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Luca Cavalcanti es un hombre alegre, inteligente, guapo, pero… promiscuo. Baila al son de cualquier cosa con piernas largas, falda o mejor sin ella. Emily McDermott es una joven inteligente bella y decidida, pero se vuelve mantequilla ante su nuevo jefe, al que le hará varias travesuras para que deje de ser tan fresco. Acompaña a estos dos personajes en su camino a la felicidad y averigua si se quedarán juntos.

Capítulo 1

Llego a mi bar preferido, aquel donde puedo ser yo mismo, un hombre de treinta y tres años, libre, soltero, amante de las mujeres, la diversión y lo simple que es pasarla bien.

John, el guardia de la puerta me sonríe nada más verme, dejándome pasar de inmediato.

-Luca, hace varias semanas que no te veía por aquí – me dice con un fuerte apretón de manos -.

-Bueno, no había conseguido llegar hasta aquí, ya sabes – le guiño un ojo y se ríe muy alto -.

-Pobre hombre, al que las mujeres no lo dejan si quiera caminar.

-¿Algo bueno esta noche?

-Rubias, castañas, morenas, delgadas, rellenas, altas, bajas, ojos azules y castaños…

-Creo que otra vez me quedaré con ganas de una pelirroja con ojos azules.

-Algún día tu fantasía se hará realidad, pero me temo que no te va a gustar, porque será la mujer que te atrape.

-¿Otra vez de profeta, John?

-Le dije a Robb que conocería a una mujer especial.

-Clara es ciega, ¿es una manera retorcida de decirle especial a una mujer?

-Si somos honestos, no podía ser de otra manera, Robb es bastante feo y con un genio del asco, Clara es una santa al aguantar a semejante baboso.

-Sabe manejarlo, eso es todo.

-Y eso mismo te pasará a ti.

-Mejor me voy a buscar algo para esta noche, tengo tres días de celibato y me estoy volviendo loco.

-Búscate una esposa y no tendrás ni una hora de celibato.

Se ríe descaradamente ante mi mala cara, sabe que la palabra matrimonio para mí es como si me dijeran “muérete”. Me adentro en el lugar, donde la música suena alta como para bailar en cualquier rincón y baja para conversar, una combinación extraña, pero que resulta excelente.

Me dirijo directo a la barra, John me dijo que al ubicarme solo en una mesa, las chicas no se acercan puesto que piensas esperas a alguien, en cambio en la barra saben que vas solo y no esperas a nadie, porque allí no se reservan los asientos. Ese hombre sabe demasiado para estar casado hace quince años.

El barman me ve, sonríe y me acerca de inmediato un vaso con whiskey, el que bebo de un trago y espero a que me prepare un Martini. Hay cosas que no cambian y otras que prefiero no cambiar.

Cuando me sirve el trago, dos chicas se sientan a mi lado, una de ellas se ve algo afectada, mientras que la otra la reprende.

-Te dije que era un idiota, era obvio que te engañaría algún día, así fue como inició contigo, ¿no?

-Pero no creí que fuera tan rápido… estuve dispuesta a aceptar hacer un trío – le dice muy bajo, pero de todas maneras escucho porque está a mi lado -. Ahora me quedaré con las ganas de saber cómo es eso.

De alguna manera, esas palabras me dan una idea de lo que esa chica necesita, me bebo el trago y llamo al barman con la copa vacía.

-¡¿Otro, Luca?!

-Jugo, esta vez jugo, por favor – la chica despechada se sobresalta porque grito muy cerca de ella -. Lo siento, no fue mi intención molestarte, ¿puedo ofrecerte algo para compensar mi falta de caballerosidad?

-Una cerveza, tal vez – mira a su amiga, la que de manera imperceptible sonríe. Ha de creer que ha cazado, sin saber que fue cazada -. Por cierto, ¿quién bebe jugo en un bar?

-Alguien que ya se bebió un whiskey y un Martini – ella sonríe y le extiendo la mano -. Me presento, soy Luca.

.Michelle – me dice aceptando el saludo -, ella es mi amiga Paula.

-Paula, un gusto… ¿tú deseas algo?

-Lo mismo que mi amiga, gracias.

Comenzamos a hablar del bar, de lo que nos gusta visitarlo frecuentemente y llegamos a las relaciones.

-Por mi parte soy soltero, no me gusta el compromiso, soy un alma libre que disfruta de la vida y los placeres que puedan ofrecer bellas mujeres igual de libres – le doy un trago a mi jugo sin dejar de observarlas -.

-Esta noche quiero ser libre – me dice Michelle bebiendo de su cerveza -.

-No es una mala idea – Paula toma una aceituna y se la lleva a la boca de manera provocativa -. ¿Qué tan libre estás dispuesto a ser en tu vida?

-Mucho.

-¿Cómo para un… trío? – pregunta Michelle -.

-Nunca lo he hecho, pero no estaría malo experimentar – le digo sin dejar de mirarla -.

-¿Estarías disponible para hacerlo con nosotras?

-Son muy buenas amigas…

-Ya lo habíamos hablado, se supone que lo haríamos con mi exnovio, pero volvió con su ex.

-Me parece que las damas no deberían quedarse con las ganas – llamo con un gesto al barman y sabe que ya es momento de cobrarnos -. ¿Un hotel estaría bien?

-Por supuesto – dice Paula, buscando su billetera -.

-Oh no, por favor, yo las invito.

-No, gracias, me da la sensación de que estés pagando por sexo y eso no me gusta – Paula me guiña un ojo -. Yo invito a mi amiga y tú pagas tu cuenta.

-Muy bien, pero el hotel lo pago yo, digamos que es un regalo para la pena de tu amiga.

Ambas se ríen, pagamos nuestras cuentas y acerco a cada una con mis brazos, rodeándolas por la cintura. Llegamos a la puerta y John abre mucho los ojos, me hace un gesto y me acerco a él.

-¿Con dos, Luca? Esto es mucho incluso para ti.

-No pude negarme, ellas quieren experimentar y yo no me voy a negar – le palmeo un hombro y sonrío para unirme a las chicas -. Muy bien, vamos a mi auto.

-Vinimos en el mío, dame la dirección y nos veremos allá.

-Como ustedes prefieran.

Tras una noche de tragos, sexo y caídas desde la cama, me despierto solo con la luz del sol comenzando a salir. Una nota en la mesita de noche me hace abrir un poco los ojos.

“Gracias por esa increíble noche, si con dos mujeres eres un semental, no quiero imaginarte en solitario… hasta que la vida nos vuelva a encontrar. Michelle.”

Me dejo caer en la cama, sonriendo satisfecho por todo lo que hice anoche, pero con un sentimiento de soledad que hace un tiempo me viene atacando, aunque normalmente este llega varias horas e incluso días después de estar con una mujer. Se supone que estar con dos debía darme más tiempo para alejar ese sentimiento.

Me levanto con seguridad, desnudo y con ganas de llegar a mi cama lo antes posible. La resaca es brutal, pero nada que no hubiese aguantado antes. Me visto y pido un taxi, más tarde envaré por mi auto.

Llego al edificio donde se encuentra mi pent-house, subo por el ascensor sosteniéndome de la pared. La mezcla de licor y sexo desenfrenado hasta casi la madrugada, me ha dejado agotado. Al abrirse las puertas, me encuentro a mi padre furioso parado fuera de mi escondite.

-¡Luca Cavalcanti! Mira esa facha de borracho, así no es como te críe.

-No estoy borracho – me defiendo, buscando mis llaves -.

-Para no estar borracho, apestas demasiado a alcohol.

-Una de las señoritas con las que pasé la noche me derramó un vaso de whiskey – su rostro de queda helado -.

-¿Señoritas? Luca, no me digas que estuviste con más de una mujer – consigo abrir y entro sin responder, solo quiero mi cama, mi padre me sigue hacia mi destino final -. Luca, yo no te di ese ejemplo, no deberías tratar a las mujeres de esa  manera, ¿te gustaría que tu hermana hiciera ese tipo de cosas?

-Mi hermana es una dama, una señora de su casa y devota a su esposo – le digo quitándome la chaqueta -. Nunca haría algo así.

-Y me gustaría que mi hijo fuera un caballero, respetuoso de las mujeres… Luca, al menos te proteges.

-Esas son cosas personales de tu hijo – me quito los zapatos y me dejo caer en la cama -. Pero sí, lo hago, para no engendrar hijos ni pegarme alguna enfermedad. Puedes estar tranquilo.

-¿Qué haces? – me dice al verme abrazar la almohada -.

-Abrazar a mi fiel compañera, para recuperar las fuerzas. Te llamo después del mediodía cuando me haya despertado y bañado.

-Me temo que no, señor – me quita la almohada que abrazo y le pongo mala cara -. Me odiarás, pero es por tu bien y el de esta familia. Levántate, báñate y te espero en la sala con un café muy cargado.

-No iré a la oficina, no quiero.

-No te estoy preguntando. En este momento no soy el padre comprensivo, si no tu jefe. Te necesito en la sala de juntas en dos horas, hay una emergencia que debemos cubrir y tienes que estar allí.

-Ya te dije, no quiero.

-¡LUCA CAVALCANTI, LEVÁNTATE AHORA! Soy un padre amoroso y comprensivo, pero no voy a dejar que mi hijo se vuelva un irresponsable. O te vas conmigo ahora o pierdes las acciones de la empresa y se las doy a tu cuñado.

-No serías capaz – le digo sentándome en la cama -, los dos sabemos que ese idiota no ama a mi hermana, por más que actúe como el esposo amoroso y dedicado.

-Al menos sé que él estará en esa junta sin tener que ir a sacarlo de entre las sábanas porque se fue de juerga un día de semana y se acostó con quién sabe cuántas mujeres – levanta sus cejas y suspiro, me dio duro -. Te espero en la sala.

Para ser honesto, nunca había visto a mi padre tan molesto. Siempre ha sido muy pasivo y jamás ha cuestionando mi manera de vivir. Aun cuando me fui de casa, no me cuestionó, pero esta vez veo algo diferente en su actitud.

Me meto a la ducha, tratando de quitarme los rastros de una noche desenfrenada. Me visto rápido, mientras el olor a algo más que café llega a mi nariz, recuerdo que no he comido nada desde ayer por la tarde, salgo de prisa abotonando mi traje.

Al llegar a la sala, mi padre tiene en la mesa de centro un par de tazas de café y unas tostadas con mermelada de fresas.

-Hace mucho que nadie me preparaba el desayuno.

-Hace mucho que te fuiste de casa – me dice sin mirarme y se lleva a la boca una tostada -.

-No sabía que prepararas el desayuno.

-Puede ser que lo olvidaras, porque yo lo hacía cada vez que podía cuando eran pequeños, tal vez porque siempre eras el último en llegar a la cocina.

Se me aprieta el estómago, porque este señor está hurgando en mi alma sin saber, o tal vez lo hace y me está preparando para algo más grande que merece mi esfuerzo y mi concentración.

Al terminar, se pone se pie y lleva todo a la cocina, coloca cada utensilio en el lava vajilla y pone sus manos sobre  mis hombros.

-Ahora, ve a lavarte los dientes, te espero en el ascensor, el primer paso a tu destino.

Sale dejándome con demasiadas interrogantes, este señor cuando quiere puede ser tremendo.

Capítulo 2

Massimo Cavalcanti me espera con una enorme sonrisa, pienso que todo lo que me ha dicho es para advertirme algo muy grande. Bajamos hasta el estacionamiento, subimos a su auto e iniciamos el recorrido en silencio. Hasta que en un semáforo me mira y suelta el aire muy cansado.

-Carson dejó la vicepresidencia. Su mujer está enferma y se retira para cuidarla.

-Entonces, debemos decidir quién ocupará su puesto, tenemos personas muy capacitadas para ese puesto, ¿para eso es la junta directiva?

-Sí, hoy mismo debe salir su reemplazo, yo no puedo con todo esto solo, ya no tengo la energía para eso.

-Tranquilo, padre, ya verás que tendremos la solución a esto antes de que quieras lanzar una silla.

-Jajajaja, jamás he hecho eso.

-Pues por eso, vamos, ya nos dieron verde.

Seguimos el camino hasta la empresa, comienzo a repasar los nombres de los posibles sucesores, hasta Marco entra ahí, pero como mi última opción.

Llegamos a la empresa, nos vamos directo a la sala de juntas, donde ya nos esperan para discutir la situación. Veo a mi hermana sentada al lado de su esposo, con su rostro radiante de felicidad, pero vestida como una cuarentona. Decido mejor no pensar en eso, beso la frente de mi hermanita y tomo asiento a la derecha de mi padre, como siempre.

Todos espera a que mi padre tome su lugar y él da inicio a la reunión.

-Muchas gracias por estar tan temprano aquí, buenos días. El tema de hoy es muy importante de tratar – hace una pausa y continua -. Ayer he tenido la desgracia de recibir la renuncia de Álvaro Carson, quien fuera nuestro vicepresidente desde hace quince años. Hoy, vengo a anunciar quién será su sucesor.

-Pensé que nos dejaría proponer algún nombre – pregunta Melvin, uno de los jefes de área -.

-Podría, siempre he sido partidario de la participación y la democracia, pero esta vez lo nombraré yo y sin derecho a discusión – si está tan decidido, lo más probable es que deje al mismo Melvin o a Marco -. Quiero que sepan que mi elección tiene relación directa con el futuro de esta empresa, cuando yo ya no esté, esa persona se hará cargo de la empresa en una sucesión inmediata e irrefutable.

-Entonces, tu elección debe ser la más acertada, padre – le dice Pía tomando sus manos -.

-Quiero presentarles al nuevo vicepresidente de Cavalcanti Moda – se pone de pie, mientras todos lo miran con tensión -. Luca, ponte de pie.

Me quedo helado, veo que te todos me miran, algunos incrédulos, otros con desconfianza y algunos con diversión, esas miradas se me hacen más doloroso que las otras, porque han de verme como una mala broma.

-Padre, no creo…

-Dije que mi decisión era irrefutable, ni siquiera tú la puedes cambiar, ponte de pie – hago lo que me pide -. Mi hijo Luca es quien heredará mi lugar cuando ya no esté aquí, tiene estudios de economía en una de las universidades más prestigiosas del país y un doctorado la Universidad de Harvard. Conoce el manejo interno de la empresa desde muy joven.

-Si me permite opinar – dice Melvin -, creo que su nuero estaría más capacitado.

-Por supuesto, pero él ya es un hombre de familia y espero que pronto vengan los nietos, así que no lo voy a recargar con trabajo corporativo. Luca es soltero, inteligente, con disponibilidad para trabajos extenuantes y variados,  además de ser muy bueno con las relaciones públicas.

-Demasiado, se podría decir – dice Melvin por lo bajo, pero lo escucho perfectamente -.

-Quiero dejar claro que, si lo llamé fue para informar mi decisión, no para pedir su opinión, no está vez, como dueño y presidente de esta empresa tengo el derecho de elegir a quien será mi sucesor – mira a Melvin muy serio, el hombre se remueve en su asiento y evade la mirada -. Desde hoy mi hijo asume ese lugar y requiero que todos cooperen, entregando la información necesaria para que comience a trabajar. Espero el compromiso de casa uno de ustedes.

-Igual que el de tu hijo, que evidentemente no está en condiciones de quedarse, quién sabe hasta qué hora se quedó de juerga anoche – Melvin se pone de pie para abandonar la sala -.

-Detente ahí – dice mi padre con tono gélido-. La vida privada de mi hijo no es de la incumbencia de nadie.

-Ojalá que no la traiga aquí o en lugar de una empresa de diseño y moda, seremos un burdel carísimo.

El hombre sale cerrando la puerta tras de sí, todos miran sus manos y yo hago lo mismo. No entiendo nada de lo que ha sucedido, es como si le estuviera sucediendo a otra persona. Al menos llego a comprender que mi padre me ha respaldado.

-Bueno, esta reunión ha terminado. Pido que entreguen sus informes en tres horas más, si requieren más tiempo, le notifican a mi asistente.

Todos se ponen de pie y van saliendo, los únicos que se acercan a felicitarme son Pía y Marco, lo que agradezco enormemente porque me siento abatido, física y mentalmente.

-Hermanito, felicidades, eres perfecto para ese puesto.

-Yo no lo creo, pero gracias por tu confianza.

-Oye, nadie mejor que tú para eso.

-Pudo ser Marco.

-Prefiero seguir donde estoy, cuñado. Tengo más tiempo para mi bella esposa – la abraza y besa su cabello -.

-Pía, Marco, me dejan solo con Luca por favor – ambos se van y mi padre me mira muy serio -. Luca, si te elegí para esto es por dos razones – toma asiento y su mirada se suaviza -, primero, te necesito aquí, para que aprendas a llevar la empresa de la forma más cercana posible para cuando yo falte.

“Segundo, esta es la mejor manera que tengo para detenerte un poco en esa vida autodestructiva que llevas, porque no es normal que te vayas de fiesta en fiesta, conquistando mujeres y durmiendo con más de una. Eso jamás llenará ese vacío que sientes.

-No siento ningún, vacío, por favor – me río de sus palabras -.

-Puedes engañarte a ti mismo, hijo. Pero no a tu padre, que te conoce desde siempre – pone su mano sobre mí hombro y sonríe -. Ahora, vamos a tu oficina. Envía la solicitud a recursos humanos para que comiencen a buscar a tu asistente, recuerda que la última entrevista la haces tú.

-¿Yo? Eso no se me da, ver que tan capaz es una persona…

-Bueno, desde ahora deberás hacerlo, porque es parte de llevar una empresa.

Salimos de la sala de conferencias, me quedo con cada una de las palabras de mi padre, él cree en mí más de lo que yo puedo hacerlo. Me ha la con tanto entusiasmo de todo lo que haremos, que voy olvidando poco a poco las miradas y las palabras de los demás.

¿Qué puede importarme lo que diga Melvin o cualquier otro, si mi padre cree en mí?

Me daré una oportunidad, me esforzaré por cambiar un poco y descubrir mi lado responsable… pero eso quiere decir que la diversión se termine ni por un segundo.

Capítulo 3

-¡Luca! ¡Luca! – mi padre viene gritando quién sabe desde dónde -. ¡¿Dónde está ese bribón?!

Se abre la puerta de golpe, trato de mantenerme impasible, concentrado en los documentos que estoy revisando. Pero el que desaparezcan de manera intempestiva de mis manos me dice que mi método de disipación de ira esta vez no funcionó, mi padre golpea la mesa, lo que me sobresalta y me acurruco un poco en mi silla, jamás lo vi tan molesto.

-¡Luca Cavalcanti, si yo tuviera cinco años menos, te tendría recostado en mis piernas dándote unas buenas nalgadas!

-¿Y ahora que hice?

-¿Qué hiciste? ¡¿Qué hiciste?! Tienes treses meses en tu puesto y han pasado diez asistentes, todas se van por involucrarse con su jefe ¡Contigo!

-No es mi culpa, ellas se me lanzan y yo no soy de fierro…

-No te atrevas a decir algo como eso… – se aprieta el puente de la nariz -. Mira, hoy tienes varias entrevistas, vas a elegir a la asistente más capaz, la más difícil, la que menos te coquetee, porque si vuelven a tratar de seducirte y tú caes, el próximo asistente te lo elijo yo ¿entendiste?

-¿Qué-qué quieres decir?

-Que, si esta nueva asistente se te va por involucrarse contigo, te busco un hombre de asistente… y mucho mejor si es gay.

-No puedes hacerme eso… sabes que no me gusta tenerlos cerca.

-Pues elige bien – achica sus ojos y se pone de pie -. Porque esta es la última advertencia.

Me deja solo, miro la hora y llamo a recursos humanos, para saber a qué hora van a llegar las postulantes al cargo, me queda una hora para tranquilizarme, para prepararme y visualizar lo que realmente necesito en una asistente.

-Respira Luca, es obvio que necesitas a una chica inteligente, proactiva, resolutiva, que te ayude, pero sobre todo que no se convierta en una amante más – suspiro con molestia -. Maldición, es casi como si buscara una esposa.

Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos en el escritorio, este día va a ser muy difícil. Me anuncian la llegada de la primera, respiro profundo e indico que entre, decido que sentarme en mi escritorio me va a garantizar una entrevista impersonal y la chica se mantendrá a salvo.

Veo entrar a una castaña, con una falda un poco sobre sus rodillas, se ve resuelta, pero mientras camina hacia mí comienza a mover sus caderas de una manera que me podría volver loco, pero no… hoy busco asistente, busco asistente…

-Buen día, mi nombre es Cherry García – “mal nombre para empezar, demasiado provocativo” -.

-Asiento, señorita García. Comencemos, si es que no tiene alguna objeción – niega con la cabeza -. Muy bien. ¿Puede describirme las funciones del puesto al que aspira?

-Eh, claro…

Siete de ocho candidatas, una salió llorando porque tan solo no saber los números de la empresa le hicieron saber que no estaba calificada. Pido que me den quince minutos de receso, estoy agotado mentalmente de hacer esto.

Me pongo de pie para servirme un vaso de agua y me recuesto en el sofá, con el vaso sobre mi pecho. De pronto se abre la puerta, lo que me espanta y termino mojándome la camisa.

-Pero qué demonios, pedí que me dieran quince min… – al girarme para ver quién ha entrado de esa manera veo dos ojos azules que no me miran a la cara, enmarcados por una trenza que cae al lado derecho, su cabello es rojo como el fuego, su piel blanca, al menos lo poco que se ve. Va en un traje entero azul marino, con un blazer celeste pálido, unos tacones de diez centímetros y una cara que muestra su molestia -. Señorita, debía esperar un momento…

-Yo no pienso esperar más – me dice mirando hacia atrás, tratando de zafarse de las manos que le impiden entrar por completo, pero al girarse y verme al fin con tranquilidad, veo que se sonroja un poco. Estoy impactado, por decir lo menos -. Di-disculpe, pero llevo tres horas aquí y han pa-pasado a tres candidatas antes que yo.

-Tiene razón en estar molesta entonces – me acerco a ella y la tomo por el brazo, para ayudarla a escapar de quien la retiene, siento una sensación nueva me que hace sonreír de inmediato -. Ya veré luego el motivo de eso – miro a Roberto y sentencio lo que haré luego con él -. Por favor, tome asiento, si me da un minuto para cambiarme la camisa, podemos iniciar.

-Cre-creo que puedo esperar solo un minuto más.

Le indico que tome asiento en el pequeño sofá frente a la mesa de centro, mientras me apresuro en ir al baño, para quitarme la camisa mojada. Lo hago rápidamente, no me coloco de regreso ni la chaqueta del traje ni la corbata, me subo las mangas hasta los codos y me dejo abierto dos botones, porque quiero estar cómodo. Luego de esto me iré a casa a dormir, lo juro.

Al salir ella se encuentra ordenando unas hojas en la carpeta que llevaba, al verme la cierra con tranquilidad y se pone de pie para extenderme la mano.

-Perdón por la manera de entrar a su oficina, he sido muy grosera. Emily McDermott – le doy mi mano para responder a su saludo y vuelvo a sentir algo, pero no sé qué puede ser -.

-Luca Cavalcanti, tome asiento, señorita McDermott – ella me mira brevemente y baja la vista algo sonrojada mientras vuelve a sentarse, se me hace muy dulce y creo que mi apariencia la distrae un poco -. Si gusta, podemos iniciar ahora mismo.

-Me parece perfecto.

-Bien, comencemos – cierro mis ojos brevemente, pero ya no es por cansancio, esas mejillas sonrojadas y esos bellos ojos me distraen, pero debo enfocarme -. ¿Puede describir el puesto para el cual aspira?

-Claro, debo tomar notas en sus reuniones, manejar su agenda, las relaciones públicas, filtrar información que no sea relevante, entre otras muchas más funciones.

-Sí, más o menos eso. ¿Tiene disponibilidad para trabajar hasta altas horas para terminar lo solicitado por su jefatura?

-Con todo respeto, pero no. Si la jefatura me asigna una tarea que requiere más de mi tiempo, entonces la jefatura tiene un problema – echo atrás mi cuerpo y levanto las cejas ante su respuesta -.

-¿Por qué sería la jefatura quien tiene el problema?

-Verá, cuando un trabajo se asigna a tiempo, se puede terminar a tiempo, sin necesidad de que el personal se quede por más tiempo. Cuando no se maneja una buena organización en cuanto a las tareas, eso es lo que suele suceder – mira brevemente sus manos y vuelve a responder -. Y, a veces, puede ser porque el trabajador pierde tiempo entre charlas, tomar su desayuno en la oficina o salir por un café, pero eso también es responsabilidad del empleador, que permite esas cosas.

-Ya veo… me intriga eso de la organización – mentira, pero quiero oírla, esta chica es inteligente y muy directa, me encanta… como asistente, claro, como asistente -.

-Si le intriga un asunto tan importante como la organización, me parece que tiene un problema, pero de todas maneras se lo explicaré. Parte de la organización es mantener un control de la agenda de la empresa, un cronograma de actividades que permitan visualizar las tareas por realizar para cumplir los objetivos. Es decir, que antes de asignar las tareas…

-La jefatura ya sabe cuáles son y a quienes asignarlas. Sí, lo sé y me gusta que usted lo sepa. Pero ¿sabe? A veces hay imprevistos, que usualmente son consecuencia de factores externos a la empresa.

-Si son nuevos cada vez, se entiende. Si son recurrentes, se debería buscar la fuente del problema para detenerlo o tener un plan de contingencia… o ambos.

-Perfecto – es realmente inteligente, presenta soluciones a nivel de gerencia y es mucho de lo que varios aquí no tienen -. ¿Cree que puede llenar cada uno de los requerimientos para el puesto?

-Eso espero, no quisiera ser la asistente número once y salir de aquí antes de mostrar siquiera una de mis capacidades – eso es casi una bofetada para mí -.

-¿Cómo sabe eso?

-Señor Cavalcanti, esta es la cuarta vez que aplico para el puesto y conozco su fama de mujeriego – otra bofetada -, lo que puede en parte justificar el desfile de modelos en lugar de asistentes. Pero quiero decirle que soy muy diferente a todas ellas. Soy frontal, puedo mantener la mirada a los ojos de mi interlocutor aunque se muestre en un atuendo poco apropiado para una entrevista de trabajo. Si tengo que decirle que está mal, dañando su ego, lo haré. Si debo darle un rodillazo en la entrepierna para calmar su fogosidad, lo haré. Si debo mandar a la mi3rd4 a un socio alemán en su idioma por usted, lo haré siempre que se justifique – abro la boca ante toda esta confesión -. De hecho, puedo mandar a la mi3rd4 a cualquier persona en seis idiomas, incluyéndolo usted.

-Bien – mi voz sale casi en un susurro, me aclaro la garganta y recupero la compostura -. Bien, si es capaz de mantener a raya a su jefe mujeriego, hablar seis idiomas y organizar la empresa mejor que algunos de los directivos arcaicos de esta empresa, usted es la indicada para ser mi asistente – me pongo de pie y le ofrezco mi mano, ella la recibe con una sonrisa que me desarma -. Pero, además, deberá llevar mi agenda personal. Esa que a veces a mí se me enreda y me ha causado ciertos problemas.

-No se preocupe, es mejor eso a manejar la agenda de un hombre infiel. Porque supongo que usted no tiene pareja.

-No, soy lo suficientemente responsable para saber que lo mío no es una relación fija.

-Perfecto, acepto esa parte de mis obligaciones. Solo le pido que me lleve a todas sus reuniones relacionadas con la empresa, aprenderé mucho y también podré ayudarle, claro… si se arriesga a que lo corrija frente a otras personas.

-Es mejor eso a quedar como tonto. La espero mañana a las 7:30.

-Muy bien, si mañana hay algo importante en la agenda, le pido me diga ahora, para venir preparada.

-De hecho, sí, vamos al que será la extensión de su escritorio – le señalo el mío, caminamos hasta la silla, la acomodo para ella y rodeo el mueble -. Tome, esta es mi agenda ejecutiva – abro un cajón y saco otra -. Y esta es la agenda personal. Esa es la más valiosa de las dos, si hay un terremoto, puede olvidar todo, hasta su cartera, pero no esa agenda.

-Mu-muy bien – su tartamudez esporádica me llama la atención, espero que no sea siempre -.

-Bien, puede llevar ambas, para que sepa con quién trabajará desde mañana. Nos vemos.

Ella se pone de pie, caminamos hasta la puerta y me extiende la mano para despedirse, la que acepto solo por el gusto de esa sensación maravillosa que es tocar su suave piel. Sale por la puerta sonrojada, espero a que se pierda por el pasillo y soy un grito que no admite vacilaciones.

-¡Roberto! – alguien me debe explicar por qué esa chica esperó tres horas y por qué recién en la cuarta oportunidad pudo tener una entrevista -.

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