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Un Playboy que lo tiene todo, ¿Qué más podía pedir? Próximo heredero de los negocios de su padre. Jean Pierre Dubois, un francés de 30 años de edad. Mujeriego, arrogante y repugnante… pero sobre todo, rebelde ante los mandatos de su padre quien desea controlar su vida a toda costa. Incluyendo la imposición de un matrimonio que no desea.

Pero este joven imprudente, resulta ser un tiburón para los negocios. Pero eso no lo salvara de las constantes amenazas de su padre, (si no te casas y sientas cabeza, no heredaras nada) odiaba la idea de un matrimonio arreglado. Así que una noche después de una fuerte discusión con el viejo, sale con su hermano Adrien al primer club nocturno que se encuentran. El lugar estaba abarrotado de hermosas chicas que bailaban semidesnudas sobre una tarima. Y justo una de estas llamo toda su atención, Zoé Bonnes mejor conocida en el club como (Kira) por quien queda deslumbrado por su genuina belleza y aquellos hermosos ojos verdes.

CAPITULO 1

—Llevamos caminando por horas, ¿Acaso no estás ni un poco cansada?

Una morena muy menuda de ojos medio achinados y cabello lacio se quejaba al lado de su amiga.

—Claro que estoy cansada tonta, pero debemos encontrar empleo si no quieres vivir en la calle.

—¡Zoé! Llevamos horas buscando, y todos nos dicen que no por no saber hablar francés.

—Entonces debemos buscar otro tipo de empleo, quizás porque buscamos solo en cafeterías no nos dan trabajo.

—¡Por todos los cielos! Nadie querrá contratar a dos americanas. Resígnate.

—Maya, por favor… no seas pesimista.

Zoé y su mejor amiga de la infancia recorrían a diario toda Francia desde que llegaron, en busca de trabajo. Pero la mala fortuna las seguía, ya que en cada sitio que llegaban las rechazaban. Hablar francés era un requisito indispensable.

Y como ellas eran americanas, les estaba costando mucho quedarse con algún empleo. A estas chicas les urgía ganar dinero, ya que la renta no se pagaba sola.

— Zoé, podemos parar aunque sea por un momento.

—¡No, Maya! Sigamos. Mira, allá hay una cafetería. Probemos.

—¡Por los dioses! Eres insufrible.

—La renta no se paga sola amiga. Tenemos encima a ese molesto casero, como si no consigamos pagar el mes que viene con puntualidad. Te prometo que dormiremos en la calle.

—¡No me lo recuerdes!

La morena reanuda el paso siguiendo a su amiga hasta una cafetería muy bonita. Las chicas entran entusiasmadas al local, pero minutos más tarde salen con la cabeza hacia abajo.

—¡Lo sabía! Esta es la sexta cafetería en el día. ¿Cuántas veces quieres ser rechazada?

—Las que sean necesarias hasta que alguien nos de empleo. O al menos a una de las dos.

Zoé, estaba muy preocupada. Lo que menos quería era tener que dormir en la calle. Además, se sentía tan culpable por haber arrastrado a su mejor amiga aquella locura. La chica estaba pasando trabajo. Y no es que estuviera viviendo como reina en Estados Unidos. Pero al menos tenía un empleo estable… ya habían pasado dos meses desde que llegaron a Francia y nada de trabajo.

Su mejor amiga había perdido todo, por su culpa…

—Envidio tu estatura, eres alta y yo enana… tus pasos son más largos.

—No te quejes. Se ríe Zoé enganchando su brazo del cuello de la joven. —¡Ya verás que encontraremos un empleo bueno!

—Eso espero, porque muero del hambre. Y esto de comer una vez al día me mata.

Una hora después, y luego de un par de rechazos más por la misma razón… Zoé Bonnes empezaba a perder la esperanza. Al salir de la cafetería echo andar, su amiga la seguía detrás. Y sabía que ya estaba cabreada.

—¡Vamos Maya! Voltea para verla porque se retrasaba tanto.

La joven la mira, ésta se había detenido en un gran mural lleno de hojas de todos los colores.

—Acércate. Le pide la morena. Y ésta así lo hace.

—¿Qué pasa?

—¡Mira! Señala con el dedo.

Zoé pilla un papel color cereza pegado en la pared. El mensaje era claro y directo.

«Se busca chicas para trabajar como bailarina en bar nocturno»

Ella parpadea un par de veces, y luego es que observa a su amiga pensando si es que se habían vuelto loca. O la falta de alimento le estaba haciendo mal.

—¡¿Te has vuelto loca?!

—No, ¿Y tú? La mira con burla.

—Obvio que no. Pero, ¿Qué es esto? Señala el papel.

—Pues trabajo…

—¿En un bar? Y nocturno… Maya, no somos prostitutas.

—Eso ya lo sé… la morena voltea los ojos. —Pero quizás no les importe que no sepamos hablar francés. Solo necesitan que bailemos, es todo.

—¿Desnudas? Inquiere con sarcasmo.

—¡Semi! Esta levanta un dedo. —Es un local nuevo, apenas se van a estrenar. Qué mal puede hacer ir a preguntar.

—No pienso bailar desnuda, estás demente.

Zoé se cruza de brazos mirando a su amiga con el ceño fruncido. Estaba desesperada por conseguir dinero, pero tampoco era para meterse a prostituta.

—No seremos prostitutas Zoé, si eso es lo que nos ofrecen lo rechazamos y ya. Vamos a preguntar al menos.

—Mejor busquemos otra cosa, de verdad que no quiero hacer eso. ¡He mira! Allí buscan personal para lavar platos, eso nos puede servir.

—¡Bien! Responde resignada su amiga. —Iremos allí, pero si no nos aceptan pasaremos a este club. ¿Vale?

—Está bien, pero no te prometo nada.

Las chicas al salir de aquel restaurante tan elegante, y del cual las habían tratado de la patada. Desde luego habían sido rechazadas para el puesto.

Maya solo observo a su amiga con una ceja alzada y los brazos cruzados. Zoé sabía que tenían un trato, a veces su amiga era un poco impulsiva. Siempre la terminaba arrastrando a lugares que no quería ir.

Zoé suspiro con pesadez… solo asintió y siguió a la morena.

[…]

Un mes después…

—¡Hermano!

La voz de Adrien Dubois llamó la atención de Jean Dubois… el chico rubio de ojos azules entraba en el despacho que pertenecía a su hermano mayor. J.D, le pillo esa sonrisa en los labios, característico de que había tenido una buena noche.

—¿Qué pasa? Responde Jean de mal humor.

—¡Oh! ¿Y esa cara?

—Estoy muy ocupado Adrien, si no has venido a por el pedido que te encargué entonces márchate.

—¡No! No he venido a por eso… anoche, ¿Dónde te metiste? La pelirroja que nos acompañaba se quedó esperándote.

—Encontré una mejor con la que follar. Hace una sonrisa medio oculta.

Su hermano se sienta en la silla ante él negando… los hermanos Dubois, eran los hombres más sexys, famosos, millonarios y Playboy de toda Francia. Por sus manos habían pasado cientos de mujeres, testigos de su poderosa masculinidad.

—Tuve que llevarme a la cama a esa chica, a la otra no le agrado.

—¡Qué sacrificio tuviste que hacer! Le dice con sarcasmos.

—Así es… este sonríe.

—Adrien… estoy ocupado, mejor vete.

—Sí, si… ya me voy. Te veo esta noche en casa. ¡Cena! Ya sabes.

Jean soltó el bolígrafo mientras se recostaba de la silla… esas cenas eran tan pesadas. Compartir una noche a la semana con su padre era un calvario. El viejo era un dolor de cabeza, sobre todo porque siempre quería estar controlando su vida.

A veces detestaba la idea de ser el hijo mayor…

CAPITULO 2

—¡Jean! Me alegra que hayas venido esta noche a casa.

—Puedo imaginarlo padre. Responde un poco aburrido.

—Pues estás de suerte muchacho, está noche tenemos invitados especiales.

—¡Padre!

—¡A callar! Responde serio.

Jean aprieta la mandíbula en señal de enojo, Antonie Dubois, era el hombre más desesperadamente, controlador y manipulador de toda Francia. Por esa razón detestaba ir a su casa a cenar.

Padre e hijo entraron en la sala del comedor, donde Adrien se puso en pie para recibirlo con un apretón de manos.

—Pensé que no vendrías.

—Créeme, ya me estoy arrepintiendo. Responde viendo la rubia sentada en la mesa quien no le quitaba la mirada de encima. —¿Qué hace ella aquí?

— Papá la invitó a cenar, y como sabes que ella está colada por ti no dudo en aceptar.

—¿Porque carajos no lo impediste?

—Nadie le dice que no Antonie, hermano. Ya debes saberlo.

Los hermanos se dieron la vuelta para acercarse a la mesa. El padre de estos solo sonreía a la rubia a su lado, pero desde luego las intenciones del viejo eran otras para con la chica.

—¡Oh, Jean! Qué alegría verte. Le dice la rubia al notar que este se aproximaba.

—Adelaine… ¡Qué sorpresa!

—Tu padre ha sido muy amable en invitarme, espero que no te moleste.

—¡Claro que no! Responde Antonie observando a su hijo de mala gana. — Mi hijo siempre te recibirá con los brazos abiertos, ¿No es así Jean?

—¡Claro! Responde serio.

Todos se sentaron en la mesa, Antonie no paraba de hablar con Adrien de los restaurantes. Mientras que Jean buscaba las maneras de salir de esa casa en plena cena.

No es que le molestase la presencia de la rubia, Adelaine era una mujer hermosa. Incluso, ya estaba pensando en llevársela a la cama. Estaba seguro que ella no se opondría, lo único complicado de eso sería que ella se haría una idea equivocada.

Jean no quería una relación amorosa, ni mucho menos un matrimonio. Y tanto su padre como la rubia ante él, ansiaban echarle la soga al cuello. Y eso distaba mucho de pasar. Aún no había nacido una mujer a quien deseara ponerle un anillo en el dedo.

—Cuéntame Jean, ¿Qué tienes planeado para esta noche? Es viernes, ¿Qué sueles hacer?

—Suelo salir con Adrien, a bares.

—No estaría mal que los acompañase un rato.

—No es lugar para una dama como tú Adelaine.

—¿Y qué lugar es para mí, según tu Jean?

La rubia le pregunto con una sonrisa oculta, mientras hacía círculos con el dedo al borde de una copa llena de vino tinto.

—¡No lo sé! ¿Porque no me lo dices tú? Éste responde con voz seductora.

—¡Un sitio más privado! Y con menos personas.

—Ósea, ¿Solo tú yo?

—¡Exacto!

La joven rubia le da un sorbo a su copa mientras observa a Jean por el rabillo del ojo.

[…]

Después de una laboriosa cena… los hermanos se despiden de su padre.

—¡Más te vale que la trates como una dama! Le advierte el viejo. —La quiero para que sea tu esposa, así que no lo arruines Jean.

—Y yo ya te dije, que no pienso casarme padre.

—Si no lo haces, te quedarás en la calle.

—Para eso tengo mi propio y restaurante.

—Uno qué, me puedo encargar de destruir.

El viejo palmea la espalda de su hijo mayor después de dedicarle una amenaza que no debía tomarse a la ligera.

Los chicos subieron al coche, y desde luego que la rubia subió al coche de Jean.

—¿Y bien? ¿Qué quieres hacer? Pregunta Jean.

—Dejémonos de rodeos Jean, somos mayorcitos. Responde con la mirada afilada.

—¡Muy bien! Éste sonríe y pone el coche en marcha.

Veinte minutos después… Jean pegaba el cuerpo de Adelaine contra la pared de su habitación, mientras sus labios permanecían unidos.

Tan solo entrar en el apartamento del francés, su lujuriosa acompañante se le lanzó encima. Y como él era un hombre muy viril no iba a desaprovechar la oportunidad de follar con esa despampanante rubia calenturienta.

Mientras deslizaba sus manos por el cuerpo de ésta, ella lo despojada de sus prendas de ropa. La cosa iba muy rápido, pero ¿Y qué? Así era el sexo… ya por la mañana se encargaría de dejar las cartas sobre la mesa con respecto a lo que pensaban hacer esa noche.

Porque arruinar algo muy bueno, por una tontería como el matrimonio…

—¡Deseo que me hagas tuya esta noche Jean! Adelaine susurro contra sus labios.

—Si es lo que quieres, te complaceré con gusto hermosa.

—¡Oh, sí! Jadeo al sentir los labios de él sobre su cuello.

Jean pensó que quizás no estuviera haciendo las cosas correctas, ¿Qué iba a pasar si esa rubia mal interpretaba las cosas? ¿Y si quería más? Por lo general, era un hombre que se acostaba con una mujer por una noche y no más…

Su libido fue bajando un poco, estaba pensando demasiado y eso no era normal en él. De pronto la rubia lo arrojó hacia la cama, para luego gatear sobre él.

—¡Piensas demasiado!

Y esas fueron las últimas palabras que dijo, porque lo había vuelto a besar. La poca cordura que había empezado a emerger en su cabeza había desaparecido en cuanto ella comenzó a mover y frotar su cuerpo sobre él.

Era buena para seducir y hacerle olvidar a un hombre los motivos por el cual debía detenerse, una parte dentro de él le decía (detente) pero esa ya estaba en lo más profundo de su ser.

Además, tampoco era de hierro, pensó…

CAPITULO 3

La barra de metal era su guía para deslizar su cuerpo por ella… Zoé, movía las caderas al compás de la música que sonaba a fondo.  Esa tarde ensayaba su número para la noche. Vestida con muy poca ropa se movía de manera sensual.

A pesar de que cuando empezó a trabajar en el club nocturno hace un mes no sabía absolutamente nada de cómo deslizarse en ese tubo. Pero dada las clases intensivas que le habían dado las chicas del club podría decirse que se defendía bastante bien.

Para desgracia de Zoé, no lograron encontrar otro empleo que no fuese en ese lugar. Nada más al entrar y conversar con el dueño, de inmediato las contrataron sin importar que no supiera hablar francés. La joven no se sentía para nada cómoda con ese empleo, y a pesar de no salir al público completamente desnuda seguía queriendo salir huyendo.

Pero la paga era buena, y sus intentos de encontrar otro empleo cada vez era más difícil. Si no aprendía el idioma, de nada le servía seguir buscando. Maya y ella hacían doble trabajo en el bar, una vez por noche tenían un número en la tarima y luego terminaban la noche sirviendo y llevando tragos.

—¡Debes subir más la pierna Kira!

—Le doy todo lo que puedo.

—No seas floja.

Una de las chicas, fue quien deseo ayudarla para que aprendiera hacer su trabajo bien, pero ésta era muy exigente. Qué tanto podía subir la pierna por ese tubo, era una locura total. Al dar una vuelta, la chica cae el piso de culo.

—¡Joder! Exclama sobándose las nalgas.

—¡Kira! ¡Kira! Si no empleas la fuerza necesaria te pasará esto.

—No puedo aguantarme.

—¡Deberás! Si te caes delante de los clientes, estarás de patitas en la calle.

—¡Lo sé! Responde poniendo los ojos en blanco.

Aunque no estaría mal que la despidieran, total era lo que quería desde el primer día que realizó el primer baile erótico.  Al menos le habían asignado un nombre artístico (Kira) no deseaba que la llamaran por su verdadero nombre.

Volvió a ponerse en pie, tomando el tubo entre sus manos. Suspiro pesadamente. ¿Acaso así sería su vida? Trabajar ese ese antro donde las chicas se acostaban con los clientes.

[…]

—Maya, de verdad  que ya no quiero seguir trabajando aquí. Suelta Zoé en los vestidores.

—¿Y qué vamos hacer? Nadie más nos quiere dar trabajo, por lo menos aquí ganamos para pagar la renta y comer decente.

—¡Por dios! Esto es un antro, las chicas se acuestan con los clientes.

—Ya lo sé… he escuchado que les pagan más. Además, sabes que solo bailar y servir tragos no genera tantos ingresos para vivir como lo hacen ellas.

—¿Qué insinúas?

La morena la mira por el rabillo del ojo mineras recogía la maraña de cabello rizado en una coleta alta.

—He pensado que… quizás también deba hacerlo.

—¡Maya! Su amiga se pone en pie llegando hasta ella. —¿Cómo puedes querer una cosa así? Tú no eres una prostituta.

—Si no te has dado cuenta, aquí viene una clientela muy distinguida. No seré una mujerzuela de la calle.

—Pero te acostarás con varios tíos… estás loca.

—Solo sería con uno por noche… no podría hacerlo como las chicas. Sería un ingreso extra, necesitamos mudarnos Zoé.

Aunque la morena tenía razón en una sola cosa, donde vivían era un barrio muy peligroso. Hace dos días las atacaron llegando al edificio, y a duras penas lograron escaparse. Además, el apartamento era un asco, tenían una grave plaga de ratas. Le habían comido el mercado de una semana.

Pero ¿Prostituirse? Eso no figuraba en sus planes… es más, no podría acostarse con un tipo por dinero. Y a la siguiente noche volverlo hacer con otro.

Por fortuna, cuando firmaron contrato con el bar no era obligatorio acostarse con nadie… por esa razón había accedido a trabajar en ese lugar. Por eso le extraña que Maya le dijera que pensaba acostarse con los clientes.

Había sido la primera en respirar con calma cuando salieron del bar esa tarde, alegando que era un alivio no tener que acostarse con nadie.

—Maya no creo que sea buena idea.

—¡Deberías pensarlo! No es que te presione, pero… ganaríamos más amiga. Y falta que nos hace la plata.

La chica cierra el casillero y suspira cerrando los ojos.

—Yo no quise este empleo Zoé, pero es lo que nos tocó. Y ya estamos aquí, debemos hacer algo. O lo hacemos o morimos de hambre y vivimos en la calle.

—¡Lamento haberte traído hasta acá! Esto es mi culpa. Le dice con culpa.

—No me has traído con un arma en la cabeza, he venido porque quise. Además, no te iba a dejar sola en una situación como la que pasaste.

—Gracias… eres mi mejor amiga.

—¡Soy la única!

Ambas sonríen en forma de complicidad para luego abrazarse. Esa noche vestían muy poca ropa, brillante y llamativa. Un maquillaje algo fuerte pero sexual.

—Estos tacones me matan. Se queja Zoé separándose.

—Ni me lo digas. Responde la amiga. —Zoe… la morena la llama.

—¿Qué pasa? Pregunta mientras arregla la tanga fucsia en su trasero.

—¿Lo pensarás?

—No tengo que pensarlo, ¡no lo haré! Estás loca Maya.

—En algún momento tendrás que perderla Zoé… está la mira de reojo.

—Pero no así, es una forma horrible y cruel.

—¿Acaso esperas algo especial?

—De hecho…

La chica se queda pensando un momento la respuesta… ¿Quería algo especial? ¿Deseaba a alguien que se lo ganará de verdad?

—Yo… ¡Creo que sí!

—Tienes 22 años Zoé… sabes, es muy raro encontrar a una chica de tu edad virgen.

—Shh… que no te oigan, si el jefe se entera capas y me vende al mejor postor.

—¡Eso no pasara! La morena niega divertida. —No es un maldito mafioso.

—No lo sabemos. Susurra.

—En fin… si sigues esperando al hombre ideal para perder la virginidad, créeme pierdes el tiempo. Esos tíos no existen.

—Quizás si… se encoge de hombros.

—No, no existen… yo te recomiendo que te lo pienses amiga… Zoé se mordió los labios pensando en la sugerencia de Maya… ¿debería perder la virginidad como una perfecta puta?

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Escrito por

Yonmary Alfaro

Hola queridos lectores. Me llamo Yonmary Alfaro soy escritora de diferentes tipos de género en especial (mafia e historia de vaqueros). Soy de Venezuela y amo escribir tanto como leer. Espero que les agraden mis novelas. Nos estamos leyendo bellezas, un beso enorme.