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Sinopsis:

La recopilación de historias, medio ficticias y medio reales, de mujeres que lo dan todo sin esperar nada. Porque así somos, llenas de amor, fuerza y pasión. Mabel, Paula, Lisbeth, entre otras mujeres que pueden representar una situación o nuestras vidas enteras, a una amiga, una vecina, una hermana… o a nosotras mismas.

Capítulo 1: Mabel

Mabel empieza su día como cada mañana, agradeciendo un día más junto a sus hijos.

Se levanta temprano para preparar el desayuno, a pesar del dolor que no la deja, tiene el ánimo suficiente por sus soles, para que se vayan a estudiar con el estómago lleno.

Mientras les prepara una tortilla de huevo y verduras, ruega que la enfermedad la deje atenderlos el mayor tiempo posible.

Su hija mayor aparece por la cocina para ayudarle, ya lista para el instituto. Le da un beso en la frente a su madre y comienza a mover sus manos junto a ella.

Pronto llegan los dos más pequeños, preguntando qué hay para el desayuno y riendo de sus travesuras matutinas. Mabel deja que una sonrisa salga desde lo más profundo de su corazón, sabe que de alguna manera todo estará bien.

Se sientan todos juntos a desayunar, el más pequeño bendice los alimentos e inician el ataque a los bocados frente a ellos. Cuentan sus planes del día, como siempre y, luego de terminar, cada uno hace fila para lavar sus platos y cubiertos.

Le dan un beso a su madre y parten al colegio juntos. Mabel se dedica a limpiar un poco, luego toma su bolso y se va a trabajar.

Desde que su marido se fue de casa, ella trabaja en una oficina como secretaria. Su sueldo le da para pagar lo que queda de la deuda de la casa, ahorrar algo de dinero y mantener a sus hijos. Cuando su ex marido se acuerda de ellos, manda lo que generalmente no cubre ni la mitad de lo que gasta en alimentos para ellos.

Hace un mes le han detectado cáncer de mama, el que afortunadamente no se ha ramificado. Aunque habló con él, para recibir más apoyo monetario y para que pase más tiempo con los niños, no tuvo respuesta positiva. Al decirle que estaba muy enferma, él sólo dijo que exageraba, que sólo estaba cansada y que era normal porque nunca había trabajado antes.

Nadie sabe la verdadera gravedad de su enfermedad, no quiere causar lástima, no quiere que nadie haga algo por ella porque crean que morirá.

Ella sabe que no morirá. No puede.

Aun así, cuando llega la noche no puede evitar que todos los miedos la cubran. Piensa en lo que sus hijos serían sin ella, que su padre no se haría cargo y terminarían con sus abuelos o en un hogar de menores.

Tiene miedo de que la enfermedad la deje inhabilitada para seguir adelante. Que en su próximo control le digan que el cáncer hizo metástasis, que ya no es posible operar…

La soledad la invita a hablar al menos con su hija que es mayor de edad, que podría trabajar y estudiar, así tendría más ahorros para cuando deba operarse y quedarse en casa. Tal vez podría hablar con su jefe, pero tiene miedo que la despidan y perder su única fuente de ingresos.

Cada noche se hace más difícil dormir, el dolor en el seno es cada vez más intenso. A veces lo acompaña la migraña y el insomnio.

Pero, es mejor dejar la noche a un lado. Durante el día se hace el ánimo y se da fuerzas con el rostro de sus hijos en mente.

Al llegar a su trabajo, una compañera le pregunta si se siente bien. Las ojeras producto de la falta de sueño de anoche no pudieron ocultarse bajo el maquillaje. En un arrebato de inconsciencia, le cuenta que es por el dolor de su enfermedad. La mujer queda sorprendida y le ofrece su apoyo. Mabel se lo agradece, pero le asegura que ya está todo bajo control.

Sin embargo, la mujer no se queda tranquila. Se lo cuenta al jefe y este la llama para hablar de su cáncer.

Mabel cree que perderá su trabajo y se odia a sí misma por haber hablado de su vida íntima con una chismosa. Sin embargo, al tomar asiento frente al hombre, este le muestra la fotografía de su esposa, muerta hace dos años víctima de la misma enfermedad que a ella la amenaza con robarle la vida. Le ofrece todo el apoyo económico y le recomienda otro doctor.

“Si no tuve tiempo de hacer lo mismo por mi esposa, al menos déjeme hacerlo por una buena trabajadora”.

Nunca le había dicho que era una buena trabajadora.

Nunca le habían dicho que era buena en algo.

Siempre había pensado que era una inútil, como su ex marido le decía cuando no le gustaba la comida o se olvidaba de planchar su camisa favorita. Ese miedo menos la lleva a ir un poco más allá. Le pide ayuda para buscar un abogado, porque hay alguien que se está dando la gran vida de soltero sin hijos.

El miedo la detuvo, pensando en que perdería a sus hijos.

El miedo la detuvo, quedándose callada mientras la humillaban.

El miedo la detuvo, no la dejó recibir apoyo de sus seres queridos.

Pero ya no la detendrá más.

Demandará por el derecho de sus hijos.

Luchará contra esa maldita enfermedad.

Acaba de echar abajo todos sus miedos y ya nadie la podrá parar.

Porque vivir con miedo, es totalmente válido. No siempre podemos ser valientes. Que el miedo te haga reaccionar, que te haga mover las manos y los pies, respirar profundo y comenzar esa maratón. Cuando el miedo te estanca es malo, porque sólo te puede llevar a un lugar…

Mabel no dudó más de sus decisiones, habló con sus hijos y recibió más amor que antes. Su hija mayor le dijo que había pensado en trabajar para apoyar los gastos, pero que pensaba que ella no quería.

Esta mujer está dejando un claro mensaje a sus hijos, que se puede, aunque todo esté en contra, seguir adelante.

Lo que Mabel no sabe es que vencerá el cáncer. Que su compañera “chismosa” celebrará una fiesta en su honor, en la que su jefe le tomará la mano y le robará un beso. Que su hija se graduará con honores y tendrá un buen trabajo, que sus hijos pequeños serán los que le saquen en cara a su padre el haberlos abandonado durante tanto tiempo. Y que su ex marido le pedirá de rodillas que no se divorcie de él y que le dé otra oportunidad, pero no será posible, porque Mabel ha encontrado el verdadero amor.

No junto a su jefe, si no frente al espejo, cada mañana cuando se sonríe y se da los buenos días ella misma.

Seamos valientes como Mabel.

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