Imperio es una mujer que lleva dieciocho años de casada con Valerio, se casó muy joven cuando salió embarazada de su hija, pensaba ese amor duraría para toda la vida, sin embargo, al pasar el tiempo el amor se enfrió, se convirtió en una esposa trofeo, su esposo no la hace ya sentir ese fuego que en otro tiempo la cautivó, de hecho, ya ni siquiera mostraba ningún interés sexual por ella.
Por su parte, Tristán es un hombre joven de Veinticinco años, sobrino de Valerio y con un futuro brillante, quien viene a darle a Imperio, el impulso para cumplir sus metas y calentar de nuevo su corazón ¿Podrá Imperio resistir la tentación de una relación prohibida? ¿Podrá volver a restaurar el amor por Valerio?
MI NUEVO SOBRINO.
—Ofelia cariño, lleva tus cosas a la habitación, el abuelo viene a cenar esta noche, no quiero que vea la casa en desorden. Te das un baño y bajas a ayudarme. Tu padre también llegará temprano hoy —grité desde la cocina a mi hija de dieciocho años, mientras me ocupaba de que la cena estuviera lista. Había preparado el plato favorito de mi padre y el plato favorito para Valerio, mi marido.
Quería complacerlos como siempre. Después de asegurarme que todo estuviera en orden en la cocina. Me dirigí al comedor para poner la mesa y que todo estuviera listo para servir apenas llegaran.
—Ya no soy una bebé para que sigas diciéndome lo que tengo que hacer mamá. ¡He crecido! —escuché a mi hija gritar desde la sala.
Dejé pasar por el momento la rabieta de mi hija. Ofelia era así, se enfadaba con rapidez cuando no conseguía lo que quería y hoy precisamente había solicitado permiso para dormir en casa de una de sus mejores amigas. Por supuesto que me negué a concederle el permiso y era la causa principal de su malestar. Pero debía entender que en casa yo no podía mandarme sola, debía consultarlo también con su padre y dudaba mucho que Valerio aceptara dejarla ir.
Sonreí al recordar que en mis años de juventud era muy parecida a Ofelia, ahora comprendía los enojos que le hice pasar a mi padre. Ese hombre es un santo, pues a fecha de hoy sigue siendo mi principal apoyo
Lo ha sido desde que salí embarazada a temprana edad. Dejando mis estudios a medias para casarme con Valerio con tan solo veinte años. Mi vida cambió drásticamente desde entonces, nunca dudé de él y cuando le di la noticia de mi embarazo, él respondió como se esperaba de él, nos casamos en las dos semanas siguientes. Con la ayuda de sus padres y de mi padre, él pudo terminar la carrera y graduarse en la universidad de Arquitecto, yo con la ayuda de mi padre logré graduarme también muchos años más tarde en diseño.
Realmente no sé qué habría sido de mi vida sin ese hombre a mi lado. Pues, aunque nunca estuvo de acuerdo con Valerio, siempre me tendió la mano, incluso me dejó la casa donde él y mi madre habían sido felices, para formar mi propia familia, trasladándose él al edificio de departamentos del cual era propietario.
Mis suegros por otro lado habían apoyado a Valerio. Lamentablemente había fallecido tras sufrir un percance automovilístico, dejando a mi esposo huérfano y una pequeña cantidad de dinero que él invirtió para comprar dos autos, que le servía a él para su trabajo y otro que me dejó para llevar a nuestra hija a clases.
Alejé los recuerdos de mi cabeza y volví a la cocina, comprobé una vez más la comida recogiendo el rico aroma de mi sazón. Esperaba tener a mi padre y a mi marido totalmente satisfechos el día de hoy.
Esperaba que mi padre no volviera a echarle en cara a Valerio el haberme impedido trabajar en mi profesión, obtuve mi título más nunca ejercí, me dedique a ser una ama de casa, me ocupe de atender a mi marido y mi hija. Lo que mi padre y ningún miembro de mi familia sabía era que recientemente había logrado conseguir un trabajo desde casa y lo hacía a escondidas de mi marido.
El sonido del timbre, hizo que me sobresaltara. Pues no esperaba que llamaran a la puerta, mi padre vendría con Valerio, quien se ofreció a pasar por él con el fin de limar las asperezas entre ellos, aunque con los años que han transcurrido dudo mucho que un día mi padre lo acepte del todo.
Camine hacia la puerta, esperando que no fuera un vendedor, pero mi sorpresa fue tan grande al quedar frente al hombre de aproximadamente veinticinco años, ojos verdes y cabello castaño muy parecido a Valerio y lo más intrigante, con una maleta junto a sus pies.
—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarle? —pregunté al tipo parado en mi puerta, adopté un rostro serio y un tono de voz seguro, pues uno nunca estaba seguro con la gente que llamaba a la puerta.
—¿Es la casa de la familia Carranza Acosta?
Preguntó con amabilidad y una sonrisa cordial. Dudé antes de responder, pues no sabía quién era el hombre y que es lo que quería en mi casa.
—Es así ¿quién es usted y que busca en mi casa? —pregunté seriamente. El desconocido hombre sonrió al mismo tiempo que me extendía su mano para presentarse.
—Tristán Alfaro Carranza, soy sobrino de Valerio, su esposo.
Él sonrió, mientras yo lo observaba con incredulidad sin saber que decir, el parecido entre el joven hombre y mi marido era innegable, pero hasta donde yo sabía. Valerio había sido hijo único.
—¿Tristán?
Escuché la voz de Valerio y observé en su dirección, estaba llegando junto a mi padre y el miedo a que discutieran frente al joven me alarmó.
—¡Tío Valerio!
El hombre saludó a mi marido con un abrazo y yo solo pude observar con cierta molestia. Pues parecía ser que era yo, quien no estaba enterada de que Valerio tenía un hermano o hermana y un sobrino que evidentemente estaba bastante grandecito.
—¿Lo conoces? —pregunté perdiendo la paciencia, algo poco común en mí. Pues necesitaba una explicación de lo que ocurría ahí frente a la puerta de mi casa.
—Tristán, es el hijo de Amy, sabes que es lo que ocurrió con mis padres, Amy y su esposo estuvieron viviendo en otro departamento. Ella me envió una carta unos meses atrás, entablé una conversación con ella y Tristán, nuestra relación se fortaleció con el paso de los días, lamentablemente Amy falleció.
¿Qué se suponía que debía saber acerca de sus padres?, desconocía esa parte de la vida de mis suegros, imagine que solo lo mencionaba para no hacer sentir mal a su sobrino.
—Lo siento Imperio, sé que debí decirte todo esto, pero no sabía cómo.
¡Dios! ¿Qué se supone que debo decir ante esto?, sonreí para ocultar no solo mi sorpresa sino también mi molestia.
—No te preocupes, me lo puedes explicar luego —dije con una sonrisa, mi padre me miró de manera seria y con reproche.
—Papá, entra por favor —dije, el meneo la cabeza negando, pero aun así camino hacia adentro de la casa, esto solo reforzaría el concepto que tenía de Valerio.
—Lamento llegar a tu casa de manera tan abrupta, tío. Te aseguro que mi intención no es molestar y mucho menos perturbar la paz de tu casa.
Me sentí de alguna manera culpable, porque sé que mi expresión era todo menos feliz, por su presencia en mi casa.
—No te preocupes hijo, esta será tu casa, no tienes por qué sentirte apenado, ven pasa.
Las palabras de Valerio me dejaron en claro lo poco que le importaba mi opinión de nueva cuenta. No era la primera vez, siempre había sido así, se hacía lo que él disponía.
Una vez que el intruso estuvo dentro, Valerio lo llevó primero a la sala donde nos presentó de manera formal.
—Imperio Acosta Carranza mi esposa, Silvestre Acosta mi suegro y Ofelia Carranza Acosta mi hija
La voz de Valerio estaba impregnada de regocijo y orgullo, mientras yo no podía apartar la extraña sensación de que mi vida no volvería a ser la misma a partir de hoy.
—Tristán Alfaro Carranza.
Él se presentó de nuevo para mi hija y mi padre. Entonces más tarde descubrí que tuve una cuñada a quien nunca conocí y un sobrino de veinticinco años que viviría a partir de ahora con nosotros ¿Por qué? Era la pregunta que Valerio estaba obligado a responderme.
Sin embargo, no fui capaz de cuestionar la decisión de mi marido, estaba tan acostumbrada a aceptar lo que Valerio disponía y esta vez pese a mi enojo y malestar no fue la excepción. Mi padre tenía razón, Valerio no me tenía en cuenta para las decisiones importantes.
—Sirve la cena querida.
Escuché la voz de Valerio, me puse de pie y me dirigí a la cocina. Puse otro plato para nuestro invitado y serví antes de llamarlos a la mesa.
—La cena está servida, pueden pasar —dije esperando que todos se sentarán a la mesa.
Entretanto pensé que la familia de Valerio parecía tener algo con los accidentes, pues mis suegros habían muerto de esa manera y según el relato de Tristán, sus padres también habían fallecido de esa manera tan trágica. Por un momento sentí pena por él, no me estaba comportando como lo haría una tía, pero todo era demasiado abrupto para mí.
La cena pasó sin mayor contratiempo, comimos en silencio, pues mi padre no era partidario de tanta charla en la mesa, siempre decía que era un lugar sagrado y que los alimentos se respetaban. Después de dos horas, mi padre se despidió, Ofelia subió a su habitación molesta conmigo por no haberle dado permiso. Valerio subió a nuestra habitación a descansar y como siempre me quedé con todos los platos sucios.
—¿Te molesta si te ayudo?
Me llevé un susto al escuchar la voz de Tristán a mis espaldas, no lo había sentido llegar, creí que Valerio se había ocupado de enseñarle su habitación.
—¿No estás cansado? —pregunté. Él negó antes de hablar.
—He dormido mucho en el autobús mientras estaba de camino. Realmente no quiero ser una carga para ti y para mi tío. Solo necesito un lugar donde vivir, mientras consigo un trabajo para poder pagarme un lugar.
Sus palabras me hicieron sentir culpable. Y antes de darme cuenta, él estaba fregando los platos.
—No tienes por qué hacerlo, puedes ir a descansar, me ocuparé de esto —dije, pero él negó.
—No te preocupes. Además, no me parece justo que seas la única que tenga que limpiar, hemos comido todos.
Sus palabras me hicieron recordar que Ofelia y Valerio, nunca tenían en cuenta eso, solo terminaban de comer y cada uno se ocupaba en sus cosas, sin importar si yo estaba o no cansada. Una vez que termine de arreglar la cocina con ayuda de mi nuevo sobrino. Me despedí de él, no sin antes agradecerle por su ayuda y subí a mi habitación.
Me di un baño de manera rápida, ya Valerio estaba en la cama, leyendo un libro y parecía estar sumergido en él, me senté frente al tocador, mientras secaba mi cabello y sin poder contenerme más pregunté.
—¿Qué es lo que ha ocurrido? —él me miró y con rostro de fastidio respondió:
—Mi madre no fue la primera esposa de mi padre. Amy es mi hermana mayor a quien no tuve oportunidad de conocer. Me contacto tras la muerte de mis padres. No supe en ese momento como tomarlo así que dejé que el tiempo hiciera su trabajo. Luego nos hicimos cercanos a través de llamadas y cartas, fue así como supe de Tristán, como comprenderás no puedo dejarlo solo, si está en mis manos ayudarle, está en una ciudad que no conoce.
Me giré para verlo, podía ver cierta molestia en su rostro e imaginaba que era por mis preguntas.
—No quiero parecer quejumbrosa, pero él es suficientemente mayor para tener su propio departamento, ¿Por qué tienes que hacerte responsable de él? —pregunté caminando hacia la cama para acostarme después de un largo día.
—No conocía Amy y Tristán es mi único lazo con ella. Además ¿Por qué tiene que pagar renta, cuando puede vivir con nosotros? Por supuesto él ha prometido ayudarnos con los gastos de la casa, no lo veas como una carga, más bien míralo como una ayuda y bien que nos vendría, los gastos de Ofelia no son cualquier cosa.
No podía creer las palabras que escuchaba salir de sus labios, nunca antes se había quejado de los gastos de Ofelia, era nuestra única hija
—Entiéndelo por favor y no te comportes egoístamente
—¿Qué? No puedes llamarme egoísta, solo estoy preguntando la razón Valerio. Además, me preocupa, debes entender que tengo una hija de dieciocho años y él es un hombre de veinticinco —expresé rápidamente, debía pensar en el bienestar de mi hija primero, pero fui callada abruptamente por las palabras de Valerio.
—Lo he decidido Imperio, soy el hombre de esta casa, el que asume los gastos de todo, por lo que no tienes ningún derecho a tratar de revertir la decisión que he tomado con respecto a Tristán, se quedará por el tiempo que él lo desee.
Permanecí callada ante la actitud de Valerio, sobre todo cuando se giró para darme la espalda y dar por zanjada la conversación.
—Lo siento, no quise molestarte —susurré, sin comprender por qué estaba disculpándome. Era la casa de mi padre ¿Por qué le permitía tratarme de esta manera? ¿Tenía razón mi padre al decir que me dejaba dominar por Valerio?
—Lo sé cariño, perdóname no debí gritarte.
Se giró para verme, sus manos se posaron sobre mi cintura y sentí un ramalazo de placer.
—No te estoy pidiendo mucho cariño ¿Verdad?
Negué, ante su pregunta. Su mano se apoderó de uno de mis senos y los estrujó con fuerza, haciéndome gemir ante el acto.
—Lo sé cariño, estoy siendo injusta contigo. Te prometo que haré un esfuerzo para darle a tu sobrino una familia —acepté mientras su mano apartaba la tira de mi camisón dejando expuesto mi seno, él llevó sus labios y atrapó mi pezón el cual succiono ligeramente antes de apartarse
—Si no hubiese tenido aquel accidente en el trabajo, estoy seguro de que tendríamos al menos otros dos hijos.
Susurro sobre mi duro botón, levantó su rostro, sus labios atraparon los míos, haciendo que una corriente de deseo ardiera dentro de mí, mojando mi intimidad, deseando por más.
—Lo siento Imperio, lo siento.
Con esas palabras se apartó de mí, giró su cuerpo sobre su lado y apagó las luces. Dejándome de nuevo con esa sensación de frustración. Me acomodé el camisón, me giré sobre mi lado y lloré en silencio.
Deseaba que las cosas fueran diferentes entre nosotros, pero sabía que era esperar en balde. Era una mujer de treinta y ocho años y necesitaba sentirme deseada, amada, sentir la pasión correr por mis venas, algo que con Valerio no tenía desde hace mucho tiempo.