El destino no está predeterminado, lo escribimos con cada una de las decisiones que tomamos. En la vida siempre hay que tomar decisiones. Algunas veces son pequeñas, incluso insignificantes. Otras son enormes y pueden cambiarlo todo para siempre.
Porque cuando no se puede tener todo hay que elegir, y al hacerlo, uno siempre tiene miedo a equivocarse.
Así me encontraba yo, entre el querer y el deber, huyendo de mi realidad, para huir rumbo a una mentira.
Estaba a punto de casarme con un hombre que odiaba y mi familia estaba alejándome del verdadero amor de mi vida…
“No podemos elegir de quien nos enamoramos, pero si con quien quedarnos”
CAPÍTULO 70
Kalil.
Describir cómo me siento ahora sería imposible. Pero si debería utilizar una palabra diría que… desesperación es lo que siento.
La rabia que me consume por los hechos de Alinna no son peores que mi inestabilidad ahora que Saravi piensa que le he mentido, su mirada me lo dejó muy claro, ella debe estar pensando que estoy jugando con ella y que por supuesto estoy loco.
Sentí mucho miedo cuando ella posó su mirada en mí cuando volvió en sí después de su mareo, me había aterrado entender que no quería nada de mí después de escuchar Alinna mintiendo en mi cara. Pero definitivamente lo que terminó por matarme fue cuando dijo que iría con su prometido a preparar las cosas para el viaje.
«¿Qué podía hacer?»
Era imposible retenerla aquí por la fuerza y en contra de su voluntad, pero incluso ante la firme decisión que había tomado, en este momento de desesperación me parecía apetecible.
No tenía mucho tiempo, no dejaría que ella se fuera, así que me devolví por el camino en que ella desapareció hace unos minutos antes, y me di prisa a buscarla.
Le diría cualquier cosa, necesitaba que ella me escuchara, apelaría por ser oído y que ella me diera la oportunidad de decirle toda la verdad, pese a las consecuencias.
Pero los labios del hombre a quien más odiaba en este momento de mi vida, estaban posando sobre la boca de mi Saravi muy sutilmente cuando llegué al balcón frenándome de golpe. Ver ese escenario me dejó completamente helado y estático, era como si lo más profundo de mí, hubiese estallado en mil pedazos, y cada parte doliera en una intensidad que te hacía faltar el aire.
«No di un paso más, necesitaba irme de aquí».
Entré al salón de reuniones capacitado al menos para cien personas, y vi que mi hermano y Basim ya estaban en lugar, pero Fais no se encontraba en ninguna parte. Mi corazón y cuerpo adolecían, no podía negarlo, pero en este momento debía dar culminación a todos los tratados que tenía con los reyes de la frontera de Angkor, y luego pasaría con los representantes de otras naciones.
«No podía dejar a un lado mis responsabilidades».
Me senté en el extremo de la mesa y todos hicieron silencio con mi llegada.
—¿Dónde está Fais? —pregunté en voz baja hacia Basim.
—No lo veo desde hace rato. Si desea lo buscaré.
Lo detengo con la mano negando varias veces.
—No, debemos comenzar ya, estoy retrasado, todo este tiempo he estado retrasado, haciendo las cosas mal, todo va de mal en peor.
El ceño de Basim se pronuncia de inmediato.
—Hermano, ¿estás bien? Si quieres…
—No —corto a Kader—. Comencemos.
El foro se abrió dando paso a preguntas largas, firmas, debates en desigualdades. A la final a todos no se les podía complacer en sus preferencias. Invitaciones extendidas a sus países y muchos proyectos a futuro se había enmarcado en esta reunión. Pero en ningún momento de lo que quedó de mañana vi aparecer a Omer Bozkurt y eso me colocaba más impaciente de lo que estaba.
Por otro lado, también me satisfacía, porque por ahora no quería firmar ningún acuerdo con su país, y si él no había estado presente en este momento no se llegaría a ninguna conclusión con algún pacto entre Yomal y Angkor.
El día había sido muy largo, almorcé muy rápido junto con Kader, luego volví al salón y estuve toda la tarde con los comisionados de los países para dar conclusión a la jornada.
A pesar del trabajo, y de algunas bromas de mi hermano para levantarme el ánimo no dejaba de pensar en Saravi y su posible partida. Me desgarraba el corazón perderla de nuevo, solo el pensarlo se me hacía inconcebible, no podía volver a vivir todo este tiempo de la misma manera, y aún más sabiendo que ella estaba viva.
Pregunté casi todo el día por Fais, pero nadie me había dado razón alguna, en este momento justo donde la noche había caído sobre Angkor me estaba preocupando mucho su ausencia.
—Nadie sabe de él, majestad —Basim entró a la biblioteca mientras yo volvía a verter el líquido en el vaso.
—Estoy preocupándome mucho, ¿a dónde pudo haber ido? —pregunto para luego tomarme de golpe la bebida.
—El rey Omer cenó con… con Saravi y luego cada quien se fue a su habitación.
—No sé qué voy a hacer Basim… no puedo dejar ir a Saravi, tendré que decirle toda la verdad, pero no la puedo dejar ir —mi voz se entrecorta—. Yo prometí esperar, pero… ¿Cómo en estas circunstancias?
—¿Qué va a hacer con Alinna? —pregunta interesado.
—¡Mandarla a la mierda! Por su estupidez Saravi me está odiando en este momento. Esperaré un poco para cancelar ese jodido compromiso y la enviaré lejos de mí.
La ira que siento solo de recordar los hechos de Alinna me sobrepasan. Mi madre me pidió entenderla, me restregó que mucha culpa la tenía yo, que Alinna era la víctima en este momento, que ella estaba siendo prácticamente humillada con mis actos. Pero los hechos de la que fue una vez fue mi amiga, parecen no coincidir con sus palabras, ella no me ama, Alinna solo está obsesionada con el poder y el estar al lado de un hombre que lo tiene.
«Básicamente todo parte de allí».
Nadie podía actuar de esa forma cuando dice amar a alguien.
—Estoy seguro que si no controla muy bien la situación pondrá a gran parte de los acaudalados del país en su contra, la familia de Alinna es muy poderosa en Angkor —dice Basim mientras yo asiento.
Lo que dice es todo cierto, debo ir con cuidado en todo lo que haga, y sobre todo protegiendo a Saravi.
—Hablaré con sus padres cuando lleguen de su viaje, ellos no pueden poner en un hilo su estabilidad por un capricho de Alinna.
—¿Qué cree que harán cuando se enteren de todo lo que ha pasado? Sin duda alguna ellos estarán de lado de su hija.
Suelto un bufido. Ahora no quiero pensar en eso, ahora lo que me provoca es ir de nuevo a esa habitación, tomar a Saravi y hacerla mía tantas veces hasta que olvide la idea de irse de mi lado.
Eso es lo que debería hacer.
Coloco el vaso en la mesa, me levanto y mando todo al traste.
—Iré a verla —le digo a Basim decidido.
Entonces nos disponemos a salir de la biblioteca y solo cruzando el umbral nos detenemos en seco cuando vemos a Bozkurt de pie frente a nosotros, junto a él un hombre que desconozco totalmente.
Observo rápidamente a Basim y él se pone alerta.
—No se preocupe —dice Bozkurt alzando su mano en dirección a Basim—. Él es mi general, yo le había ordenado llegar un día antes de mi partida.
Mi ceño se frunce.
—Usted sabe señor, que nadie debe permanecer en el palacio si no ha sido pedido al rey, es la ley de este lugar —informa Basim en tono amenazante.
—No lo sabía, sin embargo, lo retiraré en cuanto de órdenes a él para mi partida mañana. Otros guardas lo acompañan y se quedarán cerca del palacio —dice predispuesto—. Pero eso no es lo importante. Quería venir personalmente antes de que fuera a la habitación de Nahid.
La ironía de sus palabras acrecienta mi rabia, y la verdad no me esperaba esto.
—Tenga cuidado con sus palabras, señor —vuelve a decir Basim en mi defensa.
«¿Sería acertado molerlo a golpes ahora mismo?»
—No se preocupe general, entiendo lo que quiere hacer —entonces se gira mirándome desafiante—. Quiero que respete a Nahid, ella misma me ha pedido que respete su estadía en este lugar, y que no se atreva a ir a su habitación. ¿No le parece eso demasiada indecencia? ¿Cómo se atreve a faltarle el respeto a ella de esa manera?
Suelto un bufido por fin en su dirección, la sonrisa cínica y con muchas ganas de ofenderlo se expresan en mi rostro.
—Ella… es mi esposa, he tocado su cuerpo cuantas veces usted no podría imaginar. La conozco, de pies a cabeza, y, deje de hablar de indecencia cuando usted es el que ha ocultado cosas, si quiere seguir viviendo en su mentira, ese es su problema —digo tratando de controlar mis palabras mientras su general se pone alerta—. No crea que dejaré que ella simplemente se vaya, usted no sabe lo que puedo ser capaz de ser.
El hombre me devuelve la sonrisa cínica.
—Precisamente para eso he venido aquí, quiero que le quede claro que usted tampoco sabe lo que yo haría por Nahid, así que bueno… veremos qué pasa.
Sin esperar respuesta y después de esa evidente amenaza hace una señal a su general y se va de nuestra presencia.
El maldito es tan impertinente que tuvo la osadía de amenazarme en mi propio país y en mi propio palacio. Tenía unas ganar tremendas de ir, seguirlo y descargar toda mi rabia en él. Pero eso solo aumentaría mi presagio para con Saravi, en estos momentos ella se pondría de lado de él y todo se complicaría aún más.
—Si mañana no aparece Fais, debemos hacer una búsqueda, él no actúa así por así —aprieto mis palabras hacia Basim.
No le doy importancia a lo que acabó de pasar. Con esas palabras me despido de Basim y me voy a mi propia habitación. Necesito pensar toda la noche en qué puedo hacer, necesito idear otra opción, porque si no encuentro una salida sucumbiré a decir toda la verdad…
***
Hanna y Basim caminan de lado y lado mientras mi silencio me entierra más en la desesperanza que cada vez se hace mayor. Mi noche fue un suplicio constante, no quería que amaneciera, por primera vez había pedido al amanecer que nunca llegase.
—Alteza, el rey Omer y su prometida están a punto de partir, como es costumbre los estamos haciendo pasar al salón para despedirse —dice un lacayo mientras mi cuerpo se tensa de inmediato.
El pecho se me comprime tanto que no sé si pueda resistir esto, Hanna me observa implorándome que pueda aguantar, que espere y que tenga paciencia, pero algo dentro de mí me suplica que no vuelva a cometer un error como ese, no puedo dejarla ir. No puedo.
—Hágalos pasar —respondo mientras me levanto y llevo las manos al rostro—. ¿Qué voy a hacer? —vuelvo a decir en dirección de Hanna y Basim quienes también permanecen en sus puestos con evidente tensión.
—Yo haré lo que usted me diga, señor —responde Basim firme, mientras Hanna le coloca una mano en el brazo.
—Podemos decirle la verdad antes de que se vaya —dice mi hermana impresionándome—. Es tu palabra, la mía y la de Basim. Le diremos que no tuvimos otra opción, que ella es nuestra familia.
Mi pecho se agita ante sus palabras de emoción, sonrío en su dirección y ella, aunque nerviosa me devuelve el gesto.
—Sin embargo, debemos prepararnos a las represalias que eso dejará —repone Basim cortando con mi alegría—. Usted sabe que ese hombre no se quedará tranquilo. Nos lo dejó claro ayer.
Hanna nos observa confundida sin entender.
—¿Por qué dicen eso?
—El rey Omer prácticamente fue a la biblioteca a amenazar a Kalil, junto con un guardia de su país, que ni sabíamos estaba en el palacio.
—¡No puede ser! —expresa ella preocupada—. ¡Esto no puede convertirse en una guerra, ¡Por Dios!, ¡Angkor no puede volver a una tragedia!
Alzo mi mano haciéndole una señal para que se calme, eso es precisamente lo que me ha frenado para actuar locamente. Es mi miedo a lo que pueda perjudicar a mi nación. Algunos gobernantes parecen colocar por encima de su propio pueblo sus intereses.
Eso es lo que me mantiene a raya, mi amor por Angkor.
La entrada del lacayo nos silencia nuevamente en la habitación. Mi pecho se comprime, y el cuerpo comienza a emanar sudor nervioso.
Bozkurt entra de gancho con Saravi, su expresión es incalculable, un cierto aire de victoria resplandece en su rostro y hace una semi reverencia en nuestra dirección. Al contrario de él, Saravi no parece nada contenta, ella estaba tensa, nerviosa y podría jurar que triste por su mirada.
—Buenos días —dice Omer cortando con el silencio—. Venimos a despedirnos.
Paso un trago doloroso por mi garganta, no puedo hablar, parece como si la angustia me hubiese consumido completamente.
—¿Quisieran una taza de té antes de partir? —pregunta Hanna acercándose mientras me mira con aprensión.
—Lo mejor sería…
—La tomaremos —corta Saravi tranquilizando al rey con su mirada—. Gracias por su hospitalidad, princesa.
Ella toma las manos de mi hermana y se acerca para darle una especie de despedida con su abrazo. Después de unos minutos ella tomó asiento cerca de Bozkurt aceptando la bebida mientras el maldito entrelaza sus dedos en su mano.
«No soportaré esto mucho tiempo».
Todos nos miramos con angustia, mi hermana gira en dirección de Basim y mi lugar, mientras Saravi comparte mirada con Bozkurt. Rápidamente toman sus bebidas y el esperado momento se expresa en su mayor punto.
—Es hora —dice él tomando la mano de Saravi.
Todos nos ponemos de pie rápidamente y aunque la agitación tiene dominado mi cuerpo logro articular algunas palabras.
—Yo traté… —dije con dificultad—. Pero yo, yo no puedo dejarte ir —digo en dirección de ella.
Saravi abre sus ojos entre sorprendida y molesta.
—¡Ya no nos quedaremos aquí aguantando toda esta impertinencia! —dice Omer aludido adelantándose y asegurando el agarre de su acompañante.
Entonces avanzo unos pasos para ir en su dirección hasta que:
—Buenos días, majestad —la voz de Fais me hace frenar de inmediato. Había olvidado un poco su situación, pero a esta hora ya iba a dar la orden de buscarlo.
Sin embargo, el anterior pensamiento se disipa al instante cuando veo que junto a él, está el padre de Saravi.
Hammed Eljal entra paso a paso con una muchacha al lado que sin más lo recuerdo, es Nadia.
La visión me impacta en gran manera.
Observo detenidamente a Hammed, haciéndole miles de preguntas. ¿Por qué están ellos aquí si cancelé su venida? ¿Estaría Fais buscándolos?
¡Bendito Fais! No sabía si matarlo a abrazarlo, en este momento estaba amándolo con locura.
Todo el salón quedó en un silencio impenetrable, Hammed abrió los ojos tan impactados que su piel se vuelve blanca al instante y la muchacha que está a su lado derrama lágrimas sin reparo. Ella coloca sus manos en la boca mientras niega varias veces, los dos están observando a Saravi como si esa visión les hubiese devuelto la vida.
«Y los entiendo».
No se puede describir lo que se siente en ese momento.
—S-sa… Saravi… ¡Hija! —expresa Hammed con una voz tan rota, que logra estremecerme el alma.
Entonces es cuando por fin giro en dirección donde esta Saravi de pie, quien se ha despegado totalmente de Bozkurt, ella da pasos hacia adelante, entre confusa, impaciente y completamente agitada…
—¿Papá?