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MUJER PROHIBIDA

SINOPSIS

Él perdió la esperanza de encontrar el amor de su vida. A la única mujer que amó fue a la novia de su gemelo que ahora era su esposa, a Camilla, sin embargo, la perdió porque a pesar de que ella lo amó primero, él desdeñó su amor e hizo burla de ella despreciándola y fue solo cuando su hermano decidió conquistarla que se dio cuenta de su error, pero fue demasiado tarde.

Siempre chisteaba con su hermano cuando tenía veinte años y en los años sucesivos, que tal vez la mujer de su vida no había nacido o aún era muy joven y debía esperar muchos años más para conocerla, sin embargo, nunca se imaginó que la vida tomaría sus palabras al pie de la letra y le había hecho semejante jugada. 

Ahora,  a sus treinta nueve años estaba completamente enamorado de una chiquilla de veinte, quien para colmo era la hija de su mejor amiga y de un ex policía de las fuerzas especiales italianas y como si eso no era suficiente, todos lo veían como si él fuese un tío. En verdad no comprendía quien había echado una maldición en su vida para que nunca fuese feliz ¿Será que podía ir en contra de todos por el amor o simplemente no había nacido para ser feliz?

©Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra por cualquier medio o su adaptación sin la autorización expresa de la autora.  Registrado en Safecreative bajo el número 2009215402478.  

Esta novela es producto de mi imaginación, por lo cual es ficción, no está basado en hechos ni personas reales, si encuentra alguna similitud con un caso de la vida real es pura coincidencia. Los conflictos de los protagonistas o su forma de resolverlos no me definen ni implica que yo avale sus métodos de solucionarlos. 

Esta novela contendrá sexo explicito, lenguaje subido de tono y tocará tema de las relaciones de diferencia de edad, si no puede soportar situaciones o escenas de este tipo, entonces le sugiero buscar otra historia y abstenerse de continuar con esta.  

CAPÍTULO 1. EL ENCUENTRO

Me encontraba en mi casa armando las últimas piezas de un proyecto de construcción de un vehículo, el cual comencé a armar hacía unos meses atrás. Vivía solo en una mansión ubicada en una de las zonas más costosas de la ciudad, Piazza di Spagna. ¿Quién lo iba a pensar? Camillo Ferrari a pesar de tenerlo todo no tenía nada.

Mi vida profesional era un completo éxito, no solo era ingeniero automotriz, también había estudiado administración de empresas y aún seguía al mando del emporio de los Ferrari. Había aumentado el patrimonio más de diez veces en las casi dos décadas, con la ayuda de mi hermano Taddeo y su esposa. Quien a pesar de tener más de cuatro años retirado de las carreras de Fórmula Uno, donde ganó múltiples campeonatos convirtiéndose en el mejor piloto de carreras del mundo, nunca quiso ponerse al mando de los negocios, dejándome a mí; aunque los resultados habían sido producto de un trabajo en equipo, por supuesto bajo mi absoluta dirección.

Cuando le pedía hacerse cargo de las empresas, se negaba, alegando que él tuvo la Fórmula Uno y yo tenía las empresas Ferrari; mi hermano se cuestionaba porque yo de pequeño quise ser futbolista, no obstante, las atenciones de mis padres e incluso de todos quienes nos rodeaban se concentraron más en su carrera, prestándole poca o ninguna atención a mis intereses y dejando a un lado mis sueños.

Por esas razones, las primeras más de dos décadas de mi vida, fui un rebelde, buscaba apoderarme de todo cuanto quería mi hermano, hasta un día, cuando  lo conseguí en un bar totalmente destruido queriendo morirse porque intenté engañar a su novia haciéndome pasar por él, pero para su buena suerte ella me descubrió.

Esa situación me hizo reflexionar, haciéndome corregir todo lo que hasta ese momento había estado haciendo mal. Después ocurrió lo de su accidente donde casi pierde la vida, creí morir. Allí supe, el profundo amor sentido por mi hermano, era a quien amaba más en el mundo y si llegase a faltar, mi vida también se iría con la suya.

Hoy día éramos los mejores amigos, él y su esposa se preocupaban demasiado por mí, me presentaban cuantas mujeres conocían, deseando terminara enamorado de alguna de ellas, aunque hasta ahora todos sus intentos habían sido infructuosos, porque para mí pesar, siendo un genio en los negocios, mi éxito profesional no se trasladaba a la vida amorosa, esta era un desastre total.

La lista de amantes ya no recordaba cuántas habían sido, sin temor a equivocarme la mitad de las femeninas de Italia activas sexualmente habían tenido sexo conmigo ¿Piensan es una exageración? Pues no, sobre todo en los primeros años de mi treintena andaba como loco buscando el amor, tenía obsesión con la idea, pues veía a todas mis amistades y los allegados de mi generación encontrando pareja, casándose, hasta teniendo hijos mientras yo seguía soltero. Hoy día, todos ellos tenían sus hijos grandes y yo aún no tenía ni el primero y a decir verdad no creía llegar a tenerlos.

Hasta ahora, ninguna mujer había logrado cautivarme para ser capaz de arriesgar todo por ella, solo sentía excitación sexual, nunca esas sensaciones de querer pasar el resto de mi vida con una persona, de sentir mariposas revoloteando en el estómago, ni los corrientazos recorrerme el cuerpo, esas tonterías jamás las había sentido.

No obstante, en el pasado solo dos mujeres fueron más especiales frente a las otras, mi cuñada Camilla y mi mejor amiga Alondra, pero para mí infortunio, ambas escogieron sus caminos, yo no estaba en sus trayectos.

Mi vida eran mis sobrinos, los amaba con intensidad, ellos eran quienes le daban alegría a la casa y sabor a mi existencia cuando venían a visitarme. Tenía siete sobrinos de sangre, hijos de mis tres hermanos, porque hasta el más pequeño de veinte años tenía un hijo, además de cuatro sobrinos putativos, los hijos de mi mejor amiga Alondra, quienes también me llamaban tío.

Solo tres de ellos me visitaban, pues la mayor Camilla Valphí, se había ido a Venezuela a casa de unos tíos, como una medida de sus padres para enseñarle humildad porque no querían a una chica caprichosa y soberbia como lo había sido su madre en la juventud, mas hoy retornaba después de tres años de ausencia. Aunque yo tenía como más de seis de no verla

En verdad, no tenía ganas de salir de mi casa, estaba cómodo trabajando en este proyecto, pues en este momento, solo eso me llenaba de satisfacción porque en realidad esas escenas familiares terminaban entristeciéndome, al darme cuenta de todo lo que carecía. No entendía ¡Qué carajos le hice a los dioses del amor a Eros y Cupido! quienes nunca me permitieron encontrar el amor.

A estas alturas,  no creía lo consiguiera, aun cuando seguía siendo un hombre de buen parecer, porque me conservaba muy bien a mis casi cuarenta años, pareciendo de diez menos, porque era un asiduo fanático del ejercicio. Sin embargo, había perdido el interés en el amor, solo deseaba follar y follar. Si una mujer me gustaba, mostrando el mínimo interés por mí, no dudaba de llevármela a la cama y siempre terminaban complacidas, incluso muchas terminaban llamándome «El dios del sexo».

Si, lo reconozco soy el puto más puto, de esos a quienes las mujeres llaman un perro, me falta solo la cola porque haciendo el amor hasta ladro. Así les gustaba a todas, hacían filas en la oficina y en el apartamento para pasar la noche conmigo. Era raro el día cuando no tenía sexo con alguna, normalmente por estar ocupado en algún proyecto en la mansión, nunca había traído a ninguna mujer hasta acá, este era mi santuario. A pesar de la habitación de juegos construida allí, jamás la había estrenado con nadie.

Me levanté del asiento, estiré el cuerpo, haciendo con mis huesos un leve crujido, pese a estar negado a salir no podía hacerles ese desaire a mi mejor amiga y a su familia. Tomé mi celular, revisé en la agenda para ver a quien invitaba para no llegar solo.

No me gustaba crear falsas expectativas en las mujeres, había unas a quienes invitaban a un evento familiar, y empezaban a escuchar campanas de bodas; Para mi mala o buena suerte no había nacido, creo ya no lo haría, la mujer capaz de idiotizarme a tal punto de querer llevarla al altar.

Revisé mi agenda actual, donde se podía observar el nombre, fotos y dirección de las mujeres a quienes había frecuentado en el último par de meses, con sus hobbies, también algunos datos importantes sobre ellas, para evitar confundirme y hacerlas sentir especiales; porque aunque les dejaba claro, mis intenciones de no ir más allá del mero placer sexual, no estaba nunca demás hacerlas sentir como unas reinas, mis reinas.

Luego de pasearme entre unas cuantas escogí al azar a Ivanna, ella era la afortunada del día de hoy, la llamé, respondió a la primera timbrada, antes de hablar ya ella lo estaba haciendo.

—Aló. Estoy sorprendida, ¡No lo puedo creer! Estoy hablando con Camillo Ferrari, después de tanto tiempo —pronunció sin dejar de mostrar alegría por mi llamada.

—Hola, Ivanna, también me contenta escucharte. Si ha pasado algún tiempo, mas el día de hoy amanecí pensando en ti. Por eso quería invitarte a una fiesta para darle la bienvenida a una sobrina —le propuse, mientras esperaba con ansiedad la respuesta, porque de no hacerlo debería encontrar otra compañía.

— ¿Pero tus sobrinas no son muy pequeñas para estar recibiendo fiestas de bienvenida? —Interrogó extrañada.

—Bueno, en realidad no es una sobrina de sangre, es la hija de mi mejor amiga, es hoy a las ocho de la noche ¿Estarás disponible? —Pregunté queriendo conocer de una vez su opinión para saber a qué atenerme.

— ¡Por supuesto! Sabes, siempre estoy disponible para ti. Voy a comenzar a arreglarme para cuando vengas estar lista —se despidió contenta.

Corté la llamada, respiré profundo, deseando que Ivonne, fruncí el ceño, o ¿cómo era? Revisé el celular nuevamente era Ivanna, esperaba no confundirme, no se pusiera intensa.

HORAS DESPUÉS

Pasé recogiendo a Ivonne a la hora acordada, apenas me vio se me fue encima, era una mujer bastante encantadora, muy bien proporcionada con unas grandes tetas que podían ahogarme por sus dimensiones. Después de responder un momento a sus besos y a sus caricias decidí dirigirme a la casa de mi amiga y su familia, ubicada en una zona alejada de la ciudad.

Las atenciones de la mujer me habían dejado bastante encendido, tenía una gran erección resaltando en el pantalón, por lo cual debía poner remedio a ese asunto antes de llegar a casa de mi amiga y me vieran de esa manera, porque sería la causa de conmoción de todos. La razón de mi libido tan elevado, se debía a la concentración absoluta en el proyecto, por lo cual tenía varios días sin tener sexo, más las caricias de Ivonne, terminaron de hacer lo propio. ¡Maldición no es Ivonne! Es otro nombre, aunque ya lo olvidé.

Estacioné el auto detrás, para ingresar por el patio trasero de la mansión de mi amiga y no por la parte delantera, quería aprovechar para tener sexo con Ivanna. Además esta no había dejado un solo momento de estimularme tocando mi pene, estaba tan erecto que temía ser capaz de correrme a penas me enfundara en ella.

Al bajar del auto, la tomé de la mano, caminamos por el jardín, estaba ardiendo del deseo, recorrimos la caminería, nos metimos por un pequeño bosquecito. Sin pronunciar ninguna palabra, la puse de espaldas a mí, inclinándola hacia adelante mientras le subía el vestido, apartándole el panty, abrí la cremallera liberando mi pene, me lo acaricié un momento mientras tenía a la vista el hermoso trasero, busqué un preservativo en el pantalón porque nunca tenía sexo sin el, pues para mí, sin gorrito no había fiesta, lo coloqué e introduje mi polla en ella de un solo embiste.

Empecé a moverme con fuerza haciendo sonar mi pelvis con sus nalgas, entretanto la mujer no dejaba de proferir sonoros gemidos, eso aumentaba la excitación, haciéndome clavar mis manos en lo voluptuoso de sus caderas, penetrándola más profundo con cada estocada. Cuando estaba a escasos segundos de correrme, escuché unas risas, después una chillona voz que casi provocó explotaran mis tímpanos.

— ¡Por Dios! Hay que ver que es usted el colmo del descaro ¿Cómo se atreve a agarrar los jardines de mi casa para culear? —Profirió la voz de una mujer que por su entonación estaba bastante cabreada. La sola voz, logró bajarme la fuerte erección que hacía pocos segundos exhibía, de un solo golpe mientras me preguntaba ¡¿Qué carajo iba a hacer ahora?!

“Si está en un callejón sin salida, no sea tonto… salga por donde ha entrado.» Jorge Bucay.

CAPÍTULO 2. ACUSACIÓN INFUNDADA

Salí del salón donde se estaba realizando la celebración con un grupo de mis amigas a quienes no había visto desde mi partida a Venezuela. Decidimos ir a sentarnos a uno de los bancos ubicados en la zona boscosa del jardín. Comenzamos a conversar mientras caminábamos.

—Camil, ¡No puedo creerlo! —exclamaba Brigitte mientras les contaba mis anécdotas.

—Si amiga fue la experiencia más traumática de mi vida, sobre todo porque me había ido de aquí, normalmente cuando uno va a un baño en una estación de servicio está en condiciones, pero en esa vía de Calabozo a San Fernando de Apure no, entonces me bajé del auto para orinar en el pleno monte, cuando ese toro comenzó a seguirme, salí corriendo con mi ropa interior por las rodillas, sin importarme ser vista, mientras mis primos se estortillaban de la risa, ellos divirtiéndose a costa de mi mal momento, juro creí morirme del susto y después de la vergüenza.

Mis amigas y yo no parábamos de reír con los cuentos sobre mi estadía, porque aunque ahora parecía chistoso, en su momento significó una lección de vida para mí.

De pronto, empezamos a escuchar los fuertes gemidos de una mujer, gritaba demasiado, parecía la estaban matando, nos acercamos a la fuente del ruido, observamos a una mujer inclinada hacia adelante, mientras un hombre ubicado en su parte trasera la tomaba por sus caderas, la golpeaba con su… ¡Por Dios! ¡Qué atrevimiento! Pensé enfadada, cuando iba a caminar hacia ellos mis amigas me sostuvieron del brazo, yo estaba tan cabreada no quise atender razones, me parecía una falta de respeto verlos utilizar los patios de la casa de mi familia para semejante desfachatez.

Aparté de un manotazo las manos de mis amigas, no pude evitar que debido a la rabia mi voz saliera histérica con unos decibeles por encima de lo normal.

— ¡Por Dios! Es usted el colmo del descaro ¿Cómo se atreve a venir a los jardines de mi casa a culear? —Mis palabras eran en exceso vulgares, sin embargo, más asqueroso y fuera de las reglas de la buena costumbre, era eso que el par estaban haciendo de manera desvergonzada, sin ningún pudor.

El hombre se alejó de la mujer, se arregló su ropa, por la oscuridad de la noche no pude identificar su rostro, pero si pude percibir su timbre de voz, respondiéndome como si fuese yo quien estuviese faltando.

—¡Tú eres una fisgona! Deberías meterte en tus propios asuntos, no en los míos. Además, con esa voz tan chillona y mal educada, no creo tu familia tenga un jardín, sino más bien un circo para cobrar por escuchar tus insoportables alaridos.

Sus palabras provocaron, la agitación de mi sangre, iba a acercarme más a ellos, no obstante, mis amigas me detuvieron y esta vez Valet trató de apaciguar mi enojo.

—No le prestes atención Camil ¡Déjalo, no vale la pena! Tal vez sea alguno de los socios de tus abuelos o tíos, mejor vámonos. ¡Dejémoslo!

Estaba demasiado furiosa, no le hice caso a la recomendación de mi amiga, me giré aproximándome al lugar donde estaban el par de intrusos, mas como debí dar la vuelta porque los arbustos estaban entrelazados y no podía acortar el camino por allí, al llegar al lugar donde estaban, no los encontré, ya habían tomado otro camino, aunque, cuando giraron hacia la siguiente caminería la luz los iluminó, pude reconocer el traje, las facciones de aquel hombre, estuve segura, por  sus características correspondían a mi tío. Llevé mi mano a la boca y proferí una exclamación.

—¡Esto no puede ser! —Debo estar equivocada, pensé, mi tío Tad no sería capaz… él no, en cambio, su gemelo Camillo sí. Moví la cabeza reprochándolo mentalmente.

Ese señor mientras más viejo más sinvergüenza… mientras la voz de mi conciencia pervertida expresaba: “Viejo, pero su equipo le funciona muy bien, ¿No escuchaste los gritos de la mujer, cómo se retorcía…”? ¡Ya cállate! La paré en seco cuando me di cuenta del rumbo de esos pensamientos y me recriminé: ¡Estás loca Camil!

Mis amigas llegaron a mi lado, juntas deshicimos el camino andado para llegar allí. Agradecí tocaran otros temas diversos, para mi gran alivio no hicieron referencia en ningún momento a las escenas antes presenciadas y eso que hasta donde recuerdo, ellas tenían la mente bastante cochambrosa.

Llegamos al área de la fiesta mientras mis amigas seguían hablando como cotorras, tenían la capacidad impresionante de hablar más de cien palabras por minuto, entre las dos me tenían totalmente aturdida de tantas tonterías, a tal punto, de que pese a estar con ellas, sonreír cada cierto tiempo por su conversa, la verdad, no les estaba prestando la más mínima atención a sus comentarios, mis pensamientos se habían quedado concentrados en evocar lo ocurrido hacía unos instantes en el jardín, como ese hombre tomaba a aquella mujer con fuerza por las caderas, ella gemía gozosa, y para mi absoluto tormento deseaba con todas mis ganas estar en su lugar.

Esto no podía estar pasándome, pensé, imploraba porque uno de los protagonistas de esa escena no haya sido alguno de mis tíos, aun cuando era evidente y en mi interior lo sabía, solo podía tratarse de alguno de ellos. Decidida a averiguar la identidad de aquel hombre, empecé a caminar entre las mesas de los invitados, noté la ausencia de mi tío Taddeo, esposo de mi tía Camilla, hermana de mi padre.

Me negaba a creer se tratara de él, pues para mí ellos eran una de las parejas más hermosas, sólidas, vista alguna vez; no solo lo decía por el aspecto físico, pues también eran bastante lindos.

Mi tío tenía un aspecto envidiable, unos ojos azules que muchas veces podían llegar a tornarse grises, su cabello oscuro con unos reflejos dorados, piel clara,  con más de un metro ochenta y cinco de estatura, mi tía de ojos celestes, de más de un metro setenta, un cuerpo bien proporcionado.

No obstante, lo más destacable de ellos era su relación, la ternura de mi tío y el trato amoroso para con su esposa e hijos, casi nunca se enfadaba. Yo lo admiraba, me sentiría muy decepcionada si llegase a comprobar su participación en los hechos ocurridos hace escasos minutos antes en el jardín.

Comencé a buscar como loca, hasta conseguir a mis tíos, mis abuelos, los padres de mi tío Taddeo, también a mis padres conversando en el salón, me acerqué a ellos, comprobé que el traje vestido por mi tío era el mismo usado por el hombre allí afuera, no pude simular mi decepción, menos aún ocultar mi rabia; sin ponerme a pensar en las consecuencias de mi reclamo y del conflicto que podía generarse, pregunté:

—Tío Taddeo, ¿Ha visto a… —no sabía cómo llamarlo porque no lo veía como tío aunque todos mis hermanos lo llamaban así —, mi tío Camillo? —Lo interrogué porque eso me permitiría saber si su gemelo había llegado.

 —Princesa, se saluda primero más aún si tenemos tiempo de no vernos —expresó abrazándome cariñosamente para después responderme—. Mi hermano aún no llega.

Al escuchar su respuesta, fue como un balde de agua fría, era la mayor prueba para aclarar la situación, por eso no lo dude ni un solo instante, el hombre allí afuera era él y con un tono de voz gélido le interrogué:

—¿Qué hacía usted en el jardín tío?

Su rostro palideció, cuando comenzó a hablar su tono era titubeante, eso para mí era una clara prueba de su culpabilidad. Eso hizo sacar mi carácter endemoniado de la familia, la cual se debía a la vena latina que corría por mi sangre, esa mezcla de genes venezolanos, ecuatorianos, argentinos, italianos y españoles, producto del origen de mis abuelos; esa explosividad e impulsividad, bulleron en mi interior, saliendo como la lava desbordante de un volcán.

—¡Usted es un sinvergüenza, descarado! —Todos los presentes se quedaron impávidos viendo mi enojo y actitud beligerante.

La primera en hablar fue mi madre —¿Qué te sucede Camil? ¿Por qué le hablas de esa manera a tu tío? Más respeto para él —me recriminó.

—El respeto se gana, se cultiva, creo esa palabra le queda grande a mi tío. Él era mi ídolo, su relación con mi tía era mi bastión de las relaciones de parejas y ahora sale con esas cochinadas —el rostro de todos era de desconcierto, mi tío fruncía el señor como si fuese inocente, si no lo hubiese visto pensaría lo mismo, pero él me había confesado donde estuvo hace un momento, allí afuera donde lo encontré siéndole infiel a mi tía.

—Camil, no sé qué te está pasando, pareces una niña malcriada, no voy a permitir continúes ofendiendo a tu tío—dijo mi tía Camilla bastante enojada.

—Ofensa fue la hecha por él, irrespetando esta casa como si fuese su hotel particular —ante mis palabras todos pusieron gesto de sorpresa.

—¡Creo estás equivocada! —afirmó mi tío Taddeo con desconcierto.

—¡Ningún me equivoqué! —. En ese momento llegaron mis amigas, se ubicaron cada una a mi lado para darme su apoyo—. Este señor estaba afuera en la zona boscosa del jardín teniendo sexo con una mujer, la tenía inclinada hacia adelante mientras él le daba por detrás, mis amigas pueden dar fe de la veracidad de esos hechos.

Todos abrieron los ojos desmesuradamente ante mis palabras, hasta a mí se me ruborizó el rostro al pronunciarlas, mientras algunas miradas empezaron a ver acusatoriamente a mi tío Taddeo, quien negaba insistentemente con su cabeza y mi tía Camilla me miraba molesta, sin poder creer en mi acusación.

“Se dice que existen tres clases de testigos: Los que han visto bien, pero dudan de lo visto. Los que han visto mal, sin embargo, creen haber visto bien. Y los que no han visto nada y aseguran haberlo visto todo.”  Marco Aurelio Almazán.

CAPÍTULO 3. LA HIPOCRESÍA DEL PUDOR.

Después de una hora, estaba nuevamente llegando a casa de mi amiga Alondra. Debí irme,  porque Ivanna estaba apenada, se negó a entrar a la fiesta por cuanto habíamos sido descubiertos en una posición bastante comprometedora.

No pude evitar reírme al recordar la escena y el desquicie de la mojigata. A pesar de persuadir a Ivanna para quedarnos, ella se negó categóricamente. Además, su vestido se había arruinado, pues después del incidente se puso a llorar y el maquillaje corrido manchó la parte superior de su vestido. La pobre parecía un mapache y al final preferí llevarla a su casa.

De regreso pasé a mi departamento, ubicado de camino, para volverme a bañar y quitar de mí esa desagradable sustancia pegajosa, dejado por  nuestros fluidos. Me vestí y nuevamente volví a la casa de mi amiga Alondra.

Vestí una ropa más informal a la anterior, esta vez decidí estacionarme frente a la fachada principal, caminé hacia el interior de la casa antes de acudir a la zona donde se celebraba la fiesta. Me desplacé por el amplio pasillo, cuando estaba a punto de llegar al salón, escuché esa voz, la cual jamás olvidaría por el resto de mi existencia. La chillona mojigata que interrumpió mi momento de placer con Ivanna.

— «No me equivoqué, este señor estaba afuera en la parte boscosa del jardín teniendo sexo con una mujer, la tenía inclinada hacia adelante mientras él le daba por detrás y mis amigas pueden dar fe de la veracidad de esos hechos» — la escuché decir, me sonreí, mi pobre hermano estaba siendo víctima de la demonia esa, quien al parecer no solo tenía el defecto de la mojigatería sino también era una chismosa. No pude evitar soltar una carcajada al imaginarme la cara de mi perfecto hermano.

Cuando entré ella estaba de espaldas a la entrada, por ello no se fijó en mi llegada, sin embargo, las miradas de los presentes, ubicados frente a la puerta, se posaron en mí.

— ¡Esa voz chillona tan insoportable! —Exclamé burlesco —,Debe añadírsete dentro de tus cualidades, además de ser una atrevida y falta de respeto, no tienes la mínima noción de comedimiento —expresé mientras la chica giraba hacia mí con su rostro ruborizado del enojo.

No obstante, fruncí el ceño ante los chispeantes ojos de Alondra, la conocía suficientemente bien, para saber que solo se le ponían así cuando estaba enojada, lo cual me extrañaba en gran manera porque yo no le había hecho nada para justificar esa mirada.

Bueno, aunque podría haber concluido, de que el hombre en los arbustos, teniendo sexo con una mujer, era yo; y si de lo contrario tenía alguna duda, la dilucidó al escuchar a la chismosa.

—Definitivamente el cinismo no se mide —expresó la jovencita y había algo en ella, bastante familiar, me recordaba vagamente a alguien, pero buscaba identificarla en mi mente y no lograba ubicarla —. Discúlpeme tío Taddeo por haberlo acusado injustamente, cuando el culpable, está claro, no es nadie más, sino este señor ante mi presencia.

» No se podía esperar menos de usted Camillo Ferrari, maña vieja no es costumbre. Es un inmaduro, viejo verde, sin el mínimo sentido de la moral y el respeto. Exhibiéndose cuán adolescente en un jardín de una casa ajena,  abusando de la hospitalidad de quienes de manera ingenua lo invitaron.

Las palabras de la mocosa me dieron duro, tan fuerte, que si hubiesen sido golpes estaría noqueado y alguien haciéndome el conteo.

 — ¡Oh sí! ¡Señorita madurez! Me imagino cuan aburrida debe ser tu vida, eso explica su amargura. Además ¿Quién te mandó de fisgona ha meterte en lo que no debías? — ¡Ya va! ¡No puede ser! ¿Dijo tío Taddeo? si lo llamó de esa forma significa…acaso ella es… ¡No puede ser!, eso explicaría la molestia de Alondra y de Felipe, si las miradas lanzaran proyectiles, yo estaría muerto en este momento acribillado. No pude simular la expresión de mi cara.

— Me imagino por su gesto,  ya cayó en cuenta de quién soy yo. Por eso no hay nada más desatinado aquí, como lo son sus argumentos, de paso mal estructurados —indicó con suficiencia.

Como había leído en cierta ocasión en el libro «El arte de la guerra» de Sun Tzu, «La mejor defensa es un buen ataque», definitivamente esa era la táctica más conveniente para mí en ese momento.

 —Si tus padres te enviaron a Venezuela, según a aprender humildad y consideración por las personas, creo han perdido su tiempo y su dinero,  porque volviste más maleducada e insoportable. Creo  debieron haber corregido esa situación dándote unas cuantas zurras y así te enseñaban a respetar —le dije molesto.

Entretanto, todos nuestros familiares se mantenían en silencio, sin interrumpirnos desviando la vista del uno al otro dependiendo de quién hablara, como una especie de juego de pingpong.

— Si te atreves, ¡dámelas tú! —Espetó la chica retadoramente.

Sus palabras me provocaron un corto circuito cerebral, pues se lo tomó en serio, no pude evitar imaginarme desnudándole el culo y golpeándoselo con una fusta, con solo ese pensamiento, mi pene comenzó a levantarse, debí pensar en otra cosa para evitarlo, porque si me veían me terminarían creyendo un pervertido.

Para mi buena suerte la mojigata siguió hablando.

—. Me imagino sabes mucho de eso —respondió irónica —. Porque tus padres han de haberte dado unas cuantas, por eso eres un dechado de virtudes, demasiado, estoy ansiosa por seguir compartiendo con una persona con tan excelentísima educación como tú —manifestó sarcástica.

— ¿Sabes qué? No tengo por qué aguantarme insultos de una niñata con complejo de perfecta —declaré irritado.

— Y yo tampoco tengo porque aguantarme un tipo tan imperfecto como tú, y como la fiesta es en mi honor, desde ahora te declaro persona no grata. Espero sepas dónde está la puerta. —afirmó.

 —Ya estuvo bien Camil, aunque la razón te asista en algunos aspectos, no puedes correr a tu tío Camillo —habló con firmeza Felipe.

— ¡¿Tío mío?! —Exclamó con sorpresa la chica —, ¡Ni lo quiera Dios! Realmente ni recuerdo cuando lo vi así y lo idolatré, pero ahora no, veo su verdadera cara, solo es un toripollo, cuerpo de toro y mente de pollo; él no ha cobrado sentido de ser un adulto, quiere seguir viviendo la vida como si esta fuese un completo juego y él fuese un jovencito. Es mentira, su argumento de querer encontrar el amor, eso a él le tiene sin cuidado, lo hace porque es en lo único donde se siente puede destacar, entre las mujerzuelas que se busca.

Nuevamente sus palabras las sentí como un fuerte golpe en mi hígado, no solo me causaron dolor, sino también escozor en la piel, la tomé del brazo y le espeté.

—¡Basta! Tampoco me interesa tener una grosera como tú de sobrina, los míos son educados, no unos resentidos mal hablados como tú.

» En verdad desconozco el motivo de tu enojo ¿Qué te duele? ¿Acaso será el haberme visto teniendo sexo y complacer a una mujer? —.Y sin importarme la presencia de nuestros familiares, seguí expresando —, la envidia te carcome porque te hubiese gustado estar en la posición de ella, entiendo ningún hombre te ha hecho vibrar como lo hice yo con ella —sin embargo, mis palabras quedaron acalladas cuando sentí una cachetada cruzar mi rostro, dejándome un fuerte ardor en mi mejilla mientras se giraba, retirándose del lugar, acompañada del par de amigas.

Y lo más inverosímil de todo, los presentes en vez de recriminarla por su agresión y su actitud grosera, enfilaron en mi contra, observándome con ganas de matarme «¡Cuerdas de hipócritas!» Exclamé en mi interior, como si no se tratara de puros adultos y el sexo no fuese tan natural como tomar agua, además esas jóvenes no eran tan inocentes, por lo menos no las otras dos ¡pobres crédulos!

— ¿Saben qué? Mejor me voy y tu Alondra ve si educas a tu hija, es una altanera e insoportable, ¡Adiós! —Exclamé mientras salía molesto, sin seguir un minuto más allí.

No debí ir a esa fiesta, me hubiese sido más provechoso haberme quedado en casa, porque ahora no solo no pude follar con Ivanna, estaba a punto de subirme por las paredes por haber sido interrumpido justo en el momento de mi liberación, ahora también había ganado a pulso la enemistad de mis familiares y personas más cercanas, por culpa de la mocosa insoportable.

Llegué a mi casa y apenas entré, comencé a desabrocharme la ropa, subí a mi habitación, terminé de desnudarme y me coloqué un mono deportivo, porque hoy debía realizar un esfuerzo físico hasta agotarme, pues de lo contrario no podría dormir, pues por ese día el sexo estaba descartado, no me quedaba más alternativa, sino la de sustituirlo por un par de horas en el gimnasio de mi casa.

Entré al gimnasio y empecé mi entrenamiento, sin embargo, mientras hacía mi rutina de ejercicios, no dejaba de pensar en las fuertes palabras proferidas en mi contra por la «malcriada», pero mientras más trataba de desechar esos recuerdos, más se manifestaba la voz chillona y atormentadora de la muchacha…

Me había dicho ¡viejo verde! Yo no estoy viejo, aún soy joven, además no represento mi edad, parezco de unos diez años menos, esa era una característica familiar, siempre parecíamos más jóvenes de lo que realmente éramos.

Dejé los ejercicios y me paré frente al espejo, observé mi cuerpo bien formado, mis bíceps, mis tríceps, mi abdomen bien marcado, mis pectorales, luego acerqué mi rostro al espejo y no me vi arrugas.

—¡Mocosa estúpida! ¡Impertinente! No soy ningún viejo verde, soy un hombre joven y no será una niñata quien me haga acomplejar —proferí mientras terminaba mi rutina de ejercicios.

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La sangre me hervía, debí haberme quedado allí y darle unas cuantas bofetadas más, para enseñarlo a respetar. Era un gran abuso e irrespeto de su parte decirme que estaba envidiosa porque deseaba ocupar el lugar de la mujer esa. Quien solo jadeaba como una poseída, como si le doliera mucho la intromisión del bárbaro. Fruncí el ceño y me pregunté: ¿Sería eso doloroso? ¿Qué haces pensando en eso? me recriminé, intenté pensar y ocupar mi mente en otra cosa, no obstante, esa escena era reiterativa.

 Mis amigas me hablaban y yo estaba en la nebulosa nuevamente, pero esta vez, con claros indicios de excitación en mi panty, no era tan inocente para no darme cuenta de lo sucedido, con cada evocación de mi mente de la imagen donde él embestía a aquella mujer con fuerza, mi vagina palpitaba y se humedecía más, eso me causó terror y pegué un grito histérico.

—¡Ni loca, viejo verde!

Cuando giré la vista a mí alrededor mis amigas me miraban a la expectativa.

—¡Es un idiota! Y yo de mal pensada creyendo que se trataba de mi tío Taddeo.

—Mi querida amiga, no quieras evadir esta conversación, ¿Por qué gritaste de esa manera? —Me preguntó Valet, para luego mirarme sorprendida —¿Acaso te estabas imaginando con él? —inquirió mi amiga adivinando, mientras ambas me observaban acusadoramente.

 — ¡Están locas! Viejo verde y todo, mas lo veo como un tío —mentí porque para nada lo veía así, él simplemente era el hermano gemelo de mi tío político y para mi mala suerte mis amigas no me creyeron.

—Pero allá fuera dijiste, ¡¿tío mío?! ¡Ni lo quiera Dios! —me imitó Briggitte en un gesto de burla—, y me parece muy bien: ¿Le viste el tamaño de su pene? ¡Oh por Dios! Mis ojos se me iban a salir y mi coño comenzó a palpitar deseoso—expresó mi amiga con un gesto lujurioso.

— ¡Están locas! —Exclamé — ¿Cómo iban a ver su tamaño sí… sí…—mi lengua se atascó —, … Estaba oscuro y no se veía —agregué con celeridad.

— ¡Muy fácil! ¡Ven Valet! —, inclínate como estaba la mujer y yo soy el papacito de Camillo —pidió Briggitte y la otra se inclinó como le decía, mientras ella se ubicaba por detrás imitando los movimientos de Camillo —, ¡viste! él salía de ella más o menos como a esta distancia, eso quiere decir que ¡su polla es grande! Porque ella disfrutaba de lo lindo, verlo así con ella te juro mojó mi braga.

 —Y la mía también —respondió Valet—. De solo imaginarme estar en el lugar de esa mujer me da un cucacardio —decían riéndose—, no me importaría follar con un espécimen como él, me debe llevar al cielo en segundos —agregaba mientras no dejaban de imitar los movimientos y hacer expresiones obscenas, sin dejar de reírnos con las ocurrencias, aunque a mí también me ruborizaban.

—Seguro estás excitada —declaró Briggitte burlándose —. Déjame ver, acércate —para comprobar sus palabras, me tocó los senos para ver si los tenía erecto, mientras no dejaba de hacerle los movimientos a Valet.

Hasta ser interrumpidas, cuando sin tocar la puerta, aparecieron mis padres, quienes pusieron una cara a punto de desmayarse por la escena presenciada, mis amigas se quedaron en shock por haber sido encontradas en esa posición y yo quería que el piso se abriera en ese instante y me tragara, por la profunda vergüenza sentida.


“El pudor es una hipocresía enorme, aunque corriente, y consiste en no decir sino rara vez lo que se piensa continuamente.” Anatole France.

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