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Anaelise estudia el primer año de Medicina en la universidad de Durango Colorado, ciudad donde reside con su padre. Ella trata de llevar una vida, pero sabe que es un compendio de fragmentos que ha tratado de volver a unir por años.

Su terapia una vez a la semana, es el lugar de refugio donde respirar no le cuesta tanto. Todo en su vida debe ser cuidadosamente planeado

Sin embargo, el cambio repentino de su Psiquiatra jubilado y el profesor más verdugo de la academia, que a resumidas cuentas resultan ser la misma persona, desequilibran su supuesta normalidad haciendo que ella saque a flote los rincones más oscuros que ha querido esconder desde hace mucho tiempo.

Xavier está convencido que nadie interrumpirá su rigurosa vida, de hecho, él es lo suficientemente cuidadoso como para que nadie esté a su lado por lo menos 24 horas seguidas.  Es un hombre cerrado, dominante y muy controlador, entre eso, manipulador. Pero cuando Anaelise entra en su campo de visión, no solo sacará lo peor de él, ella romperá sus barreras y desatará el caos que él mantiene oculto.

Ellos son sombras, y estas, se unirán formando un caos interminable.

CAPÍTULO 39

Varias semanas pasaron después de aquel día en que el corazón de Ana se comprimió al saber la verdad del hombre en quien se había enamorado. Parecía que después de eso la vida le abrió un espacio de tiempo incierto, un tiempo estático porque nada pasó después de ello.

Todo seguía quieto, Xavier le advirtió sobre su profesora Olivia, informándole que ella los vio juntos en su auto el día de la pelea. Y sí, la mujer era una patada en el culo en cada clase, pero Ana trató de no hacer caso a sus estúpidas indirectas y se preguntó cuántos años tenía Olivia para comportarse de tal forma.

Siguió las indicaciones de su ginecóloga, y mantuvo cortas terapias al frente de un Xavier totalmente diferente. Avanzó mucho, no lo podía negar.

Andrew seguía a su lado como buen amigo, compartían en los ratos libres para estudiar y no le asomaba más información de la indicada, pero Ana estaba convencida de que Andrew estaba siempre atento a sus despedidas abruptas cuando Cox la llamaba, y en varios momentos le hizo saber que estaba al tanto de que su comportamiento era extraño.

Los celos de Xavier por la compañía de Andrew, seguían intactos, ella rodaba los ojos cada día asegurándole que su amigo era una buena compañía para ella y que no debía fijarse en esas cosas pequeñas, que no afectaban en nada su relación. Pero era un caso perdido, Cox era un posesivo de mierda.

Su trabajo era un poco aburrido, pero estaba muy agradecida de tenerlo ahora que necesitaba mucho dinero para todo.

La familia de Xavier se fue de la ciudad, y él literalmente se la pasaba en el apartamiento junto a ella.

Si Ana describía ahora la relación que llevaban, podía decir que literalmente estaban juntos las 24 horas del día, aunque a veces sus cuerpos físicos no estaban presentes. Cuando ella trabajaba o cuando Cox lo hacía, se enviaban mensajes de texto que a la larga terminaban en una buena dosis de sexo cuando por fin llegaban a verse.

Aunque a Ana le encantaba ahora esta estabilidad en el que su vida se había envuelto, tenía cierto miedo viendo el agua tan tranquila. No volvió más a su casa, y el sheriff solo le pedía tiempo para llevar a cabo el juicio, pero sabía que su tío estaba preparando algo, y no sabía con exactitud de qué se trataba.

Su abogada le ofreció varias opciones de venta, pero Xavier le instó a que esperara para que la casa fuese vendida cuando todo estuviese en reglas y el dinero fuera completamente suyo. Aunque ella no quería esperar, hubiese preferido decirle a esa mujer que aceptaría solo la mitad del dinero y no saber más del asunto.

Sin embargo, no podía solo darles la espalda a sus problemas y ahora que tenía a alguien a su lado apoyándola todo el tiempo, supo que enfrentaría todo lo que viniese.

Robert Butler, volvió a citarla a la delegación, habló con ella sobre el juicio, y le aseguró que solo serían unas horas para que ella declarara, serían dos días seguidos, sin presencia de ningún público. Tenía que verle la cara a su tío, sí, pero sería más rápido de lo que ella esperaba. Después de eso, el hombre prometía que todo quedaría en el pasado y que su tío estaría tras las rejas después de este asunto.

El sheriff también asomó que su tío no parecía tener intensión de amedrentarla, ya había pasado mucho tiempo y los hombres que estaban detrás de él solo veían que estaba llevando una vida normal sin poder salir de la ciudad como la orden lo requirió. Así que, sin esperar un paso de él, decidieron colocarle una fecha al juicio, y por el calendario que ahora veía Ana en sus manos, solo faltaba una semana para que dicho juicio se diera. Solo pensarlo le hacía tiritar.

Nunca pensó que esto se desarrollaría tan rápido ni que un punto de su vida estaba a punto de culminar.

Suspiró mientras limpiaba algunas tasas de porcelana que estaba colocando en la exhibición de vidrio y escuchó como las campanillas se abrieron anunciando que algún cliente estaba entrando.

No faltaba mucho para salir de su trabajo, entonces puso la porcelana en su lugar, saludó a la persona que entró sin mirarlo, y vio como Mery también salía de su escondite donde se metía a veces por largas horas.

—Buenas… tardes —la voz de Xavier estremeció su cuerpo y ella se sonrojó al instante viendo hacia Mery que arrugó el ceño.

No sabía si se conocían, pero Cox nunca vino aquí.

—Oh cariño, tenía mucho tiempo sin verte, de hecho, nunca te vi aquí —anunció Mery mientras vino a darle un abrazo muy efusivo.

Xavier abrazó a la anciana mientras alzó la cara para guiñarle el ojo a Ana y esta sonrió apenada negando varias veces.

—Lo sé, pero escuché que tienes una empleada ardiente, todos hablan de ello y quería verificar…

«¿Estaba loco?», pensó ella.

Ana lo fulminó con la mirada mientras Mery se despegó un poco inquieta, pero en un segundo soltó una carcajada.

—Creo que tienes razón, porque mis ventas han aumentado, de hecho, me piden el número de Ana en cada pago.

Esta vez Ana se puso en tensión no creyendo la confesión de Mery, y vio que estaba vez Cox no estaba tan animado.

—Es mejor que no les des confianza, Mery —le respondió totalmente serio—. Y diles que la chica está casada.

Mery hizo un gesto extrañado para luego observar a Ana.

—No haré eso, cariño, además creo que mi chica debe tener un buen hombre, le buscaré alguien a su medida.

Sin poder resistir, Ana soltó una risa espontánea tapando la boca con su palma. Cox la fulminó con la mirada y luego le dijo a Mery que quería algo para regalar a su madre, entonces la anciana pareció tener una idea y se fue a su bodega a investigar.

Cox dio largos pasos hacia Anaelise un poco nervioso.

—¿Es verdad que muchos hombres vienen aquí? —preguntó tenso.

—Ella te dijo toda la verdad, vienen todo el tiempo.

—¿Te parece muy gracioso todo esto no? Bueno te borraré esa sonrisa… En unos minutos.

Ana le envió una sonrisa torcida.

—Salgo en 5 minutos, pero… no puedo darle esta noche, señor, tengo una cita.

—Podemos ir los tres…

—Lo pensaré —Jugó ella sabiendo que esta noche saldrían a algún lugar, pero no sabía a dónde la llevaría.

Mery salió de la bodega y comenzó a mostrarle a Xavier las cosas que tenía para él. Ana aprovechó de terminar su trabajo e ir a cambiarse para salir. Estaba más que nerviosa por esta noche, porque ellos no podían salir a algún lugar cercano a sus vidas seculares donde alguien los pudiera ver.

Irían a la casa de Xavier primero, se cambiarían y después de eso, saldrían a la dichosa cena de la que habló Cox en toda su semana.

Xavier se despidió primero de Mery y salió para adentrarse a su auto a esperar a Ana; después de 5 minutos ella estaba abriendo su puerta una cuadra más adelante y se sintió exhausta del día.

Condujeron hasta la casa de Xavier y sin decirse mucho fueron a la habitación para bañarse y cambiarse. Alguna de las cosas de Ana estaba allí, y muchas de las cosas de Xavier estaban en su apartamento, así que, sí, ellos eran una pareja, aunque ya no hablaban de ese tema, y Ana tampoco quiso volver a mencionarlo.

Cuando ella salió de su baño, vio que había un vestido en la cama de Xavier y unas zapatillas que definitivamente no eran suyas. Rodeó más la toalla en su cuerpo, mientras veía extrañada la ropa y luego se giró hacia el Vestier donde Xavier estaba colocándose una camisa que lo hacía ver irreal.

—¿Qué es esto? —preguntó un poco sorprendida.

—Es un vestido y unas sandalias… —respondió sin darse la vuelta aun abotonando sus mangas.

—Xavier… no juegues conmigo.

Él giró y la miró intensamente mientras caminó hacia ella.

—Compré ese vestido para ti, junto a esas sandalias, y también… —tomó el vestido para arrimarlo y luego Ana visualizó la ropa interior de encaje en color negro que apareció en su visión—. En tu piel esto se verá… —Xavier negó varias veces y se acercó más a su lugar—. Increíble, póntelo y más tarde yo te lo quitaré con gusto.

Ana se tambaleó un poco.

—No suelo usar vestidos así —dijo ignorando la ropa interior.

Y era cierto este era un vestido negro que por la tela se ajustaría a su cuerpo hasta los muslos, era hermoso de eso no cabía duda, pero nunca se puso algo así.

—Pero lo usarás hoy, para nuestra cena.

—¿Por qué es especial esta cena? —preguntó ella mientras tomaba la ropa interior y la abría hacia delante para que sus ojos parpadearan impresionados. Esto no cubriría nada de sus partes.

—Porque, en este día, hace tres meses nos conocimos, y quiero que tengamos una cena…

Ella despegó su mirada inmediatamente de la ropa para posicionarla en Xavier.

«¿Escuchó lo que escuchó?», ni siquiera supo en qué fecha se conocieron.

Quiso decir algo para él, pero Cox solo le sonrió y cerró la puerta para que ella terminara de vestirse.

«Este hombre no era real, y la mataría en cualquier momento con sus actitudes».

Se colocó todo lo que compró para ella y por algo muy extraño su cuerpo se excitó al saber que cada cosa la había elegido especialmente para ella, secó su cabello y aplicó maquillaje en su rostro, no se veía como una chica de 19 años, esto definitivamente la hacía parecer un poco mayor, pero le gustaba como se veía.

Ajustó sus sandalias como último y aspiró el aire para verse por última vez en el espejo. Se sentía conforme y después de mucho, se sonrió a sí misma.

Salió y bajó las escaleras, para luego escuchar que Cox estaba en una llamada.

—También las extraño, no, no será mucho tiempo, les iré contando —una sonrisa salió de él, se veía contento, y Ana pensó por un momento que se trataba de su madre y hermana—. Ok, las llamaré.

Cox se giró sintiendo su presencia y luego dijo por el auricular:

— Debo colgar, yo también…

Ana le dio una sonrisa, pero él seguía tan serio que ella la borró en seguida.

—¿Pasa algo malo? —preguntó un poco preocupada por su expresión.

—Estoy dudando en salir… no sé si quiero que te vean así.

Ella miró su ropa y se revisó en seguida.

—¿Qué hay de malo?

—Ese es el problema, Anaelise, no hay nada malo, es todo… perfecto.

Ella rodó los ojos y luego caminó un poco hacia él.

—¿Desde cuándo te volviste adulador? ¿No decías que todas estas cursilerías eran una mierda y nada más?

Cox sonrió hacia ella y atrapó su mano para besarla

—Sigue siendo una mierda, pero ahora no tengo vergüenza.

Ambos salieron de la casa de Xavier tomados de la mano y se fueron en su auto. Aun Ana no tenía idea de donde iban, y estaba tan nerviosa como el primer día de su encuentro.

En unos 20 minutos llegaron a un restaurante que era más bien parecido a un jardín con las mesas bastante distanciadas de otra, un toldillo en formas de tela con una iluminación bastante baja. Ana jamás vio algo como esto y sus ojos se agrandaron al ver lo bonito que era.

Xavier caminó con ella hasta el fondo donde un camarero los llevó, Ana miraba a todas partes tratando de ver si había alguien conocido y luego de sentarse sintió mucho alivio en su cuerpo.

—Lamento que no podamos hacer esto todo el tiempo —le dijo Cox sin apartarle la mirada.

—No te preocupes, no es tan importante —él asintió y luego pidieron su comida. Pero de cierta forma le hubiese gustado que pudieran hacer esto cuando les diera la gana.

—¿Qué quieres hacer después de graduarte de medicina? —preguntó Cox mientras tomaba su mano y la entrelazaba. Ana se sentía en un sueño del que no quería despertar.

—Quiero especializarme en Psiquiatría…

Cox la observó atentamente.

—Tendrás que salir de Durango, aquí no hay esa especialización para estudiarla.

—Lo sé —dijo mirando hacia otra parte, después de todo este tiempo él nunca supo que ella estaba enterada de su verdad—. Pero, buscaré la ciudad que crea conveniente en ese entonces. Deseo ayudar a muchas personas que lo… ameritan.

Xavier asintió un poco tenso y por un momento se fue del lugar en sus pensamientos.

Sus platos fueron servidos y Ana agradeció mientras Xavier se reía de su educación todo el tiempo. Le devolvió la sonrisa mientras degustaba su plato, y quiso ver hasta dónde podía llegar esta vez.

—Sabes todo de mí, ¿no es así? —dijo Ana sin mirarlo—. ¿Cuándo podré saber algo de ti?

—Sabes lo necesario —esto hizo que Ana levantara su mirada para ponerse lo suficientemente seria y la irritación se apoderara de ella plenamente.

—¿Y crees que es justo?

Xavier arrugó el ceño y dejó los cubiertos a un lado.

—No tengo nada por decir, Ana, sabes donde trabajo y como es mi vida aquí en Durango.

Ella también dejó los cubiertos y puso la mano cerrada en un puño en su barbilla.

—Entonces nunca tuviste un pasado, siempre has sido solitario…

—¿Qué es esto? —expresó Cox un poco más serio de lo normal, pero esta vez ella no se iba a dejar amedrentar por su imposición.

—Olvídalo —respondió Ana tomando los cubiertos de nuevo y sin mirarlo continuó—. Imagino entonces, Xavier, que… —pero se detuvo enojada—, ¿Cuándo te cansarás de mí? ¿En un mes? ¿Dos meses? ¡Claro!, luego buscarás una nueva aventura para sentirte mejor y no tener que darle explicaciones a nadie, ¿cierto?

La mirada de Xavier era congelada, «¿Qué le pasaba a ella? ¿Acaso no estaban aquí cenando porque a él se le ocurrió una idea estúpida de invitarla a cenar a pesar del riesgo que corrían?», y la respuesta de eso era verla lo suficientemente enfadada porque no sabía sobre sus malditas miserias…

—¿Qué quieres saber?, ¿si hubo una mujer? ¿Ese es el bendito problema? —la voz le salió más fuerte de lo que quiso.

—No es ningún problema si hubo una o muchas, no te estoy pidiendo que me hables de tus relaciones, estoy pidiendo saber de tu vida, yo…

—Tú compartiste cosas porque lo quisiste, Anaelise, además no hay nada interesante en mi pasado. Viví una vida de mierda si eso es lo que te interesa saber.

Ella se detuvo por un instante mientras su garganta se apretó, él nunca compartiría esa parte de su vida y le dolió mucho saberlo. Quizás Xavier se sentiría presionado después de esto, y lo estaría siempre si ella sacaba el tema, así que se rindió, no lo obligaría a hablar de algo que él no quería compartir con ella. Y eso era un asunto terminado.

Pero, cómo ansiaba poder comprenderlo, decirle algunas cosas mientras lo abrazaba porque sabía muy bien que después de hablar sobre el asunto uno se sentía una persona libre.

Le dio una mirada larga y terminó su comida en silencio, un silencio que él apoyó mientras hacía lo mismo.

Xavier tenía cierta rabia por su conducta, no quería pendejadas en esta noche que quiso hacer especial para ella, pero entendía a Ana. Ella solo quería hacer lo que él hizo sin preguntar si se sentía bien o no con eso; se inmiscuyó en su vida hasta saberlo todo, todo y cada uno de los detalles. Pero… ¿Cómo hablarle de la situación que ni siquiera pudo hablar con Oliver?, aunque Walsh sabía exactamente lo que pasó esa noche, solo él tenía los detalles que calaban su corazón cada vez.

No pensaba que ella no merecía saber, si había una persona con quien quería desahogarse era en esa mujer que tenía en frente enfurruñada ahora. Su mujer ahora. Pero no quería hacerla huir antes de tiempo.

Necesitaba retenerla por el tiempo que pudiera, porque se había dado cuenta de que cada día que pasaba la necesitaba más.

Su plan de esta noche se había volteado completamente, y sabía que nada la haría cambiar. Conocía a Ana demasiado bien.

Tomo el aire tratando de calmar el palpitar de su corazón y los nervios que le dieron de solo mencionar el suceso. Quería hablar, quería decir las palabras y saber qué tenía por decir ella… entonces cuando fue abrir su boca para comenzar su suplicio, la mención del nombre de Ana pronunciado de otra persona, lo hizo girar de golpe.

—¿Anaelise?

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