El destino no está predeterminado, lo escribimos con cada una de las decisiones que tomamos. En la vida siempre hay que tomar decisiones. Algunas veces son pequeñas, incluso insignificantes. Otras son enormes y pueden cambiarlo todo para siempre.
Porque cuando no se puede tener todo hay que elegir, y al hacerlo, uno siempre tiene miedo a equivocarse.
Así me encontraba yo, entre el querer y el deber, huyendo de mi realidad, para huir rumbo a una mentira.
Estaba a punto de casarme con un hombre que odiaba y mi familia estaba alejándome del verdadero amor de mi vida…
“No podemos elegir de quien nos enamoramos, pero si con quien quedarnos”
PRÓLOGO
Saravi
Solo mis pasos y el chillido de las hojas secas son escuchados en este horrible silencio.
Un silencio que desde hace un tiempo se impregnó en el ambiente. No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde el momento en que decidí salir corriendo de la casona, el hecho es que corrí tanto como pude, con una mente nublada y con un corazón destrozado.
Aún recordaba las palabras duras de mi madre, aún tenía la voz de ella diciendo: «Este es tu destino, te casarás con el rey de Angkor»
Tengo varios arañazos en mis brazos, y el cabello tan revuelto que, ya ni sé cómo ordenarlo para sacarlo de mi rostro. Sin embargo, no es lo que me preocupa ahora; ahora mismo tengo latente el pánico dentro de mi cuerpo, porque por más que sigo un camino incierto, no logro divisar nada más que árboles y oscuridad.
«Tranquila, volverás a casa, solo debes regresar por el mismo camino», me aliento a mí misma, apoyándome en la dureza de los robles enormes que rodean el bosque.
Trato de acompasar mi respirar, soltando y tomando el aire varias veces y reprimiendo mis ojos, tal vez, para no darme cuenta del error que cometí al dejarme llevar por mis impulsos, otra vez.
Solo quería escapar de mi horrible realidad, una, que para muchos desde otra perspectiva pudiera ser un sueño hecho realidad. Pero no para mí.
Unos silbidos fuertes hacen que abra mis ojos rápidamente y pegue mi espalda de forma brusca al árbol, tomándolo tan fuerte, como si este fuera a protegerme. Cinco hombres, «conté rápidamente», de apariencia desagradable están frente a mí, mirándome de una forma tan repugnante que me da escalofríos.
—¡Vaya! ¡Vaya! ¿Qué hemos hecho para merecer este premio? —dice por fin uno de ellos.
—Quizás algo muy bueno, compañero, por lo que mis ojos pueden observar, mi Lady es de cuna privilegiada.
Mis labios comienzan a temblar. Pero no me dejo amedrentar, así que tomo toda la valentía que puedo y alzo mi rostro hacia ellos.
—Por lo tanto, caballeros, deben tener en cuenta que, si algo me pasa, lo pagaran con sus vidas —digo con total firmeza.
Y no sé cómo pude gesticular ciertas palabras, no con el miedo que siento en este momento. Las risas burlonas del grupo agitan mi respirar, y a pesar de mi nerviosismo, cierta molestia comienza a gestarse en mi interior.
—¡Qué valentía! Una dama muy particular… —dice otro de ellos, intentando dar pasos cortos que no paso desapercibido.
Entonces es hora de ordenar a mis pies que se muevan, es hora de salir de aquí.
—¡Caballeros! —logro pronunciar obteniendo la atención de todos—. La verdad es que, quería respirar un poco de aire fresco, venía en mi caballo junto con mis guardas… Solo que… les dije que quería un espacio sola… Pero creo que volveré… ¡Que tengan buena noche!
Mis pies se mueven ágiles, pero no doy más de dos metros de distancia, cuando uno de ellos me ataja con brusquedad el brazo y me zarandea.
—¿Y piensa que somos tan tontos, mi Lady? ¡Usted no irá a ninguna parte!
—¡Sujétenla! —Ordena otro hombre, que al parecer es el que domina el grupo—. Nos iremos a otro lugar, aquí podemos ser visibles a cualquier hombre.
—¡No! ¡Por favor! —expreso suplicante, mientras los hombres comienzan a desenredar una soga.
¡Estoy perdida!
—¿Cómo te llamas? —pregunta el supuesto líder, mientras que otros dos comienzan a amarrar mis puños detrás de mi espalda.
«No digas nada, Saravi, ¡Será peor!», pienso rápidamente mientras el hombre dominante espera mi respuesta con cierta ansiedad, entonces decido decir la verdad, quizás al escuchar mi nombre sientan mucho pavor, todos en este país conocen mi nombre y saben que seré la futura esposa del rey, aunque eso es lo que menos quiero en mi vida.
—Saravi Eljal —pronuncio casi en susurro.
Los ojos de los hombres se abren de par en par, y seguidamente todos observan a su líder, haciendo que el silencio vuelva apoderarse del ambiente.
—¿Eljal? ¡Estás mintiendo de nuevo! —grita enojado el hombre, viniendo hacia mi furioso.
De forma violenta sacude mi cuerpo, haciendo que resbale y caiga de espalda, perdiendo totalmente el equilibrio con mis manos atadas.
—¡No! ¡Espera! —grita uno de ellos—. Si es cierto lo que dice, estaremos en muchos problemas. Nos costaría la vida misma.
—Ya no importa, ya nos vio… No podemos retroceder en nuestro propósito, además, ¿quién se va a enterar una vez nos deshagamos de ella?
Y con esas palabras sé por ende que yo busqué mi propio fin, lamentablemente antes de salir de la casona mis palabras hacia mis padres fueron cargadas de mucho resentimiento y reproche, y esas serían las últimas, porque después de esto, no los vería más.
De un tirón, un hombre me levanta del suelo, mientras que yo me quejo en silencio ante el dolor que tengo en mis muñecas, como también en mi cuerpo magullado. Siempre he sido tratada con la mayor delicadeza a lo largo de mi vida, por lo tanto, esto es uno de los peores dolores físicos que he podido experimentar.
—¡Camina! —me grita el hombre furioso.
Yo comienzo a dar unos pasos, a la vez que las lágrimas comienzan a derramarse lentamente. Caminamos un tiempo largo, así que, no sabía dónde estaba ni a dónde me llevarían, quería morir antes de saber qué harían conmigo, mi cuerpo temblaba ante esa idea y me agotaba en extremo. A lo largo de unos minutos llegamos a una especie de chozas mal elaboradas, con una iluminación muy pobre, por una fogata que estaba a punto de apagarse.
El olor en el lugar era tan desagradable que golpeó de inmediato mis fosas nasales.
Parecía que permanecían aquí desde hace un tiempo porque había ropa por todas partes, utensilios de comida y muchos desperdicios que hacían repugnante el lugar.
—¡Llegamos! —anuncia el vagabundo tan cerca de mí, que las náuseas amenazan con desestabilizarme por completo.
—¡Dumas! ¿Qué dices? ¿Vamos preparándola?
Mis ojos se abren por completo, mientras que el cuerpo me titila ante la amenaza inminente. Dios… ayúdame.
—¡Idiota! ¡No debes decir mi nombre! ¡Tendremos que matarla más rápido de lo que pensé! —dice el líder, mientras que le gesta varios golpes en la cara a su compañero.
Matarla…
Varios sollozos salen de mi boca, y en realidad solo quiero gritar, quiero llorar… ¿Por qué fui tan estúpida? ¿Cómo pude buscarme este mal yo misma?
Los hombres comienzan a hacer un círculo sobre mi cuerpo mientras ríen entre ellos, su líder se acerca hacia mí a la vez que toma mi mejilla y restriega sus dedos asquerosos sobre mi boca.
—Esto será tan excitante…
Comienzo por temblar del puro miedo, sus manos intentan en tomar mi cabello mientras lo junta hacia su nariz.
—Yo seré el primero —dice mientras aparta a los demás.
Y cuando los sollozos se me escapan de la boca y giro quitando la cara de su horrible presencia, un movimiento detrás de ellos llama mi atención…
Tres enormes caballos pura sangre están tan regios junto con sus jinetes, detrás de los hombres que desconocen el movimiento. Aún no logro ver sus rostros, lo único que puedo divisar es como el dedo índice se junta en la boca del hombre que monta el caballo, él me hace señas para que no haga ningún ruido.
Paso un trago forzoso y afirmo, aparentemente aliviando la tensión de mi cuerpo, dando gracias de cierta manera por esta oportunidad, por supuesto sin saber si estos nuevos hombres serán mi ayuda, o definitivamente mi desesperanza.
—¡Parece que hay una celebración aquí! —dice el caballero asomando su rostro a la luz del fuego, y quitándose la capucha que hacía esconder su rostro.
Un rostro que llama mucho mi atención.
Los tres hombres que aparecieron no se parecen en nada a los vagabundos que me tienen atada, tampoco podría decir que son de la realeza, ellos, más bien parecen combatientes del ejército, pero con otras ropas y otras insignias. Algo que me parece muy particular en ellas, es una cinta de color verde alrededor de sus brazos.
¿Acaso serán guardas ocultos del palacio? Si es así, estoy más que pérdida.
—¿Qué dices, Mishaal? ¿Debemos unirnos a la celebración? —pregunta uno de sus acompañantes.
«¿Mishaal?, Así se llama.»
—No lo sé, Borja, preguntemos primero si ellos quieren dejarnos entrar —su voz pone en alerta todos mis sentidos, sé por consecuencia que sus palabras fueron lanzadas con doble sentido, y algo me dice que estos hombres, especialmente este me ayudará.
Mis secuestradores están pálidos y estáticos, sin pronunciar palabra, sin siquiera hacerse señas. Nada.
—Creo que les han cortado la lengua —dice un tercero.
—O quizás vieron a algún fantasma, Esmail —responde de nuevo el hombre a quien llaman Mishaal.
«OK. Esmail, Borja y… Y Mishaal.»
Ellos salvarán mi vida.
—¡Señor! ¡Por favor! Déjeme explicarle —por fin el líder de los vagabundos abre su boca, aterrado—. Usted comprenderá cuando sepa quién es ella.
Mis ojos se abren y nuevamente comienzo a tener miedo.
—¡No importa! Ustedes morirán hoy mismo por este acto tan aberrante.
Los hombres bajan de sus caballos aterrando a todos los presentes, desenfundan sus espadas, mientras que los demás se echan al piso suplicando por sus vidas.
Deben ser muy temerarios, porque ellos son solo tres y los vagabundos son cinco.
Justo cuando los tres van a asesinar a los vagabundos, algo dentro de mí se remueve, porque no quiero ver esto. No quiero.
—¡Por favor! No quiero ver algo como esto —imploro, mientras que Mishaal me observa detenidamente.
El hombre mira a sus dos compañeros haciéndoles una seña, entonces los hombres comienzan a desarmar a los vagabundos para luego amarrarlos a sus caballos.
—¿Mishaal? —pregunta Borja, mientras que él sigue observándome.
—Vayan, ya saben lo que deben hacer… Yo iré luego —contesta este sin siquiera quitarme la mirada de encima. Como si estuviese pensando miles de cosas en estos momentos.
Los hombres asienten un poco dudosos y comienzan a abandonar el lugar, dejando el caballo de dicho hombre junto con nosotros dos.
—¿Quién eres? —se dirige a mí por fin.
—Quite la soga de mis manos por favor —Le pido ignorando su pregunta.
—¿Me está dando órdenes? ¿Acaso ignora en qué situación se encuentra? —responde un poco malhumorado.
—¡Yo no me puse en esta situación! —digo un poco altanera.
—A, ¿no? ¿Y qué hace una señorita como usted en medio del bosque a esta hora de la noche? ¿Nunca escuchó de los peligros que este conlleva?
—¿Esto es un interrogatorio? —pregunto.
—Entonces… Me iré.
El hombre da media vuelta y comienza a caminar en dirección a su caballo.
¿Pero qué estoy haciendo? ¿Acaso me he vuelto loca? Definitivamente quiero morir.
—¡Espere! —grito en tono de súplica.
El hombre gira colocando nuevamente su mirada en mí mientras que el corazón comienza a latirme con fuerza.
—Saravi Eljal… Ese es mi nombre —pronuncio, mientras que su cara se impresiona al instante.
—¿Alguien sabe que está aquí, mi lady? —pregunta acercándose.
—No.
El caballero desata mis manos, y un alivio recorre la piel de mis muñecas maltratadas. Las masajeo lentamente para luego sacudir mi vestido y arreglar un poco mi cabello.
—Gracias… —digo sin mirarle.
—Entonces mi lady…
—Solo dígame Saravi… Por favor.
—De acuerdo… Saravi, nos iremos, yo la escoltaré.
—¡No!… quiero decir, todavía no, señor —pido sutilmente. Él asiente despacio, sin quitarme su intensa mirada.
—Mishaal… —corrige—. ¿Por qué está aquí?
—Es una historia larga…
—Bueno, ya que no quiere regresar… Aun, tenemos tiempo para que me cuente…
Asiento lentamente, asomando una sonrisa, combinando mi mirada junto con la Mishaal, que desde que la descubrí hizo un estruendo en mi corazón.
Quizás, este encuentro haya sido planeado por el cielo, y quizás, él pueda ser más que mi liberación…