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Santino Ferrari, tan hermoso como peligroso.

Santino El Demonio, como es conocido en el bajo mundo, tiene un solo propósito en la vida: exterminar a la familia Berlusconi para hacerles pagar la muerte de sus padres. El poderoso italiano es uno de los hombres más ricos de Tailandia, donde reside desde la muerte de sus padres con el único propósito de destruir a los culpables.

Cuando Alessia, su hermana menor es brutalmente atacada, y luego rescatada por Olivia, una hermosa pelinegra de ojos color de la noche, que no tiene miedo a decirle a la cara lo que piensa, lejos está de saber que por las venas de Olivia corre sangre Berlusconi.

¿Podrá el amor destruir su deseo de venganza? ¿Podrá Olivia descubrir quién es?

CAPITULO 1

Olivia no podía creer su suerte, estaba a punto de ser echada de su diminuta habitación. ¿En qué diablos estaba pensando para olvidarse del pago del alquiler? No recordaba en realidad. Pero tenía que conseguir el dinero para esa misma tarde, la señora Bunmi contaba con ello. Ya había sido lo suficientemente amable como para esperarla por dos meses, estaba segura de que esta vez la echaría sin contemplaciones.

Salió de su habitación, caminó sin rumbo fijo mientras hacía un inventario mental de sus pertenencias para ver qué podía vender, era eso o hacer algo ilegal. Bien podía meterse a la red y tratar de infiltrarse a la cuenta bancaria de algún millonario, con seguridad ni se daría por enterado si le hacía falta algunos miles de baht* en su cuenta.

 Negó inmediatamente, la idea era tentadora y ella era buena en lo que hacía. Pero no estaba lo suficientemente loca para arriesgarse, con la suerte que tenía bien podía terminar ingresando a la cuenta de algún mafioso y eso era terrible, terrible, ni pensarlo podía ser bueno.

 El gemido proveniente del callejón la sacó de sus pensamientos, e hizo que se detuviera de manera abrupta. Al mismo tiempo se asustó. Eran las seis de la mañana y las calles aún estaban casi desiertas, podía tratarse de algún indigente. Se estremeció, si ella no pagaba el alquiler ese día, al siguiente sería uno más de esos pobres sin hogar.

 —Ayuda —Olivia caminó en dirección a donde provenía la voz. Con sumo cuidado se acercó, el callejón no tenía buena iluminación, pero la luz de la mañana era lo suficientemente clara ahora para poder observar a la joven mujer tirada detrás de los contenedores de basura.

La chica gimió apenas la miró, Olivia se estremeció al verla.

 —Ayuda —repitió. Había una gran cantidad de golpes en su rostro, aun así fue capaz de reconocer las bellas facciones. La chica no era una desconocida y lejos de tranquilizarla, la asustó—. Por favor —pidió.

Olivia se acercó un poco más para comprobar sus sospechas y abrió los ojos asustada. Estaría en grandes problemas si los hombres del «Demonio Ferrari» la encontraban cerca de la chica, pero estaría muerta con seguridad si la dejaba morir. Se estremeció porque era muy joven para terminar en alguna cloaca de la ciudad.

Con manos temblorosas cogió el móvil para llamar a emergencias, no se alejó de la chica ni un solo momento, incluso fue con ella al hospital, olvidándose completamente de su problema financiero. La conocía de lejos, siempre estaba rodeada de guardaespaldas en la universidad y a donde quiera que fuera. ¿Cómo lo sabía? Estudiaban en la misma universidad.

Quizás Olivia tuviera que vérselas negras para pagar el alquiler y la alimentación, pero era lo suficientemente inteligente como para obtener una beca y poder estudiar la carrera de Informática. Lo que le hacía preguntarse, volviendo al tema: ¿Cómo había terminado golpeada en un callejón? Seguramente sus hombres la estarían buscando hasta por debajo de las piedras y rogaba a todos los santos habidos y por haber que no dieran con ella.

Olivia se sentía frustrada y aburrida, llevaba muchas horas perdidas en el hospital, pero tenía miedo de que algo le sucediera a la chica y terminara siendo acusada por lo ocurrido. Se maldijo una y otra vez. ¿Por qué tenía que encontrarla ella? De todas las personas en la ciudad de Bangkok, ¿por qué precisamente ella?

Su debate mental fue interrumpido por la enfermera, quien le entregó las pertenencias de la joven. ¿Qué que debía hacer? Podía largarse y olvidarse del asunto. ¿Estaría a salvo? Lo dudaba, la familia Ferrari no dejaría que este asunto quedara en el olvido.

Olivia dudó por un largo momento, meditando lo que debía hacer. No eran familia, ni siquiera eran amigas, podía llamar a las oficinas del Conglomerado Ferrari y liberarse de la responsabilidad.

¿El problema? No se atrevía.

Santino Ferrari, El Demonio Ferrari, como era conocido en el bajo mundo, era un hombre temible. El solo pensamiento hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo. No quería ni pensar en cómo reaccionaría cuando se enterara de lo ocurrido con su hermana.

Olivia abrió su laptop, debía tener la seguridad de que la chica Ferrari y esta eran la misma persona, para no meterse en problemas. Una vez que comprobó la identidad de la chica suspiró, sus esperanzas literalmente se habían ido a la mierda. La chica allí dentro no era otra más que Alessia Ferrari, la hermana pequeña de Santino, su única hermana para ser precisos.

Alessia fue traslada a una habitación después de ser estabilizada. Afortunadamente el doctor había explicado que solo había golpes y un poco de tragos de más que la habían dejado inconsciente.

«¿En qué demonios estaría pensando esa chica?», se preguntó Olivia. No entendía cómo personas con su fortuna y estatus podía perderse fácilmente.

Olivia entró a la habitación. Ahora que tenía la seguridad de que Alessia no iba a morirse, podía dejar sus pertenencias a su lado y largarse de allí, tenía mucho que hacer y poco tiempo para lograr reunir el dinero que necesitaba. Mientras esperaba había hecho un inventario de sus pertenencias para ver qué podía o no vender, pero ninguna cosa era de valor excepto su laptop, que no vendería por nada del mundo.

 Alessia estaba despierta, su mirada fue hacia Olivia en el preciso momento en que la puerta se abrió. Podía recordar haberla visto antes, pero no dónde y poco importaba, el dolor de sus golpes la hacía querer volver a dormirse.

Olivia no tenía idea de cómo dirigirse a ella, nunca había cruzado palabras y tampoco estaba interesada, pero debía sacarse el problema de encima y marcharse, cuanto antes mejor.

 —¿Has sido tú quien me ayudó? —Alessia fue la primera en hablar. Gimió de dolor al intentar moverse.

 —Sí, he sido yo, siento mucho lo que te ha pasado Alessia, pero tengo que irme, puedes comunicarte con tu familia. —Olivia le tendió su bolso con sus pertenencias, pero Alessia, la ignoró, primero porque mover las manos suponía una verdadera agonía y segundo porque no deseaba quedarse sola, menos cuando sabía que debía enfrentar la furia de su hermano por haber escapado de sus guardaespaldas.

 —¿Podrías comunicarte con mi hermano? —Los ojos de Olivia se abrieron. Realmente Alessia estaba loca.

 —Yo…

 —Por favor, me cuesta tanto poder hablar, es un gran esfuerzo para mí. —Olivia observó los golpes en el rostro de Alessia, no debía estar exagerando, realmente se veía terrible, pensó. Aun así ¿por qué tenía que ser ella?

 —Por favor. —Alessia volvió a gemir, el dolor parecía ir en aumento, el efecto del medicamento empezaba a desaparecer.

 —Dios, está bien, lo haré. —Olivia, no tenía idea de lo que tenía que decir. Marcó el número y esperó a que alguien al otro lado de la línea respondiera, aunque si era sincera consigo misma, deseaba que no fuera Santino en persona.

 «¿Dónde demonios estás Alessia?»

Olivia sintió un escalofrío, al escuchar la voz ronca y profunda al otro lado de la línea, su columna vertebral tembló, cerró los ojos, respiró profundo antes de continuar.

 —Yo… solo quería informar… —Olivia fue interrumpida incluso antes de terminar la oración.

«¿Quién demonios eres y dónde está mi hermana?»

Olivia apretó el móvil entre sus dedos, había sido interrumpida bruscamente y encima el tipo tenía el descaro de gritarle cuando ella solo estaba haciéndole un favor.

 —Alto ahí, te llamo para darte información sobre tu hermana, no para que me grites. ¿Quién diablos crees que eres? —Olivia estaba enojada y respondió el ataque con ataque, ella era normalmente una chica tranquila hasta que le tocaban las narices. Giró el rostro para encontrarse con Alessia tratando de amortiguar su risa ¿Qué era lo que le parecía gracioso? Estaba postrada en una cama de hospital y su endemoniado hermano gritando al otro lado de la línea.

«Pero ¿quién demonios…?»

Olivia estaba lo suficientemente enojada para dejarlo continuar, ella solo quería largarse y arreglar su problema.

—Alessia está internada en el Hospital Central de Bangkok, habitación 345, tercer piso. —Olivia cortó la llamada sin esperar respuesta del tipo. Sin ser consciente de que nadie jamás le había hablado a Santino Ferrari de aquella manera.

—Eres mi heroína —Alessia habló con asombro, quería pararse y darle un abrazo, nadie, nunca, jamás le había hablado a su hermano de esa manera.

—Apenas te conozco y siento que estoy en más de un problema, así que no puedes asegurar tal cosa. —Olivia le devolvió el móvil.

—Nadie le habla a mi hermano de la manera en la que tú lo has hecho. —La señaló olvidando su dolor—. Simplemente le has dado un paseo.

Olivia no quería saber el precio que tendría que pagar por su momento de valentía, así que simplemente no dijo nada. Miró a Alessia en silencio, mientras ella se acomodaba en la cama y revisaba sus pertenencias.

 —No ha sido un asalto ¿verdad? —Olivia se regañó mentalmente. ¿Qué le importaba? Es más, ¿por qué continuaba ahí?

 —Por favor, guarda mi número. —Alessia no respondió, porque simplemente era verdad, no había sido un asalto sino un ataque de parte de los enemigos de su familia, una advertencia para Santino.

Olivia extendió la mano para recibir la tarjeta de presentación con un poco de reserva y miles de preguntas, pero no hizo ninguna al ver a Alessia poco dispuesta a contarle lo ocurrido.

 —¿Cómo te llamas? —Alessia no sabía el nombre de su salvadora y lo necesitaría, lo que la chica había hecho por ella no lo olvidaría jamás.

 —Olivia Chanthara…

*Moneda oficial de Tailandia

CAPITULO 2

—Olivia Chanthara. ¿Nos conocemos? —preguntó Alessia. Podía jurar que la conocía o más bien, que la había visto en algún lugar, pero no recordaba exactamente dónde.

—Vamos a la misma universidad —respondió Olivia acomodando el bolso sobre su hombro, dispuesta a salir y dejar atrás aquel episodio.

—¡Espera! —Alessia gimió por el brusco movimiento—. Por favor déjame pagarte el favor.

¿Pagarle el favor? Ella necesitaba dinero y Alessia tenía por montones, pero su acto no había sido con esa intención. Alessia había necesitado ayuda y ella simplemente se la había brindado.

—Tu amistad podrá pagar la deuda. —Olivia sonrió ante la cara de asombro de Alessia.

—¿Estás segura? —preguntó sin poder creer que Olivia rechazara sin más la compensación que estaba dispuesta a darle—. Ni siquiera sabes la cantidad que estoy dispuesta a pagar —insistió.

—Estoy segura, Alessia. En la vida no todo se puede comprar. —Olivia se despidió después de haber rechazado solo Dios sabía qué cantidad de dinero, pero estaba muy satisfecha con su decisión.

***

Olivia volvió a su pequeña habitación y se dejó caer sobre la cama, no tenía dinero para pagar la renta. Los golpes en la puerta le hicieron levantarse sin ánimos.

—Señora Bunmi. —Olivia saludó con una sonrisa.

—Olivia, ¿cómo estás?

La señora Bunmi no era una mala persona, pero sí una señora de la tercera edad que vivía de la renta de habitaciones para estudiantes universitarios.

—Bien, señora Bunmi. —Olivia deseaba que la tierra la tragara y la escupiera en Marte, era el tercer mes sin poder pagar la renta.

—Lamento molestarte, querida, pero necesito el dinero del alquiler.

Olivia cerró los ojos antes de hablar nuevamente.

—Señora Bunmi, yo… yo no he podido completar el dinero. ¿Podría darme unos días más, por favor? —preguntó Olivia con vergüenza.

—Cielos, Olivia. —La anciana suspiró—. No hagas esto público o nadie querrá pagar la renta, te doy una semana más —habló muy bajito, mientras Olivia deseaba gritar de emoción, dispuesta a hacer lo que fuera por conseguir el dinero.

—Gracias señora Bunmi, le prometo que antes de que la semana termine tendrá su dinero. —Olivia besó la mejilla de la anciana, muy agradecida de tener un techo sobre su cabeza y no terminar en la calle.

***

Olivia suspiró aliviada. Tenía una semana para conseguir el dinero y esta vez no pensaba fallar, buscaría un trabajo de medio tiempo para ayudarse. Abrió su laptop, dispuesta a terminar los trabajos pendientes de la universidad antes de dormir.

Los planes de Olivia fueron interrumpidos por los golpes insistentes en la puerta. Se levantó con prisa, podría ser la señora Bunmi, en algunas ocasiones la buscaba para pedirle ayuda, y consciente de todo lo que le debía, Olivia no se negaba a brindarle su ayuda. Pero la sorpresa fue mayúscula al toparse con dos tipos fornidos parados en la puerta. Sin darle tiempo a nada, fue arrastrada por uno de ellos hasta el único sillón en la habitación.

—¡Suéltame! —gritó Olivia asustada, mientras otro tipo entraba al cuarto y cerraba la puerta con seguro.

Santino Ferrari entró en la diminuta habitación, viendo todo a su alrededor con total frialdad. Su rostro esculpido en mármol no mostraba emoción alguna, y el traje negro hacía resaltar sus facciones perfectas.

Olivia tragó el nudo en su garganta, sabiendo quien era el hombre parado frente a ella y lo peligroso que podía ser. ¿Qué diablos hacía en su habitación? Olivia clavó un par de ojos molestos en él, sin bajar la mirada.

—¿Olivia Chanthara? —preguntó el hombre que la retenía.

—Si has hecho tu maldito trabajo no deberías preguntar —respondió Olivia, tratando de liberarse del agarre. Sus brazos dolían por la fuerza con la que el tipo la sostenía.

—Parece ser que no sabes con quién estás tratando, chiquilla. —El hombre apretó el brazo de Olivia con mucha más fuerza.

—No lo sé, y no estoy interesada, di lo que tengas que decir y lárgate. —Olivia sabía perfectamente quién era el hombre parado como una estatua frente a ella, pero no lo admitiría, sería ponerse la soga al cuello.

—¿Ayudaste a Alessia Ferrari? —Olivia apretó los dientes ¿Por qué una buena obra debía tener esta consecuencia?, pensó.

—Sí. ¿Le pasó algo? —Olivia sintió preocupación. Cuando se había marchado del hospital Alessia estaba bien, golpeada, pero bien.

—Ella está bien. Necesito saber el lugar exacto donde la encontraste. —Olivia llevó su mirada sobre Santino, quien solo observaba en silencio sin mover un solo músculo de su rostro.

—¡No tienes que ser tan animal! —gritó Olivia cuando el dolor atravesó su brazo porque la presión sobre él aumento.

—Libérala. —La voz autoritaria de Santino se escuchó aterradora.

Olivia sintió un escalofrío recorrer toda su columna, el Demonio era, valga la redundancia, endemoniadamente sexy y peligroso.

Santino no apartó la vista de Olivia, esperaba encontrar un temeroso ratón y no una fiera. Admiraba su valor; tres hombres en una diminuta habitación debían ser aterradores para cualquiera, al parecer no para ella.

—Dime el lugar exacto donde encontraste a mi hermana y terminemos con esto. —Santino esperó en silencio.

—Exactamente a dos cuadras de este edificio. —Olivia no era tonta y no diría nada más que la verdad.

—¿A qué hora?

—Seis de la mañana. —Olivia dio respuestas cortas.

—¡¿Cómo te atreves a llamarme siete malditas horas después?! —gritó Santino furioso.

—¡Porque siete malditas horas después, la enfermera me entregó las pertenencias de tu hermana! ¡Porque siete malditas horas después, tu hermana despertó y me pidió que te llamara! —Olivia olvidó con quién hablaba, estaba enojada, realmente furiosa por la actitud del hombre.

—No sé qué le pasó, solo le hice un favor, quizá debí ignorarla cuando pedía auxilio y ahorrarme tantos problemas. —Olivia no se arrepentía de ayudarla, pero no esperaba que Santino tocara a su puerta ese mismo día.

—¡Maldita chiquilla! —Olivia cerró los ojos con fuerza al ver el puño del hombre acercarse a su rostro, pero el golpe que esperaba nunca llegó.

Olivia abrió los ojos con temor, el puño del hombre estaba atrapado entre las manos fuertes de Santino Ferrari.

—No la toques, Flavio. No tienes que ser violento y sobre todo no debes olvidar que es una mujer. La señorita Chanthara tiene razón, solo nos ha hecho un favor. —Santino dejó un cheque sobre la mesa, giró sobre sus pies y abandonó la habitación, seguido por sus hombres.

Olivia se levantó y caminó hacia la mesa donde el trozo de papel descansaba. Tomándolo entre sus manos, salió corriendo detrás de Santino.

—¡Eres un demonio! —gritó Olivia a todo pulmón. Esperaba que el tipo regresara, pero no sucedió nada. Santino continuó su camino.

Santino Ferrari, con su rostro impasible, dejó escapar una sonrisa de medio lado, porque era lo que era: El Demonio Ferrari. Pronto algunos sabrían por qué.

***

Olivia resopló con fuerza y sin elegancia. ¿Cómo se atrevía a tratarla de esa manera? Si fuera vengativa en ese momento estaría introduciéndose en el sistema informático de la compañía Ferrari, pero no lo era.

Olivia extendió el cheque entre sus manos, sus ojos se agrandaron al ver la cantidad escrita: ¿Cinco millones de bahts? Sabía que el hombre era asquerosamente rico, pero ¿cinco millones? Era innecesario. Olivia arrugó el cheque entre sus dedos

¿Quién se creía Santino Ferrari?

Ella fue clara con Alessia y por muy necesitada que estuviera no iba a aceptarlo, además de que sería incapaz de justificar su procedencia si quería retirarlo o depositarlo en su cuenta.

Cansada del largo día que había tenido, Olivia se dispuso a olvidarse de todo y dormir, en pocas horas sería un nuevo día y pensaría con la cabeza fría… pero una cosa era segura: Santino El Demonio Ferrari, escucharía de ella.

***

—¿Olivia? 

Olivia levantó el rostro para encontrarse con la mirada de Alessia. Habían pasado dos semanas desde del incidente, en su rostro tenía pequeños de moretones cubiertos por un maquillaje perfecto.

—Alessia. ¿Cómo estás?

—Bien, recuperándome. ¿Puedo sentarme contigo?

Olivia apartó sus libros de la banca para hacerle espacio.

—¿Todo bien?

—Sí Olivia, muchas gracias por tu ayuda, no sé qué habría sido de mí si no me hubieras encontrado esa mañana.

Olivia no quiso ni pensar en eso.

—¿Qué sucede, Alessia? —Olivia maldijo su curiosidad. ¿No le bastaba con lo que ya había pasado por involucrarse donde no la llamaban?

—¿Santino fue a verte? —preguntó con pena. Alessia se había enterado ese día de lo ocurrido.

—Sí.

—Lamento si te hizo pasar un mal momento.

Olivia acarició su brazo, había tenido un cardenal bastante feo durante una semana.

—No te preocupes, estoy bien. Aunque no sé cómo pueden ser hermanos, son tan diferentes. —Alessia se río entre dientes—. Hablando de tu hermano, necesito verlo —dijo Olivia sin pensarlo, porque el cheque en su bolso necesitaba ser devuelto.

—¿Quieres ver a mi hermano? —Alessia la miró sorprendida, mientras Olivia asentía—. ¿Para qué? —preguntó luego de un momento.

—Olvidó algo en mi casa y quiero devolverlo personalmente. —Olivia ignoró la ceja levantada de Alessia.

—¿Olvidó algo? —Alessia dudaba que su hermano fuera descuidado a menos que fuera…—. ¿Es el cheque que te dejó esa noche?

Olivia asintió y Alessia sonrió. No iba a perdérselo por nada de este mundo, nunca nadie había rechazado a Santino Ferrari.

—Espera por mí en el estacionamiento, voy a llevarte a él.

***

—¿Estás segura de lo que quieres hacer? —Alessia estaba que daba pequeños saltos de felicidad ante lo que se avecinaba.

—Completamente —Olivia estaba muy segura de lo que haría. Algunas veces era necesario perder el miedo.

—Mi hermano no es un tipo fácil —dijo Alessia mientras estacionaba el auto frente a su casa.

—Vamos.

Olivia estaba impresionada, todo en el lugar gritaba «dinero y poder». Pero no fue eso lo que la hizo temblar.

—Has llegado. —Santino se detuvo en seco al ver a Alessia en compañía de Olivia—. ¿Qué significa esto? —Santino siempre había sido claro con las reglas de seguridad, nadie podía llegar sin antes ser debidamente investigado.

—Olivia quiere entregarte algo que olvidaste en su casa. —Alessia se encogió de hombros ante la fría mirada de Santino y se sentó en el lujoso sillón preparándose para ver el espectáculo.

—No tenías por qué traerla, bien pudo haberte entregado lo que sea que olvidé. ¿No es así, señorita Olivia? —Santino la miró con frialdad, en sus ojos había recelo por su presencia.

—Es cierto —murmuró Alessia—, pero no podía negarme a hacerle un favor, después de todo me ha salvado la vida, Santino. Además, Olivia es mi amiga.

Santino observó a su hermana, intentando no castigarla.

—Di lo que tengas que decir y vete de mi casa. —Santino fue rudo y directo.

—Fui clara con Alessia, no quiero tu dinero, mi ayuda fue desinteresada. —Olivia le tendió el cheque para que él pudiera tomarlo.

—Solo una tonta despreciaría una magnífica gratificación, a menos que tengas intenciones ocultas. —Santino la miró con desprecio.

—La dignidad y la moral no tienen precio, señor Ferrari —Olivia dejó caer el cheque que Santino había ignorado—. Que tenga buena tarde, señor. —Giró sobre sus pies para abandonar la casa, era una tonta por despreciar el dinero cuando era obvio que lo necesitaba, pero tenía suficiente orgullo para fingir que no.

—Te lo dije, Santino, pero eres más necio que una mula. —Alessia se puso de pie—. Olivia no es una interesada, me salvó la vida y sabes que estarás en deuda con ella toda la vida.

Santino conocía su código de vida. Estaba en deuda con Olivia, era una deuda de gratitud, una deuda que el dinero no podía pagar…

CAPITULO 3

Un mes después…

Olivia no había esperado que Alessia realmente le ofreciera su amistad, pero cuatro semanas después, la tenía prendida como una garrapata. «Su mejor amiga» había insistido para que le ayudara con las materias que no se le daban.

Lo último que Olivia quería y necesitaba era estar envuelta en más problemas que llevaran el apellido Ferrari, pero al parecer su suerte estaba echada y ahora estaba nada más y nada menos que en la casa del Demonio, exactamente en la alberca. Hacía calor y estar dentro sólo empeoraba el problema de concentración de Alessia.

—¿Tienes hambre? —Alessia se puso de pie. Olivia suspiro cansada, la chica Ferrari se distraía hasta con el zumbido de una mosca.

—Ponte a trabajar Alessia, no terminaremos hoy. —Olivia rogaba por que Alessia prestara atención.

—Lo siento, Olivia, soy mala estudiante si tengo estómago vacío. Ahora vuelvo.

Salió corriendo rumbo a la cocina. Olivia se frustró, pero no tenía otra opción ante la insistencia de Alessia.

—No me agradas y no confío en ti. —La voz de Santino la hizo levantar la cabeza con rapidez, cosa que lamentó al encontrarse con esa mirada de hielo…

¡Y ahí estaba ese maldito efecto sobre su columna vertebral! ¿Era idiota? No era la primera vez que Santino le decía que no le agradaba, no era ese el primer enfrentamiento entre ellos, pero la insistencia de Alessia por tenerlos reunidos en el mismo lugar los obligaba a tolerarse.

—¿Crees que me importa lo que pienses de mí? Te equivocas, Ferrari, no sabes nada de mí. Me acosas porque en el fondo sabes que estás en deuda conmigo y que mientras no reciba tu maldito dinero, continuarás estándolo por el resto de tu vida.

Santino apretó los dientes, quería espantarla, echarla fuera de su casa, la niña tenía la capacidad de sacar lo peor de él. Ni siquiera podía explicar lo que le hacía sentir.

—Sé todo lo que tengo que saber de ti, Olivia. Rechazar el dinero fue una buena táctica, debería darte un premio, conseguiste meterte hasta mi cocina y creo que…

—¿Tú crees? —Olivia se puso de pie con enfado. Santino tenía la habilidad única de alterar su estado de ánimo con solo pronunciar dos palabras.

—¿Creer que? —Santino se había perdido por un momento en la conversación al ver la pasión con la que Olivia lo retaba. Nadie se atrevía a tanto excepto ella.

—Saberlo todo. —Olivia no midió sus actos y actuó por mero impulso al ver a Santino cerca del borde de la piscina. Lo empujó con todas sus fuerzas y el Demonio Ferrari maldijo en más de un idioma al caer al agua.

Olivia salió corriendo rumbo a la cocina, buscando la protección de Alessia con una sonrisa en el rostro. No era la primera vez que era atacada, pero era la primera vez que se atrevía a ponerle las manos encima al Demonio.

***

—¿Que te causa tanta gracia Olivia? —Alessia se sorprendió al verla entrar a la cocina, mientras ella esperaba por algunos bocadillos.

—Nada, Alessia. ¿Demorarás? —preguntó sin poder borrar la sonrisa de su rostro por lo que había hecho.

—Un poco. ¿Llevas prisa?

Olivia asintió.

—Tengo turno en el cibercafé donde trabajo por las noches, y se me está haciendo tarde. —Olivia había recibido una serie de mensajes sospechosos desde hacía unos días y no tenía idea de lo que podía tratarse, así que aprovechaba su trabajo en el cibercafé para intentar rastrear el número. Quería comentárselo a Alessia, pero no tenía nada concreto, lo haría apenas pudiera tener las cosas claras.

Alessia asintió, pero la sonrisa en el rostro de su amiga no se borró, lo que despertó la curiosidad en ella.

—Quien sola se ríe, de sus maldades se acuerda —murmuró Alessia, decepcionada ante el silencio de Olivia, quien para aumentar su frustración simplemente se encogió de hombros.

***

Santino Ferrari había sido sorprendido y continuaba sorprendido. ¿Cómo era posible que Olivia lo tratara de aquella manera? No le tenía respeto y mucho menos parecía temerle. Cualquier hombre estaría encogido de miedo, él no era un tipo con quien pudieran jugar y Olivia pronto aprendería la lección. Si no puedes con tu enemigo, únete a él.

Santino lo tenía claro, desconfiaba de la chica y la mejor manera de mantenerla vigilada era teniéndola en su territorio…

***

Olivia volvió a su pequeña habitación alrededor de las doce de la noche. Estaba cansada, pero por lo menos había cenado fuera. La frustración de no poder encontrar el número telefónico de donde provenían los mensajes la tenía en una constante alerta. ¿Tendría que ver con frecuentar la casa Ferrari? Esperaba que no.

***

—Por favor, Olivia, realmente necesito aprobar el examen. Mi hermano va a matarme si descubre que tengo altas probabilidades de reprobar. —Alessia no dejaba de insistir con lo mismo. Olivia había sido clara y tajante y su respuesta era definitiva.

—Alessia, las cosas no son tan fáciles. Tu hermano me odia y sigo sin entender el motivo —mintió Olivia.

—No te odia, solo no confía en ti —murmuró bajito.

—Muchas más razones para no aceptar tu propuesta. Alessia, puedo continuar dándote clases particulares, pero lo que sugieres es una verdadera locura.

—No veas las cosas malas en mi hermano, fíjate en lo que tú saldrías ganando. Te ahorrarías los gastos de alquiler, mercado, transporte y tendrías un sueldo fijo, voy a pagarte para que me enseñes, además realmente necesito aprobar el curso. Olivia, no tengo a nadie más. Por favor. —Alessia hizo un puchero que siempre le funcionaba con su hermano.

—Entre vivir bajo el mismo techo que tu hermano y vivir bajo un puente, ten la seguridad de que escogeré la segunda opción —dijo Olivia cansada del tema.

—¿Le tienes miedo?

—Por supuesto que no. Si le tuviera miedo, ahora mismo estaría tan lejos de ti como fuera posible, pero aquí estoy, sin miedo a nada ni a nadie —dijo con una sonrisa.

—¿Estás segura de eso, Olivia? —Olivia cerró los ojos al escuchar la voz de Santino a su espalda. ¿Estaba maldita? ¿Por qué tenía que llegar a la Universidad precisamente cuando ella estaba hablando?

—Santino. —Alessia se levantó como un rayo para saludar a su hermano con un beso—. ¿Qué haces aquí? —preguntó intrigada por la presencia de su hermano en la universidad.

—Vine por ti. ¿Te invito a comer? —Olivia agradeció que fuera a marcharse ya.

—Me fascina la idea. Olivia, ven con nosotros. —Alessia sonrió, Santino apretó los dientes y Olivia…

—Lo siento, Alessia, pero tengo que volver al salón, olvidé mis libros. —Se puso de pie para salir del lugar.

—Me temes, Olivia.

Su cuerpo se crispó ante las palabras de Santino.

—No tengo por qué, eres simplemente un hombre como cualquier otro. —Olivia sonrió complacida al ver la ira arder en esos preciosos ojos negros.

—En ese caso, te invito a que nos acompañes Olivia, estaré encantado. —Santino pensó que para jugar se necesitaban dos y él estaba más que dispuesto a enseñarle unas cuantas lecciones a Olivia.

***

—Creí que…

—¿Qué comeríamos en un lugar público? —Santino sonrió al verla asentir.

—Lamento decepcionarte, pero prefiero comer en casa, privacidad, seguridad. —Olivia, luchó para no apartar la mirada, Santino parecía disfrutar el momento.

—Relájate Olivia, Santino se ve rudo pero es más bueno que el pan.

Olivia, tenía razones de peso para poner en tela de juicio la objetividad de Alessia. Evitó gemir de placer al ver la cantidad de platillos que fueron colocados sobre la mesa. Pad Thai, Khao Pad Saparod, Kai Pad Med Mamuang, entre otros tantos. ¡Cielos, parecía comida para un ejército y no para tres personas!

—Por favor. —Santino le sirvió personalmente y la acción no hizo más que aumentar la incomodidad en Olivia—. ¿Alguna de las dos me dirá sobre lo que conversaban? —preguntó, llevándose un trozo de pollo a la boca.

—Menos mal que preguntas. He tratado durante más de tres días de convencer a Olivia de que acepte trabajar conmigo

—¿Trabajar? —Santino prestó atención a las palabras de su hermana.

—No pensaba decírtelo para ser sincera, pero temo reprobar el curso de informática y solo Olivia puede ayudarme, ya has comprobado la mejoría en mis notas, pero este curso parece que no es para mí.

Olivia no dejó de comer, y trató de ignorar la charla entre los hermanos.

—Y cuál es el punto, ella prácticamente vive aquí. —Fue una acusación directa de Santino.

—Tú lo has dicho: «prácticamente» vive aquí, pero no lo hace y necesito por lo menos que venga por un mes; y te aseguro que no tendrás quejas de mí, no voy a pedirte nada. —Alessia se olvidó de la negativa de Olivia.

—¿Hay algún problema para que no puedas aceptar la oferta, Olivia? —El tono de Santino fue frío como siempre, pero esta vez tenía un matiz más oscuro que antes.

Olivia quería gritar desesperada la palabra «tú»… pero la sonrisa burlesca en el rostro del Demonio le hizo tomar la decisión menos acertada para ella.

—Ninguna, puedo trabajar para ti siempre y cuando el pago sea decente, ni poco ni mucho. Trataré de fingir que eres un tipo normal. —Olivia acababa de ondear sin saberlo una bandera roja delante de un toro, o más bien de un demonio.

—¡Oh, cielos, es genial! De haber sabido que Santino podía convencerte no habría dudado en pedirle ayuda. —Alessia se puso de pie para dejar un beso sobre la mejilla de su hermano y luego abrazar a Olivia.

—Bienvenida a mi casa O-li-via. —El tono empleado por Santino provocó un escalofrío en la columna vertebral de Olivia, quien oficialmente se declaraba loca.

¿En qué se había metido?

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