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Han pasado 4 años desde que Angkor enfrentó una de las guerras más cruciales del reino. 4 años en que dicho país ha crecido monumentalmente, creando orgullo en su monarquía y miradas muy atentas de otros gobiernos y alianzas.

Kader Sabagh es elogiado por su mente brillante, su capacidad de lucha y ese emporio que, de forma veloz, está creando de la mano de su hermano el rey. Ahora que es exaltado como príncipe y que está pronto a cumplir sus 28 años, comienza a preguntarse si las fiestas y eventos son el momento perfecto para conseguir una esposa que esté a la talla y medida que él cree merecer. Y debe ser una princesa destacada, no puede aceptar menos que eso.

Kader difiere mucho en el carácter de su hermano, este es más bien engreído, pedante y muy apegado a la etiqueta que la monarquía le ha enseñado desde niño, jamás acepta una contradicción, ni se rebaja a la plebe, aunque trata de que crean que tiene empatía con ellos por respeto a su hermano.

Así que, la convivencia diaria con aquella chica que acompaña a la reina le parece un acto degradante para su misma familia, pero se contiene pasándolo por alto; sin embargo, cada vez que se encuentra solo, en lo único que puede pensar es en aquella mirada que trastorna su cordura y que altera todos sus sentidos de forma oculta. Nadia Arafat, es solo una damisela a servicio de la reina, que a últimas instancias quisieron refinar.

Luchas, contradicciones, una nueva entrada hacia Yomal para ayudar Abder a petición de la reina. Bailes, presentaciones, drama en el reino, peleas en la familia y algunas contiendas se desatarán, mientras el corazón de Kader va sufriendo una ruptura sin soportar que alguien más se pueda acercar a Nadia, esa mujer a quien quiere aborrecer con su alma.

Capítulo 26

Un silencio muy irreal, hacía adolecer los oídos de Kader, todo su equipo estaba listo y expectante para una señal, incluso el caballo donde estaba montado, podía sentir la vibración constante que hacía su pecho.

Kader corrió la mirada hacia todos los pelotones que tenían sus miradas fijas en él, y tomando una aspiración profunda, levantó la mano en un puño como señal de atención.

—¡Espero que todos nos encontremos aquí, en tres días! —gritó todo lo que pudo y soltando su puño, bajó el brazo hacia el centro para indicarles a todos que partieran.

Los diez grupos comenzaron andar dividiéndose inmediatamente a varias direcciones, según lo que se había indicado.

Algunos para la parte norte directamente del bosque, otros al este, y las demás al oeste. El príncipe tomó el extremo del oeste, porque este daba con otra limitación de Angkor, y otra nación, Sudin, para ser exactos, porque lo más seguro es que estuviesen en tal punto.

Las ventajas eran buenas al oeste, pero eran mucho más las desventajas.

También quería ser cuidadoso con su otro vecino, la información podía llegar muy rápido a sus oídos, y este plan no podía salir de sus manos en ningún punto.

Después de que cabalgaron por largo rato, el príncipe pensó que unos cinco kilómetros y dio la orden para que comenzaran a trotar muy despacio y sigilosos. Estaban a punto de entrar a los límites de Yomal, y desde este sitio, tendrían que dar pisadas silenciosas durante todo el recorrido.

Él esperó que todos los grupos estuvieran siguiendo el mismo plan, debían cabalgar por media hora o hasta completar esos cinco o diez kilómetros, para luego tomar un trote suave.

La mayor parte de la conversación para con sus soldados, eran por señas, y con respecto a Radí, ni siquiera tenía que mirarlo. El hombre sabía todos sus pasos y sabía perfectamente qué camino tomar.

Una vez que comenzaron a pisar el territorio de Yomal, Kader hizo una seña a sus cien hombres, para que dieran una pausa, tomaran agua junto a sus caballos, y estiraran las piernas.

Bajó de su caballo después de que todos sus hombres estaban en el suelo, y comenzó a caminar a varias partes del bosque inspeccionando los caminos.

—Deberías comer algo, está casi por anochecer, y dijiste que nos escurriríamos para ganar ventaja así oscureciera… —Radí lo persiguió mientras bebía agua de una cantimplora.

—No tengo hambre, comí lo suficiente en la torre —respondió Kader distraído, pisando un terreno que estaba un poco flojo—. Debemos tener cuidado, hay algunos montículos que no son seguros, podrían ser trampas para caballos…

—Informaré al grupo —y antes de que Kader agregara Radí intervino—. Lo haré en silencio, no te preocupes.

El príncipe caminó un poco más hacia los alrededores, separándose un poco de sus hombres. El otro pelotón que podría estar más cerca de él, se encontraba a unos veinte kilómetros de distancia al este, y tendría que apartarse un poco más si quería llegar a su finalidad.

Pensó por un momento agachándose al tocar el suelo frío, para comprobar que todo el ramaje y la tierra estaban bastante húmedos. Por un momento frunció su ceño, e imaginó que, si Abdel era lo suficientemente inteligente, tomaría los caminos del oeste para poder tener más posibilidades de escape.

Se levantó sacudiendo sus manos y observó a sus hombres que ya guardaban sus cantimploras, divisó un poco y dedujo que ya la luz estaba comenzando a opacarse, y era hora de partir de nuevo. La inmensa oscuridad los atraparía y ellos debían tomar toda la ventaja posible, para avanzar al menos unos veinte kilómetros de distancia. Allí, estarían en el punto clave que Abdel señaló, pero eso sería, más o menos, mañana, en la mitad del día.

***

—Dijeron que querías verme… —Nadia escuchó la voz de Amin y su cuerpo se tensó de inmediato.

La mañana estaba siendo fría, y ni siquiera había podido conciliar el sueño estas dos noches anteriores desde que Kader había dejado el palacio. Resoplando para sí, se giró lento en ese pequeño salón donde se encontraba, y en donde había arreglado una charla para con Amin.

—Gracias por venir —dijo ella caminando hacia su sillón para tomar asiento enseguida.

Amin estaba un poco dudoso en tomar asiento también, así que se quedó de pie esperando en saber, de qué se podría tratar el asunto, aunque ya se imaginaba. Todo el palacio y la alcurnia de Angkor no paraban de hablar de una sola cosa, aparte de la humillación por la que tuvo que pasar. Estaba enojado con Nadia, pero por el momento debía tomarse las cosas con calma.

—Amin, sabe muy bien por qué está aquí… —comenzó Nadia.

—Me gustaría que usted misma me lo aclarara sin yo suponer tal hecho. Pero puedo pensar que es por qué quiere disculparse conmigo —agregó el hombre con semblante frío mientras Nadia abrió los ojos ante la impresión.

—¿Disculparme? —ella no pudo evitar colocarse de pie—. Es verdad que fue rechazado frente a mucha gente, vizconde, pero permítame recordarle, que usted fue quien quiso llevarme a una conclusión muy equivocada de la realidad…

Amin parecía ofendido, y esto realmente estaba confundiendo mucho a Nadia.

—¿Puede decirme de qué hecho está hablando precisamente?

—Vizconde… no tengo ánimo para juegos ahora… usted sabe a qué tema me refiero. Hablo del príncipe y de su hermana.

Amin asintió.

—Nunca le he mentido sobre nada. Hay testigos de las visitas del príncipe a mi casa, y usted y yo precisamos un beso entre ellos. ¿Por qué me llama mentiroso?

—El príncipe dijo que es un error, que es un malentendido… —ella se apresuró a defender—. Y si su intención fue ayudar a su hermana a…

—¿Qué? —el tono del hombre se exaltó haciendo que Nadia retrocediera—. Mi hermana no tiene que ver en mi interés por usted, Nadia. Desde que la vi, sentí una gran conexión con su persona, y pensé que las aceptaciones de mis gestos, eran una indicación de que podía corresponder a mis sentimientos.

—Amin…

—Yo hablé con usted directamente, le pedí su consentimiento, y fue usted quien la rechazó unos minutos después —siguió él sin dejarla—. Así que, por favor, no me diga ahora que todo esto es por mi hermana Eysan, porque ella no tiene que ver en esta situación. ¿Por qué cree que ella permanece aquí, Nadia?, ¡Mi hermana aún espera al príncipe!

Nadia retrocedió de nuevo y esta vez giró para reprimir sus ojos. No podía dejar que volvieran a llenar su mente de dudas, y esta vez no estaba dispuesta a dejarse llevar por sus malas decisiones de nuevo.

Así que, tomando una aspiración profunda, y sin negar que a pesar de que se estaba haciendo la fuerte, esas palabras le afectaban en gran manera.

—Entonces me disculpo con usted, Amin… —ella giró mirándolo fijo y con el rostro serio—. Por hacerle pasar una vergüenza, y que por más de que le diga alguna cosa, no podré remediar lo que le he hecho pasar…

—No tienes que…

—Si tengo, vizconde, porque a partir de ahora quiero que usted no se sienta obligado a darme explicaciones, ya que no quiero que me pretenda.

—Pero, Nadia —él se atrevió a acercarse y tomando su mano la apretó—. No puede esperar un imposible, usted y yo sabemos que el príncipe… no hará nada por usted.

Nadia pasó un trago difícil y asintió.

—Si aun eso no es posible, vizconde… No quiero pasar mis días con usted —retirando su mano y dando un paso hacia atrás mantuvo su rostro firme—. Hay alguien a quien no puedo engañar. Y esa es a mí misma.

—Nadia…

—No puedo casarme con un hombre que no amo, o, peor aún. No puedo casarme con usted amando a otro hombre.

Amin no supo que decir ante eso, porque todas las palabras se le atragantaron en la garganta. Se sentía humillado, impotente, y la rabia circulaba de manera torpe en sus venas. Así que, ante su ira, y su desasosiego, dijo lo que primero pensó.

—No tendrá una mejor oportunidad que esta.

Esta vez Nadia sonrió.

—Tal vez no… pero, aun así, prefiero rechazarla —haciendo un asentimiento, ella pasó por su lado y se fue del salón, mientras que todo su cuerpo gritaba de exaltación, considerando que había dado un gran paso.

Se sentía tan liviana a la vez, pero cada vez que iba caminando por el pasillo y Kader volvía a su mente, su cuerpo disminuía el ritmo de su caminata.

Esperaba que estuviera bien, y que, así como ella, estuviera pidiendo por qué esto terminara pronto.

Tenía tanto por decirle, eso, sin importar las consecuencias, necesitaba hacerle entender que ella sí estaría con él a pesar de los muros que los rodearan, que no le importaba su posición, ni mucho menos estas comodidades de las que estaba rodeada. Ansiaban hacerle entender que a pesar de que nunca se lo demostró, y de que sus silencios ganaron cuando pudo decirle mucho, sí lo haría, haría cualquier cosa por él porque lo amaba, y estas mismas palabras guardadas en ella, estaban siendo un puñal que la desangraba lentamente.

***

—Necesitamos parar —Radí dijo bajo, el príncipe asintió haciendo una seña para todos, y de inmediato se hizo un sonido de aliento.

Eran aproximadamente las nueve de la mañana, y en este punto habían hecho al menos tres paradas desde que ayer anocheció. Kader sabía que los esforzó más de lo indicado, pero por alguna razón necesitaba mantenerlos alertas durante el tiempo de luz, y este era el momento indicado para que tomaran la comida necesaria.

Estaban muy cerca de su destino, porque si llegaba a unos kilómetros más y no conseguía nada, se sentiría muy decepcionado.

Recostó su cuerpo en un roble, mientras Radí llevaba su caballo a comer, desenroscó su cantimplora, y bebió todo lo que pudo echando un poco de agua en su cara para despejarse un poco. En una parada durante la noche, durmieron dos horas, pero él no pudo conciliar el sueño mientras vigilaba a todos con los ojos muy abiertos.

También podía adjudicarle su cabeza perdida a esa pelirroja que no salía de su cabeza, y solo se preguntó si ella estaría pensando en él, del mismo modo que lo estaba haciendo con ella.

Después de una hora, todos ajustaron sus cosas, se montaron en los caballos mientras que Kader tomaba la delantera junto a Radí haciéndoles una señal para que tomaran el camino a la derecha.

Sin embargo, un sonido ahogado llamó su atención deteniéndolo en seco, y antes de que todos continuaran, él desenvainó su espada bajándose del caballo con Radí detrás, mientras hizo una señal para que nadie se moviera.

Kader, Radí y tres soldados más, se fueron a pie de forma sigilosa, mientras el batallón estaba en la espera, retrocediendo para no alertar a nadie con los caballos. Se retiraron lo que más pudieron, mientras que el príncipe se metía entre troncos y matorrales para llegar a los sonidos.

Su corazón se detuvo por un segundo cuando pudo divisar que a su derecha había una especie de cueva, que había sido tapada torpemente por grandes palmas y troncos caídos. Pudo ver de forma distorsionada, ya que estaban lejos, que algunas personas se movían dentro, pero lo que realmente llamó su atención, es que, al otro extremo a su lado izquierdo, había un niño como de siete años, con un cuchillo en su garganta, mientras al menos diez hombres junto a él comenzaban amedrentarlo.

Radí estuvo a punto de dar un paso en falso, pero Kader lo frenó rápido haciéndole una seña bastante apresurada.

En el momento en que Radí vio la dirección, vio como un ejército de al menos cien hombres estaban en las espaldas de los soldados, que estaban ahogando al niño. Quedaban en desventaja, principalmente porque debían dividir su pelotón y combatir solo con la mitad, mientras la otra se llevaba a las mujeres y niños, que muy posiblemente estaban dentro de esa cueva, que ahora se veía muy mal escondida.

Posiblemente el tiempo aquí, los había delatado.

El sentimiento de impotencia comenzó a recorrer el cuerpo de Kader, los ojos de aquel chico estaban inundados en lágrimas, mientras desde su distancia, podía ver que dentro de la cueva todos temblaban de miedo.

—¡¿Dinos dónde están?! —uno de los hombres enemigos gritó, a la vez que una línea delgada de sangre bajó por el cuello del muchacho porque el puñal se estaba apretando en su garganta, y su llanto solo hacía que Kader olvidara todo lo que había prometido…

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