. ¿El que quiera?
-Bueno, te daré un presupuesto de 100 dólares para tu juego.
-¡Eso es demasiado! – grito sin querer -. Con ese dinero compro los libros que quiero.
-Deja el teléfono dos semanas solo para llamar y te doy 100 dólares para tus libros – me dice mi padre -.
-¿Por qué ella dos semanas y yo un mes? – Emmett no está contento -.
-Porque tú duermes menos que tú hermana – la voz tranquila de mamá deja todo en silencio -.
Luego del cereal unos huevos revueltos con tostada, un vaso de jugo y un trato con mi padre.
A penas terminó mi plato corro al baño para lavarme los dientes. Si Emmett entra antes que yo, son veinte minutos de retraso.
Bajo a la sala donde mi padre espera por mí, me sostiene la mochila mientras me pongo el abrigo y el gorro. Nos despedimos de mamá y Emmett, salimos a este clima agradable con una sonrisa. Al menos la nieve a dimitido un poco, lo cual indica un trayecto seguro y rápido, dentro de lo que se puede con calles nevadas.
Al llegar, me despido de papá con un abrazo y camino hasta la entrada, donde Paulette conversa con un chico muy animada. Debe ser nuevo, porque no lo conozco.
-Agatha – levanta su brazo para llamar mi atención, pero creo que no lo necesita. Su chaqueta de color amarillo sobresale entre todo el cuerpo estudiantil -. Ven, te quiero presentar a un nuevo compañero – llego hasta ellos y el chico posa sus ojos en mí, lo que no me agrada -. Él es Patrick Padmore, viene de Los Ángeles.
-Mucho gusto – le ofrezco la mano para saludarlo, aunque no quiero, porque mi cuerpo lo rechaza totalmente -. Agatha Jones.
-El gusto es mío, Agatha – mira a Paulette y le ofrece el brazo -. ¿Vamos a clases?
-Claro… Agatha, ven con nosotros – dice animada Paulette, Patrick me ofrece el otro brazo y eso sí que no lo puedo soportar -.
-Luego los alcanzo, necesito ir a la oficina – lo que no es mentira -. Nos vemos.
Me voy de ahí antes de que me sigan o me insistan. Me cuesta mucho decirle que no a Paulette, es mi mejor amiga, la única que tengo y confío en ella, por eso sé que no me metería en problemas si le digo “sí” a todo.
Pero esta vez mi instinto me dice que debo mantenerme alejada. Probablemente porque se notaba que a Paulette le interesa ese chico y él me miró de una manera que no me parece amigable. Estar lejos de él será lo mejor.
CAPÍTULO 2
-¡Agatha! – la voz de Paulette me saca de un sueño involuntario en el comedor -. No te duermas aquí, ya sabes lo que le hacen a los que caen en la siesta del almuerzo en el comedor.
-Paulette, no me interesa. Se me hace de lo más infantil y tengo sueño. Sé que tú me quitarás el famoso papel de “bella durmiente”.
Sin escuchar nada más de mi amiga, acomodo mi cabeza sobre mis brazos, cierro los ojos y me dejo llevar.
A lo lejos oigo una discusión.
-No, no le pondrás ese papel estúpido en la espalda – debería ser Paulette defendiéndome, pero está voz es más grave -. Déjala dormir en paz, algunos aquí sacrifican su sueño por estudiar, ¿Sabes lo que es eso?
-No te metas, novato – ese es Mathew o Roger -. Ella sabe lo que sucede cuando alguien duerme en el comedor.
-No me importa tu infantil y estúpida tradición. A ella no.
Siento un ruido y luego los gritos de todos me despiertan. Paulette está frente a mí con su cara de terror, cuando me ve despierta me indica a que vea tras de mí. Era Mathew, y está recibiendo un puñetazo de Patrick.
Y hago lo de siempre que veo una escena así, mientras todos siguen su arcaico instinto de incitar la pelea, yo me lanzo a separarlos.
-¡Hey, basta ahora! – me pongo en medio y, aunque soy más baja que ellos, se detienen -. ¿Qué les pasa? En especial a ti, es tu primer día de clases aquí.
Patrick tiene el labio hinchado, sin embargo Mathew ha sacado lo peor: su labio sangra y tiene un moratón naciendo en el ojo. Su sexy cara de galán idiota ha sido mancillada. Quisiera reírme en su cara, pero debo mantener la cordura, porque alguien debe hacerlo ¿no?.
Aparece el subdirector Johnson, que para variar es padre de Mathew y la principal razón de que el idiota se crea intocable.
-Los tres a mí oficina – sentencia sin preguntar, como siempre -.
-¿Los tres? – pregunta Patrick -. Nadie más se ha involucrado en esto.
-Fue por ella ¿no? – me señala y palidezco, nunca me vi en algo así, por lo que entro en pánico y reacciono como cuando tengo pánico, obvio -.
-Yo no iré. Puede llamar a mis padres y esperaré a que lleguen para ir con usted.
-Perdón – me dice como si le costará oír -. ¿Se está negando?
-Sí, puedo hacerlo – miro a todas partes y veo a uno de los cavernícolas grabando, así que le quito el teléfono, paro la grabación en medio de sus protestas y busco el inicio del video -. Yo soy víctima de su hijo.
Johnson me fulmina con la mirada, sus fosas nasales aletean con verdadera furia.
-Mi hijo es intachable.
Dejo escapar una carcajada y el subdirector me toma de un brazo para llevarme a su oficina. Patrick protesta pero le digo que guarde silencio, en primer lugar estoy en esto por su culpa, por meterse donde no le importa ¿verdad?
-Llama a mis padres – consigo gritar al aire, esperando que Paulette me escuche -.
El chico del teléfono se va tras nosotros para recuperar su aparato, así que me envío el video. Me aseguro de recibirlo y descargarlo, todo eso con una mano, porque Johnson no me ha soltado.
En eso aparece la directora Buthers, al ver la escena siento pena por Johnson, que me suelta de inmediato. Termino de hacer lo que necesito y le devuelvo el teléfono al chico cavernícola, que sale disparado.
-Señor Johnson, por favor. Esa no es manera de tratar al estudiantado, menos a la señorita Jones, ella es un modelo de estudiante.
-Pues no está vez. Ha provocado una pelea entre chicos, mire a mi hijo – le pone delante a Mathew y creo ver un amago de sonrisa que se controla en el rostro de la directora -.
-Bien, todos a mi oficina.
-Tengo pruebas de que soy víctima de Mathew – digo para tratar de zafarme de esto, pero no lo consigo -.
Entramos a la cálida oficina de la directora, donde solo hay dos sillas para “invitados”, las que son ocupadas rápidamente por padre e hijo. Me quedo de pie en un rincón mirando el piso, porque no quiero estar aquí, no debería estar aquí. Patrick se para muy cerca de mí, lo mató con mis ojos y me vuelvo a alejar de él.
-¡Señor Johnson! Póngase de pie y dele el lugar a la señorita Jones, ¿no conoce el respeto a las mujeres?
-Descuide, señora Buthers, estoy a favor de la igualdad de género y estoy en la obligación moral de entregar mi lugar a un hombre mayor – Johnson me mata con la mirada, pero me da lo mismo, viejo sangrón -.
-Me parece loable de su parte, pero de todas maneras, tome asiento – Johnson se pone de pie de mala gana y se para al lado de su hijo -. Subdirector, le pido traiga una silla más para el joven…
-Patrick……
El padre del año sale y ella me mira cómo pidiendo que hable.
-Yo no sé nada más que se golpearon e interferí en la pelea…
-Como siempre, lo que es temerario, pero significativo. Continúe.
-Por el video que le quité a uno de los caverní… de los chicos me di cuenta que Patrick quería evitarme el escarnio público con el letrero de “bella durmiente” que Mathew quería pegarme a la espalda.
-Ya veo… ¿me permite? – extiende la mano y le entrego mi teléfono con el video listo para que lo vea -.
En eso entra Johnson y le deja la silla a Patrick casi tirándola, este se sienta a mi lado y yo quisiera moverme, pero es quedar cerca de él o de Mathew.
-Bueno – dice de volviéndome el teléfono -. Esto es una muestra clara de quién es el responsable – mira a Mathew de manera severa -. Usted, queda en detención por dos semanas.
-¡Pero cómo…! – protesta el viejo sangrón -.
-Señor Johnson, no es la primera queja sobre su retoño, pero nunca pudimos probar este tipo de situaciones. Además, usted está como funcionario de este establecimiento, no como padre de Mathew.
-Yo no dejo de ser padre ni un minuto.
-Se nota – digo en voz baja -.
-¿Dijo algo señorita Jones? – dice descompuesto -.
-Si insiste en tomar parte por su hijo, deberé esperar a los otros padres, que pueden pedir un castigo más alto.
-Dos semanas están bien.
-Perfecto, pueden retirarse.
-Quiero saber que él recibirá un castigo igual o peor, mire a mi hijo, quedó muy herido.
-Si no le va a enseñar a su hijo respeto por las demás personas, al menos enséñele a defenderse cuando se la quieran devolver – la voz de la directora es tranquila y no le queda más que callar -.
Salen en silencio, diciendo que irán de inmediato a la enfermería.
-Patrick, me temo que debo darte un mes de detención, ¿entiendes por qué?
-Sí, porque soy más alto, inteligente, guapo y mejor luchador.
La directora trata de ocultar una sonrisa, este chico tiene agallas definitivamente, pero aun así no lo quiero cerca de mí.
-Muy bien, desde hoy te espero en la sala C-203 después de clases.
Se retira en silencio y la directora me mira con su sonrisa.
-Querida, casi creo que se peleaban por ti… y así fue. Pero no de la manera que se malentiende. Te felicito por ayudar a contener una pelea, pero la próxima vez sería mejor que busques a uno de los profesores o al subdirector, pudieron lastimarte.
-Lo sé, pero no pensé en ese momento. No me gusta ver a la gente pelear
Tras unos minutos más de charla, la directora me dice que vaya mis a clases. Al abrir la puerta Paulette, Patrick y mis padres se lanzan a nosotras.
-Supongo que mi hija no será castigada – dice mi mamá muy seria -.
-Ella es inocente, lo hice para que no la molestaran – dice Patrick -.
-El video lo demuestra – casi grita Paulette -.
-Por supuesto que Agatha no será castigada. Solo se va con la advertencia de avisar a un funcionario de la escuela, para evitar salir lastimada.
Todos suspiran con tranquilidad, como si les dijeran que me salvo de la muerte.
-Agatha, a tus clases – sentencia firme la directora -.
-Me parece que no será así, hemos venido para llevarla a casa – dice mi padre algo contrariado -. No creo que pueda concentrarse en sus clases luego de lo que pasó.
-¿Y qué pasó? – le pregunto cómo si no lo supiera -. Solo fueron dos cavernícolas peleando, rodeados de más cavernícolas animando la pelea.
Me encojo de hombros, agarro a Paulette del brazo y me voy con ella a clases.
Llevarme a casa… están locos, si me salto las clases no podré llegar a estudiar lo que más deseo, psiquiatría. Tal vez así llegue a entender a esos cavernícolas.