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SINOPSIS

Fuerte, voluntariosa, testaruda, persistente, caprichosa y todos los buenos y malos adjetivos ganados por ser la princesa de una poderosa familia. Lucila está acostumbrada a conquistar el mundo, pero ¿Cómo puede conquistar a un hombre cuando la está ayudando en medio de un accidente y ni siquiera se molesta en mirarle el rostro? ¿Qué demonios le pasa? Ver desaparecer esos ojos tan cautivadores en un segundo, no es tan malo como volver a encontrarlos, porque entonces descubre un abismo insalvable que los separa. Nico es un gitano romaní, muy arraigado a sus costumbres y con el destino ligado a su cultura y a su pueblo. En su vida no hay espacio para una gorger, sin embargo, una vendetta lo hace cambiar de opinión porque los Moonchild tienen una cuenta pendiente con él ¿Podrá Lucila ganar el amor del gitano? La aceptará la comunidad gitana? ¿Qué será capaz de hacer Lucila por amor? ¿Habrá cabida en un corazón herido por eventos del pasado, para el amor por una Moonchild?

©Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra por cualquier medio o su adaptación sin la autorización expresa de la autora. Registrado en Safecreative bajo el número 2011215957049.

Esta novela es producto de mi imaginación, por lo cual es ficción, no está basado en hechos ni personas reales, los hechos relatados aquí solo pretenden aproximarse a la cultura gitana romaní estadounidense más no son un reflejo exacto de la realidad. Si encuentra alguna similitud con un caso de la vida real es pura coincidencia.

Los conflictos de los protagonistas o su forma de resolverlos no me definen ni implica que yo avale sus métodos de solucionarlos. Pido disculpas si en el desarrollo de esta historia hiero susceptibilidades de acuerdo a la percepción de los lectores.

CAPÍTULO 1. EL ENCUENTRO
El viento mecía los árboles con fuerza, la lluvia comenzó a caer estrepitosamente, era el mes más lluvioso del año en la ciudad de Richmond. Lucila Moonchild, circulaba por Three Chopt Road, cuando de repente su auto hizo un pequeño ruido y se apagó, colocó el auto en neutro y lo dejó rodar hasta poderlo estacionar a un lado de la calzada.
Debido a la copiosa lluvia, se quedó en el auto con el aire acondicionado encendido y los vidrios arriba, de esa manera evitaría mojarse mientras rezaba fervientemente por un milagro. Intentó marcar el número de uno de sus hermanos o su padre para pedirles ayuda, pero lamentablemente su celular se había quedado sin batería, comenzó a buscar en su bolso el cargador portátil, después de volver su interior un desastre recordó haberlo sacado la tarde anterior cuando llegó a su casa, lo bajó distraídamente mientras atendía una llamada.

Hizo un gesto de enfado. Desde el momento de levantarse nada le había salido bien, para empezar se quedó dormida porque el despertador no sonó; cuando estaba haciendo el desayuno se le quemó, llegó tarde a clases, el salón reservado para celebrar su cumpleaños lo arrendaron a otra persona y tan solo quedaban cinco días para la fiesta, por otra parte, la tela escogida para su vestido no alcanzó y cuando fue a comprarla, no había el color seleccionado.

Aunque en este punto, debía reconocer, era la única culpable, cometió un error al no haber ido primero a la modista, esperar le indicara la cantidad de tela necesaria, no ella hacía todo al revés, pensó, se emocionó cuando la vio exhibida en una famosa tienda mientras paseaba por un Centro Comercial, y como siempre terminó cumpliendo sus caprichos, a pesar de la oposición de su madre; ahora se sentía muy avergonzada, con temor de confesarle lo sucedido; esa fue la razón por la cual salió sola, sin avisarle, porque debía reunirse con la modista para escoger otra tela.

Dio un golpe en el volante del auto, para tratar de disipar su frustración, como si no había sido suficientemente acontecido el día, terminó accidentada en pleno diluvio y sin poder hacer nada para resolver su situación.

Las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos, pero se contuvo, nunca se permitía ser débil, estaba acostumbrada a salirse siempre con la suya, hasta ahora todos en su familia terminaban bailando al son marcado por ella, ese privilegio se lo daba ser hija única chica, pues tenía dos hermanos mayores, su padre era el mayor de cuatro hermanos, quienes a su vez, cada uno había tenido tres hijos. En cuanto a su madre, era la única mujer entre dos hermanos y ambos tenían dos hijos cada uno. En total eran veintitrés hombres incluyendo a sus abuelos, sin contar la generación reciente, seis niños, por lo cual ella era la única mujer joven y por consiguiente la más consentida, por eso todos buscaban la manera de complacerla y hacerla feliz, para evitar su enojo, porque cuando este sucedía hasta humo parecía salirle por la boca.

Ahora se encontraba allí, esperando el cese de la lluvia; sin darse cuenta terminó quedándose dormida, rato después, realmente no sabía cuánto tiempo había transcurrido, sintió unos pequeños toques en su ventanilla, despertó un poco desorientada. Se quedó viendo sorprendida tratando de identificar a la persona al otro lado del cristal.

Al enfocar bien su vista vio a un hombre, piel dorada, cabellos negros, hombros anchos y una nariz romana, con mentón cuadrado no pudo visualizarle el color de los ojos porque cargaba unas gafas, bajó la ventanilla y se quedó observándolo con confusión, porque desconocía el motivo de su presencia.

Por su parte, Nico había salido de su oficina en dos ocasiones en el período de una hora y media, en ambas oportunidades el automóvil permanecía estacionado en el mismo sitio, eso le causó curiosidad, además sentía una especie de extraña atracción conminándolo a acercarse. Esa sensación, no era muy común en él, porque aunque pertenecía a un pueblo hermético, con sólidos valores para quienes la solidaridad y hospitalidad, estas estaban reservados para ayudar solo a los suyos, esas características eran intrínsecas en ellos.

Por ello, le resultaba más extraño, obedecer a ese instinto. Normalmente poco le gustaba hablar con desconocidos, sin embargo, había algo impeliéndole acercarse para prestarle auxilio a la persona en el auto, aunque nunca imaginó encontrar a una jovencita de no más de dieciocho años con un cabello castaño claro, ojos grises con un destello café alrededor del iris, cuya primera mirada lo impactó mucho haciéndolo retroceder con temor; por eso después no quiso fijar más su vista en ella, el corazón le palpitaba con frenesí y sentía la necesidad de correr muy lejos de su lado, sin embargo, se armó de valor y habló en un tono severo, pero educado le habló.
Buenas tardes —. Saludó en voz seca, porque al tratarse de una mujer, quitó todo rastro de amabilidad.
No le gustaba estar a solas con mujeres desconocidas y menos si se trataba de una gorger, eran lanzadas y en su opinión la mayoría carecían de moral, sin embargo, no le quedó más alternativa. Ya estaba allí y no perdería nada ofreciéndole su ayuda. Por lo cual a regañadientes continuó hablando »¿Está en algún problema? —preguntó con seriedad, fijando su vista en un punto detrás de ella.

—Ah ok. ¡Mucho gusto! Soy Lucila Moonchild —dijo la chica extendiendo su mano amablemente, sin embargo, debió recogerla cuando el hombre ni siquiera hizo amago de extenderle la suya.

—¡¿Puede ir al grano y decirme cuál problema tiene?! No tengo tiempo para estar perdiendo con usted —expresó despectivamente y la chica se desconcertó por un momento.

La incomodidad la invadió no estaba acostumbrada a sufrir esos tipos de tratos déspotas. Durante toda su vida había estado rodeada de hombres, pero estos giraban alrededor de ella como la tierra alrededor del sol.

—Mi carro se apagó sin causa aparente, no tengo idea de las razones. —Expresó un tanto nerviosa.

—¡Ya veo! —Exclamó con una mueca.

Se quitó los lentes, dejando ver unos hermosos ojos verdes, quitando el aliento de Lucila, quien por un momento se sumergió en ellos y olvidó lo demás a su alrededor hasta escucharlo hablarle.

—¿Puede prestar atención a mi petición? —espetó molesto, sin disimular un solo momento su incomodidad, le ordenó —Abra el capó del auto, gire la llave como si fuese a encenderlo.
La muchacha siguió las instrucciones. Él levantó el capó, revisó, detectó el fallo y en pocos minutos el auto estaba encendido.

Lucila se sonrió feliz y aplaudió con entusiasmo cuál chiquilla.

—¡Genial! Es usted un ángel enviado del cielo —buscó su cartera, sacó unos cuantos dólares, bajó del auto y sin darle tiempo al hombre a reaccionar, se los metió en el bolsillo de la camisa.

Esa acción hizo enojar a Nico, quien apretó su boca en señal de inconformidad «¿Quién se creía ella para estar ofreciéndole dinero? Esos malditos Gorger con sus ínfulas de querer ser superiores a los demás. Además quien le había dado permiso para tocarlo y colocarle dinero en su camisa», pensó con molestia.

La miró de arriba abajo, con un rictus de desagrado, llevó su mano al lugar donde le había colocado el dinero, se lo sacó, tirándolo al suelo con violencia.

—¡No necesito su dinero! —exclamó de manera despectiva.

Se alejó de allí sin mirar atrás dejando a Lucila contrariada sin saber cómo reaccionar, sin embargo, ese encuentro dejó en ella una gran inquietud, la cual que buscaría dilucidar en el futuro próximo.

«La impresión de una mujer puede ser más valiosa que un análisis razonable.» Arthur Conan Doyle.

CAPÍTULO 2. LA FUERZA DE UNA MUJER

Lucila vio al hombre alejarse sin siquiera mirar atrás, ni tomarla en cuenta, era la primera vez en su vida, que no solo había sido objeto de desprecio sino también de indiferencia. Eso causó un sentimiento muy lastimero en ella, aunque quiso evitar las lágrimas acumuladas en su pestaña inferior, estas terminaron desbordándose; aunque muchas veces estas habían brotado por capricho, para terminar logrando salirse con la suya, esta vez, eran genuinas, producidas por el profundo dolor sentido en el alma al ser desdeñada.

Sin embargo, segundos después pudo controlar ese sentimiento y la rabia se dio paso como un huracán, puso el pie donde había caído el dinero y los restregó entre el pavimento y su zapato mientras su hermoso rostro se deformaba en un gesto de enfado. Luego se inclinó tomó los billetes los apretó en el puño de su mano arrugándolos más y profirió un juramento aviva voz, salido desde lo más profundo de sus entrañas:

—No descansaré hasta encontrarte. ¡Eso lo juro! Jamás desviarás tu mirada de mi, voy a lograr me observes con adoración y no puedas apartar nunca tus ojos de mi rostro.

Después de ello, abrió su mano, dejando escapar los billetes, para segundos después subirse al auto y marcharse de allí, sin embargo, tenía esa sensación agridulce en su garganta. No podía dejar de visualizar esos ojos verdes ignorándola.

Cuando llegó a su casa, cerró la puerta de la sala lo hizo con más fuerza de lo normal, sus padres sentados en el recibidor la observaron con curiosidad mientras en su interior la chica se lamentaba el haber dejado reflejar su estado de ánimo, aunque luego quiso intentar ocultarlo, esbozando una fingida sonrisa, no pudo engañar a sus progenitores.

El primero en hablar fue su padre.

—mon trésor, ¿Por qué estás enojada? ¿Quién se atrevió a llevarte la contraria? —su padre la llamaba «mi tesoro» en francés, porque él tenía ascendencia francesa por parte de su abuela materna y siempre le había gustado mantener claro su origen, por eso conservaba el vínculo con esa tierra, hablando el idioma y enseñado a sus hijos a hacerlo.

Ante las palabras de su padre más el apodo cariñoso hizo un puchero, mientras los abrazaba y besaba, sin embargo, en su interior se debatía entre contarles lo sucedido o mantenerlo solo para ella, después de todo ella hasta ahora, nunca había dado señales de interés por algún joven, después de este razonamiento decidió no decir nada por el momento.

—Mi auto me dejó accidentada en pleno diluvio, mi teléfono se descargó, nada me ha salido bien. Este día ha sido un completo desastre—. Se quejó sin querer dar ningún otro detalle, cuando se levantaba para escapar, su padre la retuvo.

—Lucila ¿Cómo lograste encender el automóvil? —preguntó su padre y se puso un poco nerviosa.

—Para mi buena suerte, un señor me auxilió —manifestó sin dar ningún detalle.

No podía creer en su mala suerte, por primera vez le gustaba un hombre y este la había tratado despectivamente, moviendo los cimientos de su tranquila vida » Papa, voy a ducharme, enseguida regreso para conversar un momento con ustedes.

La chica subió a su habitación y entró a ducharse, pero los recuerdos del encuentro la martillaban constantemente, trataba de enviar a los profundos de sus pensamientos ese momento, pero estos eran persistente, robándole la paz; el rostro del hombre la miraba desde su cabeza con un gesto despectivo y su interés por él crecía «¿Dónde vivía? ¿A qué se dedicaba? ¿Tendría novia? ¿Por qué la había tratado de manera indiferente, si ella era un encanto?» se preguntaba sintiéndose frustrada.

Eran muchas las interrogantes surgidas, estas se manifestaban como un devastador torrente, produciéndole demasiada inquietud, aún después de bañarse, seguían incordiándole, tomó su teléfono y marcó a su mejor amiga, Shawna, ambas estudiaban Licenciatura en enfermería práctica.

—Shawna, soy Lucila —expresó cuando le atendió la llamada.

—Amiga lo sé. No olvidé registrarte en la lista de mis contactos —respondió la chica, sin embargo, Lucila percibió preocupación en su tono de voz, no era alegre como acostumbraba. Eso la hizo olvidarse del motivo de su llamada y dirigió su atención a ella.

—¿Qué pasa? ¿Por qué ese tono? —preguntó preocupada Lucila.

—Lo mismo de siempre, discutí con mi madre, quiere obligarme a dejar la universidad, no deja de recriminarme porque estudio, según ella, solo estoy perdiendo mi tiempo, me mandó a buscar un novio para casarme. Quiere hacer una fiesta para presentarme a gitanos romaní y de allí escoger a mi futuro esposo, pero no quiero eso Lucila —respondió su amiga sin dejar de ocultar su tristeza.

—Pero Shawna, nadie puede obligarte a dejar la universidad y menos a casarte si no quieres. Solo oponte y déjale claro a tu mamá cuáles son tus deseos. Estudiar y trabajar cuidando a los enfermos —.expresó la chica sin entender bien porque su amiga se complicaba.

—Lucila, no es tan fácil como lo piensas, soy gitana romaní, he crecido bajo la cultura y leyes gitanas, mi familia tiene aun arraigada esas creencias. Las mujeres somos criadas para quedarnos en casa y dedicarnos al cuidado de nuestro hogar, esposo e hijos —explicó Shawna tratando de explicarle a su amiga la posición en la cual estaba.

—Lo siento, me cuesta entender, estamos en el siglo XXI ¿Cómo van a imponerte las cosas? No estamos en la edad media. No sé, mi cabeza es limitada frente a esto, porque mis padres hasta ahora no me han impuesto nada y me han dejado decidir.

—Si, pero en mi caso es distinto Lucila. Formo parte de una sociedad patriarcal, donde el hombre es quien está afuera y provee a la casa y la mujer se queda dentro de ella. No sabes las fuertes discusiones sostenidas con mi madre, ella no entiende mis deseos de ir tras mis sueños. Quiero ser enfermera para ayudar a los demás, pero eso no significa renunciar a mis raíces.

» No deseo dejar de pertenecer a mi pueblo, amo mi gente, mi cultura, solo difiero en esa posición de impedirnos a las mujeres poder formarnos, ser profesionales para dar más de nosotros, quiero crear un precedente a muchas mujeres de mi comunidad —expresó con vehemencia la chica.

—Te entiendo Shawna, yo quisiera ayudarte, no sé de qué forma pudiera hacerlo, tal vez si me acerco a hablar con tu madre, ella me escuche —la chica se río de su amiga al otro lado de la línea.

—Mi mamá no se lleva bien con los gorger y si vas pensara me has influenciado para oponerme a las tradiciones —se opuso la chica a la intervención de Lucila.

—Yo no soy gorger, yo soy una Moonchild —expresó con inocencia Lucila.

—Lucila, gorger le dice mi pueblo a la gente no gitana —indicó Shawna.

—Entiendo, pero no dejes a nadie truncar tus sueños. Lucha por ellos, demuestra la fortaleza de todas las mujeres seamos gorger, gitanas, occidentales, árabes o de cualquier pueblo, cuando tenemos la oportunidad y queremos hacer algo no hay quien pueda pararnos. Muéstrales tu valía, fuerza, templanza, de la gran capacidad en tu interior. Nunca te des por vencida, siempre debes correr tras tus deseos.

«No deseo que las mujeres tengan más poder sobre los hombres sino que tengan más poder sobre ellas mismas.» Mary Shelley.

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