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Ángela Beltrán, tenía tan solo doce años, cuando la tragedia golpeo su mundo, dejándola huérfana y completamente sola tras la muerte de sus padres. Su vida cambió drásticamente y poco tiempo después se vio robando para sobrevivir. Ahora con veinte, siendo Estudiante de Economía en una prestigiosa Universidad gracias a la media beca otorgada a alumnos distinguidos, y con un trabajo a medio tiempo mal pagado. Se encuentra en gran dilema, debe dos meses de renta y en su mesa nunca hay un plato de comida decente.

La noche de su cumpleaños es invitada por su novio a celebrar en la discoteca donde trabaja. Sin embargo, no contaba con que su novio trabajaría turno doble, decepcionada se abre paso entre el mar de cuerpos bailando para llegar a los servicios, accidentalmente, derrama la cerveza en el traje de un hombre mayor, sus miradas se cruzaron, él, un hombre de cuarenta años, ojos verdes, cabello rubio, con una barba media que le hacía ver tremendamente sexy. Le hicieron tomar una decisión definitiva.

Bruno, nunca espero que después de ser plantado por su cita aquella noche, se encontraría con la mujer más sexy que sus ojos habían visto, piel blanca, ojos grises, y cabello rubio, la mujer que cambiaría su mundo.

Ángela Beltrán solo tenía un objetivo: convertir a Bruno Torrebiarte en su Sugar Daddy para salir de sus problemas. Pero… ¿Que podría salir mal de todo esto?

Capítulo 1

Acomode mi ropa, después de probarme un par de cosas, salí del vestidor, camine hacia la dependienta, deje la ropa sobre el mostrador, alegando que nada me complacía, me dirigí hacia la salida con una sonrisa sexy en mi rostro hacía el guardia de seguridad, cuando la alarma sonó tuve que correr tan rápido como mis pies me lo permitieron. No era la primera vez que me veía obligada a robar, conocía muy bien mi ruta de escape, hoy había sido ropa, algunas veces, robaba comida, zapatos, era mi modo de vida, pese a que tenía un trabajo de medio tiempo, no me alcazaba absolutamente para nada más que para pagar la matrícula de la Universidad y el cuarto tamaño de una caja de zapatos en el que vivía.

Aceleré el paso, cuando me di cuenta que los guardias del Centro Comercial venían tras de mí, creí que se cansarían luego, pero por lo visto, tenían otros planes así que corrí lo más rápido que pude, cuando los perdí de vista entre a la panadería mientras fingía comprar, apenas vi que se alejaron, sonreí una vez más había logrado escapar. Sabía que no siempre tendría suerte y que un día me pondría las manos encima, ese día estaría perdida.

Camine hacia mi casa, bueno si a eso le podría llamar casa, vivo en una pequeña habitación de alquiler, no tenía muebles, solo contaba con un catre, viejo y duro donde dormía, la cocina, casi nunca la utilizaba, carecía de lo necesario para incluso llamarle cocina, la vieja estufa casi nunca era encendida, porque no tenía dinero para el gas.

Deseaba muchas cosas que no tenía, había llegado de un pueblo remoto, perdido en algún lugar de mi país, no tenía  familia, amigos o quien se preocupara por  mí, ha sido así desde que tenía alrededor de doce años, escape muchas veces de personas con “buenas intenciones” de ayudarme, sabía que nada era gratis en la vida, y si tenía que elegir entre complacer o robar para poder comer, prefería robar, antes que  darles lo que ellos querían de mí, pero estaba cansada,  muchas veces me pregunte lo que sería ceder a sus intenciones si con eso lograba poner un techo decente sobre mi cabeza, pero no me atreví nunca dar el paso.

Sobre todo cuando conocí a Alberto, un chico mayor por un año, estudiábamos en la misma universidad, nos conocimos accidentalmente cuando venía con prisas, sin querer chocamos, termine en el piso, después de eso nos hicimos amigos y tres meses después acepte embarcarme en una relación sentimental con él, desde entonces ha pasado alrededor de cinco meses, los mejores cinco meses de mi vida, sentía que a alguien le importaba y no dude en entregarle mi amor, más no mi cuerpo, era lo único que podía llamar mío de verdad.

Alberto, tiene una solvencia económica estable, trabajaba en un Antro de prestigio en el centro de la Ciudad, a pesar de que llevamos cinco meses, nunca he sido capaz de hablarle sobre mi situación económica, le he mentido, diciendo que no tengo necesidad de trabajar y como siempre voy bien vestida, él nunca ha dudado de mí. Sé qué pensarán que no merezco a un chico como Alberto, pero es lo que hay y es lo que soy, quiero a Alberto, más nunca estaré preparada para revelarle mi secreto.

Hoy me ha invitado a celebrar mi cumpleaños, me ha pedido que asista a su lugar de trabajo, como era de suponerse, debía esperar a que entregara su turno, no podía molestarme, no debería, pero no puedo evitarlo, el que tenga un buen trabajo, un buen sueldo está bien, pero enserio ¿tenía que trabajar hoy? Como fuera entré a la ducha a darme un baño, era un verdadero milagro que hubiera agua hoy, estaba harta de la vida que llevaba, soñaba con otro nivel de vida, donde no tuviese que preocuparme por lo que comería al día siguiente o de pagar la renta el fin de mes, tenía un retraso, estaba segura que el dueño del edificio aparecería pronto en mi puerta para cobrarme, necesitaba dinero, necesitaba dejar de ser pobre, pero a menos que me ganara la lotería lo veía imposible, sobre todo porque no tenía dinero ni para probar mi suerte.

Me vestí, con la ropa que había robado por la tarde, había perdido la vergüenza hace un tiempo atrás, no todos teníamos la dicha de nacer en una familia estable o incluso tener una familia, soy huérfana y aunque eso no me justifica, no tuve guía de nadie en mi vida. Comí el único trozo de pan que tenía, estaba duro e incluso mohoso, tenía varios días guardando las raciones que Félix, el panadero había sacado para que los perros se los comieran, sonreí ante lo que era mi vida, pelearme incluso con un perro por la siguiente ración. Si al menos tuviese un trabajo con suelo decente, pero era casi imposible con la situación económica que se vivía en el país, era por eso que invertía cada centavo en mi educación, porque era la única manera de cambiar mi destino a menos que…

Vi mi reflejo en el espejo roto y opaco que venía incluido con la habitación, la falda de corte campana, quedaba sobre mi rodilla, no era lo suficientemente corto, para dar la impresión de ser una fulana y eso me gustaba, mi blusa pegada a mi cuerpo, con un escote decente, para quien viera pudiera imaginar lo que había dentro. Salí de mi habitación, hoy quería olvidar todo era la primera vez que celebraría mi cumpleaños en más de ocho años desde que mis padres murieran, tome la micro, pagar los servicios de un taxi, es un lujo que nunca podría darme, tendría para comer dos o tres días con eso, así que el recorrido fue largo hasta la zona viva, llegue alrededor de una hora  y media después a la dirección que Alberto me dejó, el hombre de la puerta me dejo entrar apenas le dije que era una invitada de Alberto, el ambiente estaba aún tranquilo, eran apenas las nueve de la noche, pero tendría que esperar en el lugar por lo menos dos horas, hasta que Alberto, tomará un descanso o entregara su turno.

Alberto, me sonrió tan pronto me acerque a la barra

—Hola, ¿llegué temprano? —pregunté, recibiendo una cerveza, le di un pequeño sorbo, mientras veía a mi alrededor, era la primera vez que estaba en un lugar como este.

—Nunca, preciosa, lo siento, tengo que trabajar —se disculpó, asentí, porque el sonido de la música se hizo escuchar, gire sobre el banco donde estaba sentada y me dispuse a observar a los chicos de dinero que estaban en lugar, botellas del mejor licor, cervezas e incluso tenía la impresión que había polvo blanco en el lugar.

Suspire por enésima vez, eran pasada de las once de la noche y Alberto no había tomado un solo descanso, el lugar estaba abarrotado para esa hora, temía que no habría festejo.

—Lo siento cariño, no tendré el descanso habitual, mi compañero de turno se ha enfermado y tuvo que irse, tendré que trabajar hasta el cierre —sonreí

—Está bien, no te preocupes —dije, mientras por dentro me sentía, cansada y frustrada, había estado sentada por más de dos horas y media sin moverme siquiera, observando nada más.

— Iré a los servicios – dije mostrando hacía el lugar, para que me entendiera la música había subido de volumen, mis tímpanos parecía que se romperían, incluso la sensación extraña en mi pecho, odiaba los lugares cerrados con tanto bullicio, había estado tan emocionada que se me había olvidado

Camine, decepcionada, pero trate de comprender a Alberto, saque el móvil que me había regalado por mi cumpleaños, había estado pidiendo mi número, casi morí de vergüenza, no tenía uno, así que dije que me lo habían robado y que no tenía tiempo ni ganas de comprarme otro, excusas, todas eran excusas.

Caminar entre la gente para lograr llegar a los servicios parecía misión imposible, los chicos se empujaban entre si lamente llevar la cerveza en la mano, cuando sin querer alguien empujo mi espalda y la vacié sobre el hombre frente a mí

—Lo siento —musite rápidamente, mientras levante la cabeza para ver al hombre alto frente a mí, parecía mayor, mucho mayor a cualquier chico en el Bar.

—Ha sido un accidente —su voz era gruesa, muy atractiva, pero lo que más me llamo la atención fue la ropa que llevaba, Dolce Gabanna era una de las marcas más caras, mordí mi labio, ¿qué haría si el hombre pedía que pagará los servicios de lavandería? Difícilmente podría permitírmelo.

—Permíteme ayudarle —tomé su mano y entre a los servicios, el no opuso resistencia y camino con ella.

—¿Eres consciente que estamos en el servicio para hombres? —no, no había sido consciente de nada, me preocupé demasiado por la mancha que no me di cuenta a donde había entrado.

— Yo, lo siento, ¿podrías limpiarla? —pregunte tratando de encaminarme hacía fuera

—No tiene caso, déjalo así, en todo caso agradezco tu buena intención, pero esta arruinado

—Realmente lo siento, ¿hay algo que pueda hacer por usted? – pregunte cruzando los dedos y mordiéndome el labio involuntariamente, ante la idea de que pidiera pagar la tintorería para el traje.

—No hace falta, en todo caso agradezco tu sentido de responsabilidad – sonreí aliviada, por su respuesta, sin embargo, el Rolex en su muñeca, llamó mi atención, el hombre no era cualquier hombre.

—Te invito una copa —dijo después de un momento de silencio.

—Yo —no sabía que responder, Alberto estaba dentro y negarme sería demasiado ya le había arruinado el traje

—¿Estás sola? – Preguntó ante mi duda —si estas acompañada no hay problema— sonrió y se encamino a la salida

—Estoy sola —dije sin pensarlo más

CAPITULO 2

Ella se mordió el labio, al darse cuenta de que había tomado una decisión de manera impulsiva, no había pensado que Alberto, estaba dentro esperando terminar su turno, para poder celebrar su cumpleaños, pero la noche estaba avanzando, había estado sola y aburrida.

—¿Podríamos tomar esa copa, después de cambiarme? —señalo el desastre que era su ropa. Sus mejillas se tiñeron de rojo, sintiéndose culpable por ser la causante del estado del carísimo traje.

— Sólo iremos a mi casa por ropa y luego puedo llevarte a donde tú quieras, puedes elegir el sitio —respiro profundo antes de aceptar y salir detrás del desconocido, mientras escribía un corto mensaje para su novio. El aire frío de la noche le hizo estremecer, observó el perfil del hombre mayor, era totalmente un desconocido para ella ¿Cómo podía simplemente irse con él? cuestionó momentáneamente su cordura, solo estando loca, pero…

— Bruno Torrebiarte — él se presentó, como si pudiera leer la mente de la chica frente a él, quien parecía ligeramente asustada.

— Ángela Beltrán —ella se presentó. Bruno, le sonrió en respuesta, mientras se preguntaba si podía ser hija de alguno de sus amigos, su ropa era de marca y su gusto por la moda no podía discutirse. Negó por un momento, esto no era típico de él, debía culpar a su cita fallida de esa noche y los tragos que se había tomado. La sonrisa que Ángela le dedico, causó revuelo en tu interior, hacia tanto tiempo que se había permitido sentir algo más que deseo físico por una mujer, su tiempo había sido invertido y dedicado a los negocios, hasta el día de hoy, su corazón latió fuerte cuando su mano tomó las manos de la chica.

Ángela sonrió de una manera tan sexy que hizo su cuerpo doler, trato de ignorar las emociones que provocaban en él, abrió la puerta del copiloto de su Aston Martin DB11, color gris plata. Ángela, sonrió mientras él rodeaba el auto, había decidido su destino, seduciría a Bruno Torrebiarte, sin importar el costo, estaba cansada de vivir en la pobreza, cansada de esperar llegar a ser una profesional en Economía mientras su estómago dolía de hambre.

Bruno, condujo el lujoso auto, hasta su casa, la pista estuvo desierta, lo que le permitió mirar de perfil a su acompañante, tenía un bello rostro, su maquillaje no era en absoluto exagerado, parecía más natural, su vestimenta, tampoco era tan llamativa, pero de buen gusto, se preguntó nuevamente si no estaría llevándose a la hija de alguien conocido, amigo, socio o incluso la hija de algún enemigo comercial.

Ángela, contuvo la respiración al entrar por las rejas de la casa de Bruno, en su vida nunca había visto algo tan impresionante, sin embargo, logro que la impresión no se reflejara en su rostro, no cuando se supone que ella estaba acostumbrada a esto y más, no podría explicar que su ropa de marca era producto de un delito, un robo que bien podía terminar con ella tras las rejas, ya que no era la primera vez.

—Tienes una casa impresionante —Bruno sonrió, mientras abría la puerta del coche, para que ella pudiera salir, le extendió la mano para ayudarla. Un acto caballeroso que no paso desapercibido, era le tipo de trato que deseaba tener.

—Gracias —musitó, se sentía nerviosa, Bruno, era un desconocido, no sabía si quiera si todo lo que tenía era suyo, se había dejado llevar, deslumbrar, y estaba arriesgando mucho, más bien todo con tal de salir de la miseria.

— Tus padres pueden molestarse si llegas tarde ¿O no tienes problema con ellos? —Bruno, inserto la llave en la puerta principal, se adentró un poco lo suficiente, para encender las luces. Si por fuera la casa era preciosa, por dentro, todo gritaba dinero, el enorme ventanal, daba al jardín, los sofás grises, con almohadones a juego, la mesita de centro en madera y vidrió, las lámparas colgantes y de piso, tenía la impresión de que fueron bañados en oro, por supuesto era solo su impresión, no podían ser de oro ¿verdad? Por mucho que trato de ocultar su asombro le fue imposible ante tanto lujo.

—¿Ángela? —Bruno, deseaba cambiarse la ropa, no era nada grato oler a cerveza y menos en presencia de una mujer como la que tenía frente a él, el silenció de la chica, evito que saliera a su habitación.

—Perdón ¿Qué me decías? —se regañó mentalmente, debía parecer una chica tonta, que no tenía idea de nada y no estaba lejos de la verdad.

— te preguntaba sobre tus padres – se aflojo la camisa ante la mirada atenta de Ángela

— No  te preocupes, no tengo padres

— Siento lo de tus padres – él, le mostro el camino hacía el pequeño bar en una esquina de la sala

—  Gracias, sucedió hace muchos años, he aprendido a vivir sola, tengo un trabajo y también estudio Economía – se acomodó en el lujoso sofá, fue tan suave que casi le hizo suspirar

— Aun así, lo lamento, subiré a cambiarme la ropa y luego podremos ir por esa copa – Ángela asintió, mientras el subió por las escaleras de mármol con el barandal hecho de madera color chocolate, suspiró, nunca en su vida había estado siquiera en la puerta de una casa como la de Bruno.

Bruno, escogió algo no tan formal, jeans y una camisa negra tipo polo, que resaltaba su tono de piel.

Ángela, se paseó por la sala, observando cada detalle, imaginándose lo que sería vivir en una cosa como esas, tener tarjetas de crédito, gastar sin miedo por que llegará el día de mañana. Continúo su inspección por unos momentos, hasta que los pasos de Bruno le indicaron que había vuelto.

— ¿Y bien? ¿Has decidido a dónde quieres ir? – Ángela, se giró para verlo, se veía realmente guapo con su ropa menos formal su chaquete de cuero BLANKNYC, en tono color negro hacía resaltar su cremosa piel ¿Cuántos años tendría? Se preguntó

— Si no te importa ¿podemos beber ese trago aquí? – de repente se le antojo mucho la idea de quedarse en casa, Bruno, no tendría oportunidad de poner los ojos en alguna otra chica.

— Por supuesto, ¿Qué te sirvo? ¿Whisky, Vodka, Tequila? – ofreció mientras, observaba  a su invitada, sus ojos se habían teñido de tristeza

— Un tequila estaría bien – no había bebido ninguna de las tres opciones, así que se decantó  por el tequila

— ¿te sucede algo?, noto cierto aire de melancolía en tus ojos – ella, levanto la mirada, mientras él servía el tequila

— Hoy es mi cumpleaños y desde que mis padres murieron, siempre he estado sola, aunque este rodeado de gente como hoy en el Antro, no estaba acompañada de nadie – mintió

— Vamos a celebrarlo – Bruno, se acercó con la bandeja de tequileros, limón y sal como acompañante

— ¿Harías eso por mí? 

— Por supuesto, podemos beber esta ronda aquí y luego ir a otro sitio – Ángela, sonrió antes de responder

— Son más de la una de la mañana – señalo el reloj – dudo que algún sitio este abierto – imitó a Bruno y bebió el tequila en un solo trago, sus ojos ardieron ante el fuego que sintió en su garganta, dejo de respirar momentáneamente

¿Estás bien? – Bruno, pudo notar sus ojos llorosos

— Sí, creo que fue muy deprisa —  no tenía otra cosa que decir

— Porque este cumpleaños sea distinto – ambos levantaron un chupito más, brindaron antes de beber, el segundo resulto ser más tolerable, bebieron un par de chupitos más antes de que se preguntara ¿si la echaría de su casa? No sabía siquiera la ubicación de la casa de Bruno, conseguir un micro a esa hora sería imposible, volver su mugrienta habitación, ni siquiera quería pensarlo.

Bruno, no se alteró cuando Ángela se acercó a él, su pierna rozaba con la suya

— ¿Qué sucede? – el calor del cuerpo de la chica, sumado a sus tragos, calentaron su cuerpo de una manera casi dolorosa

— Estar contigo, no es algo que hubiese podido imaginar, cuando abrí los ojos esta mañana, pero sin duda ha sido el mejor encuentro que  he podido tener, gracias Bruno – tenía que despedirse o al menos fingiría despedirse, estaba deseando que ese hombre la invitara a su cama

— No suelo frecuentar esos lugares, tenía una cita, pero nunca llegó, ¿podríamos pensar que ha sido cosa del destino?

— Podemos – Ángela, se acercó lo suficiente como para dejar un beso en la comisura de los labios de Bruno, quien contuvo la respiración ante tal acto

— Ángela – él se apartó un poco, lo suficiente para hablar sin verse tentado a tomar sus labios entre los suyos

— Lo siento – se disculpó mordiéndose los labios, temiendo arruinar su única oportunidad

— Puedes quedarte a dormir esta noche, te llevaré a casa mañana por la  mañana – no había sido fácil tomar el control de sus emociones, deseaba tomarla entre  sus brazos, hacerla suya, sus labios eran una tentación, pero él no era un chiquillo y era consiente que la diferencia de edades entre ellos podría ser un problema el día de mañana.

—  ¿Contigo? – sus ojos empezaban a cerrarse, el alcohol empezaba a dominar sus sentidos

Bruno, la cogió entre sus brazos, cuando ella se desvaneció, intuía que no tenía experiencia con el tequila, sonrió, era prácticamente una niña que bien podría ser su hija “pero no lo es” le gritó su conciencia, la recostó en una de las habitaciones de invitados estuvo tentado de quitar la ropa de su cuerpo para que pudiera dormir comoda, pero se abstuvo, no sería lo correcto, la chica parecía demasiado inocente y e no sería un pervertido abusando de ella y su estado, cubrió su cuerpo con las sabanas, le dejo un beso en la  mejilla, apago la luz y la dejo sola…

CAPITULO 3

Ángela, se removió en la suavidad de la cama, nunca en su vida había dormido tan cómodamente, abrió sus ojos para ver la lujosa habitación donde se encontraba, trato de recordar lo que sucedió en la madrugada, pero recordaba poco, levanto la sabanas para ver su cuerpo, cubierto por sus rompas, no sabía si eso era bueno o malo para sus planes, ahora con la luz del día y su mente despejada, la idea de conquistar a Bruno Torrebiarte se reafirmó en su mente, era esto lo que deseaba, vivir de esta manera, no tener que preocuparse por levantarse a la hora, para salir a su trabajo de miedo tiempo mal pagado, comiendo pan de varios días, estirando los centavos para pagar alquiler y matricula, estaba cansada, a pesar de su situación había trato de vivir sin tener que vender su cuerpo por tres pesos, pero esto era totalmente diferente, Bruno no era el dueño de una panadería, seguramente era uno de los hombres más ricos del país y sería suyo…

— Buenos, día señorita – una chica con uniforme niego y delantal blanco entro con un par de jeans y blusas, ropa interior y un leve sonrojo en sus mejillas

— Buenos días – respondió se sentía tan bien ser respetada, tratada de esta manera, si tan solo la chica del servicio supiera que era mucho más afortunada que ella, seguramente no la miraría o hablaría así.

— El señor Torrebiarte le envía esto, si no es de su agrado o talla, siéntase libre de comunicármelo

— Gracias, puedes retirarte – se sentía tan bien, salió de la cama y reviso la ropa, era unos Jeans Lee original, valdrían al menos su sueldo de una quincena, cielos esto se sentía tan bien.

Bruno parecía tener buen ojo, los jean le quedaron perfectos, se amoldaron a su las largas piernas y su estrecha cintura, escogió una blusa con cuello ve que se amoldaba a su figura sin mencionar la ropa interior que llevaba bajo la ropa Victoria´s Secret, sentía que este era un sueño y se negaba a despertar. El sonido de la puerta llamo su atención nuevamente.

— Buenos días ¿Qué tal dormiste? – Bruno abrió la puerta y entró a la habitación

— Muy bien gracias, lamento haber arruinado nuestra noche – se disculpó, aunque dudo un poco de que sus palabras fueran las correctas

— No te preocupes Ángela, deduje rápidamente que no eres buena bebiendo tequila – sonrió y ella se sonrojo

— Lo siento – volvió a disculparse – tengo que irme, mis clases inician en media hora  — busco su bolso, no recordaba siquiera donde había quedado

— Tu bolso quedo en la sala, vamos a desayunar y te llevo a la Universidad, tengo que llegar al trabajo – ella asintió encantada

— Gracias – susurró mientras caminaba detrás de Bruno, a la luz del día y con todos sus sentidos, podía ver la belleza del hombre maduro, bien podría ser su padre, pero ella era huérfana, así que no debía preocuparse por eso, mientras Bruno fuera soltero…

Ángela, tuvo que contenerse de gemir, al ver el plato de frutas, jugo, leche, tocino, omelet y algunas otras cosas que no había probado en su vida, sintió el impulsó de coger de todo y comer tan rápido, pero se abstuvo, el olor tentaba su estómago pero lo hizo cuando Bruno se lo indico.

— Apenas termines te llevaré a la Universidad ¿Qué estudias? – no deseaba hablar, quería únicamente abrir la boca para comer, pero será demasiado evidente su desaire

— Estudio Economía en la Universidad del Valle – era una de las universidades más caras del  país habían otras que ni siquiera podría soñar con pagar la Matricula, ella tenía media beca de lo contrario sería imposible, soñaba con graduarse y ser una de las Economistas más reconocidas del país, pero su sueño se hacía más y más lejano con el incremento de trimestral de las cuotas, ni siquiera la Beca podría sostenerla cuando estuviera en el último años de su carrera.

— Me sorprendes – Bruno, se llevó un trozo de fruta a la boca, nunca había traído a nadie a su casa, este era su santuario y Ángela parecía encajar perfectamente.

Salieron media hora después, Bruno, había cambiado de auto dejo el Aston Martin, por un Mercedes Benz Maybach Exelero, negro, luchó para no abrir la boca y babear este hombre no era simplemente rico, era posiblemente asquerosamente millonario

— ¿Qué harás esta noche? – la pregunta repentina le hizo salir de sus pensamientos

— Supongo que dormir

— ¿Dormir? Es sábado creí que tenías algún plan – se mordí el labio, tratando de que su acción fuese sexy

— Estoy sola, ¿Qué planes puedo tener? – miró hacia la ventana, topándose con el reflejo de Bruno, preguntándose si volvería a verlo después de hoy

— Te invito a cenar – había pensado mucho antes de atreverse a hacer tal invitación, pero recordó que el día anterior había sido su cumpleaños y que no había tenido oportunidad de celebrarlo. Ella pareció sorprendida, al parecer no se esperaba esto

— ¿Hablas enserio? – Ángela, lo miro por un momento

— Tenemos un cumpleaños que celebrar  — sonrió

— Gracias – también le sonrió

Llegaron a la entrada del Edificio que ocupaba la Universidad, se despidió dándole un beso en la  mejilla a Bruno, bajo del auto bajo la atenta mirada de más de un estudiante, sonrió ante sus rostros de sorpresa.

— Hola – Alberto se acercó, abrazándola por la espalda, se tensó ante la idea de que la hubiese visto bajar del auto de Bruno.

 — Hola – respondió con una sonrisa nerviosa

— Lo siento, perdóname cariño – Alberto beso su mejilla, disculpándose por no haberle prestado atención la noche anterior

— No te preocupes, comprendo que fue por tu trabajo – sonrió para demostrarle que no estaba molesta, sobre todo porque lo había dejado para ir con otro hombre, aunque no había hecho nada aun.

— Gracias por ser tan comprensiva, te amo – su labios dejaron un corto beso sobre los suyos, antes de separarse, Alberto estudiaba en la Facultad de Ingeniería, los edificios quedaban en distinto lugar.

— Te veré al salir – se despidió, ella camino hacía su salón, pensando únicamente en Torrebiarte, tenía que buscar información de él, lo haría apenas tuviese tiempo.

El día se hizo eterno, las agujas del reloj parecía no avanzar, estaba nerviosa, ansiosa, había buscado información sobre Bruno Torrebiarte en internet, Era el dueño de una Cadena de Centros comerciales y Almacenes de ropa, también tenía el 51% de acciones en una compañía de telefonía, su nombre figuraba entre los cinco hombres más ricos del país, como lo había imaginado, él era su boleto de lotería, solo tenía que pagar el precio del premio.

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