Aurora Russo es una chica de 19 años alegre, inteligente y solitaria, carece de amigos porque dice no tener tiempo para eso, mucho menos para enamorarse. Alex Luciano Castelli tiene 20 años, es el orgullo de su padre, un chico amoroso, protector de sus hermanos y sucesor de Luca Cavalcanti en la empresa de moda. Estas dos almas se encontrarán en un día de lluvia, sobre un piso sin antideslizante y desde allí nada los separará… o tal vez el pasado de sus padres se interponga un poquito. ¿Podrá derribar esas barreras para ser felices?
Capítulo 1: El libro de mi padre.
Mi nombre es Aurora Russo, tengo diecinueve años, soy la hija mayor de Marco y Daniela, dos padres maravillosos, llenos de amor y comprensión. Estoy en el segundo año de medicina, porque decidí seguir los pasos de mi madre. Aunque, la verdad, es que soy la consentida de mi padre, él haría por mí lo que sea por verme feliz.
Y lo soy, a pesar de ser solitaria, porque no nunca he tenido tiempo para las amistades y mucho menos para los amores.
Soy bajita, aunque no tanto como mi madre, en verdad en casa todos somos más altos que ella, pero eso no la detiene a la hora de poner orden, donde el primer caído siempre es mi padre. Aunque me he alejado de las relaciones humanas, sueño con encontrar un hombre que me respete y ame como mi padre lo hace con mi madre, ellos son para mí un ejemplo de lo que una pareja debe ser.
Tengo un hermano menor, César, pero parece mi hermano mayor, es más alto incluso que mi padre y, mi madre, dice que se debe a su abuelo paterno, él era muy alto. Lo amo, ese chico es maravilloso y tiene la capacidad de hacerme reír cuando más lo necesito.
Hoy me he “escapado” de la casa, aunque no sea del todo cierto, porque mi padre insiste en que vaya mi guardaespaldas a todas partes, incluso si ellos no saben que saldré a algún lugar, mi protector sí debe saberlo.
Camino por el Persa Bío Bío mirando lo que ofrece y es muy variado, aquí encuentro cosas interesantes, a buen precio y a veces únicas. Hoy con mayor razón necesito algo único, es el cumpleaños de mi padre y comprarle algo caro no es de su tipo de regalo esperado, de hecho, aún conserva varios de los regalos hechos a mano por mi hermano y por mí, por lo que busco algo nada ostentoso, algo significativo de verdad y que él pueda disfrutar.
Llego a un puesto de libros, sonrío y aplaudo, amo los libros tanto como mis padres, empiezo a buscar algunos que necesito para mí de inmediato. Edgar, mi guardaespaldas, se ríe y se acerca para ayudarme, porque sabe que una vez comienzo a fruncir el ceño y a aplaudir, no puedo parar.
Reviso cada nombre con dedicación, hasta que doy con uno que me llama la atención, está muy viejo, “El Cantar de Mío Cid” apenas se puede leer en su costado. De inmediato recuerdo la historia que me contó tía Magaly alguna vez, sobre el libro que mi padre vendió para comprar leche y pañales para mi tía Gabriela, por quien llevo el segundo nombre, cuando era una recién nacida.
Y es que la vida de mi padre fue muy dura en su niñez y gran parte de su adolescencia, vivió varios años en un orfanato, razón por la cual es voluntario en uno como entrenador de fútbol.
Sonrío feliz y lo compro sin pensarlo mucho ni ver su estado en el interior, este es el regalo perfecto para mi padre, aunque no llegue a leerlo, al menos tendrá en su biblioteca aquel título que una vez le interesó. Compro algunos libros más, pago, y con ayuda de Edgar nos regresamos al auto. Le pido me lleve a casa, estoy en periodo de exámenes y debo prepararme, pero con algunos de los libros que conseguí, puedo hacerlo sin problemas.
Seguir los pasos de mi madre no ha sido sencillo, estudio medicina en la Universidad Católica, la misma en la que ella obtuvo su título, luego pretendo especializarme en cirugías de alta complejidad, para eso pretendo optar a un post grado en alguna universidad de Estados Unidos u otra universidad extranjera de prestigio.
En el trayecto pasamos por una tienda que vende solo envoltorios de regalo, le pido a Edgar que se detenga en algún lugar y me bajo, por supuesto acompañada de él. Busco un papel adecuado para mi padre, por supuesto que uno con animalitos es el mejor, porque todavía sigue siendo un niño en cuerpo de un hombre grande, y seguimos de camino a casa.
Aprovecho el largo trayecto, para revisar los libros y comienzo a devorar uno que me viene como anillo al dedo, pero mi teléfono me saca de mi concentración, pongo los ojos en blanco cuando veo que es mi hermano.
-Hola, hermanita, ¿ya tienes un regalo para padre?
-Sí, acabo de encontrar uno.
-¿Qué es? Para no repetir.
-Un libro usado.
-Oh, eso le encantará. Bueno, yo le regalaré una ciudad Lego.
-Jajaja, eso también le encantará. Creo que este año será muy feliz.
-Como siempre, ese hombre sonríe con todo, siempre que estemos con él – me dice mi hermano -. Bueno, nos vemos en casa, adiós.
-Adiós, César.
Me sumerjo en el libro otra vez, hasta que llegamos a casa. Edgar me ayuda con todas mis cosas, el libro para mi padre va en mi bolso, así que entro como si nada. Veo a mi madre en la sala, sumergida en su tablet, con el ceño fruncido, seguro lee uno de sus libros favoritos.
Le indico a Edgar que deje todo en mi habitación, me acerco en silencio a mi madre, la que grita molesta.
-¡Estúpido Zack! ¿Cómo le haces eso a Crisbell? – y la veo a punto de llorar -.
-¿Otra vez con La Venganza del Alpha? – le digo besando su frente -.
-Sí, sabes que me gusta ese libro.
-Mamá, a ti te gustan todos los libros de Jeda, aún más después de que la conociste en persona.
-Bueno, no todos pueden decir que tienen un libro autografiado de su autor favorito. Ese fue un lindo regalo que tu padre me hizo como aniversario de bodas.
-Mi padre haría lo que fuera por ti – miro el piso algo perdida -.
-¿Te pasa algo? – deja la tablet a un lado y me levanta la barbilla -.
-Tengo miedo, mamá. Tengo miedo de estar tan inmersa en mis estudios, en forjarme una carrera y no encontrar el amor como tú.
-Hija, lo encontrarás. Y ese día yo deberé prepararme, con cientos de paquetes de pañuelos y fruta feliz para tu padre, porque su princesa encontró a alguien más.
-Tú sabes que amo a mi padre.
-Pero cuando encuentres al amor de tu vida, ya no será el hombre más importante en ella y él deberá compartirte. Solo elije bien.
-Por supuesto, no quisiera convertir en asesino a mi padre.
Nos reímos y nos ponemos de pie, nos vamos a la cocina para iniciar con los preparativos para la fiesta, algo muy familiar donde solo están invitados mis tíos José y Magaly con sus familias. Seguro, como cada reunión familiar, veremos la demostración de fuerza entre mi tío Francisco y mi padre, hasta ahora van casi iguales, mi padre le lleva una mínima ventaja jugando a las vencidas.
Nos colocamos nuestros delantales e iniciamos, una hora después se nos une César y así terminamos de preparar todo para la celebración, una que mi padre se merece totalmente porque es un esposo y un padre de otro mundo.
Luego de cantar el cumpleaños feliz y que mi padre soplara las velas, sin pedir ni un deseo porque dice que tiene todo lo que puede desear justo a frente a él, le comenzamos a entregar los regalos. La primera es mi tía Magaly, quien le da un bolígrafo, pero es de madera, rústico y muy lindo. Mi tío José le da una corbata, muy bella y de una tela muy suave. Mi madre le regala una libreta con una placa de cobre en su portada, donde está tallado el logo de la empresa.
Cuando llega el turno de César, abre la caja, hasta ahora es el regalo más grande, se queda sorprendido y exclama como niño pequeño.
-¡Un lego! Esto es genial, de joven siempre quise uno, pero ya estaba crecido… ahora también, pero está de moda – todos se ríen -. Supongo que me vas a ayudar a armarlo – le dice a César -.
-¡Claro que sí, papá! ¿Por qué crees que lo compré? – soltamos las carcajadas y mi madre le entrega el último -.
-Vamos a ver qué me dio mi princesa – abre con mucho cuidado el envoltorio, sin romper el papel y sin quitar su sonrisa de su rostro. Al sacar el libro se queda serio y paralizado -. No puede ser.
-Papi, si no te gusta – comienzo a decir, porque siento que he hecho algo mal -, si no te gusta, puedo buscar algo más… – abre el libro y ve la primera hoja, mientras gruesas lágrimas comienzan a caer de sus ojos -. Ay, papito, perdona, no pensé que te pondrías triste – me acerco a él y le doy un abrazo -. Perdóname, por favor.
-Es no estoy triste… hija, encontraste mi libro – me muestra la primera hoja, bajo el título, dice “Marco Contreras” y una fecha -. Esa es la fecha en que lo compré, hija, ¿dónde lo encontraste?
-En el Persa… papi, pensé que no te había gustado.
-Con el respeto que todos se merecen, pero este es el mejor regalo, mi niña. Gracias, no sabes lo que significa para mí, los recuerdos que me trae – cierra sus ojos sonriendo, al abrirlos, dirige su mirada a la fotografía donde están los cuatro hermanos juntos.
-Por supuesto que es el mejor regalo – dice mi madre -. Ese es uno de los objetos de ese Marco del que me enamoré.
Sus ojos llenos de amor se encuentran, mi padre la atrae hacia él y la abraza. Todos aplaudimos, cantamos y nos reímos. Veo que mi padre no quita las manos de los regalos que mi hermano y yo le dimos, sin duda son cosas que su mitad adolescente ansía disfrutar muy pronto.
Amo a mi familia, porque a pesar de la abundancia en la que nos criaron, también nos enseñaron a valorar las cosas más sencillas y eso no se ve en todas las familias acomodadas. Yo no los cambiaría por nada, ni por nadie.
Capítulo 2: Otra vez confundido.
Mi nombre es Alex Luciano Castelli, soy el mayor de seis hermanos, el hijo predilecto de mi padre por mi forma de ser, creo igual a él, protector de todos los míos.
Desde pequeño me he preocupado de cuidar de mis hermanos, de ayudarles a elegir lo correcto y tratar de ser un apoyo más que una carga para mis padres. Verán, cuando tienes consciencia de que son muchos hijos, la verdad es que lo único que quieres es ser responsable.
Mi padre, Alex Castelli, es mi ejemplo. Cuidó de nosotros, sus hijos, mientras mi madre trabajaba con mi tío Luca para seguir consolidando la empresa. Trabajó a medio tiempo como profesor de artes una vez que todos pudimos ir a la escuela, pero cuando mi madre quedó embarazada otra vez y pasó los primeros cuatro meses en cama, él no se despegó de nosotros, en especial de ella.
Una vez más dejó su pasión por enseñar arte, para dedicarse a mi hermana menor.
Mi madre, ella es una mujer sumamente fuerte. Pía Cavalcanti casada cuatro años con un hombre que la quiso estafar, conoció a mi padre y se enamoraron a primera vista. Esa es la parte que no les creo, porque eso del amor a primera vista no va con mis convicciones.
Yo creo que debes conocer primero a la persona antes de poder albergar algún sentimiento. Tal como le pasó a mi madre la primera vez y se arriesgó con mi padre, aunque con él sí le resultó.
Voy camino a la universidad, estoy en tercer año de ingeniería comercial con mención en economía, mi destino es reemplazar a mi tío Luca en unos años más. La próxima semana deberemos dar unas charlas a las facultades de las ciencias y humanistas, para incentivarlos a que puedan ser sus propios jefes.
Conduzco con precaución, porque aún quedan vestigios de la lluvia de hace unos días atrás, voy pensando en los libros que necesito sacar de la universidad, cuando una llamada me saca de mi organización. Contesto de inmediato, sin saber quién es porque no me gusta apartar la vista del camino.
-Hola…
-Alex, no me dijiste que te ibas a la facultad, pudiste dejarme de camino a ella en la mía.
-Lorenzo, sabes que me gusta salir con tiempo, no me agradan los imprevistos.
-Lo sé hermanito, pero por ser tu gemelo esperaba más consideración. Pía tampoco quiso llevarme.
-Eso te pasa por ser tan loco, tendrías tu propio auto si no fueras tan… como siempre.
-Dilo, irresponsable. No puedo creer que mi gemelo me haga esto, es un puñal que se clava en mi corazón.
-Exagerado. Mañana pasaré por tu habitación para despertarte, pero si no te levantas de inmediato…
-No te esperaré – dice por mí -. Es lo mismo que me hizo Pía, esa niña no tiene respeto por su hermano mayor.
-Te ama, que es mejor. Nos vemos por la tarde, te amo hermano.
-También te amo, hermanito.
Cuelga y sonrío. Mi hermano gemelo ha sido un poco irresponsable, ha vivido la vida descontrolada y mis padres lo castigaron. Vendieron su auto porque se dieron cuenta que estaba participando de carreras clandestinas. Nos prohibieron a Pía y a mí, que somos los que podemos manejar hasta ahora, prestarle nuestros vehículos a riesgo de correr la misma suerte, y eso es algo que no me puedo permitir, porque me gusta mi independencia.
Lorenzo ha sido en extremo mimado por mi madre y mi abuela, siempre han alegado que entre mi padre y yo hay una conexión especial, puesto que desde pequeño recibí clases de arte y él quedaba fuera en muchas ocasiones.
Pero la verdad es que mi padre se dio el tiempo de pasar momentos a solas con todos nosotros. Incluso, cuando ya estuvimos más grandes, un día nos llamó a la sala, metió nuestros nombres a la tómbola y pasaba las tardes con cada uno de nosotros, a mí me tocaba todos los jueves.
Solo Lorenzo se queja de que mi padre no le prestó atención suficiente, porque mis demás hermanos adoran a mi padre.
Llego a la universidad y me encuentro a Agustín, quien estudia junto a mí.
-Primo, buenos días – me dice con un abrazo -. Me invitaron a una fiesta, donde tendremos muchas chicas lindas disponibles, ¿vendrás para ver si encuentras una digna siquiera de unos toquecitos?
-¿Toquecitos? Agustín, deja de ver a las mujeres como objetos, por favor.
-Y tú deja de verlas como estatuas, vamos Alex, si no vienes conmigo, no me dejarán ir.
-No entiendo esa necedad de todos nuestros padres, “si Alex jr. no va, tú tampoco”. Ni que fuera un santo.
-Santo no, pero eres centrado y nuestros padres confían en ti.
-Mejor aprende a comportarte y gánate tú la confianza de tus padres.
-Vamos, viejo. En casa manda mi madre, si ella dice que no iré a ninguna parte, mi padre no puede debatir.
-Mi tío Luca es tremendo para los negocios, pero cuando mi tía Emily está cerca, lo perdemos.
-Y esa es la razón para que yo disfrute todo lo que pueda de las mujeres, porque estoy seguro que cuando aparezca la que me apriete el cinturón, pues ya habré muerto.
-No exageres, tus padres se aman.
-Mucho, esos dos son tremendos. Mi padre le prepara el desayuno, ella le prepara el baño, pasean de la mano, salen de compras juntos… me pregunto si yo encontraré a una mujer así.
Y yo me pregunto lo mismo, aunque no es lo que busco ahora, primero quiero terminar mi carrera y luego pensar en buscar a una buena mujer que quiera compartir la vida conmigo, sus metas, las mías, buscar sueños comunes y tomarlos todos.
Entramos juntos a clases, donde el profesor se molesta porque otra vez se fue la luz producto del viento y ha debido terminar la clase antes.
Aprovechamos esos minutos extras libres para ir a la biblioteca, buscamos los libros que necesitamos y nos sentamos en una de las mesas en el espacio común, hasta que Agustín me da un codazo y me dice que mire a un cubículo unipersonal que está en el rincón, bastante solitario. Vemos a una chica de espalda a nosotros, con audífonos y con varios libros.
-Ahí está la ermitaña, me dijeron que estudia medicina, pero siempre está sola. Sin amigos, sin novio, nada.
-No veo qué pueda tener de malo, solo… no le gustan las distracciones, eso es todo.
-Pero viejo, es medicina. Esa carrera no la pasas solo.
-A menos que tengas la disciplina suficiente, ahora, concéntrate, o serás el próximo ermitaño de economía.
Me pone mala cara, pero hace lo que le digo.
Por alguna razón mis primos, tíos y hermanos siempre terminan haciendo lo que les aconsejo, solo por haber nacido antes que todos ellos. Esa es la razón por la que me eligieron para ser el sucesor de mi tío Luca, eso y porque Agustín tiene una vida bastante desordenada, algo que él prefiere mantener, no tiene la más mínima intención de pelear por ese puesto porque no le gusta la presión.
Estamos en periodos de exámenes, sumado a eso la conferencia de la próxima semana, sin duda tengo mucho que estudiar, pero tampoco quiero que Agustín se pierda su fiesta.
-Oye – le digo y él levanta su mirada ceñuda del libro, signo de que está comprendiendo cada palabra que lee -, yo iré contigo a la fiesta, pero iremos solos y nos regresamos solos, nada de chicas esta noche.
-No seas aguafiestas.
-Eso o no voy – le digo levantando las cejas -.
-Supongo que me las puedo ingeniar para estar con una chica – lo miro con la boca abierta -. Oye, es periodo de exámenes y necesito desestresarme.
-No tienes remedio, promiscuo.
Se ríe y seguimos en lo nuestro por un buen rato, hasta que nos toca otra clase.
Por la noche paso a buscarlo, como siempre me toca ser chofer designado y no me molesta, beber no es lo mío, detesto el alcohol, razón por la que siempre debo llevar mi propia bebida a las fiestas. No tengo más amigos que mis primos, pero ser sociable se me da bien.
Rato después veo llegar a Pía junto con nuestro primo Ángelo de la mano, esos dos usan esa técnica para espantar a los buitres de mi hermana, algo que agradezco, porque mi hermana es muy bella y eso siempre hace que se acerquen personajes desagradables.
La música es agradable, una chica se acerca para bailar conmigo como si me conociera, acepto de buena gana porque no vine solo a cuidar que Agustín no se meta en problemas. Me esfuerzo por mantener la distancia, pero ella mueve su trasero buscando pegarse a mi pantalón, hasta que en una pausa ella me toma de la mano y me lleva a un lugar apartado. La sigo, pero para decirle que no seguiré bailando con ella.
Mas me es imposible, porque se lanza para besarme, apenas y consigo girar mi rostro. Eso la hace enfurecer y me da un par de puños en el pecho.
-Lorenzo, siempre haces lo mismo, entusiasmas a una chica y luego la desechas.
-No soy Lorenzo, soy su hermano gemelo, Alex.
-¡Eres un idiota! Usando esa mentira… desgraciado.
Suspiro con frustración, mientras saco mi teléfono y le muestro una foto donde estamos los dos juntos.
-Esta es mi primera fiesta desde hace varios meses y jamás me he involucrado con alguna chica, lo siento si mi hermano se comportó mal.
-Bueno – me dice cambiando su actitud desquiciada por una coqueta -, eres su gemelo, debes tener lo mismo entre las piernas.
Trata de llevar su mano a mi entrepierna, pero la detengo.
-Pues no, yo no soy premio de consolación de nadie, con permiso.
La dejo sola y busco a Agustín que está prácticamente copulando con una chica en la terraza.
-Te espero en el auto, te doy dos horas más, si no llegas en ese tiempo, me voy sin ti.
-Aburrido, pero está bien.
Salgo de allí antes de que alguna chica quiera matarme o tocarme mis partes íntimas. Lorenzo no se cansa de hacer de las suyas, siempre pasa lo mismo, y ya que los únicos que pueden reconocernos son nuestros familiares, se aprovecha de eso.
Saco un libro, los que llevo siempre conmigo para situaciones como esta, me dejo llevar por la lectura, hasta que aparece Agustín con la cara de haberse desahogado lo suficiente. No decimos nada y emprendemos el rumbo a nuestras casas, mañana tendremos un largo día otra vez.
Capítulo 3: El primer encuentro.
Me despierto temprano y decido que es mejor me levante ahora y salga de casa con tiempo a la universidad. Es un día de lluvia bastante agitado en la ciudad, una que hace años no se veía, por lo que puedo imaginar el tipo de caos que nos encontraremos de camino al campus.
Me visto con unos sencillos jeans, un suéter beige y unas botas, arriba de todo me pongo un abrigo impermeable. Meto los libros que debo renovar en una bolsa sellada, para protegerlos del agua. Bajo a la cocina, donde la televisión está encendida y el desayuno preparado.
Veo en el canal de noticias que el viento ha botado árboles, dejando varios sectores sin luz, semáforos apagados y retraso en el tránsito, salir temprano hoy es una verdadera necesidad.
-Buenos días, princesa – un beso en la frente de mi padre me hace sonreír -.
-Buenos días, papi. Tan guapo como siempre.
-Me vestí así para mi novia – sonríe y me guiña un ojo -.
-Afortunada tu condenada novia entonces – dice mi madre con aparente molestia, me da un beso en la mejilla y sonríe -. Dime si este hombre no está como el vino.
-Prefiero no oírlo – mi hermano entra riendo y toma asiento -. Sería perturbador, ¿no?
-No lo creo, se nota que se aman y el amor los mantiene así.
Mis padres me sonríen y comenzamos a comer.
-Hija, hoy vas con Anthony, Edgar se irá con César a la escuela.
-Bien, padre – me pongo de pie y me despido de cada uno -. Lo siento, pero debo llegar temprano a la universidad. Los amo.
Salgo con treinta minutos de anticipación para evitar llegar con retraso a la universidad, pero ni siquiera esa previsión me ayudó con el inicio del día.
Miro desde el asiento trasero el tráfico atestado de autos, quejándose con bocinas histéricas por la tardanza en el avance, pero esa acción es inútil ante un accidente que ocupa dos de tres calzadas.
-Lo siento, señorita.
-Tranquilo, Anthony, precisamente por algo así quería salir temprano de casa.
Decido meterme en uno de los libros, ya que hoy no tendré las clases regulares. Sin embargo, no puedo dejar de asistir a esa famosa conferencia, porque contará como asistencia a las clases y tengo asistencia perfecta, no la voy a manchar por no querer estar en esa cosa.
Tras lo que parece una eternidad, consiguen quitar uno de los vehículos involucrados, lo que abre una calzada más y el avance de vehículos comienza a fluir poco a poco. Miro el reloj nuevamente, llegaré casi a tiempo para renovar un par de libros y luego de eso, a la conferencia de economía, que será todo el día, donde escucharemos profesores, alumnos egresados y destacados hablar de la necesidad de las carreras humanistas y científicas en el área empresarial.
Durante el trayecto, la lluvia había menguado un poco y se había mantenido mientras esperábamos en el camino, sin embargo, justo cuando Anthony consigue estacionar el auto fuera del campus, comienza a caer la lluvia como si lanzaran miles de baldes de agua.
-Señorita, puedo acompañarla hasta las instalaciones, para ayudarla con todo eso y el paraguas.
-Gracias, Anthony, el impermeable y las botas son suficientes y los libros vienen protegidos. Que tengas un lindo día.
-Usted también, señorita.
Bajo con toda la prisa que puedo, tengo menos de veinte minutos para llegar a la sala de conferencias. Corro por el camino de hormigón hasta la biblioteca, subo los dos peldaños que están fuera de la puerta y, al abrirla olvido por completo secarme los pies. Consigo dar un par de pasos y resbalo, cayendo al piso como si fuera en cámara lenta.
Cierro los ojos, como si eso ayudara a amortiguar el golpe, sabiendo que será doloroso y me quedará por varios días la evidencia de mi imprudencia, pero en lugar de sentir la dura y fría cerámica, caigo en algo un poco más blando y que me rodea por la cintura.
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Me levanto mucho antes de la hora habitual, la lluvia no ha menguado durante la noche y prefiero salir temprano para no llevarme sorpresas, puesto que los accidentes ocurren de nada.
Salgo con mi traje en una funda para protegerlo de la lluvia, me visto con ropa casual y me cambiaré en el campus. A esta hora nadie se ha levantado, así que salgo sin despedirme de nadie.
Voy muy atento al camino, me faltan pocos minutos de trayecto para llegar, no dejo de pensar en este día. Por ser uno de los alumnos destacados de la carrera, he sido seleccionado para participar en la conferencia, en donde debo explicar a las carreras humanistas y de ciencias la ventaja de ser tu propio jefe en una economía donde las pequeñas y medianas empresas representan más del 50% de la fuente laboral en Chile.
Suena absurdo e ilógico, porque soy el heredero a una de las empresas de moda más importantes del país y el mundo, sin embargo, el jefe de la carrera de economía me ha elegido para eso, por ser un excelente alumno.
Escucho un estruendo detrás de mí, miro por el espejo y veo una colisión, llamo a emergencias de inmediato, sin dejar de seguir mi camino, porque voy bastante bien en la hora.
Al llegar al campus, me voy a una de las oficinas de los profesores, que quedaron destinadas para los fines de cambiarnos, puesto que ir a los camarines significa terminar mojados en el trayecto entre ambos edificios y esa no es la idea.
Una vez listo, aprovecho para ir a la biblioteca por unos libros que necesitaré, pero si no voy ahora luego no tendré tiempo de sacarlos.
Camino por el pasillo cubierto por un techo de acrílico que protege esa ruta, justo antes de subir las escaleras pasa frente a mí una chica bastante apurada, entra sin pasar por el limpiapiés y veo todo en cámara lenta, dos pasos en la cerámica y resbala, me apresuro para sostenerla, pero no lo suficiente para detener su caída, no me queda más que usar mi cuerpo para servirle de amortiguador.
-Te tengo – le digo en su oído con mi voz de barítono, la siento estremecer, mientras mi cuerpo solo quiere dejarla allí para protegerla -.
La observo fijar su mirada a nuestras piernas, las mías sobresalen bastante de las de ellas, mientras que este contacto me tiene con los latidos a mil por hora. Una de las encargadas se acerca a nosotros y ayuda a la chica a ponerse de pie.
-Aurora, Aurora… ¿qué es tan de vida o muerte que vas tan apurada? – la reprende la mujer -.
-La conferencia, vengo a renovar estos libros y debo correr al auditorio – su voz suena avergonzada -.
-Tienen un retraso de al menos veinte minutos, el rector está atascado en un accidente a quince minutos de aquí.
-Seguro el mismo que me retrasó a mí – se gira hacia mí y me quedo helado -.
-Alex, gracias por ayudarla – dice la encargada -. Mi chica es tan distraída a veces, siempre absorta en los estudios.
-No fue nada – me quedo hipnotizado por los ojos claros de la chica, un tono como la más dulce miel -. Espero que tengas un buen día en esa conferencia.
Le entrego los libros y sin evitar mirarla de manera intensa, por primera vez en mi vida, tengo la necesidad de abrazar y quedarme junto a una chica, es más baja que yo, menuda y preciosa.
-Gracias… – me dice con un susurro, recibe los libros y se queda con la encargada, mientras yo me voy en busca de esos libros -.
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Me encuentro con una figura masculina, de traje casi perfecto, seguro producto de la caída, agachado recogiendo mis libros. Al ponerse él de pie, me quedo hipnotizada con un par de ojos azules, como el cielo de Estambul, que me miran desde lo alto.
Por primera vez en mi vida, me siento atraída por un hombre, con ganas de besarlo, aunque quedaría en ridículo, porque jamás he besado.
Luego de darle las gracias y de recibir mis libros, lo veo perderse por los pasillos de la biblioteca, pensando cómo es que nunca me lo he encontrado por allí antes. Una de las posibilidades más obvias es que nunca levanto la vista de los libros.
Un sentimiento de pérdida me queda en el pecho, mi cuerpo desea sentirse protegido, rodeado de nuevo por esos brazos y sentir esa seguridad que no había sentido antes fuera de mi núcleo familiar.
Cierro mis ojos para respirar profundo, pero la imagen de ese par de cielos me llega y estoy segura que no me dejarán sola por varios días, al menos hasta que olvide este incidente.