Ian Jones, es un alfa del rango más alto que ha podido existir en el mundo, también un presidente que se desvive del placer con las mujeres, no obstante, decide que no es bien visto que el hombre sea de una sola persona.
Cada noche y/o día sale del palacio presidencial a serle infiel a su «esposa» y a su país. No es un presidente común y corriente, no, es un mafioso que llegó al poder a base de mentiras. Se hace lo que él diga o firmas tu muerte. En poco tiempo se volvió un dictador, el cual se ganó el odio de las personas de su país.
Tiene mujeres en sus sábanas cada noche, cada quién sabiendo que no puede llegar a más porque si te pasas de la raya amenace su cadáver en una fosa común a las afueras de la ciudad.
Y ni hablar del vicepresidente y tampoco del primer vocal del país, él mismo los había elegido como sus compañeros de urnas, porque eran igual que él.
Por otro lado estaba Rachel, una omega que se la ha pasado toda su vida siendo maltratada por los demás. Siempre ha querido salir del infierno en el cual fue metida en contra de su voluntad. Un prostíbulo que esperaba que ella cumpliera al menos los veintiún años para subastarla como lo hacen con todas. Pero, esa pequeña omega es maltratada porque le falta uno de sus sentidos, el cual es la visión.
Esa noche del veinticuatro de diciembre, fue el peor día de su vida. Se sentía tan sucia al usar esa ropa que la denigraba de una manera tan asquerosa. Tenía que exhibir su cuerpo de porcelana, hermoso y sobre todo virgen para que algún hombre asqueroso la comprara por una noche o por unos días. Esa noche sintió cómo su vida cambió, ni para bien, ni para mal.
Capítulo 1
Estaba mirando cómo las personas hablaban del atentado que habían recibido ese día por parte de unos guerrilleros que no estaban de acuerdo con que fuera el nuevo presidente del país.
Estaba harto de estar rodeado de personas incompetentes que sólo estaban allí sentados ganándose un sueldo sólo con eso. Puso los ojos en blanco soltando un suspiro lleno de exasperación, que fue causa de la risa del vicepresidente del país.
Dejó caer ambas manos sobre la mesa, logrando que todos dejaran de hablar.
— Quiero saber porque demonios aún están aquí dentro sin decirme una sola palabra que valga la pena. —Los miró con ojos cazadores de alguna presa.
Todos guardaron silencio ante esa pregunta tan importante, que les había llegado de golpe. Estaba decidido a que tenía que acabar con todo lo que le fuera de poca utilidad en su camino.
— Aún sigo esperando una maldita respuesta, incompetentes. —Gruñó—. En las calles hay una serie de personas que quieren acabar con mi periodo político.
El tono de voz del alfa era claro, estaba furioso y en cualquier momento podía dispararle a alguien por no haber respondido a su pregunta.
— No sabemos aún quién quiere acabar con su legado, señor —dijo uno de los hombres, que estaba en la armada. Su mirada era de puro miedo al igual que las demás, todos en ese lugar tenía que tener muy buen puesto político para estar sentado.
— No me vengan con sus cosas, hijos de perra —bramó, totalmente furioso—. Desde hace días que han intentado matarme y ustedes no hacen nada más que estar sentados en sillas que yo compré con mi dinero.
Todos, absolutamente todos, se miraron entre sí, sin poder contenerlo. Sabían que tenía razón, pero aún no habían podido saber quién era la persona que estaba detrás de todos los atentados.
Si querían conservar sus cabezas intactas tenían que investigar más a fondo la situación, aunque, si no tenían lo pedido al día siguiente sus familias buscarían sus cuerpos en uno de los barrancos de la capital.
— Espero que me tengan buenas respuestas antes de lo previsto, no quiero deshacerme de mis hombres por negligencia —sacudió su saco, alemán para ser más exactos, y se levantó de la silla presidencial al igual que los demás en ese lugar —. Espero que cuando nos volvamos a ver me tengan buenas noticias sobre lo que está pasando fuera del palacio.
— Sí, señor —dijo uno de ellos, con voz asustadiza al igual que su cuerpo tembloroso—. Haremos lo que esté a nuestro alcance…
— No quiero que hagan lo que está a su alcance —lo interrumpió, con voz áspera y lista para soltar una orden de muerte a quien le diga lo contrario—. Les ordeno que hagan hasta lo imposible por saber quién está detrás de mí —dicho eso, salió de la sala presidencial hacia la salida del palacio.
La risa del vicepresidente y del primer vocal se hizo presente a su espalda y él no dudó en reír también por lo que acababa de suceder allí dentro con los funcionarios.
No dijeron nada, solo prestaron atención a la prensa que estaba rodeando el palacio ese día, ni siquiera en Nochebuena podía deshacerse de ellos. No les dirigió ni una palabra, solo subió a su coche y esperó a que el vicepresidente también subiera.
— ¿Tenías que ser tan estricto con ellos? —preguntó el primer vocal, después de bajar la pared de metal que dividía el carro para tener más privacidad.
— Si no lo hacía, ellos tomarían mi mandato como si fuera un juego y eso no va conmigo, Leonard —le recordó—. Además, hoy es noche buena y todos ellos deben de estar trabajando para saber quién está detrás de mí cabeza.
— Eso es algo difícil de saber, Ian. La persona que está detrás de ti es muy astuta. Es como si supiese cada movimiento que haces —negó, con la cabeza, el vicepresidente.
— No hablemos de eso ahora —suspiró—. De lo que quiero hablar es como pasaré la noche buena.
— Eso es fácil, Ian, muy fácil de saber.
*****
Los pasos del otro lado de la puerta se escuchaban cada vez más fuerte a medida que pasaba el tiempo, no sabía con exactitud qué hora podía ser. Pero de algo estaba segura, era que ese día su mundo cambiaría drásticamente.
Hubiese deseado que al menos le dieran una miserable felicitación, pero nada sucedió. Lo único que recibió ese día fue la visita de uno de los dueños de ese lugar diciéndole que sus días como omega virgen habían terminado.
Así que estaba jodida, su discapacidad había sido la causante de que no la vendieran desde que había llegado a ese lugar hace tres años. Era completamente ciega, no podía ver nada ni siquiera el más mínimo reflejo de luz.
La única persona que podía ayudarla era Carla, pero hace unos días había sido vendida a un alfa de gran poder. No obstante, aún podía escuchar su voz a través de los pasillos porque aún no había sido llevada con el gran alfa a su cargo.
La vieja y oxidada cama en los esprines, hizo un sonido molesto cuando se levantó tocando las paredes de su maloliente habitación. Deseó con todas sus fuerzas el no haber nacido omega y que su hermano no la haya regalado por unos cuantos pesos al burdel con más prestigio en esa maldita ciudad.
La cerradura de la habitación cedió a la llave que había sido introducida en ella, dando paso a una hermosa omega de ojos bicolores. A decir verdad, era en la única persona que la pequeña omega había confiado su vida desde que Carla había desaparecido hace unos días.
Era sumamente atrayente con sus ojos de colores, era bajita, pelo negro, labios un poco grandes y carnosos, y sobre todo su cuerpo era demasiado curvilíneo como para no ser notada. Su destino también estaba contado y Rachel lo sabía en el momento que la escuchó entrar y que su olor se mezcló con el miedo de sus hormonas.
— Hola, Rachel —su voz sonaba lejana, y opaca por los pequeños temblores que tenía su pequeño cuerpo en ese momento. También estaba consciente de que ese día su destino también estaba contado.
— Hola, Valeria, ¿También te eligieron? —preguntó cuando la cama a su lado se hundió.
— Así es. Estoy aquí para prepararte como ellos me mandaron hacerlo… —su voz terminó de perderse por él sollozó que se escapó de sus labios—. T-Traté de hacer todo para que este día jamás llegara, pero ellos fueron más astutos que nosotras.
— Lo sé —le sonrió, triste, y buscó su mano a tientas en la cama—. Ellos tenían nuestros pasos contados al igual que los de Carla…
— Hoy vi a Carla —la interrumpió, y Rachel no evitó sorprenderse—. Al parecer alguien ya la había comprado. Su nuevo dueño dio la orden de que debían de tenerla en las habitaciones de aislamiento, hasta nuevo aviso.
— ¿Ella está bien? —preguntó Rachel en voz baja, y ella asintió.
— Si, aunque está muy triste porque está sola en ese lugar sin nadie —su voz sonó triste—. Ella también está decaída porque esta noche su dueño irá a la subasta para reclamarla.
— ¿Por cuánto tiempo estará con su nuevo dueño? —Rachel se movió un poco en la cama.
— Según lo que me dijo es por tiempo indefinido…
—Si es por tiempo indefinido eso podría ser la muerte inminente de Carla si ese alfa llegara a cansarse de ella en poco tiempo —llevó ambas manos a la boca para callar el jadeo lleno de angustia dentro de ella.
Era inevitable el final que tendría Carla si ese alfa decidía matarla al fin y al cabo su destino estaba escrito. Era una prostituta al igual que ella y que las demás en ese lugar con la única diferencia que ninguna de ellas había sido tocada por alguien alguna vez y eso no era del todo lo mejor. Las omegas de un nivel alto como ella siempre regresaban con traumas de por vida a trabajar, no había una sola que dijera que estaba conforme con la vida que estaba llevando, a decir verdad, los años pasaban y todas siempre estaban conformes con sus vidas.
Pero Rachel no quería eso, no, ella pensaba que si en los cuentos que Valeria siempre le contaba había príncipes azules quizás en la vida real habría alguno, pero no era precisamente azul como lo imaginaba.
Ella suspiró y el movimiento en la cama fue suficiente para darse cuenta de que hora había llegado, al fin dejaría de ser una omega virgen e inexperta en este mundo.
— Ellos me entregaron ropa para que uses esta noche, Rachel —murmuró algo cohibida—. Es lencería… antes de que digas algo todas debemos usarla por órdenes de Tommy, pero tú usarás la más provocativa.
— Entiendo, creo que si lo hago…
— No lo haces —lo interrumpió—. Todas sabemos que fuera de estas puertas, que Tommy está detrás de ti desde hace tiempo, él tiene todo calculado para ti esta noche. Si nadie te compra él se encargará de ti y ambas sabemos cómo serán las cosas —el pequeño cuerpo de Rachel comenzó a temblar y pequeños temblores se hicieron presentes.
Ahora sí que su destino estaba escrito, ahora sí que no había nada que pudiera hacer. Nadie iba a querer a una omega discapacitada como ella en el mundo de los alfas de alto rango.
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas sin poder evitarlo. Había oído en los pasillos cuando se paraba en la puerta que Tommy siempre terminaba matando a las omegas que no lo satisfacía sexualmente o sino las mandaba hacia otros países para prostituirlas en los barrios bajos del mundo.
— No llores, Rachel —besó su mejilla con cariño—. No pienses en eso, por favor. Verás que nadie te pondrá la mano. Quizás encontrarás a alguien que te quiera para toda la vida…
— No me pidas eso, no puedo creer en los príncipes azules de los cuentos que me dices todas las noches.
— Sino crees en los príncipes azules, entonces cree en los príncipes de negros —bromeó, para quitar la tensión que se había formado en el lugar.
— Eres buena en esto —Rachel escuchó pasos del otro lado de la puerta y en ese instante se dio cuenta de que ya era hora de que su destino estuviera escrito—. Creo que ya es hora, Val.
— Si, ¿Estás lista? —se levantó de la cama, mirando la caja que había olvidado.
— Si, no puedo detener el tiempo —también se levantó—, ¿Te dieron la ropa que usaremos esta noche?
— Si, aquí la tengo. Aunque, tengo que decirte que es muy provocativa —Valeria abrió la caja—, ¿Te ayudo en algo?
— Ayúdame a ponérmela y nada más por favor.
Ella afirmó en voz baja quitándose la ropa pieza por pieza al igual que Rachel. Ambas tenían confianza. Además, Rachel era discapacitada en la vista como para estar viendo a mujeres desnudándose frente a sus ojos cada vez que podía.
Un ligero rubor cubrió sus mejillas cuando Valeria le indicó que debía subir los pies uno a uno para ponerle las pantis las cuales eran rosadas, luego la ayudó a colocarse el brassier. Después, siguió con las medias y por último el maquillaje ligero en sus ojos. Sólo le puso un poco de delineador y algo de brillo, nada exagerado porque según ella, Rachel no necesitaba de muchas cosas para verse hermosa ante todos. También, sin olvidar la pequeña y peluda peculiaridad de Rachel que estaba bien escondida en la ropa interior.
Sintió como ella aseguraba los lazos sueltos en las medias y hacia un diseño para que se vieran presentables. Al menos le habían dado lencería nueva para esa noche. Una vez lista se sentó en la cama a esperar que ella terminara de arreglarse con ropa totalmente diferente.
La puerta fue tocada con fuerza y ambas saltaron del susto. Valeria rápidamente tomó las batas que le habían sido entregadas y le colocó una a Rachel.
La puerta se abrió con brusquedad y un corpulento hombre se hizo presente.
— Ya es hora, ustedes dos son las únicas que se han tardado más en arreglarse y Tommy está realmente enojado —bramó.
— Lo siento, James —Valeria se disculpó—. Ya vamos a salir, solo estábamos arreglando algunas cosas y nada más.
— Eso espero, ahora salgan.
Valeria tomó el brazo de Rachel para salir de allí y también para alejarse del hombre que las estaba devorando con la mirada desde que entró.
Rachel estaba fuertemente agarrada de ella para no caerse o tropezar con cualquier cosa que hubiese enfrente de ellas. Su cuerpo completo se tensó cuando a lo lejos percibió el olor de los alfas y de sobre todo los alfas de alto rango como eran los leones. Estaba jodida, si esos alfas ponían sus ojos en ella.
Los leones estaban en la punta más alta del estatus social a la hora de tener dinero a montones.
Fue colocada detrás de Valeria por precaución de ella para que nadie la viera.
— Sé que este no es el mejor cumpleaños de todos, Rachel —sintió como algo frío y simbólico era colocado en su cuello—. Este collar simboliza nuestra amistad. Tiene dos colores, uno de ellos es azul como el color de tus ojos, el de Carla y el mío, y el otro es marrón por mi único ojo marrón.
— Gracias, Val. Eres una de las pocas personas que han hecho algo por mí en la vida. Espero que nos volvamos a encontrar alguna vez —pequeños dedos se posaron en sus mejillas quitando las gotas que habían comenzado a caer de sus ojos.
— No llores, Rachel. Vas a arruinar el maquillaje —le reprochó.
— Eso es lo de menos ahora…
— Valeria —la voz de la única persona que más odiaba en la vida se hizo presente en ese pasillo. Su destino había llegado—. Ya tienes dueño, fuiste la adquisición esta noche. Tu nuevo dueño te espera… y para que te hagas una idea de lo que te espera, es un león.
Apretó los dientes mirando hacia el techo para que las lágrimas no salieran de sus ojos como tenía planeado hacer desde hace rato.
— Te amo, Rachel. Pase lo que pase siempre serás mi mejor amiga y esta cadena lo prueba —su voz sonaba estrangulada por las lágrimas que no había podido contener.
Rachel no tuvo tiempo de decir nada a Valeria porque había sido llevada con brusquedad hacia su nuevo dueño de ahora en adelante. Se sostuvo de la pared y casi vomita cuando el olor asqueroso de Tommy se posó a su lado con uno de sus velludos brazos sobre sus hombros.
— Sería una lástima que alguien que no sea yo te usara, Rachel. Eres tan hermosa y sobre todo, tan caliente con lencería que me dan ganas de follarte contra esta pared y quitarte hasta la última esencia de tu cuerpo. Aunque, esta noche puede que se haga realidad ese sueño caliente que tengo contigo —dijo en voz baja, en el oído de Rachel.
Rachel se removió incómoda en su lugar hasta que pudo salir del agarre de ese hombre.
— No me toque, señor —intentó que su voz sonara firme.
— Eso está por verse, Rachel —saboreó su nombre.
Ahora estaba sola, sin nadie con quien hablar, ninguna de las que quedaban eran sus amigas o conocidas. Sus plegarias fueron escuchadas por el diablo, porque en ese momento fue tomada del brazo y arrastrada a través de las personas. Ahora sí que estaba jodida.
— Es tu día de suerte, zorrita —la voz de James se hizo eco a través de sus tímpanos—. Te han comprado un alfa muy importante en estos negocios, aunque dudo que dures mucho con él, porque es un león de gran prestigio.
Rachel tembló y sin contenerse, comenzó a llorar. Ahora sí que iba a morir sin conocer a su príncipe de cuento de hadas. El aire chocó contra su rostro desde que salieron del lugar. Y sus rodillas sufrieron las consecuencias cuando fue lanzada hacia el pavimento con fuerza. Un jadeo salió de sus labios mezclados con los sollozos que hacía temblar su cuerpo a cada segundo.
El sonido de varios pasos firmes y de un golpe que resonó por todo el lugar se hizo presente, el lastimero gemido de dolor que soltó el corpulento hombre detrás de ella la puso en alerta. Se encogió en sí misma tratando de pasar desapercibida entre los fuertes hombres que la rodearon.
Un fuerte tirón de su cabello la hizo hincarse sosteniéndose de las piernas que la tenían sujeta del cabello. El fuerte olor a león dominante y feroz fue suficiente para saber que estaba rodeado de tres alfas de alto rango y estatus social.
— ¿Estás seguro de que quieres estar con esta omega? —preguntó uno de los hombres, el que estaba detrás de él.
— Así es. Su olor es el de una zorra, todos sabemos que muy pocas personas pueden darse el lujo de estar con alguien como ella — respondió—. Además, necesito tener con que divertirme.
La respiración de Rachel se volvió errática y sobre todo su cuerpo completo se volvió frío por las palabras que había dicho ese hombre. Su tono de voz al igual que su olor solo significaba una cosa y era peligro inminente. La mano sobre su cabeza apretó con más fuerza su cabello, haciéndola levantarse del piso, sin dejar de agarrarse de la otra persona. En el momento en que el agarre se hizo más suave su mirada cayó hacia abajo en forma de reverencia.
— Pero solo tienes que mirarla, es una omega con una dificultad que después te pasará factura —dijo la otra voz a su lado con desagrado.
— Eso es lo de menos ahora, lo único que me interesa es que me divertiré mucho con ella —pasó varias veces sus dedos por el pelo castaño de la omega, antes de tomarla por el brazo—. Nos vemos mañana para navidad.
No escuchó las respuestas de las demás personas por lo que supuso que se habían ido. Fue tirada del brazo hacia el frente con uno de los brazos de la persona que la había comprado. El camino hacia su nuevo hogar no dejó de ser una tortura, no porque le habían ordenado que se sentara en el piso, sino porque no sabía lo que le prepararía el futuro.
Capítulo 2
Estaba muerta de miedo, no había subido la cabeza en todo el camino, sólo por no desobedecer a su amo. Las voces que escuchó en un momento determinado de su viaje la dejaron congelada.
Del otro lado de la puerta había muchas personas hablando a gritos como si estuvieran esperándolos. El gruñido que escuchó por parte de su nuevo amo le indicó que no estaba de acuerdo en seguir escuchando a esas personas.
Una serie de maldiciones, un aceleramiento del vehículo la hizo agarrarse del asiento buscando con que protegerse de posibles accidentes. Su corazón latía con fuerza a medida que avanzaba por las calles. Estaba tan concentrada en aprender el camino de regreso en carro mientras avanzaba que no escuchó nada de lo que estaba preguntando su nuevo amo.
— ¡Maldita omega! ¡Te estoy hablando! —ese potente grito la hizo volver al presente, dando un salto en el piso de la limusina.
— Lo siento, amo. No lo estaba escuchando —murmuró jugando con sus dedos.
— Ya me di cuenta de eso —el alfa bufó exasperado—. Te estaba haciendo una serie de preguntas y estabas tan ida. Qué lo único que estabas pensando es en agarrarte de ese asiento como si tu vida dependiera de eso.
— En verdad lo siento, amo. No volveré a estar distraída.
— Eso espero, omega inservible —dijo serio.
Rachel mordió su labio al escuchar ese nombre por segunda vez en su vida. No quería ponerse a llorar porque eso le daría más razón a su nuevo amo de llamarla de esa forma. La primera vez que le dijeron de esa forma fue cuando apenas tenía cuatro años y fue su hermano alfa antes de venderla, pensaba que nunca la volvería a escuchar de alguien más pero se equivocó.
— ¿Cuál es tu nombre? —rompió el silencio que se había formado.
— Rachel —fue lo único que dijo la omega aun con la cabeza agachada.
— ¿No tienes apellidos?
— Nos quitan el apellido cuando llegamos a ese lugar, amo —sus labios temblaron, mientras más hablaba.
— Interesante. ¿No tenías familia alguna cuando te dejaron en ese lugar?
—Sí, tenía un hermano alfa —jugó, con los extremos de la bata.
— ¿Cómo llegaste allí? ¿Fue por voluntad propia? —preguntó, con un toque de burla, y Rachel rápidamente negó con la cabeza—. Entonces contesta, omega.
— Mi hermano me vendió cuando tenía dieciocho años, justamente el día de mi cumpleaños. Nadie en su sano juicio querría estar en ese lugar por voluntad propia.
— ¿Naciste ciega? ¿O tuviste algún accidente cuando eras más joven? —la curiosidad lo estaba matando, algo dentro de él le decía que debía de seguir preguntando más sobre su vida.
— Nací de esta forma, por eso estaba en ese lugar. Nadie quiere hacerse cargo de una omega inservible como yo en la sociedad. Además, a nadie le importa tener que lidiar conmigo siendo una omega zorra —se encogió de hombros, concentrándose en el camino y en las vueltas que daba la limusina.
— Por eso te encuentro interesante, zorrita —se acercó a su rostro haciendo que su aliento choque contra el de la omega—. Eres de esas pocas especies exóticas que aún existen en el mundo — acarició su cabello y Rachel no pudo evitar ronronear—. Aparte de zorra me saliste gata, pero que… —se calló de golpe, analizando lo que había dicho.
— ¿Sucede algo malo, amo? — preguntó preocupada, cuando las caricias dejaron de estar presentes.
— Quítate la bata que traes, ahora —ordenó, echándose para atrás.
— ¿Por qué? ¿Hay algo malo en mí?
— Sólo quítate la maldita bata —gruñó.
Rachel asintió hincándose y tomando los lazos de la bata quitándose lentamente de su cuerpo, no porque quisiera parecer sexy, sino porque tenía miedo de que descubriera algo mal en su cuerpo aparte de su falta de visión.
Su miedo incrementó cuando recordó algo de lo cual estaba segura de que se llevaría a la tumba si nadie se daba cuenta. La bata cayó por sus hombros y sin poder evitarlo sus mejillas se pusieron rojas de la vergüenza que estaba sintiendo. El sonido de un interruptor se hizo presente en la limusina.
— Es para tener más privacidad —dijo Ian como si estuviera leyendo su mente—. Acércate.
Gateó siguiendo la voz de su nuevo amo sin decir algo más para no molestarlo y que este la castigara por desobedecerlo. Sus manos temblaron por tocar al alfa por lo que al final las puso sobre el regazo del alfa esperando que no se enojara con ella por ese atrevimiento.
— ¿Por qué ocultas tu cola de esa forma? —se inclinó hacia el frente chocando su aliento en el cuello de Rachel.
Rachel cerró los ojos echando su cabeza a un lado para darle más acceso al alfa de hacer lo que quisiera con ella. Su respiración se volvió pesada cuando la mano derecha de Ian se coló dentro de su ropa interior, justamente donde estaba su cola.
Sus ojos aún cerrados comenzaron a llenarse de lágrimas y un sollozo salió de sus labios, cuando su peculiar cola fue liberada de su ropa interior. Hizo puños en el regazo del alfa temblando cuando empezó a acariciarla de forma lenta y cuidadosa.
Los recuerdos que tenía no eran agradables para nada. A decir verdad, le daba miedo que alguien tocara su larga cola y la lastimara cada vez que se enojaban con ella.
— Aun no respondes a mis preguntas, zorrita —la cola en sus dedos se sentía cálida bajo su tacto cada vez que sus dedos la tocaron.
— No me gusta que la vean y tampoco que la toquen, amo —susurró.
— ¿Por qué no te gusta? —la soltó, sentándose mejor en el asiento para observar el rostro sonrojado y los ojos mojados de su nueva adquisición.
— Cada vez que hacía algo mal, me castigaban jalando mi cola o… ellos me cortaban una parte para que aprendiera la lección. Mi hermano alfa era el culpable de que mis castigos fueran así en la casa de subastas.
Ian se mantuvo en silencio con el rostro lleno de incredulidad reflejado. Eso que Rachel le había dicho lo había dejado atónito. Aguantar cada vez que le cortaban la parte más delicada de su cuerpo, sólo porque desobedeció alguna orden, era totalmente increíble. Y más aún; que Rachel tuviera genes gatunos en ella. Sí que había sabido elegir muy bien a su nueva mascota.
La limusina comenzó a moverse hacia los lados e Ian supo que habían llegado a su complejo privado de campo, por lo que decidió que ya era hora de que Rachel conociera su nuevo hogar hasta que se cansara de ella.
Otra vez, la ayudó a ponerse la bata esperando que su chofer le abriera la puerta para poder salir de ese lugar lo antes posible si era necesario. La puerta a su lado izquierdo fue abierta y el flamante chofer se hizo a un lado para darle paso a su jefe sin decir una sola palabra sobre Rachel.
Los pies descalzos de Rachel tocaron el frío pasto de lo que parecía ser un jardín verdaderamente cuidado por quien sea que lo cuide. Se abrazó a sí misma esperando que el alfa terminara de hablar con su chofer.
Había estado pendiente de las vueltas que había dado la limusina en todo el camino por si en algún momento tenía que escapar de ese lugar. Fue jalada del brazo hacia delante y no pudo evitar hacer una mueca por el ardor que sintió en esa área en la parte de arriba.
Fue guiada sutilmente hacia los peldaños de las escaleras que adornaban la casa de campo, el sonido de un llavero la hizo pestañear varias veces y el olor a menta y a especies se hizo presente.
— Aquí vivirás hasta que me canse de ti, zorrita…
— Amo, por favor… Sé que no estoy en condiciones de pedir nada pero le ruego que no me mate… —suplicó dándose la vuelta para tomar del saco al alfa—. Por favor, es lo único que le pido. No daré problemas en ningún sitio. No sabrá nada de mí a menos que usted venga aquí, pero no me mate. Por favor…
— Shhh —puso un dedo en sus labios acallando el balbuceo de la omega—. Él que decide aquí soy yo. Así que no digas nada de lo que me haga cambiar de opinión respecto a ti —pasó uno de sus brazos por la cintura de la más joven, acercándola más a él—. Si eres una linda zorrita, quizás me apiade de ti —con su mano libre delineó su perfil—, ¿Quién te regaló esta basura?
Rachel de inmediato tomó entre sus dedos su cadenita, buscando la forma en que el alfa no la arrancara de su cuerpo. No iba a dejar que el único recuerdo de sus amigas quedará en el olvido solo porque ese despiadado hombre no la quería.
— Es el recuerdo de una gran amiga que tenía en la subasta, amo —su voz sonó baja, como si un recuerdo atormentara su mente—. Es lo único que me queda de mis dos mejores amigas… no me quite esto por favor.
— No lo haré —Rachel soltó el aire que tenía en los pulmones—. A menos que me des razones.
Ahora vamos a que conozcas nuestra nueva habitación, donde haremos muchas cosas.
Sus labios fueron asaltados con brusquedad y tuvo que sostenerse de los brazos para no caerse cuando sus pies dejaron de sostenerla. Nunca en su corta vida había dado un beso que la hiciera sentirse bien consigo misma. Las manos que se colocaron en su cintura fueron el impulso para que enrollara sus pequeñas piernas en la cadera del alfa.
Los pasos del alfa sonaban por todo el pasillo del primer piso hasta que se detuvieron en una habitación que tenía el mismo olor que la sala que había estado anteriormente.
Las manos del alfa fueron a parar a su redondo trasero apretándolo sin dejar de besarla de forma única. La apretó mientras se subía sobre la cama dejando el cuerpo de la omega debajo de él.
Despegándose de los labios de ella a regañadientes se quitó los zapatos y luego prosiguió a quitarle la bata barata que traía puesta la omega.
Un jadeo involuntario salió de sus labios cuando se fijó mejor en lo que tenía enfrente. El encaje rosa que adornaba el cuerpo curvilíneo de su omega, era exquisito, tenía todo lo que una dama de sociedad hubiese deseado alguna vez tener. Sus manos delinearon el abdomen plano y con algunas marcas de lo que parecía ser cigarrillos, él conocía bastante bien esos tipos de castigos.
El cuerpo debajo de sus dedos se tensó cuando se detuvo en una de sus tantas marcas, justamente la que estaba debajo de su ombligo. Era una de esas cicatrices que te marcaban de por vida. Ian tensó la mandíbula pestañeando varias veces para no romper algo y estaba seguro de que ese algo sería Rachel, porque era lo único que tenía cerca en ese momento.
— ¿Hay algo malo en mí? —se sentó en la cama en cuanto Ian se despegó de su cuerpo para sentarse a un lado en la cama.
— No es nada —se levantó de la cama sin mirarla—. Ven te guiaré en el recorrido de la habitación para que sepas donde están las cosas y puedas ubicarte si necesitas algo.
Rachel asintió colocando los pies en los bordes de la cama esperando que su amo llegara por ella. Su brazo fue tomado con más fuerza de la necesaria y casi chilla por tan brusco que era el cambio de actitud.
Se tragó cada cosa que tenía en mente para no hacer enojar al alfa más de lo que ya estaba, el recorrido fue muy tenso para Rachel, porque no encontraba la forma de quitar la mano del alfa de su brazo. Pestañeó varias veces cuándo el sonido de un celular, obviamente el de Ian se hizo presente en la habitación.
El alfa la dejó en la cama y luego salió de la habitación dejándola sola sin saber qué hacer. Sus ojos se llenaron de lágrimas contenidas desde hace un buen rato, ahora que estaba sola no sabía qué hacer. El único recuerdo que tenía de sus amigas era la cadena que adornaba su cuello y no pensaba quitársela ni aunque fuera a ducharse, si es que se duchaba.
Sostuvo la cadena entre sus dedos recordando los breves momentos que había pasado con sus amigas. Ahora estaba en algún lugar del país pasando el peor día de su cumpleaños con un alfa del que ni siquiera sabía su nombre. Lo único que sabía era que este era un león, la especie más peligrosa en todo el mundo, los niños que nacían siendo leones su mundo estaba escrito en el poder.
Aunque, muy pocos llegaban a nacer con vida por culpa del vientre de sus incubadoras.
Movió sus pies tocando su cuerpo sobre la tela de la lencería, esperando que su amo llegará para terminar con su vida después de haber visto sus marcas en cada parte de cuerpo. Era de esperarse que saliera corriendo desde que las viera, era obvio que cada persona la mirará con repulsión.
No podía hacer absolutamente nada si él decidía regresarla otra vez al prostíbulo del cual la había sacado, a decir verdad. Le era sumamente difícil de creer que ahora podía pertenecerle a ese asqueroso alfa que había intentado tocarla muchas veces en el pasado y que ahora tenía la excusa perfecta para hacer de las suyas con su vida.
La puerta de esa habitación fue abierta y el olor a enojo llegó a sus fosas nasales de inmediato. Bajó de la cama colocándose de rodillas con sus manos en la espalda esperando su fin, por así decirlo.
— No te dije que te pusieras de rodillas —la tomó del brazo levantándola—. Aparte de ciega, eres estúpida.
— Lo siento, amo. Es que me asusté mucho cuando salió de aquí para hablar por teléfono —susurró intentando salir de su agarre que ya le estaba pasando factura.
— ¿Por qué te asustaste? —La sentó en la cama otra vez—. Aún no te he dado motivos para que estés nerviosa.
— Yo… creo que fue porque vio las marcas que están en mi cuerpo y también porque recibió esa llamada hace un momento. Pensaba que ya me iba a matar o algo parecido por el tono de voz por el cual recibió…
— Nada de eso —la interrumpió—. Ahora que sabes dónde está cada cosa espero que tengas un poco de conocimiento a la hora de moverte por la habitación.
— Si, amo —asintió rápidamente.
— Mañana vendrá alguien a traerte algo de ropa para que uses en el tiempo que estés en este lugar.
Dicho esto se retiró dejando a Rachel sola en medio de esa habitación.
*****
Su mandíbula estaba tan tensa que parecía como si en cualquier momento se le fuera partir en dos la cara, estaba realmente enojado con todos en ese lugar. Azotó la puerta con fuerza en cuanto llegó al lugar. Su mirada viajó hacia los presentes en ese lugar, tenía una dolorosa erección entre sus piernas y que por supuesto nadie que estaba en ese lugar iba a solucionar.
— También estaba en pleno acto cuando estos hijos de perra me llamaron —explicó Zaid, a su lado con el ceño fruncido de igual forma.
— Yo ni siquiera pude hacer más que entrarle los dedos —ahora fue el turno de Leonard en mirarlos a ambos con los labios fruncidos—. Y eso, que fue en el auto.
— Debemos de acabar con esto rápido, tengo que quitar esta espantosa erección de mis piernas y ninguno de los que están aquí lo harán —se cruzó de brazos y luego caminó hacia donde estaban las puño de acero—. Que empiece este hermoso juego —sonrió—, ¿Cuál es la razón por la cual han interrumpido mi maravillosa noche?
— Según las cámaras de seguridad este individuo fue visto colocando bombas cerca de donde nos reunimos los del partido cuando hacíamos nuestras reuniones —dijo Leonard caminando, por la habitación y sentarse en una de las sillas para mirar el espectáculo.
Ian le quitó el sacó color negro que cubría su rostro y subió una ceja cuando se dio cuenta de quién era. Era la misma a quien le había dado el golpe cuando le fue entregada su pequeña zorrita.
— ¿Quién te envió?
— Nadie…
— No me vengas a decir que nadie porque eso ni el papa te lo cree, imbécil —le soltó un fuerte golpe en el rostro con el puño de acero que tenía entre sus manos—. Si no me dices nombres me veré en la obligación de hacer las cosas a mi manera y preferirás que alguno de ellos… —señaló a Leonard y a Zaid—. Te den un poco de esta mierda antes que yo.
— Jamás diré algún nombre, prefiero que me maten antes de vender a mi país como lo han hecho ustedes tres —escupió.
— En ese caso, haré las cosas a mi manera.
*****
— Rachel —el susurro de la persona que la llamaba era tan conocida que de inmediato abrió los ojos.
— Carla, ¿Eres tú? —se sentó en la cama buscando las manos que estaban en sus piernas—, ¿En verdad eres tú?
— Si soy yo y también Valeria está aquí conmigo —su voz se perdió al final soltando un sollozo
— Estamos juntas otra vez, hermana.
— Eso es genial, ¿Pero cómo llegaron hasta aquí? —preguntó, sin poder creerlo.
Uno de los lados de la cama se hundió cuando hizo esa pregunta y el olor que una de sus amigas siempre había adquirido no se hizo esperar en su olfato.
— Alguien nos trajo hace un rato, tal parece que vamos a vivir juntas por un largo tiempo —dijo Valeria, pasando sus dedos por el cabello de Rachel.
— ¿Qué está pasando?
— Rachel —llamó Carla—. Fuimos vendidas a personas importantes en este mundo del narcotráfico y trata de blancas —tomó una de sus manos y Valeria hizo lo mismo—. Fuimos vendidas a las tres personas más importantes del país… yo fui vendida al vicepresidente, Valeria al primer vocal y tú… —se quedó callada, no sabía cómo su amiga iba a reaccionar si le decía lo que tenía enredado en la lengua.
— Tú te llevaste el premio alfa, eso es lo que Carla quiere decirte —murmuró, con una sonrisa triste.
— No entiendo.
— Tú fuiste vendida al presidente del país, Rachel.
Capítulo 3
Los días siguieron su curso tal y como estaban. Rachel sentía miedo cada vez que se iba a la cama a dormir cada noche. Sentía y presentía que su amo iba a entrar por esa puerta para quitarle la poca inocencia que quedaba en su cuerpo, pero nada pasó en esos días que estaba con sus dos amigas en esa inmensa casa a las afueras de la ciudad.
Los días pasaron y Rachel poco a poco fue sintiéndose tranquila, con algunas preocupaciones de por medio. En esos días en los cuales no había recibido noticias de su amo por ningún medio, por alguna extraña razón se sintió mejor.
Así como esos días pasaron, el año nuevo llegó, y con eso nuevas cosas llegaron a su mente.
Ahora estaba en la parte trasera de esa gran casa con Valeria y Carla conversando sobre las cosas que les había pasado en el poco tiempo que estuvieron separadas.
— Casi me da algo cuando ese tipo entró por esa puerta —dijo dramáticamente—. Solo dije: Hasta aquí llegué con este tipo.
— Eso es muy dramático, Val —se burló Carla y ella la vio con una sonrisa maliciosa—. Esto no me gusta.
— Al menos a mí no me llegaron a meter algo, en cambio a ti te metieron los dedos y…
— Cállate, Valeria —sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí y Rachel no dudó en reír por el tono avergonzado que usó su amiga.
— Pero si es la verdad —le tiró una uva—. No te rías, Rachel, que no te quedas atrás —le golpeó el brazo—. Al menos te dieron besos —hizo un pico con los labios, aunque Rachel no la vio.
— Pero no me metió nada como a Carla y eso es bueno —sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí —. Aunque, la felicidad que me queda puede que no dure mucho tiempo cuando él venga otra vez —murmuró.
— No estés triste, Rachel, verás que quizás él ya no venga más por aquí y nos deje en paz —acarició su cabello y Rachel colocó su cabeza en el hombro de ella.
Carla tampoco se quedó atrás, colocó su regazo y miraron el bosque que estaba del otro lado de las rejas de metal.
— Esos tipos me dan miedo —murmuró Carla, mirando a los hombres vestidos de negro custodiar las rejas y los alrededores.
— Lo sé —dijo Valeria, con poco ánimo—. Desde que llegamos ellos están ahí y no nos dejan de mirar por nada del mundo. Hasta pienso que nos tienen vigiladas hasta en el baño.
— Y yo que pensaba que era la única —concordó Carla, acariciando la pierna de Rachel.
— No sean dramáticas —negó Rachel con la cabeza—. Al menos agradezcan que no han sido tocadas por nadie en estos días —les recordó—. No sabemos cuánto tiempo estaremos así de tranquilas por las cosas que están pasando con nosotras.
— En eso tienes razón, las cosas cada vez están peor con nuestro país —bufó Carla—. No sé cuándo este gobierno hará algo para que las vidas de las personas cambien.
— ¿Cambiar? —se burló Valeria—. Eso es algo imposible —las tres rieron.
— Deseo que todo acabe rápido — susurró Rachel, tocando el cabello de Carla —. Que todo salga como esperamos y no como el destino nos tiene escrito nuestro futuro.
— También lo espero, Rachel —dijo Carla, de la misma forma—. Aunque, según dicen, la esperanza es lo último que se pierde ¿No?
— Seguiremos juntas a pesar de todo —concordó Valeria.
Rachel iba a decir algo pero sus sentidos se pusieron en alerta cuando un cambio en el aire se hizo presente donde estaban. Su piel se erizó causando que sus amigas se pusieran en alerta también, porque habían sentido los cambios en el aire.
— Están aquí —Valeria se levantó del piso y ayudó a Rachel a pararse—. Esto no es bueno…
— No puede ser tan malo que ellos estén aquí…
— Sólo por ti, Carla —suspiró.
— ¿Por qué dices eso? —preguntó Rachel, tomando su mano.
— Hoy es doce de enero.
Antes de que alguna de las chicas pudiese decir algo sobre eso, fueron llevadas hacia la casa custodiadas por los hombres que estaban a sus alrededor cuidándolas como si fueran sus dueños. La mano de Valeria estaba sujeta a la de Rachel con mucha fuerza de la necesaria, ella necesitaba sentirse segura y quien mejor que Rachel o que Carla para hacerle saber que no estaba sola en ese momento crucial.
Sus ojos se llenaron de lágrimas en cuanto la figura de su amo se hizo visible en su campo de visión, ya tenía una idea de lo que pasaba en ese lugar y no estaba segura del todo si saldría viva después de eso.
Un gruñido salió de los labios de su amo, cuando la mirada de este se posó en las manos de Rachel y de Valeria.
— Zaid, agarra a tu omega antes de que yo lo haga y no te gustara la forma —dijo tomando del ante brazo a Valeria, quien gimió por la presión en su brazo.
— Ven aquí, omega —frunció los labios, pero hizo lo pedido por Ian sin rechinar, bastante tenía con las cosas en su mente como para que ahora le salga del alma desobedecerlo—. Así me gusta, tan obediente —pasó uno de sus brazos por los hombros de la omega acercándola más a su cuerpo—. Ya se pueden ir, hablaremos en unas horas para el viaje que haremos hacia Canadá, espero que ya tengan todo en orden para ese momento.
— Así será, Ian. Nos vemos en unas horas en el aeropuerto —dijo Leonard, inclinando la cabeza en forma de despedida.
Leonard tomó a Carla por unos de sus brazos y la sacó de allí, seguido de Zaid.
Rachel se sintió un poco triste por el repentino vacío en esa habitación que no dudo en hacer un adorable puchero, cuando se dio cuenta de que estaba sola con Ian en esa habitación.
Podía sentir la tensión del alfa contra su cuerpo, por lo que optó por quedarse quieta esperando que este dijera algo en lo cual ella podía ayudar si era necesario, pero su curiosidad fue tanta que terminó hablando.
— ¿Sucede algo, amo? —preguntó la omega en un susurró, ya se le hacía raro tanto silencio en ese lugar.
— Vamos a la habitación, estos estúpidos tienen rato mirando lo que es mío y eso no me gusta —soltó tomando unas bolsas que había llevado ese día a la casa especialmente para Rachel.
Ian les dio una mirada asesina a todos sus trabajadores que miraban a Rachel como si esta fuera un pedazo de carne a la cual ellos tenían el derecho de verlos.
Guió a la omega hacia la habitación e hizo que quedara acostada a su merced, mientras cerraba la puerta de la habitación con seguro.
— ¿Qué hará conmigo? —preguntó en un susurro tembloroso.
— No hagas preguntas —siseó abriendo las bolsas y sacando la ropa interior con una sonrisa—. En estos días me han dicho que ya no tenías ropa que ponerte…
— ¿Quién le dijo eso? —sus mejillas se pusieron rojas por las repentinas ganas salir huyendo del lugar.
— Nadie en particular, supuse que ya no tenías porque nunca te las compré. Pero eso cambiará hoy—. Rachel frunció el ceño sin saber a qué se refería y la respuesta no tardó en llegar.
Ian flexionó las rodillas de Rachel, luego tomó los extremos del short negro que tenía tapando su desnudez y luego la camiseta que tenía la ya mecionada desnunandola por completo. Después de quitarle la ropa por completo soltó una risa burlona cuando gran parte de la piel de la omega se puso de un tono más carmesí que de costumbre bajó sus manos.
Rachel era una hermosa adquisición digna de admirar por un largo rato si era posible, pero qué más daba.
— Con esto te verás muy linda —le puso la ropa interior color violeta con un pequeño lazo en uno de los extremos y en el medio del brassier.
— ¿Qué es eso, amo?
— Se me olvidó que no puedes ver —puso los ojos en blanco—. Es tu nueva ropa interior, esta es la que usarás en mi próximo viaje.
— No entiendo, pensé que solo estaría en esta casa hasta que usted decidiera hacer algo conmigo —murmuró, sentándose en la cama.
— Así es, pero irás conmigo a un congreso que dura un mes y quiero que estés en mi cama dispuesta para mi cuando lo necesite —apoyó sus manos y rodillas sobre las piernas de la omega, acercándose a ella—. No puedo estar en abstinencia durante mucho tiempo, mientras que tu estas aquí como si nada.
— ¿Pero no será peligroso que yo vaya con usted? —intentó que Ian se echara para atrás en eso de sacarla del país, no le gustaba para nada eso.
— Tengo todo controlado —sopló los labios de la omega—. Sacarte del país no es un impedimento para mí.
— Pero…
— Nada de peros, Rachel, no me gustan las preguntas estúpidas —puso dos dedos sobre el pecho de la omega y la empujó hacia atrás acostándola —. Tiene unos labios muy apetecibles, omega— y la besó.
*****
— Creo que ellos nos tirarán en el mar Caribe y luego nadie nos recordará —dijo Carla, mirando la ventanilla y luego a sus amigas.
— Eres tan dramática, Carla, que estoy segura que el día que dejes de hacerlo será el fin del mundo —dijo Valeria, dándole en el brazo y esta se rió.
— Creo que es la verdad —concordó Rachel, con ella y Valeria le dio un zape en la cabeza por ser tan mensa y en eso también—. No tenías por qué darme en la cabeza —se pasó la mano por el área afectada.
— Es que las dos son estúpidas, por el amor de Dios —bufó y luego se cruzó de brazos—. Si ellos en verdad quisieran hacerlo ya lo hubiesen hecho sin remordimientos desde el primer día que llegamos a sus manos.
— En eso tienes razón —dijo Carla—. ¿Qué te pasó en los brazos?
— N-Nada —escondió la mirada—. Solo no preguntes.
— ¿Qué demonios te sucedió? —volvió a repetir ya un poco más seria, tomando las muñecas de Valeria.
— No pasó nada, te lo juro…
— Algo está mal, tu voz suena rara —murmuró Rachel, estando de acuerdo con Carla—. Algo te hizo tu amo.
— Él no me hizo nada, se los juro —sollozó—. Suéltame, Carla, me estas lastimando.
— ¡Entonces dime qué diablos sucedió!
— No grites, Carla. Vas a llamar la atención de nuestros amos —susurró Rachel. — ¡Leonard! ¡Tú maldita omega está tocando lo que es mío!