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El destino no está predeterminado, lo escribimos con cada una de las decisiones que tomamos. En la vida siempre hay que tomar decisiones. Algunas veces son pequeñas, incluso insignificantes. Otras son enormes y pueden cambiarlo todo para siempre.

Porque cuando no se puede tener todo hay que elegir, y al hacerlo, uno siempre tiene miedo a equivocarse.

Así me encontraba yo, entre el querer y el deber, huyendo de mi realidad, para huir rumbo a una mentira.

Estaba a punto de casarme con un hombre que odiaba y mi familia estaba alejándome del verdadero amor de mi vida…

“No podemos elegir de quien nos enamoramos, pero si con quien quedarnos”

CAPÍTULO 31

Saravi

Sin poder controlarlo, el llanto sale de mí sin reparo, ¿por qué? ¡¿Por qué?!

Unas manos cálidas se unen las mías, mientras agachado centra su mirada en mí con el ceño fruncido —y preocupado—. A pesar de su rabia, a pesar de su decepción, hay cierta preocupación en el rey ante mi inestabilidad.

—Ven, levántate del suelo —dice tratando de acomodar mi cuerpo junto al suyo.

Entonces yo niego varias veces queriendo hundirme más, quisiera que la tierra se abriera y me tragara de una buena vez. Eso quisiera.

—No… —logro pronunciar casi en susurro—. Déjame aquí, yo pertenezco aquí Kalil. Yo pertenezco a estar en suelo.

Los sollozos salen cada vez más fuertes de mi boca, y yo no hago ninguna acción para minimizarlos. De forma automática Kalil termina por derrumbarse en suelo para tomarme en sus brazos, envolviéndome en ellos. Su pecho sube y baja agitado mientras aprieta mi cuerpo hacia él.

Esto debe estar siendo un tormento para él, pero su esencia le impide que me haga un desplante.

—¡Por favor! Haz que pague con mi vida todo lo que he hecho, hazlo lo más pronto posible, yo no merezco nada. ¡No lo merezco!

—¡Ya basta, Saravi!, ¡Por favor! ¡No digas nada más! —expresa él, apretando más su cuerpo al mío.

Por unos minutos, solo por ese momento recibo su abrazo como lo mejor que pueda ocurrirme en la vida, como una forma de refugiarme por unos segundos para ser comprendida de alguna manera; pero luego, luego recuerdo que no soy yo la víctima y me separo de golpe. Seco mis lágrimas a pesar de que mi garganta está comprimida hasta el cansancio. La mirada del rey es confundida, sin entender mi comportamiento, y yo me levanto lo más rápido que puedo.

Él imita el gesto.

—Te pido por mis… —me freno de inmediato recordando que mi madre ha cometido una falta imperdonable. Pero ahora mismo no puedo hablar de eso—. Te pido por mis padres, y por Nadia, mi dama. No sé dónde está ella —una mueca se forma en mis labios ante la tristeza que me embarga por no tenerla conmigo—. Ninguno de ellos debe pagar por mis culpas…

Parece que el rey ha enmudecido, no sale una palabra de él, una tensión apremiante se le nota en todo su cuerpo junto con su mandíbula apretada.

—Y solo quiero hacerte una última pregunta —vuelo a decir acercándome un poco a su distancia. 

—¿Cuál? 

—¿Mishaal Rezhac?, ¿es el mismo hombre que le hizo daño a Hanna? 

Sus ojos se abren como quien no esperaba que yo tuviera dicha información. 

—Sí… El mismo. 

Aunque ya había deducido la información, necesitaba comprobarlo, necesitaba que terminaran de aniquilar la poca confianza que tenía en él. Pero aún me faltaba una espina. 

—¿Crees que haya planeado todo esto sabiendo que yo sería tu esposa? —mi voz sale más insegura de lo normal. 

—Puede ser… pero te diré que… —respira pensando si decir o no lo que va a decir—, por sus acciones y algunos hechos que hemos visto, puede que tenga… Interés en ti. Sus palabras en las notas anónimas son muy personales. 

—Sí, lo recuerdo —respondo tratando de sonar más tranquila. Ya no quiero que él me vea débil—. Entonces estoy lista. 

—¿Lista? 

—Sí, no debemos perder más tiempo. Si usted puede, majestad, reúnase con su equipo, no sabemos en qué momento me vengan a buscar y es necesario que podamos llevar a cabo un plan.

Mi manera de llamarlo y mi cambio de actitud lo han dejado petrificado, su mirada está tan fija en mí que no sé si en cualquier momento logre derrumbarme nuevamente. Pero por mi parte trataré con todas mis fuerzas de no demostrar una debilidad más, no para con él. Y no porque no lo merezca, al contrario, sé que el rey tiene sentimientos por mí y por respeto a ellos he decido ayudarlo a no hacerlo parecer débil, ni tentarlo a desistir de lo que yo realmente merezco.

Kalil suelta el aire contenido y se acerca acortando toda la distancia. Sus gestos adolecen ante mi cercanía, y como por sorpresa toma mi rostro y lo acerca tanto que nuestros labios se rozan, por acción inmediata mis ojos se cierran de golpe ante el estremecimiento que me provoca. 

La respiración se me entrecorta entre cada segundo, trato de abrir mis ojos lentamente, ya que él, solo tiene pegada su frente con la mía.

Y es allí donde mi existencia termina por caerse en pedazos.

Su rostro está bañado en lágrimas mientras de forma tormentosa besa mi frente lentamente. Lo que más me mata es que no dice una sola palabra. 

De un momento a otro se despega dejando un espacio tan vacío entre nosotros que un hueco se comienza a formar en mi pecho. 

—Por la noche la mandaré a llamar para que esté presente y escuche lo que vamos a hacer —dice sin mirarme caminando a la puerta—. Esté alerta a cualquier situación, estoy seguro de que la mandara buscar con alguien más. 

Toma la manilla decidida a salir y unas fuertes ansias me estremecen por completo. 

—¡Espere! —Digo exaltada mientras él solo gira la cabeza para verme—. Hay algo que no le dije… 

—¿Qué es? 

—Usted… ha sido el único hombre que me ha tocado… Y eso no fue en sacrificio de alguna causa, eso fue porque lo quise así. Yo… lo amo.

Por el contrario de lo que pensé, parece que mis palabras le hubiesen enfurecido, de un golpe cierra la puerta y ya no logro verlo más…

***

Kalil.

El atardecer está cayendo por completo, solo unos pocos rayos de sol son percibidos por algunos árboles lejanos que se inquietan ante la ventisca de aire que se ha instaurado desde hace una hora.

Parece que la misma naturaleza pudiera describir las emociones que están atormentándome la existencia, parece que el silencio que se ha instaurado en el palacio luego de mi reunión, ha sellado cualquier sonido del reino.

Solo reuní a los necesarios, Basim, Hanna y Fais. No quise involucrar a mi madre, porque ella parece tener una rencilla declarada con Saravi, y no la culpo. Umar, por el contrario, ya no dice nada, las objeciones que tenía para con mi esposa se han esfumado de la noche a la mañana, como si otra cosa le aquejara.

Como si algo fuera más importante ahora que nuestro país.

Decidí por no enfrentar a Saravi frente a ellos, decidí porque yo mismo le comunicaría el plan a seguir, sin embargo, me pesa a toneladas de kilos dejarla ir, así como así. Sin ignorar que ella va a correr peligro en todo momento y sin ignorar por supuesto que estará justo al lado de mi peor enemigo.

Paso el trago forzado maldiciendo bajo por el dolor intenso que tengo en la garganta, ese que se extiende hasta mi pecho y hace aquejar todo mi cuerpo para luego insertarse en lo profundo de mi alma no dejándome vida alguna.

—Alteza —la voz de Basim se esparce por la habitación.

—Estoy aquí —digo más para mí que para él.

Sus pasos se escuchan predispuestos, sin querer ahondar mucho en la situación. Entonces cuando llega al balcón toma una silla y se deja caer mirándome fijo.

—¿Qué ocurre…?

—Pensé que ya había ido a hablar con ella —responde expectante.

—Pediré que la traigan aquí.

—¡¿Qué?!

Alzo mi mano para que se calme.

—¿Sabes que quizás esta es la última vez que la veré?

—¿Entonces no confías en que ella devuelva información?

—Al contrario —repongo—. Soy el idiota más grande de todos Basim, porque a pesar de todo, le creo. Creo en sus palabras, en su arrepentimiento, en su dolor…

—Kalil…

—Esa es la verdad, y a pesar de que la intensión es que ella haga algo por la corona, no quiero que vaya.

El silencio se apodera del lugar.

—Sabes que el que ella quiera ir a hacer lo que va a hacer, nos da una ventaja enorme ante el grupo ayatolá. Comenzando porque tendremos la ubicación de… del líder.

—¿Cómo puedes mirar todos los días a mi hermana y hacer como si nada? —pregunto al general sorprendiéndolo una vez más—. ¿Se acostumbró a perderla? ¿A dar por hecho de que prefiere tener el orgullo en alto, pero sin el amor de su vida?

—Estamos hablando de dos casos muy diferentes —dice, mientras veo como en su rostro se apodera la irritación—. Con todo el respeto que usted merece, es mi amigo. Saravi no solo lo traicionó a usted, ella también…

—¡Calla…! —digo pasando las manos por mi rostro—. Olvídalo, no hablaré de eso contigo.

—¿Crees que no puedo entenderte? ¿Crees que ha sido fácil para mí tener a Hanna las veinticuatro horas del día a mi merced? —dice levantándose enojado.

—Trae a Saravi —ordeno volviendo a cambiar el tema—. Búscala y tráela aquí.

Él asienta decepcionado, caminando hacia la puerta hasta que se detiene para decir alguna cosa—: Si piensas que mi deseo es verte infeliz, estás muy equivocado. Yo ya he experimentado ese dolor y sé que no se puede vivir así, jamás.

Con esas palabras cierra definitivamente la puerta dejándome con mis pensamientos confusos y con el tormento de reencontrarme con Saravi por segunda vez en el día de hoy.

No sé por dónde empezaré, ni como sacaré las fuerzas para dejarla ir. Solo quiero que esta pesadilla termine rápido. Lo más pronto posible.

Los minutos se hacen eternos, ya ha caído el sol totalmente y la oscuridad comienza a apremiar el horizonte, el aire frío me golpea alivianando el calor de mi rostro y la desesperación comienza a arremolinarse en mi cuerpo.

Cierro los ojos y tomo aire para volverlo a expulsar acompasando el latido de mi corazón, que amenaza con salirse de mi pecho.

Entonces los toques me dictaminan que ya es hora.

—Adelante —pronuncio fuerte y aparece Basim en mi campo de visión junto con Saravi.

—Cualquier cosa estaré fuera —alega Basim como una roca, entonces el rostro de Saravi enrojece enseguida.

Cuando la puerta es cerrada de nuevo trato de acercarme más a su sitio y en efecto está tan nerviosa como yo.

—¿No pensará el general que yo trataré de hacerle daño a usted? —pregunta herida.

Una media risa se gesta en mi rostro ante sus palabras, pero a ella no le parece gracioso el momento.

—No teme de usted, Saravi, está más preocupado por las acciones que yo pueda tomar. Por eso se comporta de esa manera.

Sus ojos se abren expectantes e incrédulos.

—Pero, ¿por qué? Ya hablamos de mi colaboración… de hecho tengo algo más por decirle —expresa aludida malinterpretando mis palabras—. Un lacayo a quien no he visto nunca en este palacio se me acercó por la tarde en el jardín. Yo traté de estar fuera lo más que pude, sabiendo que en cualquier momento y de cualquier forma me llegaría un mensaje.

—¿Cuál lacayo es? —pregunto con interés.

—Nunca le he visto. Me saludó al principio y luego me dijo: “esta noche será el momento, esté preparada”. Despuésde eso se fue en menos de un minuto.

Una sensación se apodera de mi cuerpo, una clase de susto sube y baja por mi estómago al escuchar las palabras de Saravi. Entonces paso el trago con dificultad, porque no pensé que sería tan rápido, jamás pensé que sería hoy mismo.

No quiero que se vaya. No quiero.

Coloco las manos en mi rostro y giro dando la espalda a ella, no puedo perder la cordura ahora mismo, debo pensar que Angkor es primero, debo pensar que mucha gente inocente está en riesgo.

Pero… ¿Y Saravi?

—Se encuentra bien —ella pregunta acercándose.

—Sí —indico casi en susurro tomando una larga inspiración—. La cuestión es que este será el plan… —comencé a detallar los pasos que tomaríamos, inclusive improvisé el de esta noche donde dejaría solo un guarda a los alrededores de la habitación de Saravi y alertaría a todos para que no hicieran nada en el momento de su supuesto rescate.

Repetí cada uno de ellos con bastante cuidado, tratando de no parecer agobiado por su seguridad.

—¿Cuándo será el momento del ataque en el bosque? —preguntó con interés después de escucharme atentamente sin reclamar en ningún momento.

—Se lo haré saber…

—Entiendo, no podría confiar en mí.

El enojo se apodera de mí al instante, y acorto los pasos que me separan de ella.

—Tengo todo el derecho de hacerlo —digo estrellando mi aliento en su rostro, tan cerca que su olor y su mirada comienzan a hacer mella en mí.

—P-por supuesto… —responde nerviosa—. Solo quiero saber en qué momento podré escapar del bosque.

Paso un trago duro, ¿escapar del bosque? No había pensado nada de eso aún, por supuesto que ella podría hacerlo, solo que aún seguiría siendo mi esposa.

—¿A dónde irá?

—No lo sé… imagino tendrá usted que resolver primero lo de… nuestro matrimonio, y yo tendré que firmar algunos papeles, creo saber…

El dolor se injerta en mi cuerpo de una forma violenta. Sé que ese es el paso, sin embargo, escucharlo de su boca me enferma el alma.

—Basim tenía razón —logro pronunciar mientras el pecho de Saravi baja y sube apresuradamente muy cerca de mí.

—¿Respecto a que…?

—A esto…

Tomo el cuello de Saravi y lo halo hacia mí uniendo su boca con la mía. La beso de forma desesperada, la beso con toda la pasión contenida que aguardaba y adolecía en mi cuerpo. Los brazos de Saravi rodean mi cuello y como si fuera parte del mío se pega tanto como puede.

El beso es profundo, desesperado y con tanta ansia como nunca. Busco su lengua, exploro su boca sintiendo por el momento la satisfacción que reclama todo de mí. La sensación que ahora recorre mi cuerpo es tan alarmante que sería imposible despegarme ahora mismo de Saravi.

—Déjame tenerte hoy —expulso quitándola de mi boca sin pensar—. Yo…

—Sí… ¡Por favor, sí!… —exclama ella mientras una lágrima baja por su mejilla.

¿Sería hora de detenerme? ¿Sería prudente reprimir todo mi deseo y sacarla de mi vida y mi habitación para siempre?

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