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Kader Sabagh es elogiado por su mente brillante, su capacidad futurista y ese emporio que, velozmente, está creando de la mano de su hermano el rey. Ahora que está pronto a cumplir sus 28 años, comienza a preguntarse si las fiestas y eventos, son el momento perfecto para conseguir una esposa que esté a la talla y medida que él cree merecer.

Así que, la convivencia diaria con Nadia Arafat; aquella damisela que acompaña a la reina, le parece un acto degradante que rebaja a su familia real. Sin embargo, cada vez que se encuentra solo, en lo único que puede pensar es en aquella mirada que trastorna su cordura y que altera todos sus sentidos de forma oculta.

Todo lo que pide Kader… es salir ileso de esa encantadora mujer, que intenta aborrecer con todas sus fuerzas.

Prologo.

Kader comenzó a inhalar el aire que durante tanto tiempo le hizo falta en esa mesa. Sus pasos iban de aquí para allá, hasta que acostó su cabeza, mirando hacia el cielo y reprimiendo sus ojos con los dedos. Ahora mismo estaba en el patio del palacio, tratando de acompasar su respiración y tratando de acompasarse a sí mismo.

¿Por qué no podía despegar los ojos de esa pordiosera?, Pensó vez tras vez, le fastidiaba en exceso que sin darse cuenta todo de él, girara en su dirección.

Cada vez que el pensamiento se le cruzaba por la mente, un cansancio le recorría el cuerpo y la rabia nuevamente se posaba en sus entrañas.

Ella se estaba volviendo tan… irritable, tan… inmanejable. Sentía que la sangre le hervía con su presencia, pero la situación se estaba volviendo insoportable cuando la reina estaba pretendiendo, que Nadia, su damisela, fuese lanzada a la sociedad, y a los bailes para que también fuese reconocida como parte de su familia.

Podía hacer lo que quisiera, pero pretender cargar con el nombre de la corona en cada presentación, ya era más de lo que podía aguantar.

Y allá estaban todos en esa mesa, una mesa que fue construida por su padre exclusivamente para la familia, exclusiva y únicamente para la realeza, y ella tenía el más bajo pudor de sentarse al lado de la Reina.

No pudo tolerar más los halagos que hacían hacia Nadia Arafat, una chica que por fuera mostraba refinamiento, pero que, dentro de ella, aún tenía sus trapos viejos y una conducta de damisela de servicio. Ese era su pensamiento, y nada lo haría cambiar de parecer.

No sabía si su rabia fue motivada a lo pretenciosa que se volvió o a la cara de tonta que no se podía quitar de la mente.

Pero estar a su lado, era sentir frío y calor al mismo tiempo, y eso aunado a que su sistema se desestabilizaba. Así que sí, él debía odiarla por ocupar un puesto que ella no merecía, por pretender igualarse a ellos, por aparentar ser una ovejita, que estaba seguro no era.

Y por supuesto que Kader se encargaría de colocarla en su lugar todo el tiempo, y cada vez.

Ajustó su chaqueta y caminó hacia la puerta del palacio; se había excusado de la mesa porque una muy buena amiga llegaría esta noche en su visita. Él mismo le dijo que viniera, no sabía todavía por qué razón, pero estaba seguro de que la belleza y la finura de su amiga opacaría su molestia, y podía volver con ella a esa mesa, donde al parecer estaban aceptando a cualquiera.

El sonido de un carruaje hizo que su cabeza se girara, y evidenció que la carrocería se estaba frenando frente a él, haciéndole saber que la mujer ya estaba aquí.

No tenía por qué venir a buscarla, pero quería hacerle entender a todos allá adentro, que esta era una visita importante para él. Dejarle claro a esa tonta, que las miradas que le dirigía, no tenían nada que ver con el interés. Y por qué no, romper con la rutina de vez en cuando, a veces le cansaba que todo estuviera a su merced.

Un lacayo abrió la puerta del carruaje y la mano de su amiga Bushra Jalaf, se asomó para que el hombre la ayudase a bajar, y luego de ella su dama la prosiguió siendo una sombra a sus espaldas.

Una sonrisa torcida se deslizó en su rostro sabiendo exactamente en donde llegarían esta noche, y que la dama de compañía de su amiga, podía acompañar a la habitación de Nadia para que se hicieran compañía, y compartieran sus intereses.

Avanzó un pasó mientras Bushra se adelantó, lanzándole la sonrisa más descarada posible. Kader correspondió el gesto y tomó su rostro dando un beso profundo en los labios, hasta que su amiga quedó sin respiración.

—Hoy está de buen humor, majestad… —le dijo una vez la dejó respirar, en son de broma.

—No mucho, pero estoy seguro de que me animarás muy rápido —expulsó el hombre con el mismo descaro.

Comenzaron a caminar lentamente, estaban subiendo las escaleras, cuando él se volvió al escuchar como otro carruaje se acercaba. Kader frunció el ceño, porque no sabía que había otra visita para la cena, y aunque no debía, se frenó y esperó para saber de quién se trataba.

El vizconde Marras se bajó del carruaje y luego su esposa Ainara la prosiguió, Kader sonrió complacido, porque ellos siempre eran bienvenidos, y de seguro que su hermano los había invitado a la cena familiar.

Kalil era un buen hombre sin reparo, y aun conociendo a su familia, no sabía cómo el corazón de su hermano no se había dañado con los personajes que le había tocado convivir.

Entre el pensamiento, y la espera de los visitantes, Kader evidenció con extrañeza que una tercera persona estaba bajando de ese carruaje. Un hombre, y sabía perfectamente quien era.

Badí Marras, sobrino de la pareja que llevaba meses en Angkor, y que le caía como una patada en el trasero.

Cuando sus miradas se cruzaron, Badí asintió con la cabeza provocándolo un poco más de lo debido, pero luego se llevó una represión decorosa de parte de Ainara. Badí era de la misma edad de Kader, pero él lo veía como un completo idiota.

No esperó para ir a saludar a la pareja y los alentó para que siguieran.

—¡Es una honra tenerlos aquí! —dijo el príncipe dirigiéndose solo a los esposos, mientras traía de gancho a Bushra, y Badí se quedaba atrás, esperando.

—¡Oh, gracias, majestad!, estamos agradecidos con la invitación del rey. No sé si…  conoces a nuestro sobrino —la mujer lo señaló—. Es hijo del hermano de mi esposo, está de visita, y lo trajimos porque la reina lo invitó cuando fue con Nadia a nuestra casa.  Así que él viene a visitarla especialmente a ella.

Ainara dio una mirada sospechosa y coqueta a su sobrino mientras el cuerpo de Kader se tensionó de inmediato. Su rostro se puso un poco pálido y luego giró para mirar al idiota, que sonreía con toda la falsedad hacia él.

—¿Nadia? —pronunció su nombre un poco perturbado mientras los ojos de los demás lo veían de forma extraña—. Continúen… por favor, ¡lacayos!, acompañen a la señorita… y a la pareja…

—Pero, ¿Kader…? —replicó Bushra confundida.

—Iré en un momento.

La pareja de esposos pasó frente a su lugar y de inmediato hicieron una reverencia que él aceptó ladeando la cabeza, y luego evidenció como un lacayo acompañó a su amiga, que, a últimas instancias, había pasado a un segundo plano después de la información que había recibido.

Así que cuando Badí iba a pasar también frente a él, Kader lo frenó colocando una mano en su pecho, y esperando que todos terminaran de entrar.

—¿Así que vienes a ver a Nadia… la dama de la reina…? —preguntó Kader masticando entre dientes.

—Nadia no es una damisela de compañía, y sí, vengo a verla, ¿Hay algún problema con ello, majestad?

Kader sonrió de puro fastidio y luego agarró su chaqueta de forma abrupta, para agarrarlo por el cuello y pegarlo contra un muro.

Badí abrió los ojos y luego respiró agitado. No entendía qué estaba pasando.

—Vas a regresar a ese carruaje, y después que lleguen tus tíos de esta ceremonia, dirás que quieres regresar a tu jodido pueblo. No quiero verte cerca de Nadia, ni siquiera a un metro de distancia. ¿Lo entiendes? O prefieres que demuestre como puedo arruinarte.

Badí se sentía muy atraído por Nadia, incluso después de que estuvo en la casa de sus tíos en compañía de la reina, sintió que en un futuro podía tener una gran relación con ella. Pero los intereses del reino eran más importantes para él y su familia. Kader era el príncipe de Angkor, el segundo hombre con el poder suficiente de mandar abajo todos sus intereses económicos, y los proyectos que tanto le costaron a su familia; no podía retarlo en su propio palacio, ni a su fuerte monarquía.

Y aunque le pesaba olvidar a esa chica maravillosa y hermosa, no dudó en asentir zafándose del rudo agarre del hombre que tenía por delante.

Kader sacudió sus manos y vio como el idiota se subió nuevamente en la carroza, y ordenó que se retiraran cuanto antes.

La sonrisa era de satisfacción pura, ahora si podía entrar y darse por bien servido.

Cuando llegó a la mesa todos estaban animados conversando, y el grito de su sobrino Zahir, lo alertó para prepararse a estirarle los brazos y alzarlo.

—¡Tío! —Kader lo recibió, Zahir era su preferido y caminó con él en brazos para acercarse a la mesa.

—Disculpe, ¿mi sobrino no entró? —el príncipe escuchó la pregunta de Ainara, y se tomó el tiempo en responder.

Le dio un beso al chico en la mejilla y luego dejó que su sobrino se bajara de sus brazos.

—Mmm… ¿No le informaron? Creo que Badí sintió un fuerte dolor de estómago y se fue muy rápido en la carroza, pensé que un lacayo ya le había pasado el recado.

Ainara se giró hacia su esposo un tanto confundida, mientras él mismo corrió su mirada al lugar de Nadia, para saber cuál era el gesto de su rostro con tal información. Ella parecía realmente afectada porque el idiota no estaba aquí, y eso de cierta forma le irritó.

—Es una pena… —esta vez escuchó la voz de Saravi, para ver como luego tomaba la mano de Nadia y la consolaba.

El rostro decaído de Nadia hizo que su cuerpo se estremeciera, y que se sentara de golpe en la mesa fastidiado sin tolerar ver esa cara que sufría por otro hombre, ¿Qué clase de estupidez era esa? ¿Cómo se atrevía ella a soñar escalar en la soledad con un hombre que ni siquiera le podía ofrecer una buena posición?, Kader sacudió sus pensamientos, al ver que el camino era ilógico, y que nada de lo que sucediera con ella debía importarle.

La comida comenzó a ser servida, y todos entablaron conversaciones totalmente fuera de su interés. Llevaba la copa de vez en cuando a sus labios como también comía uno que otro bocado, sin embargo, no podía apartar la mirada de aquella tonta, que no dejaba que sus ojos tristes retomaran a su lugar.

Kader torció los ojos, y luego sintió como una mano comenzó a deslizarse por su pantalón, debajo de la mesa, y allí entró a la realidad de que su amiga estaba a su lado. Le pasó una sonrisa traviesa, y luego con disimulo le quitó la mano.

—No frente a mi familia… —susurró.

Las mejillas de la mujer se sonrojaron, y luego el hombre escuchó como su hermano le hacía una pregunta, así que carraspeó varias veces.

—Perdón… Bushra me estaba diciendo algo —se excusó.

—Decía al conde Marras, que eres la mente de las construcciones —dijo Kalil con una sonrisa—. Y que tenemos suerte de que hayas madurado…

Kader le pasó una sonrisa a su hermano, y luego volvió a colocar los ojos en Nadia. Ella tenía su mirada tan fija y expectante a lo que tenía por decir, que no perdió la oportunidad, por atacarla una vez más.

—Solo hago mi función aquí en el palacio, siempre hay alguien con la mente fría que debe destapar los ojos ciegos por… el amor…

Kalil dio una carcajada y tomó la mano de Saravi besando el dorso de su mano. Entonces en el momento la reina miró con intensidad al príncipe.

—El amor no es una debilidad Kader, es una fortaleza, que creo que cuando te toque te hará invencible…

Una mueca se torció en el rostro de Kader, y en el instante él evidenció que Nadia le dijo algo en el odio a la reina y se levantó disculpándose en secreto.

El hombre no pudo evitar seguir su recorrido, y sin esperar un segundo se fue colocando de pie, disculpándose también y retirándose por un momento de la mesa, para ir detrás de ella.

Cuando estaban retirados del comedor principal, vio en que ella se apresuraba por tomar distancia sabiendo que él estaba detrás de su paso.

—¡Nadia! —su voz salió estruendosa, haciendo que la damisela pegara un salto y se detuviera, colocando las manos detrás de su cuerpo sosteniéndose en la pared.

Nadia alzó su mirada mostrándole la irritación que sentía en este momento.

Allí estaba él, demostrándole de nuevo que ella no podía salir de su dominante conducta, y haciéndola avergonzar por su cita fracasada.

—Quiero ir a descansar, Majestad… la reina lo ha permitido…

—Pero yo no —refutó Kader dando dos pasos más hacia ella, y sintiendo ese jodido olor a flores que lo enloquecía—. ¿Qué pretendías con Badí? ¿Acaso tenías en mente formar una familia? —la sonrisa perversa del hombre solo hizo que los ojos de la chica se le llenaran de lágrimas.

—Majestad… con su debido respeto, eso no le interesa.

Kader terminó por acortar su distancia, hasta el punto de pegar su propia nariz con ella, agachando un poco su cuerpo para ponerse a su altura.

—No saldrás de aquí, Nadia, siempre serás la damisela de la reina, y ningún hombre de renombre o pordiosero podrá poseerte, ¿y sabes por qué? Porque eres propiedad nuestra, le perteneces a la realeza, y por ende me perteneces a mí…

Capítulo 1

—No pareces contento esta mañana… —la voz de Kalil resonó por todo el salón donde Kader se encontraba de pie, mirando a una pintura en particular. Allí estaba su familia, pero en la realidad la parte más importante para él, ya no estaba.

Con las manos en los bolsillos, esperó que su hermano se pusiera al lado, y en silencio soltara un suspiro mientras admiraban la pintura.

Parecía que el tiempo no era nada. Y cuando se dio cuenta de que ya pasaron cuatro años desde que su padre había partido, su mente solo registró que parecía haber sido ayer mismo cuando el último aliento salió de él y se fue, dejando un cuerpo frío en los brazos de su hermano el rey.

Todos sabían en este palacio que Kalil tuvo muchas diferencias desde el principio con su padre. A decir verdad, Umar fue un hombre con un carácter fracturado, y con muchas falencias que ahora mismo podía adjudicarse como las suyas propias. Eran iguales en todo, incluso en su obstinación y soberbia.

Y aunque no era una característica muy positiva, Kader aceptó que también era así.

De reojo pasó la mirada en Kalil preguntándose como podía ser tan auténtico. Cómo tenía esa templanza que lo caracterizaba entre todos, y como esa inteligencia emocional solo lo hacía escalar entre sus alianzas.

Admiraba a su hermano con el alma. Y aunque ambos eran polos totalmente opuestos, solo podía reverenciar su manera de gobernar.

—¿Kader? —escuchó su pregunta, pero aun así se mantuvo en silencio. Ya sabía qué oración proseguía después de esa cuestión, y no tenía ánimo para eso ahora—. Hay otra mujer en tu habitación en este momento, y se trata de la hija de un conde respetado, sabes que…

—Bushra es mi amiga —cortó de inmediato. Y aunque sí, ella estaba allí acostada en su misma cama, y había tenido una noche agitada, ahora mismo seguía con esta desgana en su cuerpo que no podía quitarse y que lo hacía más amargado de lo que era.

—No me importa lo que sea —esta vez Kalil se giró y lo observó tan serio, como cuando iba a lanzar un ultimátum—. Quiero que respetes este palacio. Sabes que aquí está mi esposa, mi madre, y mis hijos…

Kader hizo un gesto de fastidio casi imperceptible, pero por supuesto era imposible que alguien como el rey, lo pasara desapercibido.

—No sucederá de nuevo —respondió por fin quitándose de su lado y yendo al balcón—. Despediré a Bushra en un rato…

—Kader…

El príncipe torció los ojos mientras caminó hacia el balcón por un poco de aire. Podía sentir los pasos detrás de él, y no sabía si podría quitarse hoy mismo el sermón que iba a venir a continuación.

Colocó las manos en la piedra fría y admiró la vista mientras el sol comenzaba a salir. Estaban avanzando a pasos agigantados, y aunque quedaron débiles después de una guerra, ver en lo que se estaba convirtiendo su nación, lo llenaba cada día de ambición por querer más de todo. Nada lo hacía sentir como esto, y quizás ninguna otra cosa remplazaría este sentimiento.

Quería un país poderoso con grandes edificaciones, quería una economía potente, y quería que su reino fuese invencible. Eso era lo que más quería.

—Hermano… No quiero cansarte, sabes que no quiero imponer nada en tu vida. Esa nunca será mi intensión.

Kader miró a Kalil que parecía más preocupado por él, que por todos los negocios que se jugarían por la tarde con al menos cien comerciantes. Tomó una bocanada de aire y lo observó detenidamente.

—Kalil, esto no es importante, te di mi palabra, no traeré a nadie más al palacio. Sabes que amo a tu familia. A todos sin excepción…

—Tú eres mi familia —refutó el rey añadiendo ese tono paternal que no era muy aceptado por Kader.

De inmediato soltó un suspiró largo e hizo ese gesto que tanto él conocía, frunció su boca de medio lado.

—Está bien, dilo —le pidió estando ya harto de que no fuese al grano.

El rey dio dos pasos más y también puso sus dos palmas en el muro de piedra mirando por primera vez hacia el horizonte.

—Sé por qué trajiste a esa dama ayer, Kader. Y de nuevo estás fastidiando la tranquilidad de esa chica.

Su ceño se frunció en señal de molestia y no pudo reprimir el disgusto que le ocasionó su defensa. Esto no era nuevo.

—¿Qué es esto?, ¿ahora debo darle explicaciones a esa… mujer, sobre mis acciones? —Kader se acercó a su hermano con evidente molestia, y aunque sabía que estaba alterando su posición, no le importó.

—Nadia es tan importante para Saravi, como lo es Laia, o Zaid…

Una risa sarcástica salió de su boca mientras negó.

—Bien lo dice, majestad —esta vez quitó toda emoción de él—. Para la reina es importante, pero no para mí. No esperen que yo me arrodille a sus pies y que también haga reverencia a una simple criada…

—¡Kader! —escuchó a su hermano alterarse nuevamente mientras movía sus pies en dirección a la salida.

—Nos veremos esta tarde en la reunión… —soltó, y la vez le mostró la mano con una señal militar que él acostumbraba hacer para con el rey, y sin más, dejó incluso de pensar en su supuesta petición.

Kader sabía perfectamente quien se quejaba detrás de esas palabras. Saravi tenía una tonta sobre protección para con esa criada que ya estaba sobrepasando sus límites, y si alguien no le hacía ver su realidad, él mismo se encargaría de ponerla en su sitio.

Caminando perdido entre sus pensamientos, y sabiendo que debía ir en cualquier momento hablar con Bushra, el malestar vino de nuevo a su pecho al saber que había sido una pérdida de tiempo en dañar otra amistad, que definitivamente debía sacar de su lista.

Bushra lo seguiría buscando para satisfacer sus necesidades, cometió un error en mezclar su amistad, y la verdad es que, a estas horas, ni siquiera quería conservarla como una amiga.

Un poco hastiado con el pensamiento, justo cuando iba a pasar el jardín, una visión única frenó de golpe su cuerpo para quedarse prendido de esa impresionante vista.

Zaid estaba corriendo como de costumbre, mientras Laia arrancaba unas flores y hacia un ramo en su puño. Naim ya caminaba en pasos seguros porque recientemente cumplió dos años. No veía a Zara la pequeña de 8 meses, pero supuso que ahora mismo estaban dándole de comer.

Escuchó como Dana, la hija de su hermana Hanna, dio un grito fuerte, y sus ojos se fueron a esas manos que estaban gestionándole muchas cosquillas en sus costados, mientras reía con la pequeña. Allí estaba ella, rodeada de todos los niños que parecían adorarla.

Nadia se sentía como uno de ellos, y la sonrisa se le formó a Kader, cuando vio que tenía el cabello muy bien cuidado, con una cinta que supuso habían tardado tiempo en colocar en su cabello, y un vestido de color crema que hacía resaltar mucho su piel blanca y su cabello rojizo.

¿Cómo podía haber tanta belleza en una criada como ella?, se preguntó cómo era posible que, dentro de toda esa ternura, y ese rostro llenó de pecas, hiciera que un hombre como él se tambaleara, y su respiración se entrecortara como estaba sucediendo en este mismo instante.

Kader aspiró una bocanada de aire profunda cuando vio que Zaid le dio un beso a Nadia en la punta de la nariz, y como si estuviese galanteando con ella, tomó un pedazo de cabello y comenzó a acariciarlo. Todo su cuerpo se formó en una sola corriente intensa, y sin tener control, sus pies caminaron lentamente para tener una mejor visión de las expresiones de su rostro.

Los ojos de Nadia se achicaron cuando una risa natural salió de su boca, y sus dientes blancos y perfectos, relucieron en su rostro. Su boca sonrosada fue mojada, y vio como sus labios rojos, brillaron ante la luz del sol haciendo que se vieran más llenos.

Estaba a un paso de ir hacia el jardín, y sacar cualquier tipo de excusa para acercarse. Aún tenía impregnado el aroma de su cuello, cuando estuvieron solos en el pasillo y la interceptó antes de que ella se fuera hacia su habitación. El recuerdo de ese olor, tan femenino y tan delicado, lo había vuelto loco, hasta el punto de apretarse así mismo, después de que ella se soltó de su agarre y corrió como si necesitara huir de él.

—Kader… —su pierna se detuvo a la intensión de ir, y giró bruscamente ante la voz de su amiga. O Bushra—. Parece que te levantas muy temprano…

Su ceño se frunció. En el palacio la mayoría se despertaba temprano, era más bien como una costumbre familiar, todos madrugaban, trabajaban y tenían un oficio que hacer, mayormente porque de eso dependía esta nación. Cuando vio que Bushra bostezó y terminó por llegar a su sitió, decidió que debía ser rudo con ella.

—Mmm… levantarse temprano es lo mejor si queremos aprovechar el día…

—No me gusta madrugar, ¿Qué hora es? ¿Las ocho?

¿Cuánto conocía a Bushra?, ahora ni siquiera lo sabía. No sabía nada de ella, pero el que fuera hija de un conde, la hacía cercana a la monarquía.

—¡Oh! ¿No me digas que son los hijos de la reina?, ¡ella es tan bonita!, —la mujer dio unos pasos más y luego achicó los ojos—. ¿No es ella la dama que estaba junto a la reina anoche?

Kader asintió, pero puso un brazo para que ella no continuara en su camino.

—Lo es…

—¿Es… familia?, ¿una prima lejana?

—No. Ella es una criada. Es la damisela de la reina —Kader no supo por qué le fue necesario expulsar la información con rabia—. ¿No la vez? Se encarga también de los niños y…

—Pero… —interrumpió Bushra—. Parece de la realeza, el vestido que carga es muy costoso, puedo saber la calidad de sus telas, y… y debo reconocer que… es muy hermosa.

Sus ojos se torcieron nuevamente mientras apretó la mandíbula y se giró para observar al jardín junto a su amiga.

—Yo no veo nada en particular, es una criada. Solo que es la favorita de la reina.

La dama estuvo a punto de decir algo, pero la presencia de una importante mujer a sus espaldas, hizo que ella inclinara la cabeza y guardara absoluto silencio.

—Madre… —Saludó el príncipe y Zura sonrió haciendo un asentimiento de mala gana a Bushra, y luego fue a besar las mejillas de Kader.

—Hace un día maravilloso —ella sonrió mirando hacia el jardín como si solo estuviese con su hijo—. Que hermosura de vista ¿Qué, no son los niños más bonitos de todo el reino?

—¡Definitivamente! —dijo Bushra, obteniendo una mirada altiva de Zura, y viendo como Kader trataba de amortiguar una sonrisa.

—Voy a la habitación de mi pequeña Zara, creo que ha tenido un poco de temperatura, y la reina no ha tenido buena noche.

—¿Por qué no decirle a su empleada a que la ayude? —la pregunta de Kader frenó a su madre y ella dio un último vistazo en dirección de Nadia.

—Sabes perfectamente que, si ella está allí con los niños, es por su propio placer, la reina quiere que su dama esté concentrada en su refinamiento, porque si aún no te has enterado, Nadia será presentada a la sociedad en dos semanas en un baile real… imagino que Saravi quiere un buen esposo para ella, así que no te preocupes cariño, tal vez no la vuelvas a ver más en el palacio después de ello… —su madre le puso una mano en su mejilla mientras la palidez acompañó su rostro.

Zura caminó sin despedirse de su amiga, y no dejó rastro de su presencia unos minutos después.

Su respiración estaba muy acelerada para su gusto, y cuando intentó pasar un trago, sintió que su garganta le dejaba en evidencia que la información no le había gustado para nada.

—¿Estás bien? —escuchó la pregunta de Bushra muy aguda, como si estuviese mil metros desde su lugar, y aunque, ya había decidido despedir a su amiga hace unos diez minutos atrás, necesitaba quitarse el malestar que su madre le había inyectado hace unos segundos—. ¡Kader! ¿Qué haces? —la respiración de la dama se aceleró mientras trató de llevarle el paso, el agarre del príncipe se profundizó en su muñeca, halándola para que caminara rápido junto a él.

Necesitaba que Nadia lo odiase con todas sus fuerzas, porque si él iba a ser débil frente a ella en algún momento, debía asegurarse de que no hubiese una posibilidad de ser bien recibido.

Jamás podía permitir rebajarse a admitir, que ella lo volvía loco. Jamás…

Capítulo 2

—¡Tío! —Zaid gritó, y luego Naim se separó de Nadia, para correr detrás del príncipe que había aparecido con compañía.

Laia saludó un poco tímida con la mano, mientras que Dana se sentó en las piernas de Nadia un tanto celosa por sus primos. Ella comenzó a acariciarle el cabello a la pequeña a la vez que veía de reojo, que la mano de Kader aún permanecía en la cintura de aquella mujer.

¿Sería su novia en definitiva?, el pensamiento solo hizo que sus mejillas se ruborizaran, y sintiendo el calor de su rostro, prefirió mantener la cabeza gacha. Era tan tonta, que hasta llevaba la cuenta de cuantas mujeres había traído al palacio, y no entendía cómo alguna se quedaba con él por al menos una semana. Simplemente todas desaparecían hasta que llegaba una nueva.

Su comportamiento no estaba resultando caer del todo bien para el rey. Sabía que, aunque Kader era una mente brillante, y que el surgimiento de Angkor en cierta parte fuese gracias a él, las habladurías dentro del palacio y fuera de él, estaban hundiendo esa reputación en cuestión de unas semanas.

Ella vio como el príncipe saludó a los niños, haciendo caso omiso de su presencia, y luego los llamó como si tuviera algo muy importante que decirles.

—¿Recuerdan a mi amiga Bushra? —preguntó a todos y sin esperar un segundo escuchó como Zaid se adelantó.

—Yo si… la conocí ayer…

Él asintió pasando la mano por el cabello del niño y luego se puso de pie.

—Nadia —su propio nombre pronunciado desde su boca, hizo que su rostro avergonzado se alzara para por fin posicionar sus ojos en él.

Aún no podía descifrar la forma en como toda ella se removía con su sola presencia, pero quería pensar que era producto de su falta de estima hacia aquel hombre. Un hombre que trataba de ignorar por su falta de tacto para con la gente, y en exclusiva, para con ella misma. No entendía como una persona como el rey, que era un hombre tan educado, pudiera ser hermano de alguien como el príncipe.

Diferían en todo. Y eso añadía a que Nadia sintiera mucha repelencia aun y cuando sabía que era de sobra en esta familia. Si alguien debía irse para facilitar la convivencia, era ella misma.

—Majestad —su boca se obligó a responderle mientras un silencio extraño se instalaba alrededor de ellos.

—No he visto que se haya presentado con respeto hacia la dama que me acompaña… —dictó el hombre de forma cortante.

Bushra lo miró con confusión, esto no era necesario, ni siquiera ella que era hija de un conde le debían una reverencia dentro el palacio.

—No es… —la dama quiso intervenir, pero fue atajada por el príncipe de inmediato.

Mirando a Nadia con un filo enojado, hizo que ella se levantara, sacando a Dana de sus piernas y sacudiéndose el vestido rápidamente.

—Mi lady, un gusto, soy Nadia Arafat. —ella hizo una reverencia que fue recibida por una mujer muy apenada.

—Bushra Jalaf…

—Bushra… ella es la damisela de la reina —agregó Kader para aportar a su humillación—. No te confundas mucho dando su mano.

Su amiga quedó incrédula y luego contempló aquella dama que estaba roja por la vergüenza. Bushra frunció un poco el ceño sin entender como alguien no se daba cuenta de que aquella mujer evidentemente no pasaba desapercibida, ni tampoco era simple. Y entonces cuando ella giró hacia su amigo, pudo justificar que la intensidad de su mirada, era muy notable para cualquiera.

Solo alguien que estaba involucrado sentimentalmente por una persona miraba con ese ímpetu, esos ojos le decían que Kader estaba haciendo lo posible para detestar a esta chica hermosa, y luego recordó y sacó la conclusión, que aquel hombre que venía en compañía de la pareja ayer por la noche, no se había ido por un simple dolor de estómago.

—Es un gusto conocerte, Nadia, espero podamos hablar en otro momento, porque ahora debo retirarme del palacio con urgencia.

Nadia asintió en silencio pasándole una mediana sonrisa, mientras Bushra se dio la vuelta sin esperar que el príncipe le diera su permiso. Sus pasos fueron rápidos, y a Kader no le quedó de otra que mirar a Nadia por última vez, para ir tras de su amiga y despedirla.

—¿Qué es eso tan urgente? —le preguntó cuando llegó a su lado tomándole de su brazo.

La dama se frenó en seco y le envió una mirada resentida.

—No te serviré de anzuelo. ¿Te has vuelto loco acaso?

Kader abrió sus ojos impactados, pero rápidamente frunció su ceño para que su rostro le sirviera como una advertencia.

—¿De qué está hablando? —su pregunta fue lanzada de la forma más formal posible, haciéndole saber al instante que no estaba hablando con cualquier persona.

—Esa damisela, te gusta —ella sacudió la cabeza riendo irónicamente— ¿Qué estoy diciendo?, ¡Nadia te gusta!, y te avergüenza que una persona de la plebe es la que haya logrado llamar tu atención. Kader Sabagh, ¡eres un completo idiota!

Atestado en el puesto, el príncipe solo pudo cerrar sus puños mientras veía como la mujer salía del palacio y desaparecía de su vista. Esperaba nunca más volver a verla, y también esperaba que nunca se le ocurriera pronunciar esas palabras de nuevo delante de ninguna otra persona.

—Pueda que me vuelva loco por esa pordiosera, pero nunca nadie lo sabrá…

***

—Tu cabello cada día es más hermoso —La voz de Saravi la hizo volver de sus pensamientos, y era más que evidente saber en dónde estaban todos ellos.

En el príncipe.

Nadia miró a Zara que dormía plácidamente y luego se giró un poco hacia su señora. No sabía por qué desde un tiempo para acá, no podía quitarse la imagen de su mente, ni esa mirada que siempre la veía con un extraño color. Tampoco podía dejar de pensar en lo que le dijo ayer por la noche, cuando con rabia en su voz le dijo que ella le pertenecía también a él.

Era muy confuso pensar en todo esto, añadiendo que el príncipe se contradecía entre lo que decía y lo que hacía, y junto con todo esto, ahora ella misma estaba completamente confundida para con él.

—¿Qué pensaría el rey si entra, y ve a la reina peinando el cabello de su criada?

Saravi sonrió y luego negó.

—No eres mi criada, eres mi hermana.

—Majestad…

—Nadia, estás colmándome la paciencia. ¿Cuánto tiempo llevamos en esto?

La chica resopló un tanto hastiada, y se levantó para caminar por la habitación.

—Saravi, ¡míreme! Soy el hazmerreír de todos. Ambas sabemos que nadie va a aceptarme allá afuera. La madre del rey… y

—Zura siquiera me acepta a mí —Saravi se levantó también y luego tomó el brazo de Nadia para llevarla frente a un espejo—. No hay ninguna diferencia entre nosotras… —Nadia vio que de pronto la reina achicó sus ojos y se acercó un poco más al reflejo—. Aunque creo que tú eres más bonita.

Ambas se miraron con una sonrisa y luego la reina se giró.

—Por la mañana estaremos saliendo al centro de Angkor. Compraremos vestidos, cintas y varias cosas que puedan aportar a tu indumentaria.

—Tengo como cien vestidos ya —refutó Nadia sabiendo que esa no era su parte favorita. Ahora entendía muy bien a la reina cuando años atrás se quejaba de todo esto.

Ni siquiera se acordaba cuando dejó de ser ella, para convertirse en esa chica que se reflejaba en el espejo, y pensándolo bien, no sabía si quería seguir con lo que Saravi había planeado para ella.

—Nadia… —sus manos tomaron las suyas, y vio esa mirada clara que solo hizo que su corazón se sintiera muy abrumado—. Disfrutaremos el paseo, iremos un rato al bosque, y a algunos centros de paisaje que disfrutarás mucho. El baile será en dos semanas, y quiero que después de ese día sepas, que quien no te acepte a ti, tampoco aceptará la corona.

Los ojos de la damisela parpadearon. No tenía dudas sobre el amor que Saravi le profesaba, ella nunca sintió algún vacío, aunque nunca conoció a sus padres, siempre creció con la idea de servir a una persona, y hasta últimas instancias, eso había sido arrebatado de ella también.

A veces se sentía un poco perdida, como si viviese una vida que no le pertenecía, y como si nada de lo que hiciera tuviese sentido para nadie más.

Asintió para no llevarle la contraria a Saravi, y olvidando un poco sus sentimientos y estado de ánimo, se fue a ver nuevamente a la bebé, que estaba recuperándose de una calentura nocturna.

Por la mañana en el desayuno, estaba comiendo silenciosamente junto a la reina, sin nadie más en la mesa. Ya que después de ello, un carruaje esperaría por ellas para ir con un montón de guardias hacia el centro de Angkor.

El tiempo de duración de un extremo a otro se había reducido, ya que la construcción de carreteras y vías principales en estos cuatro años, agilizó los viajes y redujo un tiempo de tres horas, a una.

Justo cuando estaba por la mitad de su desayuno, el príncipe llegó a la mesa, deseando los buenos días sin dirigirse a ella en particular.

—Buenos días, Kader, —saludó la reina—, ¿Cómo amaneces?

—Bien… es un buen día.

—Lo es…

—Escuché que vas al centro de Angkor —señaló Kader tomando su vaso de jugo—. Recuerda no ir a lugares no concurridos y llevar los guardas que sean necesario.

—Lo haremos —esta vez Saravi intentó hacerle saber que se trataba de ellas dos.

—Bien…

—Por cierto, Kader —Saravi volvió a agregar—. No sé si el rey te ha informado del baile en dos semanas… pero si no es así, quiero decirte que…

—He escuchado algo —intervino el príncipe mirando a Nadia a los ojos, y esta vez ella no desvió su mirada. Por un momento vio algo en esos ojos que la miraban con algo de apuro, pero todo fue disipado cuando él continuó—. Parece que estás buscando un marido noble para Nadia.

Los ojos de la chica se abrieron de golpe, mientras las mejillas de la reina se encendieron.

—¿Un marido?  —la pregunta salió de la damisela en un susurro, totalmente confundida.

—¿No lo sabías? —Kader se adelantó—. Es un baile real, si no estas al corriente serás presentada a la sociedad, y por supuesto, conocerás a alguien que quizás ya esté preparado para ti… —el hombre se giró hacia la reina y prosiguió—. Por cierto, Saravi, también me servirá a mí ese baile, es una excelente idea.

La silla de Nadia se corrió hacia atrás, y ella se levantó con el pensamiento totalmente confuso y dolorido.

¿Acaso quería Saravi deshacerse de ella?

—Con su permiso, Majestad —expulsó hacia la mesa y luego se retiró rápidamente.

—Nadia… ¡Nadia, espera…! —Saravi resopló largo y luego centró su mirada en el príncipe—. No era necesario que hiciera eso.

—Es mejor andar con la verdad —él sonrió mientras tomaba otro sorbo de jugo de naranja, y luego divisó como la reina asintió.

—Aquí le tengo una verdad, señor ironía. Si mi intuición no falla, espero que Nadia sí encuentre un buen esposo, y esté muy lejos de usted que tanto parece despreciarla, como también espero que cuando se dé cuenta, alteza, sea muy tarde para retractarse de toda la estupidez que está controlándolo ahora. Y créame, cuando eso pase, Nadia nunca estará a su alcance. Lo juro por mí misma.

El príncipe torció los ojos después que Saravi dejó la mesa, y corriendo su plato sin ningún apetito, decidió que también necesitaba salir de este lugar por un rato, e ir al centro reunirse con uno que otro vizconde para agilizar la construcción de nuevas vías.

Pero una sonrisa muy genuina apareció en su boca, al saber que no estaba mal si compartía el carruaje con las mujeres, y se refrescaba por toda una hora, de esa hermosa vista que tanto le llenaba el ego.

—Nadia, Nadia… ¿Qué voy a hacer contigo? —dijo antes de retirarse del comedor, e ir nuevamente detrás de ella…

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