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Gloria es una chica recién egresada de la universidad, que llega a trabajar a una empresa donde conoce a un hombre solitario y amargado, Javier, el que resulta ser su jefe.

Javier es un hombre decepcionado del amor, duro con todos, pero en especial consigo mismo, hasta que aparece esa chiquilla llena de energía.

Una historia que se trata de las segundas oportunidades en la vida y amar sin restricciones, en especial a uno mismo.

Capítulo 1

Esa mañana iba feliz a su primera entrevista de trabajo. A pesar de que no tenía experiencia, porque venía saliendo de su titulación, las recomendaciones del jefe de facultad y de su jefe directo en su práctica laboral, la hacían tener confianza de sí misma. Y es que había salido con honores y se esforzó por ser la mejor estudiante.

Gloria Álvarez era la única hija de una modesta familia, que se ganaban la vida en el comercio dentro del barrio donde vivían. Sus padres, José y Esmeralda, la amaban y se sentían orgullosos de su hija. Pero no había sido fácil.

Ellos siempre la alentaron a que cumpliera sus sueños, pero la carrera de derecho le había mostrado en el segundo año que no era lo que esperaba para ella. Decidió, entonces, cambiarse a la carrera de contabilidad. Pensó que eso les ahorraría muchísimo dinero a sus padres, además de ayudarles con su pequeño negocio. Y pues, estaba dando frutos.

 Aunque otros lo podían considerar un tropiezo, para Gloria era un aprendizaje en su vida.

Con 24 años recién cumplidos y un montón de esperanzas en este trabajo, ser la asistente de la asistente del jefe de finanzas de una importante empresa de distribución, era su mejor oportunidad para empezar con el pie derecho en el mercado laboral.

Cuando se bajó del vagón, puso su mejor sonrisa y se dispuso a subir a la superficie. Estaba cerca del edificio y contaba con treinta minutos a su favor. Se acomodó su traje nuevo de dos piezas, de pantalón y chaqueta color gris perla, con paso decido caminó la cuadra y media que la separaba de su destino.

Al llegar a la esquina, esperó el semáforo verde para cruzar al otro lado, sin contar con que un conductor no respetaría el paso y avanzó. Le dio un enorme susto, que la hizo tirar su carpeta con su curriculum y todos los documentos que llevaba como respaldo a la entrevista. Más que su propia integridad, le importaba la de la carpeta, que se salvó por escasos centímetros de caer a un charco putrefacto de agua estancada, evidencia de las lluvias de hace una semana.

Miró con cara fulminante al conductor, quien no tuvo la menor intención de bajarse a ayudar o preguntar cómo estaba, un grupo de curiosos rodeo el lugar, pero ella no tenía tiempo para perder con un patán. Si se dedicó a memorizar su cara, y es que ella tenía el don de la memoria fotográfica y la de no olvidar a los idiotas como ese.

Terminó de cruzar la calle y siguió caminando, con la misma sonrisa, porque no le quedaba de otra. La actitud positiva era imprescindible en estos casos.

Cuando se paró frente al edificio, se sintió pequeña. Entró y se fue directo a la recepción, donde una pelirroja con pecas muy finas la recibió con una sonrisa.

-Hola, ¿en qué te puedo ayudar?

-Hola, tengo una entrevista con Nelly Gómez y Javier Sepúlveda.

-Mmm… ¿Gloria Álvarez? – ella asintió y la pelirroja le sonrió otra vez -. Piso 15, oficina 6. Que te vaya bien, linda.

-Gracias.

Que amable, pero claro, para eso le pagaban. Aunque por su experiencia, había gente que, pagándole enorme salario, atendía pésimo.

Tomó el ascensor y se dirigió a la entrevista. Gracias a la pelirroja recuperó la misma energía que tenía antes del incidente con el auto gris. Al llegar, había una mujer rubia, mayor de cuarenta, pero muy alegre. Le dio la bienvenida y le pidió que esperara sentada en un sillón de cuero negro. La oficina era enorme, tenía varias oficinas, algunas con paredes de cristal y mesas enormes con, al menos, doce sillas. De seguro esas se ocupaban para reuniones de grupo y conferencias.

Mira el reloj y ve que sólo faltan cinco minutos para la hora acordada. Ve pasar a una mujer tan mayor como la rubia que la recibió, nada más que esta dejaba ver matices grises en su pelo azabache. Usaba lentes negros y tenía un collar de perlas blancas precioso, que hacían juego con un traje de falda y chaqueta azul marino y blanco.

Entra a la oficina 6 y, así, Gloria supo que era la señora Nelly. Un minuto después, la mujer sale y la llama por su nombre. Le dedica una sonrisa, amable, pero sería a la vez. “Vaya, esta mujer no se anda con rodeos”, pensó. Le agradó de inmediato.

Al entrar, había un enorme escritorio de caoba. Tras él un sillón negro que miraba hacia la ventana que hacía de pared. La vista sería hermosa, si no hubiese tantos edificios alrededor. La señora Nelly le indicó que se sentara en una de las dos sillas frente al escritorio y ella se sentó en la otra, con una libreta y lápiz.

Gloria hizo lo mismo, sacó su libreta y un lápiz. Acomodó su carpeta bajo la libreta y esperó a que llegara el otro susodicho. De pronto, la señora Nelly habla:

-Don Javier, ya estamos listos para empezar – el sillón se gira y Gloria con sorpresa se encuentra con que el tipo del auto gris podría ser su jefe. Al verla, este frunce el ceño, pero nada más.

-Muy bien – toma una hoja… es su curriculum y Gloria lucha porque los nervios no la atrapen -. Señorita Gloria Álvarez, dígame: ¿por qué quiere trabajar aquí?

Y se larga con su discurso. Se dedicó a investigar la empresa, para no llegar tan vacía a la entrevista. Luego de sus palabras, Javier sin levantar la vista del papel, le vuelve a preguntar, la señora Nelly es quien toma nota de todo.

-Ya que su experiencia es nula, ¿cómo cree que puede satisfacer las necesidades de la empresa?

-Aunque no he tenido más trabajo que el de mi práctica laboral, fui la asistente de mi jefe de facultad. Me dediqué por cuatro años a ser una de los tutores de apoyo académico, ayudando a que más del 60% de los estudiantes con problemas pedagógicos subieran sus calificaciones – respira y continúa -. En mi práctica laboral, me hice cargo de la contabilidad de recursos humanos, básicamente mi responsabilidad era el pago de las nóminas.

-Muy bien – al fin se digna a mirarla y esboza lo que es una sonrisa un tanto malvada -. Si su jefe la atropellara, ¿qué haría?

Hasta la señora Nelly lo queda mirando. Es algo ilógico, pero Gloria le responde:

-Hay una fina línea que separan la ética de la moral. Por ética, tal vez no debería tomar acciones legales. Pero si la moral de mi jefe no le permite bajarse del auto para ayudarme, creo que mi ética no se encuentra atada de manos para nada.

Ahí tienes tu respuesta. La sonrisa malvada desaparece unos segundos y luego trata de ocultar una sonrisa, pero la diversión en sus ojos lo acusa.

-Señora Nelly, ¿alguna pregunta para la postulante? – la mira con respeto -.

-Ninguna, señor.

– ¿Y usted, señorita?

– ¿Cuándo podrían tener una decisión?

-Hay cuatro postulantes. Dependiendo si llegan todas y como vayan, hoy por la tarde o mañana por la mañana la señora Nelly tomará contacto con ustedes. Les dirá si quedan o no, así que espero que esté atenta a su teléfono.

-Por supuesto, a la hora que sea. Muchas gracias – sin dudas, se le estaba pasando el efecto de la valentía y quería salir de allí -.

La señora Nelly le extendió la mano, ella respondió de inmediato y luego, en un acto de pulcritud, Gloria hizo lo mismo con Javier, aunque a este le costó decidirse, al final le dio la mano para no quedar de atropellador y, además, grosero.

Gloria dejó la oficina y se fue al ascensor, en el camino se despidió de la señora rubia y cuando las puertas se cerraron, respiró. Analizó. Y se llevó las manos a la cara.

¿Qué había hecho?

La respuesta a la pregunta estúpida de Javier había sido más estúpida aún. Trágame tierra… que la trague el mundo entero, eso. Adiós oportunidad de trabajar en una empresa tan prestigiosa. Siempre estaba el negocio familiar, el que atendería con una polera y jeans. Bueno, no había nada que un abrazo de sus padres no pudiera mejorar.

Salió del edificio, respiró ese aire lleno de contaminación y caminó hasta la estación del metro. Que fuera lo que el destino quisiera.

Por otra parte, Javier se había quedado sorprendido con la respuesta de esa chiquilla. Tenía carácter, era inteligente y se manejaba en el área de su interés para que la señora Nelly recibiera ayuda, manejar la nómina de más de 500 personas.

Era muy capaz, pero la necesitaba disponible para otras cosas. Además, de vez en cuando le tocaba asistir a almuerzos con potenciales clientes para presentar las oportunidades de distribución que tenían en cuanto a la rentabilidad del servicio que prestaban.

Eso, más bien, le correspondía a Augusto, el jefe de relaciones públicas y marketing, pero era un derrochador. Así que era mejor que Javier siguiera con ese trámite.

Tras terminar con la cuarta candidata, le pidió a la señora Nelly que le preparara un breve resumen de sus impresiones y de a quién le gustaría bajo su tutela.

Miró la hora, ya era hora del almuerzo. Bajó al restaurante de la esquina y se comió una pasta a la bolognesa. Se quedó pensando en qué sería de su vida en la oficina si la señora Nelly escogía a Gloria, que era una mujer directa pero a la vez sumisa. O a la última chica, que tenía más experiencia y una figura despampanante.

-Prefiero a la sumisa. La otra me distraería mucho – se dijo solo en el ascensor de vuelta -.

Al llegar, la señora Nelly lo esperaba fuera de la oficina con su libreta. La dejó pasar primero y rodeó rápidamente el escritorio. Se cruzó de brazos y ella lo interpretó como un “ya estoy listo”.

-A pesar de que tres de las candidatas tenían mucha más experiencia que la primera, prefiero quedarme con ella. Es inteligente, de carácter, y llamé a sus referencias. Me hablaron muy bien de ella. El profesor Polak, el jefe de facultad de matemática, fue mi compañero en la universidad. Me habló muy bien de la muchacha y me dice que no me arrepentiré de elegirla. ¿Qué opina usted?

-Digo que es usted quién la tendrá que soportar. Si la prefiere a ella, llámela. Pero no de inmediato. Espere hasta las 8 de la noche, ¿puede?

-Por supuesto. Así lo haré.

Javier era un déspota en la oficina, pero a la única persona que le mostraba respeto sincero era a la señora Nelly.

Al llegar la hora, Javier se retiró de la oficina y le recordó a la señora Nelly que la llamara a las 8.

Mientras, Gloria no se separaba de su teléfono. Llegó para atender junto a sus padres la tienda, pero se dejó puesto el audífono, por si llamaban en un mal momento.

Estaba nerviosa, pero esperaba que no la dejaran fuera por su respuesta tan matona. Si se acordaba y le ardía la cara. Aunque el que no la aceptaran, le daría la ventaja de no tener que ver a ese hombre jamás. Que tipo tan pesado.

De pronto, a las 8 suena su teléfono y lo responde sin ver el número.

-Gloria, soy Nelly Gómez. Te llamaba para darte el resultado de la postulación.

-Señora Nelly, dígame.

-Después de un profundo análisis y la comparación con las otras postulantes, hemos decidido darte el puesto a ti. Te espero mañana a las 8:30 para darte las primeras indicaciones.

-Muchas gracias, no se arrepentirán.

Sus padres la miran y les cuenta la noticia.

Su pequeña tiene su primer trabajo al fin.

Capítulo 2

Gloria llegó temprano al que sería su primero trabajo. Se había levantado a las 6 de la mañana, la emoción no la dejó dormir ni un poco más.

Eran las 8:15, entró y vio a la pelirroja con su enorme sonrisa. Se acercó a ella, para preguntar si subía directo o no.

-Hola, Gloria. Felicidades por tu nuevo empleo.

-En realidad, es el primero – respondió con timidez -.

-Vaya, entonces debiste deslumbrar a la señora Nelly, y eso es casi imposible. Ha tenido cuatro asistentes en los últimos seis meses.

-No…

-Pero tienes otra vibra, sé que te irá bien. Un consejo, de vez en cuando ofrécele unos bombones de chocolate o ir a comprar por ella. Sobre todo, cuando hace frío. En el tercer piso hay una tienda de comida – le guiñó un ojo y le dio una tarjeta de pase como la que usaban todos los trabajadores allí -. Suerte en tu primer día.

-Gracias, en serio muchas gracias.

Subió el ascensor y al llegar, la rubia de la entrada la recibió con una sonrisa.

-Buenos días, Gloria. Yo soy María Luisa, no me trates de usted, somos compañeras de trabajo – otro guiño para Gloria, sus nervios se iban aplacando -.

-Buenos días, María Luisa – le dedicó una sonrisa -. La señora Nelly, ¿está aquí?

-Por supuesto. Ella llega a las 8 en punto, al igual que yo. Te anunciaré de inmediato.

Mientras su compañera avisaba de su llegada, miró mejor el espacio. Era grande. Habían varias oficinas, al lado de la oficina de su jefa había otra, pero se notaba más pequeña. Lo notaba por la distancia entre las puertas.

-Gloria, puedes pasar. Es la oficina 10, está por ese pasillo dando la vuelta a la derecha.

-Muy bien, gracias.

Gloria se fue con paso decidido hasta donde se le indicó. Golpeó la puerta y la voz de la mujer le pidió que entrara.

Era como la de la entrevista, pero bastante más pequeña. Esta cabía dos o tres veces en la del señor Sepúlveda.

-Toma asiento, cariño – Gloria le hizo caso -. Buenos, bienvenida. No me fue difícil elegirte, ya que tienes experiencia en el área donde necesito ayuda. Tú te encargarás de la nómina.

“Recursos Humanos se encarga todos los meses de revisar los contratos. Tu trabajo es actualizar en las finanzas aquellos que requieran aumentos o descuentos. Tendrás relación estrecha con Diego Hernández, el asistente del jefe de esa área. Se llevarán bien, es de tu edad… bueno, más o menos, creo. Pero es agradable.

Así, la señora Nelly le explicó el funcionamiento del sistema, sólo se usaba Excel, que anticuado, pensó Gloria, ya que en su práctica usó un software más sofisticado, que estaba ligado a ambas áreas. Fácil de manejar y los cambios se hacían automáticamente.

Al terminar, le pidió que le acompañara a ver la que sería su oficina. Estaba al lado, marcaba el número 11 en la puerta, al entrar so sintió un poco emocionada y un poco deprimida, al menos tenía ventana, eso era lo importante.

-Puedes dejar tus cosas aquí. Vamos a conocer el resto del piso.

Le indicó donde estaban los baños, muy cerca de ellas. Era un pasillo pequeño, donde las puertas de hombres y mujeres se enfrentaban. Dentro había 3 cubículos y casilleros, para guardar ropa en los días de lluvia.

-Aunque no lo creas, tenemos un cuarto de lavado. Una lavadora pequeña y secadora, en caso de accidentes con el café o los autos que pasan por charcos a gran velocidad.

Wow… esto es de otro nivel.

La lleva a la cocina, donde hay un refrigerador extraño, es por compartimientos, cada uno con un nombre asignado. Si quieres tener tus cosas alejadas de los demás, este es el refrigerador ideal, se abre con una llave, que cada propietario posee.

-No hay compartimentos disponibles, por lo que puedes traer tu comida en un recipiente especial o comer en el tercer piso, preparan unas pastas deliciosas y ni te cuento del pastel de chocolate.

Por último, la lleva a la biblioteca, donde hay libros de todo tipo, desde contabilidad hasta literatura clásica.

-Aquí puedes buscar apoyo para el trabajo o lectura para tus dos horas de descanso – se para frente a ella y sigue explicando -. El horario es bastante bueno, al menos para ti. Tu entrada será a las 08:30 de lunes a viernes. Almuerzo de 13:00 a 15:00 y la salida a las 16:30. Tendrás que venir el cuarto sábado del mes, de 09:00 a 13:00, ese día la vestimenta es libre, el resto de los días se pide vestimenta formal y pegada a las normas de recato. Pero creo que contigo no tendré ese problema. ¿Alguna duda?

-Ninguna por el momento, gracias.

-Bueno, vamos a tu oficina, te tengo mucho trabajo, hoy es miércoles y espero que el viernes o el lunes puedas tenerlo listo.

Gloria la siguió hasta su propia oficina, allí la esperaba una buena torre de carpetas, de las que no se había percatado cuando dejó sus cosas.

Luego de las indicaciones, Gloria se puso manos a la obra. Empezó por revisar cada carpeta. El trabajo era distinto. Debía reconocer los que necesitaban aumento de salario, aumento de bonos por movilización y los descuentos por permisos o licencias médicas. En su oficina encontró cajas vacías, las que dispuso sobre un mueble que servía de archivador pero que no tenía nada sobre él. Era bajo, así que le daría la comodidad que necesitaba para clasificar.

Vio la hora, ya eran las 09:38 de la mañana, se propuso tener clasificadas las carpetas antes de la salida del almuerzo. Lo que se preguntaba es por qué, en pleno siglo XXI todavía hacían esto en papel, cuando con un simple programa en red podrían manejar la información de forma más rápida.

Podían costear un cuarto de lavado y refrigeradores extravagantes, pero no podían instalar un software decente.

En fin, mientras realizaba la tarea de clasificar, descargó un programa en su laptop personal. Buscaría la forma de presentarlo a su jefa, para no volver a tener que hacer esto.

Se entregó tanto a su primera tarea, que no se dio cuenta de la hora hasta que su estómago comenzó a rugir. Vio su teléfono y ya eran las 13:45.

Cogió su bolso y se fue al tercer piso. No había mucha gente, así que pudo pasar rápido por la fila, pidió una ensalada de pollo y una gelatina con fruta de postre. A las 14:25 estaba lista, así que decidió subir otra vez a trabajar. Le faltaban pocas carpetas que revisar, eran demasiadas y clasificarlas no era sencillo.

Se fue a esperar el ascensor, sacó su teléfono, para revisar si tenía algún mensaje, pero no había nada. Buscó sus auriculares y puso su música favorita en Spotify. Cuando las puertas se abrieron, sólo entró, sin ver quién estaba adentro. Marcó el piso, le subió el volumen a la música y cerró los ojos unos segundos. Cuando creyó que ya debía bajarse, abrió los ojos y se encontró con Javier junto a ella.

Se espantó, seguro que la quiso saludar y ella no escuchó.

Apagó la música un momento y quitó un auricular. Lo miró con una sonrisa tímida al tiempo que se abrían las puertas.

-Buenas tardes, señor Sepúlveda.

Pero no hubo respuesta. Que mal educado. O tal vez se molestó porque saludó primero y ella no respondió, que vergüenza.

Se fue a enterrar a su oficina, para olvidar el bochorno. Colocó nuevamente la música, Alex Ubago cantaba sobre seguir buscando una sonrisa que le diera de nuevo la vida.

Cerca de las cuatro, Nelly apareció y la encontró tipeando ya los datos en un archivo Excel ya creado.

– ¿Cómo vas? – preguntó curiosa -.

-Ya voy con el tercer archivo – al ver su mala cara, explicó de inmediato -. Me dediqué a clasificar primero, dado que Diego maneja las tareas por separado. Terminé hace diez minutos y de esa forma creo que avanzaré mucho más rápido.

-Me parece bien, suena bastante eficaz el método – dijo Nelly, no muy convencida -.

-Sí, era la mejor manera de hacerlo, considerando que son doscientas personas con cambios.

– ¡¿Qué?! ¿Y revisaste todo eso en cuatro horas?

-Digamos que un poco más, me pasé en el horario de salida y cuando terminé mi almuerzo, me vine directo.

-Vaya… me parece bien que te comprometas así. Pero no lo hagas de nuevo. Para el señor Sepúlveda es sumamente importante que se hagan las cosas a tiempo, pero respetando los descansos.

-Bueno, digamos que ya tuve mucho tiempo para descansar, tengo toda la energía para sacar este trabajo en el plazo que me indicó. Aunque podríamos evitar la complicación del papel y ahorrar en insumos con un simple programa.

-Me parece perfecto. Yo no entiendo nada de eso, lo hablamos mañana con Diego a primera hora. Le diré que nos vea al llegar. Te dejo, para que sigas con tu trabajo.

Y se fue.

Gloria se esforzó por cumplir su meta de seis correcciones, y lo logró.

Guardó los cambios, apagó su computador y arregló sus cosas.

Salió al área de recepción del pasillo y se encontró con Javier nuevamente. Lo miró y le dijo tímidamente.

-Que tenga una buena tarde, señor Sepúlveda.

Este sólo le dedicó media sonrisa forzada, que duró dos segundos y entró al ascensor primero, a penas se abrieron las puertas. Gloria no podía creer que fuera así, tan descortés.

Al llegar al primer piso, la pelirroja arreglaba sus cosas para salir.

– ¿Qué tal el primer día?

-Bastante bueno, aunque la sombra fue que metí la pata con mi jefe. Subimos juntos al ascensor en el regreso del almuerzo, escuchaba música y no escuché que me saludó. Le he hablado dos veces y no contesta.

-Cariño… tú tranquila. Lo más probable es que ni siquiera te saludara la primera vez, porque ese señor no habla a nadie, a menos que sea para dar una orden o un regaño. Jamás me ha dicho buenos “algo”.

Gloria lo vio salir del edificio. Y ella alterada y avergonzada, creyendo que había sido grosera.

– ¿Te vas en metro? – le preguntó a la pelirroja. Se dio cuenta que aún no sabía su nombre -.

-Hoy no. Mi novio viene por mí – su sonrisa se hizo más grande, como si eso fuera posible -.

-Bueno, entonces me voy. Nos vemos mañana – hizo el ademán de irse, pero se giró otra vez hacia la chica y le preguntó -. A propósito, ¿cuál es tu nombre?

-Alma – le dijo con su sonrisa de siempre -.

Se despidió de ella con la mano y salió al fin a la calle. El flujo de gente estaba creciendo, seguro se encontraría con el metro lleno y el bus de acercamiento estaría peor. Pero eso era lo demás, porque tenía trabajo.

Cuando subió al vagón y pudo tomar asiento, se concentró en la música que escuchaba. Rosas de La oreja de Van Gogh le pareció algo triste. La cambió por otra y se encontró con Mujer Azul de Difuntos Correa, esa sí tiene ritmo, aunque igual tiene una historia triste detrás.

La despertó un poco, su día estuvo ajetreado mentalmente, pero sabe que puede terminar bien su primera tarea.

De pronto, la música se oye lejana y comienza a pensar en su jefe. La actitud de éste la tiene sorprendida, es como si se sintiera superior a todos los que le rodean. Tenía dos opciones, ignorarlo como él lo había hecho o ignorarlo, pero sin ser tan evidente.

Mmm…

Sale del metro y camina hacia la parada del bus.

-Lo mejor que puedo hacer es llevarle la contra. Mientras menos me salude, más lo haré yo. A mí me educaron bien, problema de él si se cree superior.

Al ritmo de Bittersweet Simphony subió al bus que la acercaría a su casa y se sintió bien con ella misma, porque el loco del volante no la haría quedar mal con los valores que sus padres le habían enseñado.

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